29 de julio de 2016

[MofL] Capítulo 02: Hechizo

Ciaossu~!!
Me contuve toda la semana para publicar este siguiente capítulo (sí, le cambié el nombre xD) (aún así sigue sin convencerme lalala~~), pero bueno, todo para volver al hashtag #YnRViernesDeFics :D
Es más, ¡creí que hoy era jueves! Ando perdida con los días @@ jajajajaja
Además, pensando pensando, Oikawa ya tiene cuerpo (? y no otro nombre: es Subaru xD
Los dejo con el segundo capítulo de Madness of love.
Enjoy~ ♥


Título: Madness of love.
Fandom: Johnny's.
Pairing: Ryokura [Nishikido Ryo x Kurako]
Formato: Multi-chaptered.
Género: AU, romance, smut.
Rating: NC-17.
Estado: En proceso.
Capítulo: 02/ ¿?
Número de palabras: 2994.
Sinopsis: Ryo no termina de entender qué ocurrió. Tiene una breve reunión con Subaru, pero a último momento, decide no contarle nada acerca de sus dudas. Sin embargo, no mucho tiempo después termina dándose cuenta de la realidad, y de que ya fue presa de un hechizo del cual le será imposible escapar.
Notas: El poema recitado por Kurako es una redondilla de Sor Juana Inés de la Cruz. La misma no tiene un título concreto, pero puede encontrarse como Hombres necios que acusáis, el primer verso del mismo ^^



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Capítulo 02: Hechizo.



Después de una decena de tazas de café, su cabeza seguía dándole vueltas. Por más que intentaba encontrar una explicación a lo sucedido, la imagen de Kurako acostada a su lado, no dejaba que pudiera retroceder más atrás en lo poco que lograba recordar.
Una vez más, suspiró, agarrándose la cabeza.
—¿Todo bien?
Cuando levantó la vista, vio a Ai, también bebiendo una taza de café. Le sonrió a modo de respuesta, pero si ella lo conocía tan bien como pensaba, no iba a creerle demasiado aquella acción. Sin embargo, la sonrisa tuvo su efecto: ella se la devolvió y regresó a su asiento en la sala de profesores.
Para colmo de males, la primera clase de la mañana era con el segundo año.

Después de la usual rutina matutina, Ryo se dispuso a tomar lección de una serie de poemas. Fue Yasuko quien empezó a recitar la primera estrofa.
—Muy bien, Yasuko-chan. ¿Quién sigue?
Sin siquiera levantar la mano, con libro en mano, Kurako se levantó de su asiento. Tan altanera que Ryo sintió que se le escapó el aliento. Tragó en seco y asintió con la cabeza, para que no se notara su nerviosismo, seguido de un gesto de mano.
Si con ansia sin igual/ solicitáis su desdén, /por qué queréis que obren bien /si las incitáis al mal?
Una vez más, Ryo asintió, aprobando su recitado.
Kurako sabía qué le estaba pasando —supuso que se había dado cuenta sola, ya que él huyó de su habitación apenas ella entró al cuarto de baño.
No quería estar en esa habitación cuando ella saliera.
No quería estar en esa casa cuando ella saliera.
No quería salir de ese lugar con ella.
Todavía no sabía qué había sucedido. Podía intuirlo, pero no estaba del todo seguro.
Aún así, con esos versos, Kurako le estaba dando el indicio al cual él no quería llegar.

