4 de abril de 2015

[LDS] Duodécimo secreto: Encierro

Algo me dice que me voy a engripar ;A;
El sonido de la calle~
En casa~



Ciaossu~!!
Un nuevo #ViernesDeFics en Yokubou no Rain :) (ok, no, ya es sábado, pero shhh xD)
¿Cómo les parece que va el fic? ¿Cómo creen que va a terminar? A diferencia de Star, todavía faltan unos cuantos capítulos para que LDS termine :D
Enjoy~ ♥


Título: Little dirty secrets.
Fandom: Johnnys.
Formato: Multi-chaptered.
Género: Smut.
Rating: NC-17.
Estado: Finalizado.
Capítulo: 11/ 14
Cantidad de palabras: 1548.
Sinopsis: Cuando parecía que todo estaba bien, sólo era la calma antes de la tormenta. Ryo estaba a salvo en la casa de Toma, a cuidado de su madre, pero la preocupación y el miedo vuelve a él cuando Tadayoshi lo llama por teléfono, dando así con su paradero.
Nota: En este episodio, la letra itálica corresponde a lo relatado por Ryo.



****************************************

Duodécimo secreto: Encierro.



Demás estaba decir que Toma estaba saliendo con Tegoshi. Me di cuenta de eso cuando al girarse para ver si estaba dormido, se daban un beso furtivo en algún que otro semáforo. Me si cuenta de eso cuando Tegoshi se encontró durmiendo con más comodidad sobre el hombro de Toma. Me di cuenta que se había olvidado de mí, y de que ahora estaba con una de las mejores personas que hay sobre la tierra. Estaba feliz por ellos, y si realmente no era así, tenía que poner mi mejor rostro de fiesta, ya que era por ellos que estaba vivo.
No quería ni pensar qué hubiera sido capaz de hacer Okura si ellos no hubieran derribado la puerta del departamento y me hubieran sacado de allí.
No sé cuánto tiempo había pasado desde aquel día en que fui recibido por los padres de Toma. No sé qué estaba pasando en la agencia con exactitud. Poco sabía de mis compañeros de grupo y poco me decían para no preocuparme. Y tampoco sabía que sabían ellos de mí. Qué sospechaban, qué les había dicho Okura, si los había terminando enredando en una red de mentiras.
Lo único que sabía era que trabajaba en un pequeño restorán familiar, manejado por una pareja amiga de los Ikuta. Me encargaba de varias cosas: limpiaba cuando no había comensales -por obvias razones-, ayudaba en la cocina, cargaba los productos que llegaban a principio del día. Estaba bien así. Tampoco tenía muchos gastos. Salvo en cigarrillos. Necesitaba un par durante el día para calmar mis ideas. Para dejar de pensar qué sucedería la próxima vez que enfrentara a Okura. Aunque pensé que no volvería a preguntar por él, lo hice un par de veces, pero ni Tegoshi ni Toma tenían respuesta a eso. Toma me dijo que Okura sospechaba que ellos tenían algo que ver con mi desaparición, así que prefirieron no mantener un estrecho contacto con él.
No le creí.
A ninguno de los dos.
Pero pensar qué había sucedido en realidad, era peor, me hacía peor.

Aquella mañana el reloj sonó con su sonido usual. Ya me había acostumbrado a él. Como de costumbre, desde que llegué allí, me levanté, me aseé, me vestí y bajé las escaleras hasta llegar a la cocina, donde la madre de Toma me dejaba un desayuno recién preparado antes de irse a hacer las compras para el almuerzo.
Interrumpiendo ruidosamente la calma melodía musical que salía de la radio, el teléfono sonó. Ikuta-san estaba grabando el contenido de la heladera en su córnea, así que yo me ofrecí para atender la llamada.
— ¿Diga?
— “¿Ya te olvidaste de mí?
Pude sentir cómo unos escalofríos recorrieron mis espaldas y me congeló hasta los huesos. Después de tantos años, jamás sería capaz de olvidar su voz. Esa forma sensual que tenía para hablarme solo a mí. No pude responderle. No quería hacerlo. No quería que él supiera que estaba allí.
— ¿Nishikido-kun? — Oí la voz de Ikuta-san llamándome. Corté la llamada rápidamente. Sin darme cuenta, mis manos empezaron a temblar —. ¿Quién era?
— N... No era nadie... Era equivocado — Le respondí rápidamente, agarrando el pequeño bolso donde sólo estaba mi teléfono celular, mi billetera, mi paquete de cigarrillos y la copia de las llaves del negocio.
— ¿No vas a desayunar?
— No, desayuno allá. Nos vemos.
— Suerte.

