16 de diciembre de 2014

[LDS] Séptimo secreto: Sinceridad

A dormir, a dormir~ Pero antes a publicar un fic~ (encima rima xD)
NEWS - Kaguya (mentalmente xD)
En casita, obviamente ^___^



Ciaossu~!!
La idea era publicar los viernes, pero... el pasado me agrró sueño temprano... y el anterior me olvidé... así que... ya que, lo publico hoy xD
Pero SI PUEDO, voy a empezar a publicar los viernes ^^ (o al menos esa es la idea)
Disfruten del séptimo de LDS :3
Enjoy~ ♥

Título: Little dirty secrets.
Fandom: Johnnys.
Formato: Multi-chaptered.
Género: Smut.
Rating: NC-17.
Estado: Finalizado.
Sinopsis: Yuya encuentra en Toma una persona ajena a él a quién poder contarle lo sucedido con Ryo, mientras él termina quedándose al lado de Tadayoshi hasta que mejore por completo.
Nota: En este episodio, las letras en itálica corresponden a las narraciones de Toma y Ryo; y la normal, a la narración en tercera persona.



****************************************

Séptimo secreto: Sinceridad.

Y ahí estaba él, desahogándose como si yo fuera su amigo de toda la vida. De lo último que hablamos fue del drama y de lo único que hablamos fue de Ryo. No estaba enterado que mantenía una relación paralela con Okura-kun. Obviamente, no habría estado de acuerdo, pero, más que darle mi opinión, ¿qué podía hacer?
- Y entonces, él me dijo que me metía los cuernos con Okura desde quién sabe cuándo - Me repitió por enésima vez, antes de darle un último sorbo al vaso que estaba frente a él. Agitó el vaso y hasta examinó con su vista si no había olvidado alguna gota en el fondo del mismo -. Quiero otro.
- No.
- ¿Por qué?
- Ya estás bastante ebrio como para que sigas tomando. No quiero terminar llevándote cargando al hospital como un niño pequeño.
Infló sus mejillas y, ofendido, desvió su mirada.
- Entonces, vete.
- Es mi casa - Le recordé, sonriendo.
- Tengo sueño...
- ¿Quieres dormir? - Le pregunté, a lo que cual él asintió efusivamente con su cabeza -. Ve a mi cama, yo dormiré aquí en el sofá - Volvió a asentir, pero al levantarse del sillón, trastabilló y si no hubiera sido porque yo estaba ahí, habría caído estrepitosamente al suelo -. Ten cuidado.
- ¿Me llevas? - Me preguntó. Yo hice que su brazo derecho rodeara mi cuello, respondiendo de ese modo a su pregunta -. No, así no.
- ¿Y cómo quieres que te lleve? - Le pregunté, sonriendo.
- Cargándome.
- ¿Como a una princesa? - Bromeé, pero me sorprendí sobremanera cuando Tegoshi-kun me miró y asintió, casi suplicándome que lo hiciera. Suspiré, y me resigné -. Está bien - Le dije, antes de cargarlo entre mis brazos. Me sorprendió lo ligero que era. Oí su risa en el trayecto que recorrí desde la cocina hasta mi cuarto. Encendí la luz como pude y cuando estaba por dejarlo sobre la cama, sentí que su agarre sobre mi cuello se hizo más fuerte y su risa había pasado a ser un suave sollozo.
- Ryo nunca me cargó así... Dime, Ikuta-san..., ¿crees que él sí cargaba a Okura de esta forma? - Me preguntó débilmente, como si fuera un secreto entre nosotros dos.
- Deja de pensar en él. Sólo te haces daño - Le dije, sinceramente, antes de acostar su cuerpo sobre la cama. Estando él acostado y yo de pie, nuestras miradas se cruzaron, pero Tegoshi-kun estaba demasiado cansado como para seguir mirándome. Me coloqué de cuclillas y seguí mirándolo. Él se acomodó de costado e hizo lo mismo. Acaricié su cabello como si fuera un pequeño cachorro. Él sonrió. 
- ¿Cómo?
- ¿Qué cosa?
- ¿Cómo hago para olvidarme de Ryo?

