6 de febrero de 2022

[Oneshot] The King and the Joker (Chigasaki Itaru/Settsu Banri)

Ciaossu~!!
Bueh, no iba a participar en este desafío, pero veamos si puedo mechar lo que quiero escribir con los temas propuestos.
Hablando de mangas con una amiga, le recomendé Caste Heaven, me puse a releerlo después de leer el último capítulo y pensé: “¿Y si los personajes de A3 vivieran en ese universo?”, y acá está el resultado xD
Va a estar en una serie porque como hay más parejas van a haber más fics al respecto 🕺 y solo van a estar conectados por el universo en el que se desarrolla, no va a tener continuidad, así que podés leer este oneshot tranqui :D
Está la etiqueta de spoilers, pero... No sé si vaya a arruinar la experiencia si leíste o no el manga... 🤔 Supongo que tendrás que leerlo para averiguarlo xD

Enjoy~ ♥


Título:
The King and the Joker.
Fandom: A3! Act! Addict! Actors!
Serie: MANKAI Heaven.
Pairing: ItaBan (Chigasai Itaru/Settsu Banri).
Formato: Oneshot.
Género: Angst, AU, smut, violento.
Rating: NC-17.
Número de palabras: 1552.
Sinopsis: Banri es el rey de la clase y, como tal, todos le deben respeto. El poder que tiene sobre el resto es absoluto.
El nuevo juego de castas cambiará el orden establecido hasta el momento, y los verdaderos sentimientos de los integrantes de la clase saldrán a flote junto con sus nuevos puestos.
Escrito para el Angstruary 2022 de Es de Fanfics.
Día 1: Lo hice por ti. 
Disclaimer: Los personajes aquí presentes son de la autoría de Liber Entertainment.
Todo esto para decir que sencillamente estos personajes y el universo donde se desarrollan sus vivencias no me pertenecen. El universo en realidad pertenece a Ogawa Chise, autora de Caste Heaven.
En cambio, la historia, sí.
« ADVERTENCIA: LAS ACCIONES Y ACTITUDES DE LOS PERSONAJES PRESENTADOS A CONTINUACIÓN PROBABLEMENTE NO SE CORRESPONDAN CON SUS CONTRAPARTES DEL JUEGO »
*No se admiten adaptaciones y mucho menos, PLAGIOS.
*Que tengas una feliz lectura.

Acordate que también podés seguir esta historia en las siguientes plataformas: Amor::Yaoi, AO3 & Livejournal :)
En caso de empezar a publicar en alguna otra, se avisará acá. Pero, en caso de que encuentren este fanfic en otra plataforma y no haya sido informado, por favor avísenme en los comentarios o en las redes sociales que pueden encontrar en las notas finales ya que fueron publicados sin mi consentimiento.


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The King and the Joker. 

Llegó un momento en que el vitoreo por el resultado que obtuvo en los exámenes abrumaron a Banri. Ya estaba acostumbrado a tener buenas calificaciones, y que se le sumara su posición de rey de la clase del primer año ya lo estaba molestando. Le gustaba ser tratado con respeto, que le temieran. Era un derecho que había ganado al obtener esa carta en el juego de castas. No importaba el medio por el cual la había conseguido, lo que importaba era que la tenía.

—¡Eres increíble, Banri-san!

El aludido le sonrió de lado a Itaru, el don nadie, el lamebotas.

—Me voy.

—¿Eh? ¿Adónde? La clase está por empezar.

—¿Te acuerdas de Tachibana? ¿La del tercero? Me tiene ganas. Creo que hoy va a ser su día de suerte. ¿Le avisas que vaya donde tú ya sabes?

—¡Enseguida!

Itaru salió de entre la multitud y corrió en busca de Izumi, que se mostró dispuesta a dejar su puesto de reina por unos momentos para por acostarse con Banri. El don nadie se quedó al otro lado de la puerta escuchándolo todo hasta que decidió regresar a su salón. La puerta de la sala de clases especiales se abrió de golpe acompañado de un insulto que salió de entre los labios de la muchacha.

—¡Ojalá te mueras, imbécil!