Salí de la casa prácticamente corriendo. Salí mirando para todos lados. Pensaba que me había encontrado, que me estaba siguiendo.
Llegué a la parte trasera del negocio, y las llaves que saqué del bolso, se me cayeron a los pies. Chisteé, insulté y las levanté. Abriendo la puerta y cerrándola a mis espaldas, rápidamente. Me apoyé sobre la puerta y respiré profundamente, mirando el techo. Dejé mi mente en blanco por unos instantes, pero como hacía mucho tiempo no pasaba, recordé todo lo que no quería volver a vivir.
Entré a los vestidores para dejar mis cosas y ponerme el uniforme. No faltaba mucho para que empezaran a traer los productos y los alimentos del día y debía estar listo y con los pies sobre la tierra.
Crucé de nuevo la parte trasera del local para entrar a la cocina, pero vi que la puerta estaba abierta y el viento la hacía golpear.
¿La puerta estaba abierta? Si yo la había cerrado y hasta me apoyé sobre ella.
Claro.
Dejé las llaves del lado de afuera.
Me acerqué cautelosamente a la puerta de entrada. La abrí, entré las llaves y la cerré. Estaba por volver sobre mis pasos pero sentí un sonido sordo sobre mi cabeza. Mi vista se nubló. Cerré los ojos con fuerza y me llevé una mano a la cabeza. Me dolía. Me ardía. Y no era para menos. Cuando miré mi mano, estaba ensangrentada. Quise darme vuelta pero mis pies no podían despegarse del suelo. En cambio, estaba volviéndome cada vez más débil. Antes de darme cuenta, estaba cayendo estrepitosamente al frío suelo de cemento. Estaba por cerrar mis ojos y dejarme ir, pero sentí un fuerte agarre sobre mis cabellos, alguien estaba levantando mi cabeza de esa forma. Abrí los ojos, quise grabar la imagen de mi atacante en esa fracción de segundo. Pero lo sabía. Sabía quién me había atacado. Pero, la realidad era que no quería reconocer lo astuto que fue como para descubrir que estaba en lo de Toma.
— Te llevó mucho tiempo encontrarme.
— Mejor tarde que nunca — Me dijo, soltando mis cabellos y dejando que volviera a encontrarme con el suelo.
— ¿Qué vas a hacerme ahora? — Le pregunté, con la poca consciencia que me quedaba.
— Tengo todo el tiempo del mundo para hacerte pagar lo que me hiciste.
Mi piel se crispó. No estaba excitado, tenía miedo. Sinceramente, hubiera preferido morir ahí mismo, de un palazo en la cabeza, que experimentar otra vez lo que viví.

Desperté, y sentí que mi cabeza daba vueltas, aún acostado. Quise sentarme, pero un suero metiendo un dudoso contenido directamente a mis venas, me lo impedía. Intuyendo lo que podía llegar a ser, me lo arranqué, ahogando un grito de dolor al hacerlo. Me agarré el brazo con fuerza en el momento justo en que la puerta de la habitación se abría.
— ¿Qué hiciste? — Preguntó Okura, sentándose rápidamente a mi lado para ver cómo la sangre no paraba de salir de mi brazo. Chistó, me miró y se agachó para agarrar un pequeño botiquín de una de las mesas de luz al lado de la cama. Desinfectó la herida y me puso una gasa —. ¿Por qué hiciste eso?
— ¡Mira quién habla! El que me pegó en la cabeza para dejarme inconsciente.
— Necesitaba hablar contigo.
— Podemos hacerlo como dos personas normales. No hace falta que hayan drogas de por medio.
— No lo entiendes, Ryo-chan — Me dijo, estaba más calmo de lo que yo creía —. Nosotros no necesitamos palabras para comunicarnos — Se explicó, acariciando una de mis mejillas, pero yo me hice unos centímetros hacia atrás, alejándome de su caricia. Lo único que ocasioné con ello, fue que él se acercara todavía más a mí, hasta que me quedé sin salida, contra la cabecera de la cama donde estaba —. Sólo necesitamos sentir el calor del otro para saber que todo está bien.
En algún otro momento, lo hubiera hecho, por Dios, pero en ese momento, me daba miedo estar ahí. Y más miedo me daba que él estuviera ahí, tan cerca mío.
— Perdóname — Le dije. Él se sorprendió. Se alejó unos milímetros y terminó por sentarse sobre sus piernas, sin dejar de mirarme —. Todo esto... es mi culpa, ¿verdad? Por eso, te pido perdón. Pero, las cosas no se arreglan así. ¿Está bien que yo tenga que vivir escondido, temiéndote?
— ¿Me temes? — Preguntó él, en un susurro, después de unos interminables minutos.
— Es lo menos que siento por ti en estos momentos. Antes podía leer tu siguiente movimiento, podía intuir qué estabas pensando o sintiendo tan sólo con mirarte. Pero ahora, Tatsu, ahora no puedo. No eres el mismo que yo conocí y que yo quise.
— Me mentiste. Dijiste que nunca me habías amado — Estaba sollozando cuando dijo la última frase. Con algo de energía, me acerqué a él y acaricié su mejilla para que me mirara, pero él se giró y se levantó.
— ¿Cómo supiste que estaba aquí?
— ¿Ni siquiera te lo imaginas?
Tragué saliva, pero mi garganta estaba seca.
— No.
— Se lo pregunté a Tegoshi-kun — Respondió, acercándose a la puerta.
— Tegoshi no pudo habértelo dicho así como así - Le dije, sonriéndome.
— Es verdad. Al principio, no quiso decírmelo. Pero, dime, Ryo-chan, ¿quién puede resistirse a mis encantos? — En su sonrisa se vislumbraba un destello de picardía.
— ¿Qué le hiciste? — Pregunté después de un rato, seriamente.
— Lo violé.
Tardé en reaccionar. No sé cuánto, pero tardé. No sé si estaba más furioso con él o conmigo mismo, por haber metido a Tegoshi en todo esto. Me dolía todo el cuerpo, pero me levanté de la cama y golpeé con fuerza la puerta de la habitación que, para mí, estaba cerrada. Maldije a Okura hasta quedarme sin voz. Lo maldije hasta que caí sobre mis pies, débil, sin poder evitar el llanto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario