3 de septiembre de 2016

[MofL] Capítulo 04: Fiebre

Ciaossu~!!
Antes que nada...
ESTE CAPÍTULO ES MUY MARUKO-BIASED :D
Maru-chan rlz, yey~!

Así como en Memories, acá también hay Subaru x Ai xD (necesitaba que el senpai de Ryo apareciera jajajajajajaja) (y Ai porque la adoro y, OMG, tengo que seguir viendo un dorama suyo ;A;)
Mhh... ¿Qué más podría escribir? ^.^; ¡Ah, sí! Contra todos mis principios de "no más plataformas donde publicar fics, por favor", terminé armando una cuenta en Wattpad (no se imaginaban que iba a tener ese nombre de usuario, ¿no? xD). Por ahora, sólo voy a publicar ahí Love's echos y los oneshots que vaya escribiendo (o pasando también los oneshots mientras actualizo otros fics en las demás páginas), pero sigan la cuenta si esa página les resulta más cómoda ^__^
Enjoy~ ♥

PD: Cuando terminen de leer este capítulo díganme qué piensan del hermano de Maruko-chan :D
PD2: ¿Cuál creen que es la clave de desbloqueo del celu de Maru-chan? :P


Título: Madness of love.
Fandom: Johnny's.
Pairing: Ryokura [Nishikido Ryo x Kurako]
Formato: Multi-chaptered.
Género: AU, romance, smut.
Rating: NC-17.
Estado: En proceso.
Capítulo: 04/ ¿?
Número de palabras: 3399.
Sinopsis: Maruko consigue la complicidad de Ai en su afán de desenmascarar a Kurako. Pero en medio de su guerra, deberá perder de vista su objetivo por unos instantes, para enfocarse en otro mucho más importante.
 
( Capítulo 01: Trampa )
( Capítulo 02: Hechizo )
( Capítulo 03: Amenaza )

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Capítulo 04: Fiebre.

Aunque había estudiado palabra por palabra lo que iba a decir, al estar frente a esa puerta, su mente se puso en blanco.
—Maruko-chan —Llamó su atención Ryo, saliendo de la sala de profesores—. ¿Ocurrió algo?
—Eh… No. No, no, no —Se apresuró a negar la aludida, tanto con sus manos como con la cabeza.
—Entonces…
—Tengo que hablar con Kato-san de… algo…
Por más convincente que intentó sonar, Maruko sabía que mentir no era su fuerte.
—De acuerdo —Dijo Ryo, sonriendo—. No tardes mucho, ¿sí?
—Sí —Respondió la muchacha. Cuando entró a la sala de profesores, encontró a Ai sentada en el lugar de siempre—. ¿Kato-san?
—Maru-chan —Mencionó la profesora su nombre, bebiendo rápidamente el sorbo que le había dado a su café—. ¿Tú no tienes clases con Ryo?
—Sí, pero… Necesito hablar de algo con usted…
—Claro, dime —Dijo la mujer, girando su silla para quedar frente a la muchacha.
—Eh… ¿Podría ser en un lugar más… privado? —Le preguntó Maruko, en voz baja.
—Seguro —Respondió Ai, después de unos segundos. La profesora se levantó y salió de la sala con Maruko. Ambas caminaron por el largo pasillo hasta la galería interna de la escuela, la cual estaba rodeada de canteros con unas hermosas flores—. ¿Aquí te parece bien?
—Supongo que sí —Resolvió la aludida, mirando para todos lados.
—¿Qué es lo que ocurre?
—No es… exactamente a mí que me sucede algo.
—Maru-chan —Ai la llamó al darse cuenta de su mirada esquiva y su palpable nerviosismo—. Sabes que puedes contarme lo que sea. Sólo…, dímelo. Yo siempre estaré aquí para ayudarte, ¿sí? —Agregó, acariciando sus manos entrelazadas con cariño maternal, antes de sentarse al borde de uno de los canteros.
Maruko la miró y suspiró, antes de sentarse a su lado.
—Verá… Creo que Nishikido sensei está siendo engañado.
—¿Engañado? ¿Cómo? ¿Por quién?
—Por Kurako.
—Bueno —Dijo Ai, después de haber estado unos segundos con la mirada fija en la de su alumna—… Es verdad que Ryo está algo raro, pero… ¿Por qué dices que es por Kurako-chan?
—Usted lo sabe, ¿cierto? La razón por la que Shibutani sensei se fue de la escuela…
—¿Qué tiene que ver Subaru? —Preguntó Ai, empezando a sentir una ligera incomodidad.
—No estoy completamente segura de lo que voy a decirle, pero… Escuché rumores acerca de una chica que entró a su casa sin que él lo supiera. Y la descripción sin duda es la de Kurako.
—Una chica entró a su casa…
—Los rumores dicen que estaba en su cama en una pose… bastante sugestiva…
Ai se quedó mirando a Maruko, pero no dijo nada.
—Subaru no… Realmente no me ha contado nada de eso.
—Claro que no. ¿Quién lo haría? Básicamente es como cavarse su propia tumba. ¿Qué profesor diría que tuvo un amorío con una menor de edad? Y para peor, con su propia alumna. Se destruiría la carrera y la vida. Mire…, estoy segura que lo está haciendo de nuevo y…, discúlpeme por lo que voy a decirle, pero… siento que Nishikido sensei es bastante ingenuo como para darse cuenta.
—Maru-chan…
—No importa qué, pero voy a desenmascararla… Lo único que necesito son pruebas.
Ai vio resolución en la mirada de Maruko. Volvió a apoyar sus manos sobre una de las suyas.
—Cuenta conmigo para lo que necesites.
—Gracias, sensei —Dijo Maruko, sintiéndose más aliviada y, al tener su ayuda, con un poco más de confianza.
Entró al salón y cruzó miradas con Ryo.
—¿Pudiste solucionar tus problemas, Maruko-chan? —Le preguntó el adulto.
—Sí. Ya todo está bien —Hasta que volvió a su asiento, Maruko pudo sentir cómo la mirada de Kurako la atravesaba por el simple hecho de haber cruzado un par de palabras con Ryo—. Hola —Le dijo, ya sentada en su lugar. Kurako no le respondió. La miró de arriba abajo con el ceño fruncido y volvió a lo que estaba haciendo.

