6 de marzo de 2015

[LDS] Décimo secreto: Escapatoria

Mirando Friends (OMG, jamás vi estos episodios xD)
Escuchando... la tele xD
En casa~



Ciaossu~!!
Blogger no cambia nada, y todos felices (?
Mis neuronas no están coordinando como para escribir algo más largo xD
Gracias por sus comentarios ^3^
Enjoy~ ♥

Título: Little dirty secrets.
Fandom: Johnnys.
Formato: Multi-chaptered.
Género: Smut.
Rating: NC-17.
Cantidad de palabras: 1504.
Estado: Finalizado.
Sinopsis: Cuando Ryo ya no cree poder escapar de la prisión a la cual lo sometió Tadayoshi, Toma y Yuya intentan hacer todo lo posible para salvarlo, aún sin conocer del todo la situación en la que está metido.
Nota: En este episodio, la letras en itálica corresponden a lo relatado por Ryo y Toma, respectivamente.



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Décimo secreto: Escapatoria.

Escuché la puerta cerrarse y abrí los ojos. Por ese entonces, intentaba mantenerme despierto lo más que podía, me daba terror la sola idea de quedarme dormido. Cuando Okura se había dado cuenta que escondía los calmantes debajo de mi lengua y después los dejaba bajo del cojín del sillón, no sólo me forzó a tener sexo con él una vez más, sino que, sabiendo eso, empezó a utilizar la vía intravenosa. Como obviamente no era médico, mi cuerpo estaba cada vez más marcado con los intentos fallidos de encontrar una vena intacta, sumado a los golpes que me asestaba porque, según él, llamaba a Tegoshi entre sueños.
¿Tegoshi?
¿Qué Tegoshi?
Llegó un momento en que creí haber olvidado mi propio nombre. 
Suspiré, mirando el techo una vez más. 
Cerré los ojos lentamente y caí en un sueño profundo. 
No soñé nada. 
Y si llegaba a hacerlo, sólo eran pesadillas. 
Aunque la realidad tampoco distaba demasiado de ser una pesadilla.
Estaba perdido, y no había nadie que pudiera salvarme.
Desperté una vez más, pero por primera vez, sin Okura encima o dentro mío.
Al respirar, sollocé. Había tenido un sueño, pero no lo recordaba. Sólo supe que había sido demasiado triste. Seguramente estuve pidiendo auxilio hasta soñando.
Oí un par de voces al otro lado de la puerta, pero no podía oír del todo bien por lo dormido que estaba. Me pareció oír la voz de Toma e incluso la de Tegoshi. Cuando agudicé el sentido del oído, también oí la voz de Okura. 
Le estaban preguntando por mí. 
Justo a él.
En aquel momento reaccioné e intenté desatar los nudos que inmovilizaban mis manos, pero no lo logré. Sobre la pequeña mesa a mi lado, había un adorno de porcelana. Aunque tuviera que quedarme sin columna vertebral a cambio de mi libertad..., a la mierda, iba a intentarlo.
Me estiré lo más rápido que pude hasta llegar a una orilla de la mesa. Con mi pie, la moví de su lugar y el adorno cayó estrepitosamente al suelo.
— ¿Qué fue eso? — Oí preguntar a Toma al otro lado.
— Ah... Es un perro — Respondió mi captor —. Nuestro vecino se compró un nuevo perrito y sólo hace desastres.
Iban a creerle, ¿verdad? 
Ya no me importó cómo siguió aquella conversación. Ni para qué fueron, ni si realmente yo les importaba. Había perdido la cuenta de los días que estuve allí. Al menos Okura me aseaba cuando estaba inconsciente y me daba de comer como si fuera una criatura. Mientras él abría la puerta del departamento, me pareció ver a Tegoshi de puntas de pie, justo frente a Toma. 
— ¿Qué hiciste? — Me preguntó Okura en voz baja, al ver el adorno en el suelo. Yo no pude responderle. Había olvidado cómo hablar. Ni siquiera lloraba. Simplemente, me lamentaba en silencio. Cuando no hubo más sonido que el silencio, me golpeó en la cara con el puño —. Te pregunté qué hiciste.
Lo miré y escupí sangre sobre sus hermosos zapatos nuevos. Volví a levantar la mirada y lo desafié con ella. Volvió a golpearme. Volvió a quitarse la ropa. Volvió a violarme.
De eso no había perdido la cuenta. Era la vez número cincuenta y tres.

