5 de mayo de 2013

[Forever] Capítulo 08 - Verdades a medias

 Con frío~
 Kazama Yuuto - Walk on the edge
 En casa~


Ciaossu~!!
Bueno, definitivamente, tengo que ponerme una especie de alarma semanal para subir mis fics, ¿no lo creen? ^.^'
Subo el 8 de Forever a pedido de Culebra :3 y más que nada porque es el sigue en la lista de los fics que tengo que publicar xD
Enjoy~!


Título: Forever.
Fandom: Johnnys.
Pairing: IkuTego [Ikuta Toma x Tegoshi Yuya], Ryokura [Okura Tadayoshi x Nishikido Ryo], RyoTego [Tegoshi Yuya x Nishikido Ryo] (pero nadie dice que no puedan haber más ;3)
Formato: Multi-chaptered.
Género: Drama humano (?), romance.
Rating: PG-13
Capítulos: 08 / ¿?
Sinopsis: Toma intenta por todos los medios posibles que Yuya recupere la memoria, y aunque no quiera admitirlo, Ryo intuye que algo le pasa a su "novio". Alejándose de Yuya, vuelve a acercarse a Tadayoshi, quien por más que lo ame, sabe que acercarse a él, le duele demasiado.


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Capítulo 08: Verdades a medias.



La reunión por el último día de filmación fue algo sencillo. Se había alquilado un salón con balcones a una hermosa piscina. En aquel lugar estaba Yuya, admirando el reflejo de las luces sobre el agua. Quiso sumergir sus pensamientos en las burbujas del vino espumante que estaba bebiendo, pero se dio cuenta que su copa ya estaba vacía.
- ¿Quieres?
Su voz lo hizo estremecer. Al girar su cabeza vio una copa siendo extendida hacia él.
- Gracias – Dijo el rubio, mirándolo de reojo, mientras su mano agarraba la copa. Instintivamente, buscó no chocar su mano contra la suya, de lo contrario, sabía que el cristal iba a terminar estrellado en el suelo.
- ¿Qué haces aquí?
- Pensando.
- ¿En mí? – Preguntó el morocho, bromeando.
- Sí – Suspiró el aludido, ahogando su respuesta en la bebida. Toma lo miró. Suspiró, bebió todo el contenido de la copa y tomó coraje para mirarlo a los ojos. Se acercó a él y apoyó su frente sobre su hombro -. No sé qué me pasa – Se sinceró -. Sólo siento que… te necesito - Dejó que sus manos acariciaran su piel, que su cuerpo entero se estremeciera al sentir sus labios sobre los suyos -. ¿Por qué? - Susurró, besando sus labios -. ¿Por qué siento todo esto? ¿Qué me hiciste? – Lo miró a los ojos, buscando la respuesta en ellos, pero se dio cuenta que mientras más lo miraba, mientras más intentaba darle una respuesta a todo eso, en realidad, estaba más alejado que nunca.

No sabía si estaba bien, no sabía que iba a suceder.
No, en realidad… Sí lo sabía, pero cada vez que en su mente empezaba a dar vueltas eso, se obligaba a sí mismo a reemplazar ese pensamiento por algo visual. Pero, lamentablemente, la visual no lo estaba ayudando. La figura de Toma desvistiéndose hasta quedar vestido sólo con los pantalones  y una ajustada musculosa, no lo estaban ayudando para nada, sino todo lo contrario. Lo incitaban. Lo incitaban a acariciar sus brazos a besarlos… a morderlos. Se desplomó sobre el sillón, sentándose, negando con la cabeza esos pensamientos que surcaban su mente. Dejó escapar una risa, llevándose una mano a la cara.
- ¿Qué sucede? – Preguntó el dueño del departamento, sentándose a su lado.
- Nada – Respondió Yuya, mirándolo y dedicándole una sonrisa.
- Si quieres – Dijo Toma, acariciando su rostro, sintiendo como, literalmente, Yuya se derretía por aquel contacto -…, puedo llevarte a casa.
- No. No quiero ir a casa.
- Yuya…
- No quiero que me hables.
- ¿Eh? – Preguntó el morocho, sonriendo, obteniendo por respuesta, el cuerpo del rubio sobre el suyo, pidiéndole que lo abrazara, acto al cual Toma, por supuesto, accedió.
- Te dije que no sé qué me está pasando contigo y tú sólo buscas enviarme a casa. Que desconsiderado eres. Creo que voy a retractarme de haber dicho que eras amable y gentil.
- Tú mismo dijiste que estábamos haciendo algo malo la otra noche.
- La otra noche estaba sobrio.
- La otra noche estabas semidormido – Suspiró Toma sobre su frente, besándola luego tiernamente.
- Ahora estoy un poco ebrio.
- Pero yo no quiero que lo olvides.
- Que olvide, ¿qué?
El morocho recostó su cuerpo y el de Yuya sobre el sillón. Corrió con su mano, el cabello que cubría la oreja del morocho.
- Voy a decirte un secreto – Le dijo, en voz baja -. Quise que vinieras aquí… porque me muero de ganas de hacerte el amor – Sintió que las manos del menor se aferraban a su cuerpo, temblando -. Y veo… Que tú también lo quieres – Buscó su rostro. Quería verlo a los ojos con una imperiosa necesidad. Estaba seguro que estaría sumamente avergonzado y sonrojado por haber oído aquellas palabras que, no eran otra cosa que la verdad. Y no se equivocó, Yuya estaba sumamente rojo, desviando su mirada de la suya propia -. Pero tampoco quiero obligarte. Si quieres, podemos dormir juntos, como aquella noche – El aludido asintió lentamente con la cabeza, sonriendo Toma por su respuesta. Besó sus labios con fuerza y volvió a estrechar su cuerpo en un cálido abrazo -. Sólo con tenerte a mi lado, Yuya, me haces tan feliz.
Yuya suspiró. Sentía que no necesitaba otra cosa que eso que mencionó Toma, sólo estar a su lado.

Explosiones. Bombas.
No, no estaba soñando. Realmente estaba oyendo eso, o al menos, eso parecía ser quien quiera que estaba golpeando la puerta del departamento. Con mucha prisa, encendiendo apenas la luz del velador, bajó las escaleras hasta el living y llegó a la puerta de entrada, la cual abrió rápidamente. No pudo siquiera preguntar quién era, ya que la persona que entró lo estaba besando apasionadamente a los labios, cerrando la puerta de un golpe, atrapando su cuerpo con la misma violencia.