Sabía que no tenía que hacerlo, pero no pudo evitar enviarle un par de mensajes de texto. Desde el fondo del salón, vislumbró su sonrisa.
Claro que no tardó mucho en responderle. Hasta vio que bajó su celular quizás sobre sus piernas para hacerlo.
Amaba esa sonrisa tímida de costado.
Amaba todo de él.
Estaba casi segura de que le había preguntando lo mismo esa misma mañana, horas antes, pero, como no recordaba cuál había sido su respuesta, se lo envío una vez más.
¿Cuánto te excito?
Sus ojos se posaron sobre ella.
Sintió que él sería capaz de levantarse de su asiento y hacerle el amor en sobre ese mismo pupitre.
Ella le sonrió, y se mordió el labio al encontrarse con su mirada.
Después de todo, ya lo habían hecho en la sala de profesores. No creía que hacerlo en un salón de clases fuera tan grave.
Muchísimo.
Le respondió Ryo después de un rato en que se desafiaron con la mirada, y con los pocos y leves gestos que podían hacer. O por lo menos él, estando a la vista de todos.
De repente a Kurako se le ocurrió una idea. Ella estaba al fondo, no estaba tan expuesta como lo estaba Ryo.
Sigilosamente, se subió un poco más la falda, y abrió apenas sus piernas.
Solo un poco.
¿Esto te excita, Ryo-chan?
Le preguntó, acompañando el mensaje con un corazón.
Ryo levantó su vista y vio el sensual movimiento que hacía Kurako sobre su asiento, disimuladamente, acariciando sus propias piernas, sin despegar su mirada de él para apreciar todas y cada una de sus reacciones.
Estás loca. ¿Qué haces?
Le envió Ryo, sin poder evitar sonreír y, al mismo tiempo, por supuesto que excitándose.
Se sentía un adolescente en plena etapa hormonal. Kurako lo sabía, y se aprovechaba de eso.
Excitándote. ¿Qué más?
Lentamente, clavándole la mirada y, a la vez, mandándole mensajes de texto como podía, con una sola mano, Kurako deslizó la otra dentro de su ropa interior. Pese a la distancia, no pasó mucho tiempo hasta que Ryo pudo percibir un destello carmesí sobre las mejillas de su alumna.
Necesitaba hacerle el amor ahí mismo.
Pero, a diferencia suya, él no podía dejarse llevar.
Aunque lo excitara, sin duda alguna, era algo peligroso para ambos.
—“Qué asco…”
Maruko no podía salir de su desconcierto. No podía creer que Kurako estuviera haciendo… eso… en aquel lugar, sin importarle absolutamente nada. Su mirada viajaba desde Kurako hacia Ryo. Aunque se había percatado que ella estaba haciendo algo con su teléfono, no tenía la fehaciente idea de que Ryo tuviera algo que ver con eso. Tomando fuerzas, escribió un par de líneas y se acercó a su maestro para consultárselo. Y sí que le costó hacerlo. Los constantes jadeos de Kurako, la estaban incomodando en demasía como para poder hilvanar dos pensamientos coherentes.
—Maruko-chan —La llamó Ryo, volviendo escasos minutos en sí—. Dime…
—Quisiera saber… si voy por buen camino —Dijo, entregándole lo que había escrito hasta el momento. Cuando el profesor agarró su hoja, no se dio cuenta que dejó el celular sobre el escritorio. Maruko pudo leer el número al cual estaba enviándole mensajes, pero no lo tenía guardado como contacto.
—Veamos…
—“Muy buen truco, Nishikido sensei”, pensó la muchacha.
—Creo que comprendo adónde quieres llegar, pero… ¿Por qué no lo desarrollas un poco más? —Le recomendó, señalándole una parte del texto.
—Está bien. Gracias.
Cuando Maruko regresó a su asiento, ya no oyó más a Kurako.
No quiso ni que se le cruzara por la mente la razón.