No pude responder a eso. Quizás, él tendría que encontrar esa respuesta por sí sólo. Cuando me di cuenta, ya se había dormido. Me puse de pie y salí de la habitación, dejándolo a oscuras. Dejé la puerta entreabierta y me acosté en el sofá, dejando que el sueño llegara y me llevara con él.

No sabía cuánto tiempo había dormido, pero había sido grandioso. Al despertar, sentía que los ojos le dolían. Quizás había dormido más tiempo de lo normal. Se dio cuenta que ese no era su techo y definitivamente no estaba en su habitación ni en ninguna otra que él conociera. Oía una leve música sonando de algún lado. Quiso volver a dormir, pero el sonido de la puerta abriéndose lo volvió en sí. Miró a la muchacha que entró con una bandeja y quien, al verlo despierto, le sonrió.
- ¿Cómo se siente? - Le preguntó, dejando lo que llevaba entre sus manos sobre una cómoda frente a la ventana a su derecha.
- ¿Dónde estoy?
- En el hospital. Anoche lo trajeron de urgencia. ¿Lo recuerda?
- Ah..., sí - Respondió, luego de mirar el techo por un rato.
- Sus amigos están afuera. Se preocuparon mucho por usted - Agregó la enfermera, verificando que el contenido del suero a la izquierda de la camilla, siguiera vertiéndose dentro de su cuerpo a través de una de sus venas -. Sobre todo, él - Agregó, mirando luego a su derecha. Acostado incómodamente sobre un pequeño sillón, Ryo dormía plácidamente.
- Ryo-chan - Musitó Tadayoshi, sin poder creer lo que sus ojos estaban viendo.
- Si él no hubiera llegado a tiempo para la tranfusión - Dijo la enfermera, pero se interrumpió abruptamente y se giró noventa grados para dirigirse a abrir la ventana, despertando así a Ryo.
- Tacchon - Le dijo, somnoliento, al hallarlo despierto y mirándolo. Se levantó de un salto y se acercó a él del mismo modo, chocándose con la pequeña silla al lado de la camilla -. ¿Cómo te sientes?
- Bien, creo...
- ¿Me permite? - Preguntó la enfermera, ayudando a Tadayoshi a sentarse para darle su bandeja con el desayuno.
- Yo lo ayudo - Le dijo Ryo, en referencia a la comida. La muchacha asintió con la cabeza y salió de la habitación, dejándolos solos -. ¿Por qué lo hiciste? - Susurró, luego de darle un pequeño trozo de manzana.
- Te lo dije. No puedo vivir sin ti.
- ¿Te detuviste a pensar en los demás? ¿En tus amigos, tu familia?
- No. No me importan, Ryo. Sólo me importas tú. Sólo tú.
- Eres un egoísta.
- Lo sé. Sólo te quiero a ti. Te amo. Te necesito.
Ryo apoyó su espalda sobre la silla. Se quedaron mirando en silencio un rato.
- No vuelvas a hacer eso.
- No vuelvas a intentar dejarme.
- Ya hablamos al respecto.
- Volveré a hacerlo.
- ¿Me estás chantajeando?
- Tómalo como quieras. Te amo.
Y ahí estaba de nuevo, cayendo en la trampa de la cual nunca iba a tener escapatoria. Estando débil y todo, él seguía emanando aquel embriagante aroma a sexo que me enloquecía. Cuando quise darme cuenta de lo que estaba haciendo, estaba besando sus labios con locura, con una pasión que sólo él era capaz de encender en mí. Lo solté para tomar aire y lo miré a los ojos, mientras mis manos corrían la bandeja corrediza que en ese momento, sólo estorbaba.
- Escúchame una cosa: no te amo - Le dije, jadeando -. Para mí siempre serás la persona con la que tengo el mejor sexo del mundo.
- Me dedicaré a cambiar eso. Vas a terminar amándome. Aún más de lo que yo te amo a ti - Me dijo el desgraciado.
- ¿Me estás amenazando?
- Tómalo como quieras - Repitió -. Traba la puerta.
- ¿Por qué?
- Quiero que tengamos sexo, ahora.
Y ahí estaba de nuevo, cayendo en la trampa de cual nunca iba a tener escapatoria. Sus palabras eran como un hechizo, sus ojos sedientes de sexo me hipnotizaban. Sus suplicantes jadeos sobre mi oído eran un sonido que no podía evitar. Sentir su estrecho interior en torno a mi palpitante hombría, aún en ese estado, aún en aquel lugar, con tanta gente pasando por el pasillo al otro lado de la puerta, hacía de aquel sexo algo más excitante, algo todavía más prohibido.
Había querido terminar con él, había querido terminar con su vida. 
Mientras tenía sexo con Tadayoshi, tuve culpa, culpa por haber atentado con su vida. No fui yo quien agarré aquel cuchillo de cocina y corté sus venas, pero sentí que había sido así. Luego del climax, lo abracé con fuerza y tirité. Estaba llorando. Acaricié sus cabellos, sintiendo como sus brazos rodeaban mi cuerpo.
- Perdóname - Le susurré -. Por favor, perdóname.
Las palabras que Tegoshi había rechazado, él las estaba aceptando. Él aceptaba mis disculpas. Estaba llorando por él. Estaba llorando por todo.