El tono de su teléfono, esperando a que lo atendieran al otro lado, lo estaba enloqueciendo. Cuando oyó que finalmente ocurrió el milagro, abrió la boca para decir algo.
—“¿Diga?
—¿Shibutani? — Preguntó Ryo.
—“¿Ryo? Tanto tiempo… ¿Acaso mis chicas te están dando dolor de cabeza?
—No te das una idea —Al otro lado de la línea, su colega rió a carcajadas.
—“Ai me comentó que tuviste un problema, pero no me quiso dar muchos detalles. ¿Es por eso que me llamas?
—Quisiera que nos veamos en algún lugar para hablar al respecto.
—“Mhh… ¿Te parece cuando termines? Cerca de la estación hay un bar que…
—No —Rechazó el aludido, cortante. Al darse cuenta que Subaru se había quedado en silencio, lo tomó como una señal para seguir hablando—. ¿Por qué no en el puente cerca del centro? Donde está el parque de las luces…
—“Ryo…, ¿está todo bien?
Por supuesto que no. Por algo le estaba pidiendo una reunión en la parte de la ciudad donde había menos gente circulando.
—Allí te cuento —Estuvo a punto de agregar un “por favor”, pero pensó que lo estaría alertando demás.
—“Está bien”, soltó Subaru, después de lo que, para Ryo resultó una eternidad.
—Gracias —Suspiró Ryo, apoyando toda la espalda sobre el respaldo de su silla.
—¿Qué fue ese suspiro? —Le preguntó Ai, sorprendiéndolo—. Últimamente estás perseguido, Ryo —Bromeó la mujer, robándole una sonrisa a su amigo—. ¿Qué sucedió con Kura-chan? —El aludido simplemente la miró.
—Nada, ¿por?
—Estabas hablando con Subaru, ¿no? ¿Se agravó el problema?
—Para nada —Tragó en seco. La mirada que Ai le estaba dedicando era tan penetrante que creyó que en cualquier momento soltaría todo.
Qué cosa. Todavía no lo sabía.
Lo intuía.  Y eso le daba miedo.
Pero a lo que más le temía, era a su sucia imaginación.

—¿No vas a almorzar? —Le preguntó Yasuko a Kurako, al verla apoyar sus brazos y cabeza sobre su pupitre.
—No dormí bien anoche —Reconoció la aludida, inflando levemente las mejillas.
—¿Por qué? ¿Sucedió algo malo?
Kurako simplemente miró a su amiga y le sonrió ampliamente.
—Todo lo contrario. Es por eso que no pude dormir.
—Ay, Kura-chan. Cada vez te entiendo menos —Reconoció la rubia, en un suspiro. Pero ese suspiró no fue sólo por no comprender exactamente qué le sucedía a Kurako sino, también, porque sabía que por más que intentara indagar en el asunto, no iba a poder sonsacarle algo más de información. Pero si había algo de lo cual era plenamente consciente, era que ella siempre iba a estar ahí para Kurako, sin importar lo que sucediera.
Y Maruko, sentada en el pupitre al lado del de Kurako, también lo sabía pero, a diferencia de Yasuko, no confiaba en absoluto en ella.

Volvió a cerrar los ojos una vez más, sintiendo la brisa del mar sobre su rostro. De cuclillas, con los brazos apoyados sobre el barandal, intentó retroceder hasta la noche anterior, pero no lo lograba. Siempre abría los ojos en el momento que menos quería recordar.
—Hola —Llamó su atención Subaru, palmeando levemente su espalda y ocasionando que pegara un salto—. ¿Estás bien?
—¡Ah, sí! Lo siento. Estaba…
—Distraído.
—Algo —Reconoció Ryo, agarrando el portafolio que estaba entre sus piernas.
—¿Y bien? ¿Qué es eso que querías decirme con tanta urgencia?
—Quiero preguntarte acerca de una alumna tuya.
—Dime.
—Es decir… Tú no dejaste tareas sin corregir, ¿cierto?
—Por supuesto que no. ¿En serio me hiciste venir hasta aquí sólo para preguntarme eso?
Ryo lo miró y le sonrió.
Definitivamente no podía contarle lo que estaba sucediendo, o lo que creía que estaba sucediendo.
—Sí, lo siento. Es que no creí que preguntárselo por teléfono fuera lo correcto, menos desde la escuela.
—Pero…, ¿es que sucedió algo malo?
—No, no, no. Hubo un problema con una alumna, pero nada terrible. No te preocupes.
Subaru no dijo nada, pero se lo quedó mirando.
Al igual que Ryo tenía una mala corazonada, él también la tenía. Pero si Ryo no iba a contarle sus problemas, al menos, esperaba que eso no lo perjudicara a él.
Suspiró y volvió la vista a la nada, igual a como lo estaba haciendo su colega.