El timbre sonó y Kurako se acercó a Yasuko.
—Creo que podría dormirme ahora mismo—Reconoció la rubia, antes de reparar en la presencia de su amiga—. ¿Qué sucede?
—¿Tienes dinero?
—¿No traes?
—Tengo mi tarjeta, pero debo mandar a que me compren algo fuera de la escuela y no tengo efectivo —Reconoció la pelilarga.
—¿Qué necesitas?
—No… creo que tengas lo que necesito.
—Toma —Resopló Yasuko, entregándole un par de billetes—. Me imagino que con eso te va a alcanzar.
—¡Gracias, Yacchan! —Exclamó Kurako, abalanzándose sobre ella.
—Ten cuidado —Le pidió la aludida.
—Mañana te lo devuelvo, lo prometo —Dijo Kurako, apresurándose a salir del salón. En ese mismo instante, Maruko se levantó de su asiento y se acercó a Yasuko.
—¿Me prestas tu teléfono?
—Claro —Le dijo la aludida, entregándole el aparato—. ¿Para qué?
—No encuentro el mío —Reconoció la muchacha, sonriendo. Levantó la vista. Sí sabía dónde estaba, y no era exactamente el suyo el que quería ubicar, pero necesitaba una coartada para obtenerlo, y ser lo más rápida que le fuera posible. La mayor parte de sus compañeras estaba afuera del salón, y las que no, le daban la espalda. Dejó que el celular sonara. Estaba dentro de su portafolio, en un volumen bastante bajo para ser escuchado. Pero ella no se dirigió a su asiento cuando llamó desde el celular de Yasuko. En cambio, agarró el celular de Kurako, que su dueña había dejado debajo de su pupitre. Acto seguido, se acercó a la delegada y le entregó el aparato que le había prestado—. Gracias. Estaba en mi portafolio. ¡Qué tonta!
—De nada —Musitó Yasuko al ver la prisa que parecía tener Maruko en salir del salón.
Corriendo como si la llevara el mismísimo diablo, Maruko llegó al baño de mujeres y se encerró en uno de los cubículos.
Recordaba apenas un ápice de mensaje que había llegado a leer en el celular de Ryo. Cuando vio una  imagen adjunta, en una conversación reciente, se dio cuenta que, cuando llegó a su escritorio para hacerle una consulta, definitivamente, la persona con la que había estado intercambiando mensajes había sido Kurako. El timbre sonó y ella apagó el teléfono, no sin antes, resguardar la batería y el aparato por separado. Hasta recordó, por las dudas, aquel truco de botones que su hermano le había enseñado para desactivar el GPS.
Nunca estuvo más agradecida de tener un hermano con un especial cariño por la tecnología.

—¿Eh? No está…
—¿Vamos, Kura-chan? —Le preguntó Yasuko a su amiga, pero ésta estaba ocupada buscando algo.
—Nos vemos mañana —Saludó Maruko, levantándose de su asiento.
—Hasta mañana, Maru-chan —La saludó la delegada—. ¿Qué ocurre? —Le preguntó a su amiga.
—No encuentro mi teléfono…
—¿En serio? Hoy Maru-chan tampoco encontraba el suyo. ¡Ah, Maru-chan! —Llamó su atención Yasuko—. Me dijiste que encontraste tu teléfono, ¿cierto?
—Síp —Respondió la aludida, enseñándole el aparato—. Aquí está.
—Ah. Genial.
Pese a tener el teléfono de Kurako por partes, Maruko no pensó que sería una muy buena idea quedarse con ella hasta llegar a su casa.

—Ryu-chan —Llamó Maruko en forma afectuosa a su hermano mayor, entrando a su habitación.
—Mhh… Ese apodo… ¿Qué quieres? —Le dijo el aludido, haciendo su cabeza para atrás lo más que pudo.
—Tengo un problema —Respondió la aludida, sonriendo—. Además, ya está la cena.
—Okay. Dime.
—Encontré este teléfono en la calle —Le dijo, entregándole un aparato apagado.
—Mh… Creo que tengo el cargador de este…
—Ya lo cargué —Ryuhei la miró—. Pero tiene clave.
—Bueno… Puedes dejarlo como si recién lo hubieras comprado… Parece ser un buen teléfono. ¿En serio lo encontraste en la calle? —Preguntó el muchacho, no del todo convencido.
—Claro que sí. La idea no es quedármelo. Me gustaría devolvérselo a su dueño. Pero sin tener esa clave, no puedo entrar al menú.
—Entonces no deberías hacer lo que te digo. Si lo dejas como nuevo, el teléfono va a perder toda la información y no lograrías contactar al dueño.
—Ya veo —Suspiró Maruko, recibiendo de vuelta el aparato.
—Si conocieras al dueño, sabrías la clave. Nadie es tan complicado como para poner una cuenta matemática como clave.
Caminando por el pasillo que los llevaba al comedor, Maruko halló la respuesta que buscaba.
—Eso es… ¡Gracias! —Le dijo, corriendo hacia su cuarto y cerrando la puerta detrás suyo.
—¡Oye! ¡¿No vas a cenar?! —Le preguntó su hermano, al otro lado.
—¡No! ¡Después agarro algo! —Exclamó la muchacha, caminando lentamente hacia su cama mientras sus dedos tipeaban frenéticamente algunas claves con las que Kurako podría bloquear el contenido de su teléfono—. Ku… ra… ko… No. Ni…shi…ki…do… No. Mhh… Ni… shi… ki… do… ¿Ryo? Tampoco… Sensei… Nishikido… sensei… Tampoco —Abatida, la muchacha se lanzó de espaldas a la cama. De repente, algo se cruzó por la mente y volvió a agarrar el teléfono a su lado—. Kurako y… Ryo… chan… Entré —Hizo la cabeza hacia atrás para mirar de reojo su propio teléfono—. Al parecer…, eres igual de patética que yo cuando se trata de claves… Wah… ¡Wah! —De repente, por lo menos una decena de mensajes inundaron aquella pantalla—. Ryo-chan —Dijo, leyendo el remitente de los mensajes a la distancia—. A ver, Kurako…, qué otros secretos escondes aquí.

—Nishikido sensei —Kurako llamó su atención. Se giró y esperó a que ella se le acercara para seguir caminando hacia la puerta de la escuela, pese al malestar que aún sentía por no haber recibido ninguna respuesta a sus mensajes la noche anterior—. Mire —Le dijo, enseñándole un celular—. Me lo compré ayer.
—¿Lo cambiaste?
—No. Creo que extravié el mío —Reconoció la morocha.
—¡¿Lo extraviaste?!
—Tranquilo. Mi teléfono es inaccesible. Tiene una clave imposible de descifrar —Dijo la muchacha en voz baja.
—Kurako-chan…
—¿Sí? ¿Sensei quiere mi número?
Estaba por responderle, pero era un territorio demasiado peligroso para hacerlo. Atinó a sonreír. Ahora entendía por qué no había recibido respuesta alguna a sus mensajes.
—¿Estudiaste para el examen?
—¿Qué examen?
Ryo miró a su alumna, sorprendido y le sonrió. Su cara de incredulidad era verdadera.
—Sé que te irá bien de todos modos —Reconoció Ryo, sabiendo de antemano las capacidades de Kurako.
Sensei me va a ayudar…, ¿cierto? —Le preguntó ella, inflando levemente las mejillas.
—Nos vemos adentro —Le dijo Ryo, ignorando su pregunta y apresurando la marcha.