Sonrió al verlo en la cocina. Estaba despeinado y aún seguía somnoliento. Se restregó los ojos y lo miró.
- Buen día.
- Buenos días, Tegoshi-kun - Le dijo Toma, entregándole luego una taza de café -. ¿Café?
- Gracias - Respondió el rubio, sentándose en una banqueta y agarrándose luego la cabeza -. ¿Qué pasó anoche?
- Tomaste demás. Bueno..., mucho demás. Te prepararé algo para la resaca.
- Ikuta-san - Lo llamó, después de unos momentos de quedarse viéndolo mientras iba y venía con unos ingredientes.
- ¿Mh?
- Gracias... por todo.
- ¿Hasta por cargarte como princesa?
- ¿Eh? - Toma sonrió, Yuya casi se ahogó con le café, pero a él le causó gracia su expresión.
- Me dijiste que querías que te llevara a la cama como si fueras una princesa.
- Ay, ¡qué vergüenza...! - Dijo Yuya, llevándose una mano a la cabeza -. Realmente, lo siento.
- No te disculpes, fue divertido. Nunca había cargado a alguien de esa forma en mi vida.
- ¿No? ¿A nadie?
- A nadie que yo recuerde.
- ¿Qué más no has hecho?
- Mhh... Muchas cosas.
- ¿Por ejemplo?
- Nunca he besado a un hombre, ni he hecho el amor con uno - Se quedó pensando unos instantes -. Pero eso es lo normal, ¿no?
- ¿Quieres intentarlo? - Toma se giró lentamente y se lo quedó mirando con los ojos abiertos como platos.
- Me refiero a un beso.
- No, olvídalo. No lo dije con esa intención.
Negué mis palabras también con una de mis manos. Había terminado con mi receta para la resaca, así que deposité el contenido en un vaso y lo llevé a la mesada. Sin darme cuenta, me había agarrado vulnerable. Posesiva pero dulcemente, sus manos tomaron mi rostro y sus labios chocaron contra los míos. Fue un beso de unos pocos segundos, pero, ¿cómo explicar lo que me hizo sentir? Era como una corriente eléctrica que me recorrió los nervios de la cabeza hasta los pies, mi piel se erizó y mi respiración se detuvo por unos instantes. Cuando abrí los ojos, él estaba a escasos milímetros de mí, mirándome, esperando mi reacción. Volvimos a mirarnos a los ojos, pero no pude ver nada en los suyos. Era como si estuviera vacío. Ryo le había quitado el alma con lo que había hecho. Retrocedí unos pasos y suspiré.
- ¿Y bien? - Me preguntó, bebiendo un poco de lo que le había preparado -. ¿Qué se sintió?
- Se sintió como si esuviera tomando café.
Él lanzó una suave carcajada, mirándome y luego volvió su atención al contenido de la segunda taza que le había dado. Claramente, para él, ese beso no había significado nada. Pero para mí, sólo había significado todo.
- ¿Qué otras cosas no has hecho, Ikuta-san?
- Dime Toma.
- De acuerdo. Toma, ¿qué otras cosas no has hecho?
- Pues..., hace mucho que no voy a algún festival, Yuya - Pude ver cómo sus ojos se clavaron en mí al llamarlo por su nombre de pila. Creí correcto hacerlo, ya que yo le había pedido que él me llamara por mi nombre -. ¿Dije algo malo?
- No, nada - Dijo rápidamente, antes de volver a darle un sorbo a la bebida que le había preparado. Lo noté nervioso, pero no pude entender por qué.
- Creo que se acerca un festival en mi ciudad natal..., ¿quieres ir?
- ¡Claro! ¿Cuándo es?
- Si mal no recuerdo, es la semana entrante. Déjame averiguarlo con mi familia y te aviso.
- ¿Tendré que visitar a tu familia? - Me preguntó con un poco de vergüenza.
- No te preocupes, mis padres suelen ir a visitar a unos familiares de las afueras para esta época del año. Ni que te fuera a presentar como mi pareja - No sé por qué le dije eso, pero como se lo dije sonriendo, él simplemente imitó mi sonrisa, sin decir ninguna palabra más.

