Volvímos con Supernatural. Pero no hay Wincest D:
¿Cómo es eso posible?
Título: St. Anger.
Fandom: Supernatural.
Pairing: Dean Winchester/Sam Winchester (mencionada, por eso no está etiquetada).
Formato: Oneshot.
Género: Angst (aunque sería más drama, creo).
Rating: PG-13.
Número de palabras: 1,154.
Sinopsis:
Mientras Dean oscila entre el camino del cazador y el de la
autodestrucción, John es el único que puede hacer para que, al menos, su
hijo vaya en medio de ambos.
Disclaimer: Los personajes aquí presentes y el universo principal de la siguiente historia son de la autoría de Eric Kripke.
Todo esto para decir que sencillamente estos personajes y el universo donde se desarrollan sus vivencias no me pertenecen.
En cambio, la historia, sí.
*No se admiten adaptaciones y mucho menos, PLAGIOS.
*Que tengas una feliz lectura.
Día 5 del Fictober 2020.
Consigna: Bestia enjaulada.
Notas: El título que le da nombre a este oneshot es de la canción de Metallica (Frantic había sido una segunda opción).
Acordate que también podés seguir esta historia en las siguientes plataformas: Amor::Yaoi, AO3 & Livejournal :)
En
caso de empezar a publicar en alguna otra, se avisará acá. Pero, en
caso de que encuentren este fanfic en otra plataforma y no haya sido
informado, por favor avísenme en los comentarios o en las redes
sociales que pueden encontrar en las notas finales ya que fueron
publicados sin mi consentimiento.
St. Anger
No
lo soportaba. Ya no lo soportaba. Era la quinta vez que tenía que
regresar de una cacería para rescatar a Dean. Terminó la botella de
cerveza y suspiró sonoramente. Cuando la cabeza dejó de latirle, reparó
en los ronquidos provenientes de la cama donde su hijo dormía. Apenas
había logrado quitarle la chaqueta, pero sabía que al día siguiente le
dolería la incómoda posición con la que había caído sobre el colchón.
¿Qué
sería capaz de hacer por él? Iría a Palo Alto en busca de Sam por él.
Lo traería a la rastra de ser necesario. Pero no podía. Las pistas que
había reunido lo acercaban cada vez más a la boca del lobo. Quizás ya
estaba ahí y todavía no se había dado cuenta. Esbozó una sonrisa y se
frotó con fuerza los ojos. Estaba demasiado cansado. Pero la sensación
de encontrarse cara a cara con una amenaza que no sería fácil de
eliminar le impedía dormir con tranquilidad. Se levantó y poniendo una
silla frente a la ventana de la cocina, la abrió para sentarse frente a
ella con el bolso con armas abierto sobre sus piernas. Si alguien iba a
entrar, no iban a agarrarlo desprevenido. Además, el frío viento que le
golpeaba el rostro lo ayudaba a no quedarse dormido. Quizás lo haría
cuando Dean se despertara. Por ahora, el sonido del reloj que nunca se
había detenido, repicaba en sus oídos hasta el punto de volverse un
sonido ensordecedor. La respiración de Dean parecía un suave arrullo que
no necesitaba en esos momentos. Negó con la cabeza cuando se dio cuenta
que le costaba mantener los ojos abiertos. Lanzando un quejido cargado
de ira, se incorporó y encendió la hornalla de la cocina con un fósforo.
Cuando abrió el café de filtro para prepararse un pocillo, el aroma
pareció refrescante aunque tuvo que raspar el frasco con una cuchara
para encontrar su contenido. Quizás debiera dar aviso a Bobby de sus
próximos movimientos, por mínimos que fueran. Alguien debía proteger a
sus hijos si él ya no estaba para hacerlo. Y no era como si Dean y Sam
no pudieran valerse por sí mismos. John se había encargado de educarlos
bien en ese aspecto, aunque hubiera fallado en muchos otros. Sabía que
si él no estaba, ellos irremediablemente terminarían reuniéndose. Ya sea
por la sangre, por amor, por lo que fuera. Podría haberse hecho como el
que no miraba por muchos años, pero siempre había sentido que la
relación entre sus hijos era similar a la que él había tenido con Mary.
Mary. ¿Ella estaría mirando desde las nubes en lo que él se había
convertido y en lo que había convertido a sus hijos? Cada vez que en su
mente aparecía el recuerdo de la mujer que había amado con el alma, el
fuego quemando su cuerpo sobre el techo lo ocupaba todo. El sonido del
agua hirviendo lo despertó. Apagó el fuego. Pero el fuego que seguía
incendiando su mente continuaba más vivo que nunca. Antes de ponerse a
preparar el café le dio un sorbo a la botella de whisky barato que
estaba sobre la mesa. Todo su cuerpo se tensó al oír un sonido
desconocido cerca de Dean. Cuando prestó atención nuevamente, se dio
cuenta que había sido la cama del motel que parecía que se partiría en
dos en cualquier momento. El sollozo que resonó en el aire de parte de
su hijo, hizo que su cuerpo se aflojara y sintiera la fuerza a punto de
abandonar su cuerpo.
—Sam. No te vayas, Sammy. No me dejes.
Quería
huir. Pero sabía que eso significaría el derrumbe de Dean. El café
quedó sin preparar en el filtro, y la mirada de John se posó sobre la
agenda que siempre cargaba consigo y que parecía darle pistas respecto a
lo que tenía que hacer a continuación. Abrió la misma y extendió el
mapa que sobresalía sobre la mesa circular. Comenzó a hurgar entre los
recortes de periódicos que había ido acumulando y fue marcando distintos
puntos en el mapa. Puntos que sólo en su mente cobraban sentido.
—Podría
enviarlo a Nueva Orleans —susurró—. Mientras tanto, yo podría ir a
California… Si dejo las pistas necesarias, él podría… Ellos podrían…
Un
sentimiento cercano a la esperanza apareció en la mirada de John.
Regando pistas aquí y allá, sus hijos podrían reencontrarse con él con
más conocimiento y fortaleza que la que poseían en la actualidad. Si el
enemigo estaba pisándole los talones, ni siquiera se arriesgaría a tocar
a Dean. Ni siquiera a Sam. Él conocía a sus hijos, pero para sus
enemigos, John Winchester era más peligroso porque él sabía de su
existencia, Dean y Sam todavía no. Cuando llegara el momento en que
estuvieran cara a cara con el enemigo, ellos no los verían venir y
probablemente terminarían teniendo más miedo por sus hijos que por él.
Eso haría.
Lo había decidido.
Porque
esa era, también, la única manera de que Dean saliera de ese ciclo de
autodestrucción al que había ingresado desde que Sam se fue. Quizás era
egoísta por querer arrastrar a Sam de nuevo a “la vida”, pero era la
única manera en que lograrían superar los obstáculos que pronto
aparecerían en su camino.
El crujido de la cama silenció sus
pensamientos. Dean se levantó y fue al baño sin reparar en su presencia
sino hasta que salió del mismo.
—Buenas.
—Buen día —su hijo le
devolvió el saludo con una voz rasposa. Rascándose el ombligo se acercó
al café que, dentro del filtro, jamás había sido preparado—. ¿Y el café?
—Prepáralo —John seguía enfrascado en sus planes y le hizo una seña a su hijo—. Oye, Dean, ve a Nueva Orleans.
—Recién me levanto. ¿Qué pasó?
—Hay
un caso, ¿qué más? —Dean agarró el recorte que su padre le estaba
extendiendo y lo leyó rápidamente, manteniendo en su memoria aquellos
detalles necesarios que lo relacionaban con su caso sobrenatural—.
Puedes llevarte el Impala —un débil interrogante llegó a sus oídos—.
Tengo otro vehículo, así que está bien. Sólo asegúrate de cuidarla.
—Sí,
señor —Dean observaba el escaso movimiento fuera de la habitación a
través de la ventana, ajeno a todo lo que estaba a punto de suceder. La
silla corriéndose hacia atrás con un estrepitoso sonido lo hizo volver
la mirada a su padre—. ¿Te vas?
—También tengo un caso. En California.
—Está bien. Te veo luego.
John
sintió que el pomo de la puerta estaba trabada aunque no lo estaba en
realidad. Volvió la mirada hacia su hijo y dejó que el rayo del sol
entrara a la oscura habitación.
—¿Dean? —el aludido volvió su vista hacia él—. Nos vemos, hijo.
La
bestia seguía enjaulada, pero cuando saliera, aunque estuviera unos
días aturdida, no lo haría sola. Porque sabía que lo primero que haría
sería buscar refugio en la única persona que podría brindarle una
sensación de seguridad.
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