El timbre sonó. Movió su cuerpo con lentitud de un lado a otro, y se cubrió las orejas con la almohada.
—Qué ruidoso —Carraspeó.
—¿La bella durmiente finalmente se despertó?
—Sacchan —Le sonrió Kurako, desde la camilla.
—Espero que no me metas en problemas, Kurako-chan —Suspiró la enfermera.
—Ah… No te preocupes. Nadie sabe que vine de todos modos —Reconoció la morocha, desperezándose. De repente, se quedó mirando el brillante sol que, a través de la ventana, estaba desapareciendo poco a poco, convirtiéndose en una enorme pelota naranja en el horizonte.
—No entiendo por qué viniste si ibas a estar todo el día aquí —Preguntó la mujer vestida de blanco.
—Es que… si me quedaba en casa, iba a cruzarme con mi mamá. Y si estaba en la calle, ¿crees que sería de buena reputación para la escuela que una alumna suya se saltee las clases?
—La tuya, querrás decir.
—También —Rió la muchacha, levantándose—. Bueno, Sacchan… Gracias por cubrirme.
—De nada —Le sonrió la aludida—. ¡Ten cuidado! —Agregó, al verla salir de la enfermería.
—¿Kurako? —Al girarse, la morocha vio a Maruko, quien estaba a pocos pasos de la enfermería—. ¿Qué haces aquí?
—Ah… Me sentía un poco mal —Respondió la muchacha, sobándose el estómago.
—No viniste a clases el día de hoy, ¿cierto?
Kurako rio suavemente.
—Sabes que no. Después de todo, tienes la mala suerte de estar sentada al lado mío.
—Es verdad…
—Espero que no le digas nada a Yacchan. No quiero preocuparla…
Maruko quiso confrontarla de alguna forma. Sobre todo por la forma en que Kurako le clavó la mirada cuando le pidió eso. Era como si supiera que ella no iba a abrir la boca, pero, aún así, quería probarla.
—Claro que no —Soltó lentamente la aludida.
—Gracias, Maru-chan. Sabía que podía contar contigo —Le sonrió la morocha, antes de irse, quién sabe adónde.
—Cómo la odio —Susurró Maruko, cuando el pasillo delante suyo estuvo completamente vacío.