—Muy bien. Ya saben lo que tienen que dejar sobre la mesa —Dijo Ryo, entregando un manojo de hojas a cada fila de pupitres.
—¡Buenos días! —Saludó Maruko, entrando al salón.
—Buenos días, Maruko-chan —La saludó Ryo.
—Disculpe la tardanza. Me quedé dormida —Reconoció la muchacha.
—Llegas justo a tiempo. Siéntate en tu lugar.
Maruko asintió con la cabeza.
Haberse quedado toda la noche imprimiendo los mensajes que Kurako se mandaba con Ryo, incluyendo imágenes, y un par de otros mensajes más que interesantes, casi le costó una ausencia en el examen, pero logró levantarse y llegar a tiempo.
—Buenos días —Saludó a Kurako, quien le dedicó una rápido movimiento con la mano. Sin embargo, ella se la quedó mirando unos segundos. Se contuvo para no decirle la verdad. Debía hablar primero con Ai, pero, por sobre todo, con quien debía hablar y advertirle lo que iba a suceder, era a Yasuko.

El timbre sonó.
Fue como la campana que Maruko había estado esperando para ir en su encuentro con Ai.
—Kato sensei! —Llamó su atención, saliendo la mujer de su salón.
—Maru-chan…
—¿Tiene algo que hacer el día de hoy?
—Mhh… Pues… No mucho… ¿Por qué?
—¿Puedo invitarla a tomar un café?
—Ehh… ¿A mí? ¡Seguro! —Accedió la profesora, con una sonrisa.
—Genial. ¿Qué le parece en la cafetería cerca de la estación?
—Perfecto. Nos vemos allá entonces.
—No pensé que Ai-chan fuera popular también con las chicas —Resolvió Ryo, a espaldas de ella.
—¿Qué dices? Maru-chan es una buena chica.
—No dije que no lo fuera. Pero eres la peor para dar consejos amorosos.
—Al menos yo sí puedo hablar con mis ex parejas.
—Cállate —Le sonrió su colega.
—¿Y bien? ¿Cómo estuvieron los exámenes?
—Supongo que bien. Hoy a la noche voy a ponerme a revisarlos.

—Aquí tienes —Le dijo Kurako a Yasuko, entregándole dos billetes—. Y esto, porque te quiero mucho —Agregó, entregándole un chocolate, en el momento en que Maruko cruzaba la puerta del salón.
—Gracias —Musitó la rubia.
Dirigiéndose a su asiento Maruko se percató que algo no andaba bien con la delegada, por lo que se acercó a un grupo de compañeras sentadas casi al fondo del salón.
—Oigan… ¿La delegada desde la mañana que está así? —Les preguntó.
—¿Eh? ¿Yasuko-chan? ¿Cómo?
—No lo sé. La veo como… apagada…
—Estaba preocupada por el examen —Reconoció una de ellas.
—Todas lo estábamos.
—Sí, pero ella especialmente. No lograba entender a Nishi-kun y se sentía algo perdida.
—Qué raro que no se juntaron a estudiar, Maru-chan.
—Ah, es que… tuve otras cosas que hacer y… realmente no pude repasar mucho —Aunque sus compañeras le habían dicho que todo parecía estar bien con Yasuko, Maruko tenía el presentimiento de que no era del todo así. Se sentó en su lugar y, al escribir el código para desbloquear la pantalla de su teléfono, sonrió—. Qué patética —Susurró.

Estaba por salir de su casa cuando el teléfono sonó.
—¡Me voy!
—Maru-chan, ¿puedes atender la llamada antes de irte? —Le pidió su madre.
—¡Sí! Siempre yo —Musitó la morocha, levantando luego el tubo telefónico—. ¿Diga? —Al otro lado de la línea, la muchacha oyó una respiración agitada, algo entrecortada—. ¿Sí…?
—“¿Maru-chan…?
Oír la voz de Yasuko la hizo sentir un escalofrío recorriéndole la espina dorsal.
—¿Yasuko? ¿Estás bien?
—“Mhh… No. Estoy intentando comunicarme con mi mamá, pero…”, su frase fue interrumpida por una fuerte tos.
—¿Estás en casa?
—“Sí… ¿Puedes venir?
Su súplica hizo que su corazón estuviera a punto de detenerse.
—Claro que sí. Voy por allá.
—¿Quién era? —Le preguntó su madre, asomándose desde la cocina.
—Yasuko. Voy para su casa.
—La puerta está para el otro lado —Le advirtió la mujer, al verla subir las escaleras.
—Ya lo sé. Sólo voy a dejar unas cosas en mi cuarto —Le dijo su hija, haciéndola sonreír—. Y también a cambiarme de ropa. ¿Qué debería ponerme para ir a lo de Yasuko…? —Se preguntó, enredando una hebra de cabello en su dedo para formar un bucle.

Ya era demasiado tarde y después de clases no había visto a Kurako.
Los pocos pisos que lo separaban de su departamento le parecieron eternos.
Ni siquiera habían arreglado para coincidir en algún lugar. Si se la hubiera cruzado por alguno de los pasillos, se lo habría hecho en uno de los baños. Sonrió, sacándose los zapatos y lanzándolos al lado de la entrada.
Encendió las luces del pasillo, las del living y la cocina. Todas podían prenderse al entrar apenas al departamento. Dejó las cosas de la escuela sobre la pequeña mesa en el living y su saco sobre el sillón. Se desanudó la corbata y encendió la luz de su cuarto.
Pestañó varias veces y se restregó los ojos luego.
—¿Estoy soñando? —Preguntó.
—¿Por qué no vienes a comprobarlo?
Frente a él, acostada sobre su cama, estaba la razón de su locura.
Vestida con un conjunto de encaje color rojo y su cabello negro suelto alrededor de su cuerpo, le hizo olvidar hasta su nombre.
—¿Cómo hiciste para entrar? —Le preguntó. Kurako se acercó a él y le quitó la corbata, desabotonando su camisa de a poco y besando su piel con dulzura.
—Una chica como yo siempre consigue lo que quiere —Le dijo al oído. Ryo la alejó un poco y la miró—. Le dije al portero que soy tu novia.
—¿Y viniste así…?
—¿En ropa interior?
—Con el traje de la escuela.
—Por supuesto que no. Pero como no tenía anotado tu teléfono…, no pude enviarte una fotografía con lo que tenía puesto —Agregó, besando luego su cuello, sonoramente.
—Tengo que corregir los exámenes —Le pidió Ryo, pese a que no tenía muchas ganas de hacerlo.
—Los corriges mañana. ¿O es que acaso me vestí así sólo para que me mires? —Le preguntó, mirándolo a los ojos.
Su hechizo, no importaba la forma en que lo conjurara, siempre tenía un efecto positivo en él. Siempre iba a terminar haciendo su voluntad, no importara lo que su diosa le pidiera.
—Por supuesto que no —Respondió Ryo, lanzándola a la cama.

Tocó el timbre y esperó. Hacía algo de frío, pero tampoco era un clima polar. Además, la emoción que tenía en ese momento, era más grande que cualquier tipo de clima. Oyó un sonido metálico proveniente del interior. Al segundo siguiente, otro sonido igual, y la puerta se abrió.
—Entra —Oyó débilmente del lado de adentro.
—Permiso —Dijo Maruko, quien apenas puso un pie dentro de la casa, vio a Yasuko sentada en el suelo, saludándola con una apariencia terrible. Automáticamente su amiga se arrodilló a su lado—. Yasuko, ¿estás bien?
—S… Sí —Le respondió la rubia, pero era fácilmente deducible la temperatura que había levantado. Esto era notorio en sus mejillas y en la debilidad física que tenía.
—¡Claro que no estás bien! —Le recriminó Maruko, ayudándola a levantarse del suelo—. ¿Dónde está tu cuarto?
—En el… piso de arriba…
—Muy bien. Vamos.

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