Volviendo a casa, Yuya miraba las vidrieras, pero me parecía que su mente estaba en otro lugar.
— ¿Qué sucede? — Le pregunté, aprovechando a que el semáforo me obligó a detener el vehículo para estirar mi mano y acariciar una de sus mejillas.
— Me preocupa Ryo.
Suspiré. Su reacción era normal, después de todo había pasado muchos años de su vida con él.
— ¿Por qué?
— A ti también te pareció raro ese sonido, ¿no?
— ¿Cuál? — Pregunté, riéndome.
— ¿Crees que un perro tiraría algo al suelo en vez de ladrar?
— ¡Qué cosas se te ocurren, Yuya!
— ¡Además...! — Estaba por agregar algo, pero optó por callarse. No iba a quedarme eternamente con la duda, y no podía detenerme en medio de una autopista para preguntárselo mirándolo directamente a los ojos. Me detuve en la banquina, pero en ningún momento él se giró para preguntarme por qué lo había hecho.
— Además, ¿qué?
Nada...
— Yuya — Suspiré y me desabroché el cinturón para hacer que me mirara, utilizando mis propias manos —..., además, ¿qué?
Cerró los ojos con fuerza, tomó aire y lo soltó.
— Hablé con los chicos de Kanjani. Ninguno sabe qué tiene Ryo — Volví a suspirar, pero no le dije nada —. ¿Lo ves? Sabía que ibas a molestarte.
— ¡Yo no dije nada! — Me defendí, sonriendo —. ¿Cómo es eso de que nadie sabe nada?
— Cuando ocurrió lo de Okura, Ryo dijo que él lo cuidaría, pero...
— ¿Pero?
— Ryo nunca más volvió a la empresa. Supuestamente, se estuvo comunicando con los chicos por mensaje, pero desde hace un mes que no lo ven.
— ¿Y qué explicaciones les dio?
— Que tiene un cuadro gripal. Fue al hospital y el médico le dijo que no saliera de casa...
— ¿Y tú has podido hablar con él? — Pregunté, aún sabiendo la respuesta de antemano.
— El celular no responde.
Busqué mi teléfono y marqué el número de Ryo. Al cabo de unos pocos segundos, una voz en off me advirtió que el número con el cual estaba intentando comunicarme, estaba fuera de servicio. Fruncí el ceño y corté la llamada. Era inútil.
— No le crees a Okura, ¿verdad?
— Sinceramente, no.
— Vamos a ver a Ryo cuando Okura no esté en casa.
Una brillante sonrisa fue la respuesta que necesitaba. Ahora, sólo restaba vigilar a Okura e ir a su departamento cuando él no estuviera.

Esa era la séptima vez que me despertaba. Apenas podía sentarme para beber un poco del vaso de agua que él siempre dejaba a mi alcance. Estaba demasiado cansado. No podía pegar un ojo en todo el día culpa del terror que le tenía. Escuché el sonido del ascensor deteniéndose y mi cuerpo tembló de manera tal, que el vaso de plástico cayó al suelo. Cerré mi mano en un puño y me lo llevé a mis labios, empezando a sollozar de la desesperación.
Dos leves golpes se oyeron sobre la puerta.
No era Okura. 
Quise gritar, pero no pude.
Quizás hasta había olvidado cómo hablar.
— Parece que no hay nadie.
Esa era la voz de Toma. 
Quise llamarlo, pero mi voz no salía. El vaso estaba en el suelo. Podía intentar levantarlo con el pie y golpear la mesa con él, ya que la puerta estaba demasiado lejos como para lanzarlo hasta allá. 
Eso hice, utilicé la poca energía que tenía para que Toma me oyera.
Golpeé la mesa de madera con toda la fuerza que tenía, pero la persona que había llamado a la puerta, pareció no haberlo escuchado. Lo siguiente que oí fue el sonido del ascensor, esta vez, yendo a la planta baja. 
Maldije y, de nuevo, estrellé el vaso contra el suelo.
Volví a llorar como tantas veces lo había hecho. Al menos eso me cansaría lo suficiente como para terminar dormido.
El ascensor volvió a subir, pero ya no me importaba y de nuevo el sonido de las llaves girando impulsivamente, abriendo la cerradura. Cerré los ojos con fuerza, sentado sobre mis rodillas.
— ¿Ryo-chan?
La que oí, no fue la voz de Okura. Era la voz de Tegoshi. Cuando lo miré, estaba de pie en medio de la sala. Toma, le estaba diciendo al encargado que no le dijera absolutamente nada a Okura, a lo que el hombre, sin comprender del todo la situación, sólo asintió con la cabeza y se fue.
— Te... goshi — Musité.
Movilizado quién sabe por qué razón, Tegoshi se avalanzó sobre mí y lloró desgarradoramente por mí. Toma se acercó y acarició su espalda con dulzura.
— Tenemos que irnos de aquí, Yuya.
Yuya.
Yo jamás lo había llamado por su nombre de pila. Quizás, porque estaba demasiado acostumbrado a llamarlo por su apellido.
Sin mediar palabras conmigo, Toma soltó la soga que estaba sobre mi muñeca.
— Tu ropa está arriba, ¿verdad? — Me preguntó Tegoshi. Yo asentí.
— Sí que te has metido en un lindo lío, ¿no, Ryo? — Me dijo Toma. Yo le dediqué una media sonrisa y me encogí de hombros —. Ya todo está bien — Agregó, poniéndose de cuclillas y mirándome. Volví a asentir con la cabeza. Me dolía y ya no tenía más fuerzas para nada. 
Tegoshi y Toma me ayudaron a vestir y nos fuimos de allí como si nada hubiera ocurrido.
En el auto, con la suave brisa soplando sobre mi rostro, dormí como nunca. 
Era libre. Eso fue lo que sentí en ese momento.

La puerta se abrió, pero en aquel sillón no había nadie.
Tadayoshi lanzó su bolso al suelo y lo buscó por todos los rincones de la casa. Su respiración se agitó, su corazón palpitaba con incontenible furia. Alguien lo había alejado de su lado, y no contaba con nadie que lo ayudara a buscarlo.
Suspiró y se calmó. En el estado en el que se encontraba, no iba a poder ir demasiado lejos. Dejaría dejar pasar uno o dos días y, si no regresaba, saldría él a buscarlo.
Iba a encontrarlo y se iba a arrepentir por haber querido abandonarlo.

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