En la sala de profesores, sólo quedaban Ryo y una profesora del último año, de apellido Sakuraoka.
Cuando él terminó con sus tareas del día, se levantó cual resorte y cruzó miradas con la mujer, a quien le sonrió.
—Terminé —Dijo.
—Qué suerte. A mí me queda bastante…
—Ah… Había escuchado por Ai que tiene una reunión con la familia de su prometido, ¿es cierto?
—Sí —Reconoció la mujer, con las mejillas rosas—. Pero, creo que no va a poder ser hoy.
—Deme un par de exámenes, la ayudo a corregirlos.
—¿En serio?
—¡Seguro!
—¡Muchas gracias, Nishikido-kun! —Le agradeció, mientras se levantaba para alcanzarle un par de exámenes a través del cubículo y el pasillo que los separaba—. Si alguna vez necesita algo, no dude en pedírmelo, por favor.
—No se preocupe, no hay problema. A diferencia suya, ni siquiera tengo una mascota que me espere en casa.
—Ya verá que pronto encontrará a alguien —Le dijo la mujer, con dulzura.
Ryo sintió sus mejillas ardiendo, pero no supo bien por qué. Mientras corregía, pensaba en las múltiples y pobres relaciones que mantuvo alguna vez. Por una cosa u otra, todas habían terminado en fracaso, lo cual significaba, cada vez tener menos fe a la hora de encontrar a una compañera de vida.
De repente, una vez más, Kurako cruzó por su mente. Sintió cómo todo su cuerpo se tensó, y hasta el bolígrafo con el que estaba corrigiendo detuvo su andar de línea en línea para tornarse tembloroso e imposible de controlar. Lo dejó sobre el escritorio y suspiró, de cara al techo.
—Kurako —Susurró. Cerró los ojos por unos instantes. Por más que intentara pensar en conejitos blancos corriendo a través de un prado verde, la figura desnuda de Kurako atravesaba sus pensamientos. Su cabello negro siendo rozado por el viento. Sus orbes oscuros penetrando su mirada, como si quisiera indagar en sus pensamientos más profundos. Volvió a sentarse correctamente sobre el asiento y negó efusivamente de un lado a otro. Al abrir los ojos, la vio allí, expectante, sorprendentemente debajo de su escritorio, con la misma mirada penetrante que había tenido la mañana anterior. Pero esta vez, una pícara sonrisa se dibujó en su rostro—. ¿Qué rayos haces ahí? —Le dijo, en voz baja.
—¿Pensabas en mí? —Preguntó Kurako, tocando apenas con la yema de uno de sus dedos, la erección que Ryo no supo hasta ese momento que tenía.
—P… ¿Cómo…?
—Sí estabas pensando en mí, ¿cierto? —Volvió a preguntarle, acariciándolo por sobre la ropa—. Ryo-chan…
Aquel gemido con el que acompañó su nombre fue lo que necesitó para volver todo lo atrás que quiso hasta el momento en que bebió del vaso de jugo que Kurako le había ofrecido.
En ese momento, se dio cuenta de lo que había acontecido.
Pero, en la sala de profesores, cuando volvió en sí, la vio a ella, de cuclillas, succionando con vehemencia su erección, como si hubiera estado todo ese día y el anterior, deseando que llegara ese momento en que se sometía a él, como lo había hecho aquella noche.
Que se sometía a él…
¿Realmente había sido así?
Intentaba por todos los medios que sus gemidos no salieran de su garganta. A pocos pasos lejos de ambos estaba Sakuraoka sensei, y por ningún motivo debía saber lo que estaba sucediendo en aquellas paredes.
Pero Kurako manejaba tan bien su hombría. Como si hubiera nacido para hacerle eso. Al mirar de refilón hacia abajo, la encontró sentada de costado, con una de sus piernas levemente levantadas hacia arriba. Sonrió de lado al darse cuenta con el frenético movimiento de una de sus manos entre ellas del por qué sus mejillas estaban impregnadas de un color carmesí y por qué su mirada brillaba con intensidad.
—Zorra —Jadeó. Kurako no llegó a oírlo, se dio cuenta de esto al ver el movimiento que hizo con sus cejas. Acto seguido, Ryo se agachó hasta llegar a su altura, y la jaló del cabello para que lo mirara a los ojos y lo soltara—. Que eres una zorra. Era esto lo que querías, ¿cierto? —Le preguntó, agarrando una de sus manos para volver a posarla sobre su miembro.
—Sí —Jadeó la muchacha.
—¿Esto mismo me hiciste en tu casa?
—¿No lo recuerdas?
Se mordió el labio inferior. Claro que lo recordaba, poco a poco, claro está. Podía recordar su cuerpo danzando encima suyo, cómo marcaba su espalda con las yemas de sus dedos, como si quisiera detenerla, pero lo único que terminaba consiguiendo era sostener sus caderas y aumentar su ritmo. Al mismo tiempo, en sus oídos volvían a repicar sus suaves gemidos, como si fueran un hechizo. Jalando de su cabello una vez más, la levantó unos pocos centímetros del suelo para besarla apasionadamente. Su excitación era más fuerte que el respeto por el lugar en el que estaban. Acto seguido, la levantó de un brazo, y apoyó su torso sobre el escritorio. Levantó un poco la cabeza para ver a su colega, pero ella seguía absorta en su tarea sin importarle demasiado el resto del mundo. Bajó su mano derecha hasta llegar a la ropa interior de Kurako. Sintió que aquel leve roce, hizo estremecer a aquel cuerpo debajo suyo. Lo hizo sonreír.