Cuando entré a su habitación, ya estaba esperándome listo para irse.
- Te dije que yo iba a acomodar tu ropa en el bolso - Le dije, cerrando la puerta detrás mío.
- Lo sé, pero tampoco iba a quedarme sentado haciendo nada - Se levantó de la camilla mientras me hablaba. Cuando volvió a mirarme, me sonrió -. ¿Adónde vamos?
- A mi casa, no pienso dejarte solo hasta que te recuperes por completo - Respondí, agarrando su bolso y acercándome a la puerta.
- Me siento halagado - Sentí cómo su cuerpo se pegó al mío, al mirarlo, su cabeza estaba pegada a mi hombro, y mi brazo estaba siendo atrapado por él -. Ahora tengo a Nishikido Ryo para mí solo - Me dio un suave beso en la mejilla. Había susurrado aquella última frase y me descolocó un poco, no supe por qué.

Y ahí estábamos los dos. Bajando del avión que nos había acercado a nuestro destino, pero aún nos quedaba un largo trecho por recorrer en un auto de alquiler. Guardamos nuestros bolsos en el maletero y nos encaminamos a mi hogar. Estaba nervioso. Estaba dejando que una persona a quien conocía poco y nada terminara conociendo toda mi vida. Estaba seguro de que mi madre había regado fotografías mías de cuando era un niño por toda la casa antes de irse. Ella ya sabía que volvería a casa por unos días e iría con un amigo. Amigo. Me sonaba extraña esa palabra. Oí un suave suspiro y sentí un ligero peso sobre mi hombro derecho. Al voltear por unos segundos, me di cuenta que era Yuya. Se había quedado dormido. Sonreí. Era demasiado tierno. Tanto como para tener la edad que tenía y tanto como para ser un hombre. Aunque no tenía puesto un vestido..., ¿cómo decirlo? Su vestimenta era femenina, desde cierto punto de vista. Y también la cantidad de maletas que llevaba consigo. Por cada maleta mía, Yuya llevaba dos... Y yo sólo llevé tres... Por las dudas.
Cuando finalmente llegamos, me quité el cinturón de seguridad y me quedé unos momentos en silencio, oyendo su acompasada respiración. Tenía que despertarlo, pero no sabía cómo. Lentamente, me giré un poco para llamar su atención, meciéndolo.
- Yuya, Yuya. Despierta. Yuya - Le dije, pero una lágrima fugaz cayendo de uno de sus ojos, me interrumpió. 
- Ryo-chan - Sin comprender por qué, tomé su rostro con delicadeza y lo besé tiernamente. Cuando me separé de él, me di cuenta que lo había besado justo cuando había despertado por completo. Me estaba mirando, pero no pude descifrar su mirada. Lo siguiente que sentí fueron sus dulces labios pegándose a los míos hasta separarse para volver a atacarme e intentar hurgar entre mis labios. Por supuesto que lo dejé. Podía sentir cómo todo mi cuerpo se electrificaba cada vez que nuestras lenguas se enredaban. Nos separamos para tomar aire y nuestras miradas se encontraron. Su respiración estaba agitada, aún más que la mía; sus mejillas ardían con un color rojo carmesí. Hasta pude ser capaz de ver finas gotas de sudor recorriendo parte de su torso desnudo. No sé quién habrá creado las remeras con escote en forma de v, pero se merece todos mis respetos. Cuando volví mi vista hacia sus ojos, encontré su mirada perdida -. Creo que mejor entramos, ¿no? O, ¿en realidad todavía falta para llegar a tu casa?
- Claro que no. Esta es mi casa - Le dije, abriendo la puerta del automóvil para salir -. Pero como estabas dormido sobre mi hombro, no me quedó más remedio que esperar a que despertaras.
- ¡Qué caballero! - Dijo, burlándose, mientras nos encontrábamos frente al maletero, desde el cual saqué todas las valijas.
- Es lo menos que puedo hacer por una princesa.
Se sonrió de lado y cruzó el portón sin siquiera pedir permiso. Pude divisar, también, que se había mordido el labio cuando lo llamé "princesa". En realidad, creo que el apodo no le importó. Lo que le importó fue sentirse en un nivel superior que al resto. 
¿O es que Ryo jamás le dijo palabras de amor cuando estuvo a su lado?
Detuve mis pasos frente al portón cuando pensé en eso. Ni siquiera sabía por qué lo estaba pensando. 
- ¿Toma? - Me llamó, volviéndome a tierra. Le sonreí y abrí la puerta de entrada. Dejamos las valijas en la pequeña recepción, junto con nuestros zapatos. Al encender las luces de la cocina, ahí estaba lo que temía: una fotografía mía de niño. Creo que tenía tres años y estaba cubierto de barro. Yuya rió dulcemente y me miró -. ¿Este eres tú?
- Debo decirle a mi madre que deje de hacer esto cada vez que viene alguien - Respondí, quitándole la fotografía de las manos.
- ¡Qué malo! ¡Estabas lindo!
- ¿Y ahora no lo estoy? - Sólo me sonrió. Esa fue su respuesta. Suspiré. Hubiera preferido que me dijera qué pensaba al respecto, aunque suene egocéntrico -. ¿Quieres algo de cenar?
- No - Respondió, antes de bostezar -... Tengo sueño. Tu hombro es cómodo.
Sin responder a eso, lo llevé a mi cuarto. No sería correcto que durmiera en el cuarto de mis padres, aunque allí estuviera más a gusto. Cuando cruzó el umbral del mismo, miró hacia todos lados, como un pequeño animal que llega a un nuevo hogar. 
- Te traigo las maletas.
- Puedo traérmelas yo mismo - Me dijo, apresurándose para salir de la habitación, pero yo interrumpí su salida con mi brazo.
- Olvídalo. Tú estás muy cansado por el viaje. Yo las traigo.
Cuando regresé, creo que olvidé respirar. Agradecí internamente que fuera verano, y que Yuya tuviera calor. Su torso desnudo parecía una porcelana. Tragué en seco y dejé que una de las maletas cayera estrepitosamente al suelo, aunque estuviera a milímetros de él. 
- Gracias - Se volteó a mirarme, con una sonrisa. 
- Si quieres, puedes encender el aire acondicionado - Le dije, buscando el mando a distancia para encender el dichoso aparato, pero el cuerpo de Yuya había nublado mis pensamientos y mi vista.
 - Aquí está - Me susurró, agarrando el objeto que estaba frente a mí. Sentí cómo los finos cabellos sobre uno de mis brazos se erizaban por aquel leve contacto, por lo que me alejé rápidamente, al menos unos milímetros para no ser tan notorio.
- Bueno, aquí está. Me puedo ir a dormir - Le dije rápidamente, antes de volver mis pasos hacia la puerta. Escuché su risa seguida de un "Buenas noches", pero no fui capaz de responderle. Quería salir de ese lugar. Lo necesitaba. Cuando llegué al cuarto de mis padres, cerré la puerta y me senté en la cama. Pude oír cómo afuera, las luciérnagas cantaban y dentro, podía oír los potentes latidos de mi propio corazón.


No hay comentarios:

Publicar un comentario