Itaru la siguió con la vista y cruzó miradas con el comodín, el pobre idiota que al obtener la carta de más baja denominación se vuelve el objetivo de ataques físicos de parte del resto de la clase.

—Disculpa…

—¿Qué quieres?

Itaru estaba seguro que había tratado de sonar amable, pero a juzgar por la manera brusca en que el muchacho se cubrió el cuerpo con las manos y se hizo hacia atrás, se dio cuenta que no fue así.

—Hay un mazo de cartas vacío en nuestra clase…

—¡Oye, Chigasaki! ¿Qué mierda está pasando?

El aludido se asomó al salón donde había unos pocos pupitres y un enorme sofá debajo de la hilera de ventanas. Banri estaba con la camisa completamente abierta y la cremallera del pantalón baja. Ni siquiera se molestó en acomodarse la ropa cuando vio a Itaru.

—Deberíamos volver al salón.

—¡Qué fastidio!

El rey abandonó su trono. Cuando Itaru se volvió hacia el comodín, el muchacho ya se había ido.

—¿Es un maldito ninja o algo así?

—¿Eh? ¿De quién hablas?

—No. Nada. ¿Qué pasó con Tachibana-san?

—Se molestó porque le dije que era plana. La próxima vez tráeme a una que tenga un buen par de tetas.

—No sé si eso será posible. —Itaru sabía que se avecinaba una pataleta de parte de Banri, por lo que se apresuró a explicar la situación antes de que eso sucediera—. Recién vinieron a avisar que va a haber un nuevo juego de castas en el salón.

—Es una maldita broma, ¿no?

—Creo que no.

—Oye… —Banri se detuvo e Itaru hizo lo mismo. Lo siguiente que supo fue que estaba siendo acorralado contra la pared. Podía sentir el aroma a sexo que emanaba del rey metiéndose en su nariz y eso lo hizo arrugar el rostro—. Vas a conseguirme la carta del rey, ¿me oíste?

Itaru se sorprendió por sus palabras. Sonaban a una petición, pero saliendo de la boca de Banri eran una orden. Agarró con delicadeza una de sus manos y la besó con ternura.

—Por supuesto. Encontraré la carta que más se ajuste a ti.

El muchacho sonrió y se zafó de su agarre.

—Muy bien. Ahora me voy a dormir. Cualquier cosa, estoy arriba.

—Claro. Ten cuidado. —Itaru se despidió del rey agitando una de sus manos. Cuando desapareció de su vista, su rostro se transformó por completo y chasqueó la lengua con desagrado—. Idiota.

 


 

Banri se durmió por obra y gracia del sol de verano que había transformado a la azotea de la escuela en el lugar perfecto para tomar una siesta. Al despertar, se dio cuenta que el bullicio característico de la cacería de cartas había cesado, y eso significaba que el juego de castas también lo había hecho. Llamó a Itaru, pero él no respondió.

—¿Qué le pasa a este imbécil? —El rey se puso de pie con pereza y entró al edificio. Había un silencio sepulcral, era como si solo estuviera él caminando por aquellos pasillos. El aire que entraba por las ventanas era caliente y eso lo fastidiaba más. Hizo un segundo intento por comunicarse con Itaru. Estaba a punto de insultarlo a viva voz cuando recibió un mensaje de texto de su parte en el que le decía que fuera al salón donde él siempre estaba—. Fastidioso hijo de puta… ¿Quién carajo se cree que es?

Banri estaba tan enfrascado en sus pensamientos que no se dio cuenta que alguien lo venía siguiendo. Lo siguiente que sintió fueron dos manos sobre sus espaldas empujándolo escaleras abajo.

 


 

Banri recuperó el conocimiento de golpe. Sintió que fue alcanzado por un maldito rayo. Le dolía todo el cuerpo. Se dio cuenta que tenía las extremidades atadas y que algo le impedía abrir los ojos.

—Oh, al fin despertaste.

—¿Qué mierda…? ¿Quién carajo eres? —Aún atado y adolorido como estaba, Banri se sentó de un salto en el suelo—. ¿Tienes idea de lo que estás haciendo, estúpido? ¡Espera a que me desate para que te rompa la cara!

—Vaya. No esperaba menos de ti. No puedes moverte con libertad, pero sigues peleando. Sabía que no me equivocaba contigo, Banri.

El sujeto que hablaba le quitó la venda de los ojos. El rey tardó un poco en acostumbrarse a la luz. Lo primero que vio fue una sonrisa retorcida, una sonrisa que jamás había visto en el rostro de aquella persona. El escalofrío que le recorrió la espalda le hizo percatarse de que, además de estar atado, estaba completamente desnudo.

—Chigasaki… ¿Qué significa esto? ¡Suéltame de una vez!

El aludido, arrodillado en el suelo, se llevó una mano al mentón y frunció los labios.

—No. No voy a soltarte. —En un intento por encontrarle sentido a lo que sucedía, Banri terminó lanzando una pregunta en un susurro—. ¿Quieres saber por qué? —Itaru agarró a su oyente del cabello y pegó con fuerza su mentón al suelo. Banri sintió el sabor óxido de la sangre mezclándose con su saliva—. Mira. Ahí tienes la respuesta.

—¿Qué carajo significa esto…?

La vista de Banri estaba nublada, pero reconocía la figura de la carta que estaba frente a sus ojos. Se estremeció al sentir una molestia sobre su trasero.

—No te quedaste ciego, ¿o sí? —Itaru se inclinó hacia él, pegando su cuerpo sobre el de Banri. Giró su rostro para poder lamer una de sus mejillas. El muchacho trató de morderlo, pero al tratar de evitarlo con su mano, Itaru terminó sacrificando uno de sus dedos. Sin darle importancia a la herida, metió su dedo entre sus labios para succionarlo. Banri jamás lo había visto con esa mirada. Era como si estuviera tratando con una persona completamente diferente—. Después de lo que hice por ti, ¿así me tratas?

—¡Yo soy el que debería decir eso! ¿Qué fue lo que hiciste?

—Te dije que buscaría la carta que se ajustara más a ti, y eso fue lo que hice.

—¡Me diste la carta del jodido comodín, hijo de puta!

El sonido de la cachetada que Itaru le dio a Banri resonó más en su cabeza que en la habitación. El antiguo rey, confundido, miró al muchacho sentado encima suyo.

—Eso es… Eso quería ver… Quería que cayeras de tu trono de una forma estrepitosa y dolorosa. —A medida que hablaba, Itaru se iba desvistiendo de la cintura para abajo. Banri bajó la mirada unos segundos para asquearse por la manera en que frotaba su erección sobre sus muslos. Sentía la bilis subiéndole por la garganta de la impotencia—. Esa expresión de confusión en tu rostro. No tienes idea del placer que siento por eso, Banri. Pero, lo hice por ti. Te juro que lo hice por ti. —El monólogo del Itaru fue interrumpido por un escupitajo de parte de su oyente. Su mirada volvió a posarse sobre el que ahora ocupaba el puesto de comodín—. No deberías tratarme de esa manera, ¿sabes? —Itaru se limpió con el dedo medio que terminó enterrando entre los muslos de Banri—. Es cierto. No sabes con quién estás hablando. —Mientras Banri se quedaba inmóvil sintiendo el dedo de Itaru moviéndose en su interior, él sacó la carta que estaba en el bolsillo de su camisa para enseñársela—. Lo quieras o no, me debes respeto, lealtad y sumisión. Yo soy el rey ahora, pendejo de mierda. Y como tal, a partir del día de hoy, te concedo el honor de ser mi perra.

Banri estaba haciendo todo lo posible por no centrarse en lo que estaba sucediendo. Se mordió el labio con fuerza. Sabía que gritar era inútil. ¿Quién carajo iba a atreverse a enfrentar al puto rey de la clase? Los profesores hacían oídos sordos y miraban a un costado en todo lo relacionado al juego de castas. Era un secreto a voces, pero nadie hacía nada. Lágrimas de impotencia caían de su rostro y, así y todo, no dejó de mirar a Itaru. Quería grabarlo en su mente porque cuando menos lo esperara el que terminaría destrozado en el suelo sería él.

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