Nunca había odiado tanto el sol.
Quizás, sí, después de alguna muy buena noche con alguna que otra mujer en sus épocas de parranda. Con una mujer… o con varias de ellas.
Se abrazó a la almohada. Se sentía en casa. Frunció el ceño, sin abrir los ojos. Su olfato reconocía ese aroma, después de todo, desde que se había mudado de departamento que lo venía sintiendo. Se sentó de un salto, insultando al maldito sol que entraba por la ventana.
- ¿Por qué…? – Se preguntó Ryo, dándose cuenta del lugar en el que estaba. Usando la sábana para cubrir sus partes íntimas, se levantó y bajó al living, hallando en la mesa ratona, un desayuno por demás frío dirigido a él al no haber encontrado a otra persona en la casa. Se duchó y se vistió con su propia ropa, la cual todavía estaba en aquel lugar. Vio ropa ajena a la suya, pero al mismo tiempo, era ropa familiar para él. Sin hundirse todavía más en sus pensamientos, salió hasta la agencia, encontrándose con sus compañeros de grupo esperándolo para una sesión de fotografías.
- Lo siento.
- ¿Por qué? – Le preguntó Tadayoshi, quien estaba fumando, dejando que el viento jugara con su cabello, en las escaleras de la entrada al lugar.
- Anoche… ¿Qué sucedió?
- Me violaste… casi…
Ryo sonrió. No lo hubiera hecho si sólo le hubiera dicho “Me violaste”, pero el adverbio que le siguió, le dio a entender que lo que había empezado como un ultraje terminó por ser consentido.
- Perdón por eso – Le dijo, sacándole el cigarrillo de entre sus manos.
- Oye, devuélveme eso.
- No quiero – Le dedicó una enorme bocanada de humo al aire, antes de volver su rostro a él y besarlo así en los labios. Al no hallar interferencia alguna en el mismo, lo agarró de la nuca con fuerza, hundiendo su lengua en aquel beso. Por más que quisiera, su amante no podía negársele ya que, después de todo, lo amaba.
- Déjame – Le dijo el menor, entre risas, empujándolo apenas, sonriendo ambos -. Eres un idiota.
- Te quiero – Le dijo Ryo, levantándose y entregándole el cigarrillo.
- Qué lástima – El aludido agarró el cigarrillo.
- Anoche no me decías eso – Bromeó el morocho.
- Ni siquiera recuerdas lo poco que duraste anoche.
- ¿Tan mal estuve?
- Peor que nunca.
- Mentiroso.
- Idiota.
- Te amo.
- Mentiroso.
- ¿Qué harás esta noche? – El muchacho lo miró -. No me mires así. Sólo estaba pensando en invitarte a cenar.
- Discúlpame, pero no creo que anoche hayas pensado en ir a casa y violarme.
- Dijiste que no fue una violación…
- Cállate.
Ryo sonrió.
- ¡Oigan! ¡Regresen que vamos a seguir con la sesión! – Anunció Shota desde la puerta.
- Ok – Dijo el mayor, siendo él quien regresó primero.
- Ustedes… ¿Estaban hablando? – Preguntó Shota a Tadayoshi mientras entraban, unos cuantos metros alejados de Ryo.
- Sí, ¿por qué?
- Por nada. Me gusta que hayan hecho las paces.
- Ah… Respecto a eso…
- ¿No le dijiste nada de lo del otro día?
- No – Respondió Tadayoshi, sonriendo.
- Realmente, hay veces que no te entiendo.

Al llegar a un restorán elegido por Ryo, el cual no era otro al que Tadayoshi siempre iba a beber, se dispusieron a comer sukiyaki, pero el mayor lo detuvo.
- Brindemos – Pidió, levantando su botella de cerveza.
- ¿Por qué?
- Por nosotros.
Tadayoshi lo miró, suspirando luego.
- Ryo-chan…
- No… No lo dije en ese sentido – Se excusó rápidamente -. A veces… Creo que no soy bueno para expresarme – Volvió a levantar la botella, imitándolo su acompañante -. Por las personas… en las que nos convertimos ahora.
Ambos chocaron las botellas, oyéndose el delicado golpe entre ambas antes de dar inicio a la cena. Lo que tampoco nunca había logrado hacer Ryo había sido leer entre líneas las palabras y los sentimientos de los demás. Tadayoshi se sonrió. Pensaba que lo conocía demasiado como para haberse creído que ya no lo amaba y, peor aún, que lo había cambiado por Shota. Pero tal parecía que su amor por Yuya era tanto y tan ciego, que se había olvidado cómo era él realmente.