—Ahora, ¿quién está sometiendo a quién?
Sin mucho esfuerzo, despojó a la morocha de su ropa interior. Sintió su labio inferior partiéndose por la forma en que se lo estaba mordiendo al ver cómo sin ningún tipo de pudor, ella misma abría sus piernas y con su mirada le suplicaba de alguna manera, que volviera a hacerla suya.
Ryo tuvo que llevar su mano libre hasta la boca de Kurako para tapársela. Apenas sintió que estaba completamente dentro suyo, no pudo evitar volver a explorarla de la misma forma en que lo había hecho hacía dos noches atrás.
Lo recordó.
Le había hecho el amor de la forma menos pensada.
De una forma que ni siquiera él pensaba que podía.
Pero, todo eso era culpa suya.
Ella había despertado aquella fiera sedienta de sexo en él.
Lo peor, era que ella la única que podía aplacar tal instinto.
Su cuerpo era el único que podía complementarlo.
Su mente volvió por unos instantes en sí al oír el sonido de su lapicero cayendo al suelo estrepitosamente. No era para menos con las fuertes embestidas con la que estaba satisfaciendo los deseos de Kurako.
—Nishikido-kun, ¿está todo bien?
Tragó saliva al darse cuenta que no podía articular palabra.
—S… Sí… Sólo se cayó algo…
—¿Quieres que prepare café?
—Por favor —Accedió, levantando un poco la vista. Siguió mirando a su colega de refilón mientras volvía a sus labores. Giró el cuerpo de Kurako sobre el escritorio y levantó su uniforme junto con su sostén.
Se relamió los labios al recordar su sabor, la fragancia que se desprendía de su cuerpo, obnubilando su razón, convirtiéndolo en su esclavo.
¿Realmente lo era?
Si al fin y al cabo él también lo había y lo estaba disfrutando.
Se estremeció al sentir sus piernas acariciando sus muslos, afianzándose con fuerza encima de ellos. Al mirarla a los ojos, se dio cuenta que quería que la besara. Levantó la vista una vez más. Tenía tiempo de hacerlo hasta que Sakuraoka terminara de servir café. Se acercó a Kurako y sacó su mano de su boca para callarla con sus labios. Sus brazos blancos y fríos como la nieve rodearon su cuello, haciéndolo estremecer. Cuando se separó de ella y se encontró con su mirada una vez más, le pareció encontrarse con los ojos de un ángel, aún cuando su mirada era igual de diabólica que hacía dos noches.
—Oh, rayos —Susurró Sakuraoka, agarrando la cuchara que se le había caído al suelo. Acto seguido, se acercó al escritorio donde estaba sentado Ryo. Un separador alto evitaba que viera lo que sucedía al otro lado. Se asomó apenas, junto con una taza de café—. Aquí tienes.
—Gracias —Le dijo Ryo, agarrando su bebida.
—¿Tienes calor? —Preguntó la mujer, algo sorprendida.
—Algo…
—Puedo prender el aire acondicionado si quieres —Se ofreció la mujer, soplando su café.
—No… No hay problema. Enseguida termino con esto.
—De nuevo, muchas gracias.
—“¿Por qué no se va de una maldita vez?”, pensó Ryo, dedicándole una sonrisa.
En algún momento de la faena, Kurako había llegado al clímax. Las marcas que había dejado con sus dientes sobre su mano eran apenas visibles sobre su bronceada piel. Eran como una marca de la victoria o algo así. Ella volvió al lugar donde había comenzado todo: entre sus piernas, tan dedicada a su labor hasta el punto de hacerle perder la razón.
—Muy bien… Sigue así —Le susurraba, acariciando los cabellos de Kurako para acompañar el compás que ella mantenía sobre su erección. El leve roce de sus dientes sobre la herida de su labio, lo hizo estremecerse. Podía sentir su cuerpo más sensible de lo usual en una situación similar.
¿Sería por el lugar?
¿Acaso le excitaba estar en un lugar público?
¿O era la situación en sí?
Aunque intentó colocar las fichas en su lugar lo más rápido que pudo, su excitación pesó más que su razón y dejó escapar un último gemido de placer.
—Nishikido-kun, ¿sucede algo? —Preguntó su colega desde su asiento.
—Nada —Carraspeó Ryo, tragando saliva en seco—. Ya acabé.

A sus espaldas, en la sala de profesores, dejó que Sakuraoka terminara de ordenar los exámenes de sus alumnos.
Mientras caminaba por el interminable pasillo, se preguntaba cómo haría Kurako para salir de la escuela y volver a su casa. Pero se dio cuenta que sería de la misma forma en que había entrado a la sala de profesores, y de la misma forma en que había tomado posesión de su cuerpo: de una forma imperceptible.
Esperando el tren que lo llevara a su casa, una sonrisa de satisfacción plena decoraba su rostro.
Esta vez, ya no había duda alguna, hace dos noches había tenido el mejor sexo de su vida.
¿Qué importaba si era con una alumna suya?
¿Qué importaba si al día siguiente lo echaran de la escuela?
Ya no había vuelta atrás.
Estaba atrapado en ella.

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