Estaba nervioso. Simplemente, había dejado que él lo llevara. Le había dicho que fuera a su casa. Lo odiaba, en parte. Porque sabía que tenía el día libre, y porque sabía que no podía negarse a un pedido suyo. No supo a qué prefectura lo había llevado. Lo único que supo fue que se durmió en el automóvil y al despertar, frente a él, estaba el mar. Maravillado, salió del automóvil para encontrar a Toma sentado sobre el capó del vehículo, tomando una bebida refrescante.
- ¿Qué es este lugar?
- La posada de la familia de una compañera de secundaria alta – Respondió el morocho, señalando con el dedo índice, la posada que se alzaba a su izquierda.
- ¿Tu idea para este día es mantenerme encerrado en una posada?
- Todo lo contrario – Le sonrió, imitándolo el rubio -. ¿Te resulta familiar?
Su mirada estaba cargada con una profunda incertidumbre.
- ¿Familiar? – Dijo Yuya -. ¿Debería…?
El aludido suspiró y negó con la cabeza.
- No. Sólo preguntaba. ¿Vamos? – Le preguntó, extendiendo su mano. Yuya lo miró a los ojos y luego miró su palma abierta, la cual agarró luego de un inaudible suspiro.
- Sí.
Entraron de nuevo al automóvil para estacionarlo frente a la posada. Yuya bajó y esperó a que Toma le entregara su equipaje, pero el morocho, lejos de hacer eso, lo llevó junto con su propio bolso hasta dentro de la posada.
- Ricchan – Llamó a una muchacha de no más de treinta años, vestida ella con un kimono, y con el cabello negro atado en lo alto de su cabeza, en un rodete; quien se acercó a él, corriendo, con una sonrisa en el rostro.
- Ikuta-kun – Lo saludó, estrechándolo en un fuerte abrazo -. ¿Cómo estás tanto tiempo?
- Bien, ¿y tú?
- ¡Ah! ¿Cómo estás, Tegoshi-kun? – Lo saludó, pero el aludido, lejos de saber por qué lo trataba con tanta informalidad, le dedicó una reverencia. Debido a esto, Ricchan miró a Toma, pero él negó con la cabeza -. Están cansados, ¿verdad?
- Algo – Dijo Toma, masajeando su tabique nasal.
- Enseguida mando a llevar sus maletas a la habitación – Dijo la muchacha, entregándole a Toma una llave.
- Muchas gracias – Dijo el morocho. Junto con Yuya, cruzaron todo el completo hasta llegar a una enorme puerta a la izquierda, justo después de la cafetería. Al salir, se encontraron con un pequeño oasis artificial, rodeado de plantas y un camino de piedras, hasta otro edificio aparentemente ajeno a la posada, aunque en realidad, no lo era. Al entrar al mismo, descubrieron la planta baja vacía, como si fuera más que nada una habitación para relajarse y leer algo. El piso de la planta alta, al cual ellos se dirigieron tras subir unas escaleras estaba provisto de habitaciones, pero todas estaban vacías. Toma metió la llave en la cerradura, la giró y entraron. Yuya fue directo hacia la ventana que estaba justo frente a él. Se veía el mar.
- Es… hermoso…
- ¿Te gusta? – Le preguntó Toma, abrazándolo.
- Sí, me encanta – Respondió el rubio, perdiéndose en el paisaje que se dibujaba frente suyo, agarrando con más fuerza los brazos del muchacho -. ¿Cuánto… tiempo nos quedaremos aquí? – Susurró, soltándolo.
- El tiempo que tú quieras – Respondió, besando sus cabellos.
- Ikuta-kun – Le dijo, girándose para mirarlo -… Sabes que no puedo…
Dos leves golpes los interrumpieron, por lo que el morocho fue a atender al llamado. Eran sus equipajes.
- Ah… Ikuta-kun – Dijo Ricchan, en voz muy baja a su antiguo compañero de curso -. ¿Qué sucede con Tegoshi-kun?
- Yuya… ha perdido la memoria.
- Ahh…
- Lo traje aquí esperando que algo le resulte familiar.
- Ahh… Ya veo. Suerte. Y mucha paciencia – Dijo la muchacha, con una sonrisa.
- Gracias – Ricchan se fue y Toma dejó las maletas al lado de la puerta antes de regresar con Yuya que, en el tiempo que él estuvo hablando con Ricchan, él había vuelto a posar su mirada sobre el paisaje -. Yuya – El aludido lo miró -… Este día… o el tiempo que te quedes en este lugar, quiero que pienses sólo en mí.
- ¿No me estás pidiendo algo un poco egoísta? – Opinó el rubio, mitad bromeando, mitad en serio.
- ¿Me estás diciendo eso porque yo sí traje mi teléfono celular?
- Déjame recordarte que me obligaste a dejarlo.
- Yo no voy a estar al pendiente de él todo el tiempo – Acto seguido, Toma agarró el mencionado aparato, lo apagó y lo lanzó a la cama -. Voy a estar pendiente de ti.
Yuya no le dijo nada. Se acercó a la cama, sentándose sobre ella y suspiró, llevándose ambas manos sobre la cabeza.
- No sé qué es lo que me sucede contigo.
- Lo sé.
- Entonces, ¿por qué…? En vez de evitarme, de alejarte, ¿por qué lo único que haces es buscarme? – Le preguntó, mirándolo a los ojos. El aludido se sentó a su lado y acarició sus cabellos.
- Porque no puedo hacer otra cosa… No puedo evitarlo.
- Me perturba… Mis sentimientos me abruman y no lo entiendo. No entiendo nada y por más que dé vueltas y vueltas buscando una respuesta, me termino enloqueciendo.
- Entonces, no lo hagas. Sólo… déjate llevar.
- Tengo miedo…
- ¿De hacerlo?
- De no saber dónde termine…
Toma lo estrechó entre sus brazos. Aunque sabía que eso no iba a tener un buen efecto en Yuya, necesitaba hacerlo, llevarlo al primer lugar donde habían estado juntos como pareja. Si había un sitio donde Yuya podía ser capaz de recuperar la memoria, sería ése.

Toma fue el segundo en ducharse. Prefirió dejar a Yuya en paz al menos en ese momento. Mientras se desvestía, al otro lado de la puerta, Yuya le advirtió que bajaría a recorrer la posada, a lo que el mayor no tuvo objeción alguna.
- Está angustiado – Al llegar al pequeño oasis, la voz de Ricchan, quien estaba sentada en uno de los bancos que estaban allí hizo que se girara -. Y no sabe qué hacer.
- ¿Me está hablando a mí? – Preguntó Yuya, señalándose.
- Lamento el trato informal cuando entró a la posada – Le dijo la muchacha, levantándose para dedicarle una reverencia.
- Ah… No – Dijo el muchacho, negando con las manos -. ¿Qué más… sabes? – Le preguntó, acercándose a ella y sentándose en el banco al mismo tiempo que ella.
- Puedo leerle la mano – La muchacha agarró la mano derecha del rubio y miró la palma, recorriéndola con su dedo índice -. Mhh… Como le dije… Está angustiado. Tiene que escoger entre dos caminos… Algo tan diferente como el pasado y el futuro. Es como si… su mente dijera una cosa y… su corazón otra. ¿Qué es lo que dice su corazón?
Ricchan soltó su mano y miró al muchacho.
- No… lo sé…
- Sí lo sabe – Sonrió la morocha -. Es sólo que no quiere admitirlo.
- Probablemente.
La muchacha se levantó y le dedicó una reverencia.
- Que disfrute su estadía en la posada – Dijo, antes de irse pero, bajo la mirada de Yuya, se dio vuelta -. Tegoshi-san… Déjese llevar.
Yuya se sorprendió. Esas habían sido las palabras que Toma le había dicho minutos antes. Después de todo, quizás eso era lo que debía hacer.
Ese día, tal y como Toma lo había predicho, estuvo al pendiente de él y Yuya, se evocó a hacer exactamente lo mismo. Aunque su mente intentara recordarle que estaba en pareja, el feroz latido de su corazón y el estremecimiento de su cuerpo cuando Toma lo miraba, eran todavía más fuertes.

Era muy tarde cuando regresaron al departamento de Toma. Allí, Yuya volvió a su casa en su automóvil, dejando su bolso bien guardado en el baúl del mismo. Al bajar de su automóvil, encontró a Ryo a punto de estacionar el suyo. Se dio cuenta al oír su bocina y al ver su mano alzada en señal de saludo. Esperó a que el morocho estacionara para subir juntos al ascensor.
- Estuviste todo el día sin dar señales de vida – Le dijo Ryo -. Espero que tengas una buena excusa para eso.
- Lo siento – Dijo Yuya, sonriendo forzadamente -. Olvidé mi celular aquí.
- Creo que voy a empezar a tener celos de Massu – Dijo el morocho en voz alta, riendo luego.
- ¿Massu?
- Sí, me envió un mensaje y me dijo que estabas con él, ¿por qué?
- Ah… No, por nada… Es que… no me di cuenta que Massu te envió un mensaje.
Ryo le contó su día a Yuya, pero aunque él asintiera con la cabeza a sus comentarios, la verdad era que no lo estaba oyendo. Al llegar al departamento, Yuya agarró su teléfono, encontrándose con mensajes de texto de Takahisa y Ryo.
El primero, luego de varios mensajes en los que le preguntaba dónde estaba metido, había terminado enviándole un mensaje a Toma preguntando por su paradero. El último mensaje suyo le advertía que al día siguiente iba a tener que explicarle muchas cosas.

- ¿Y bien? – Preguntó Takahisa, sosteniendo su cuerpo con su mano apoyada sobre la pared.
- Salí con Toma.
- Lo sé, pero, ¿adónde?
- Me llevó a una posada fuera de la prefectura… Creo…
- ¿Creo?
- Es que nunca se lo pregunté – Reconoció Yuya -. Massu, no sabes lo que era. El agua, el aire… Me dio la sensación de haber estado ahí antes – Dijo, con pose pensativa.
- Dime, Tegoshi… ¿Y Ryo?
La sonrisa del rubio se esfumó por un instante. Miró a Takahisa en silencio y luego se hincó de hombros.
- No lo sé… Si te soy sincero… No lo sé. Lo que siento por Toma es… tan… adictivo.
- ¿Adictivo?
- Siento que… no puedo vivir sin él. Tengo la necesidad de estar con él. En cambio, Ryo-chan…
- ¿En cambio, Ryo-chan…? – Repitió el pelirrojo, haciendo señas para que siga con su monólogo.
- Lo amo, lo sé, pero…
- ¿Podrías vivir sin él? – Yuya lo miró.
- Nunca lo he pensado…
- Quizás, sea eso lo que debas pensar.
- Massu… ¿Está bien? Dejarme llevar, ¿estaría bien?
- ¿Qué piensas, Tegoshi? Cuando te pones a pensar en todas estas cosas, ¿qué piensas?
- Que no debería estar cerca de Ikuta-kun. Que no debería siquiera pensar en él. Que lo único que debería importarme… debería ser Ryo.
- Bien. Eso es lo que piensas. Ahora, ¿qué sientes?
Hizo una interminable pausa hasta que tuvo el coraje necesario para hablarle.
- Que no puedo vivir sin Ikuta-kun.
Takahisa se quedó con los ojos abiertos. Al darse vuelta Yuya, vio que Tadayoshi estaba detrás suyo.
- No te preocupes. No le diré nada a Ryo-chan – Dijo, siguiendo su camino -. Pero…, Tegoshi-kun… Debes poner en orden tus sentimientos – Ambos muchachos lo miraron -. Ryo-chan te ama demasiado.
Takahisa sintió que esas palabras le dolieron decirlas a Tadayoshi. Del mismo modo en que había dicho que Ryo lo amaba, él sintió que esa misma cantidad de amor o más, era la que Tadayoshi sentía por Ryo.


1 comentario:

  1. *O* Dos chicos sexies (?) luchando por el amor de Tegoshi...estoy muy intrigada en saber lo que pasará n_n

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