7 de septiembre de 2019

[En la ciudad de la furia] Capítulo 01: Leave The Light On



Título: En la ciudad de la furia.
Fandom: Universo Cinematográfico de Marvel.
Pairing: Quentin Beck/ Peter Parker.
Formato: Longfic.
Género: Drama, smut.
Rating: NC-17.
Número de palabras: 1434.
Sinopsis: Hace ya un tiempo que Peter y Beck se frecuentan, no sólo para destruir cada una de las amenazas que aparecen en Queens. El más joven siente por el hombre de la otra dimensión algo más que un "Peter tingle".
Notas: No es necesario que la escuchen, pero la canción que le da título a este capítulo es Leave The Light On de Overcoats. Y, obviamente, la que le da el nombre a esta historia, es la canción de Soda :)

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No en Wattpad porque más vale prevenir que curar, igual está ahí disponible para promo.

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Capítulo 01: Leave The Light On.




Su hombro le dolía un poco. Lo levantó en un acto reflejo acompañado de un quejido cuando sintió un objeto punzante clavándose en su carne. Se giró para ver a quien estaba cerrando sus heridas, literalmente y le enseñó una sonrisa cargada de vergüenza. Con un demonio, ¡era el maldito Spider-Man! Y se estaba quejando por una aguja que tenía el objetivo de cerrar la horrible herida que el enemigo del día le había abierto.
—Lo siento —le dijo su compañero—. Pensé que tus heridas sanaban más rápido.
—No tan rápido —reconoció Peter muy a su pesar. Después de todo, ¿a quién no le gustaría que en un abrir y cerrar de ojos un raspón desapareciera como por arte de magia?—. En realidad…, preferiría no sentir dolor.
—Ya está —respondió Quentin, incorporándose mientras posaba afectuosamente su palma sobre el hombro del más joven. Peter le respondió asintiendo, acompañado de una tímida sonrisa mientras se ponía la remera que había tenido en todo momento sobre sus rodillas con cuidado de no rozar la herida que Quentin apenas había cerrado. El mayor se acercó a la pequeña mesa de vidrio con una botella de whisky y dos vasos. Sólo volcó el contenido de la botella en uno. Peter todavía no había llegado a la edad para tomar bebidas alcohólicas -era confuso; técnicamente tenía 21, pero biológicamente seguía teniendo la misma edad que cuando fue víctima del Chasquido- y él no quería ser el culpable de meterle ese vicio. Viendo cómo Peter terminaba de ponerse la remera, se lo quedó mirando mientras recorría sus labios con la punta de su lengua.
—Gracias, Beck —suspiró el muchacho, volviéndose a Quentin, quien negó con la cabeza mientras dejaba el vaso sobre la mesa.
—No es nada, Peter. Lo sabes. Cualquier cosa que necesites, aquí estoy.
Peter le sonrió, lanzándose luego al sillón que estaba al lado de ambos y suspiró. Hacía unos pocos meses que se conocían, pero era el tiempo suficiente para que Peter depositara toda su confianza en él. Su mirada estaba clavada en el televisor, pasando por todos los canales sin prestar atención a ninguno. Sintiendo que el silencio invadía el ambiente, miró de reojo a su compañero, quien aparentemente se había quedado observándolo.
—¿Sucede algo? —el aludido le sonrió y se llevó el vaso a los labios, bebiendo luego un sorbo—. ¿Beck?
El sonido sordo del vaso golpeando sobre la bandeja le hizo doler los oídos. Su mirada avellana se pegó a la azul de Quentin. Simplemente no podía dejar de mirarla y sentir que se hundía en ella. Verse reflejado en la mirada cristalina del hombre despertaba en Peter sentimientos que nunca antes había experimentado. Quentin se sentó a su lado y sólo lo observó. El sonido del televisor era bajo. Peter se sonrió al darse cuenta que de todos los canales de televisión, había dejado en uno que pasaban noticias en otro idioma. Trató de prestar atención a lo que estaban transmitiendo pero sentir los labios de Quentin posándose sobre su cuello… A la mierda las noticias y lo que sea que estuviera pasando en un lugar ajeno al que estaba en esos momentos. Se quedó inmóvil. ¿Cómo poder moverse si cada beso que Quentin depositaba sobre su piel le quitaba el aliento? Con cada caricia sentía su cuerpo estremeciéndose entre sus brazos. Quería decirle tantas cosas, pedirle que le hiciera tantas cosas. Esperaba que Quentin comprendiera sus necesidades tan sólo mirándolo a los ojos. ¿Lo haría?
—Te deseo tanto, Peter —lo había comprendido. No tuvo la necesidad de pedirle absolutamente nada. Él estaba inmóvil, podía sentir su cuerpo ardiendo de lujuria, pero su mente estaba demasiado entumecida como para reaccionar. Oyó el sonido de la cremallera de Quentin abriéndose. Abrió apenas los ojos para echarle una ojeada antes de gemir tímidamente—. Peter, Peter —los labios del mayor recorrían su cuello una, dos y mil veces, raspando su piel con su barba. ¿Qué importaba? Si al día siguiente ya no habría marca alguna sobre su cuerpo. Cuando quiso darse cuenta de lo que estaba sucediendo su cuerpo se encontraba boca abajo, su torso sobre el apoyabrazos del sillón y su erección raspándose contra el tapizado. Lo había embargado unas incontenibles ganas de largarse a llorar, sentía todo su interior ardiendo por la manera en que Quentin lo había penetrado, pero él se lo había pedido, ¿no? Seguro que lo había hecho. Y al fin y al cabo, terminaba gustándole la manera en que él lo trataba. Aunque empezara dejándose llevar por el placer del momento, siempre terminaban abrazados, Peter durmiendo entre sus brazos, perdiéndose en el color cielo de su mirada, y Quentin curándole las heridas. Su cuerpo se movía hacia atrás y hacia adelante; aunque trataba de ir en sentido contrario al ritmo del que Quentin iba, no podía, sentía que estaba siendo sujeto a él, pero no le importaba. Trató de decirle algo, de hacerle saber lo bien que se estaba sintiendo en esos momento.
—B- Beck…
Un débil gemido salió de entre sus labios, como si fuera el aviso para que el mayor acelerara sus movimientos. Sintió su cabeza siendo levantada, la garganta le ardió cuando quiso gemir, sus labios se encontraban secos. Quentin se recostó sobre su espalda sin detener sus embestidas ni por un segundo. Peter adoraba sentirlo por completo. Sus poderes le habían dado la bendición o la maldición de sentirlo todo más veces que un humano común, por lo cual Peter en ese momento se sentía en el paraíso, pero nada se comparó con la mano de Quentin masturbándolo. ¿Él se lo había pedido? No, Quentin se había dado cuenta. Así de bien lo conocía. Peter llegó al clímax, hecho un desastre, buscando aire a bocanadas mientras que Quentin seguía embistiéndolo diligentemente sin soltar la erección del más joven hasta que estuviera completamente flácida. Y de la misma forma en que Quentin conocía a Peter, Peter lo conocía a él; sabía que él también estaba cerca de llegar al clímax, pero no hizo nada para ayudarlo, si es que Peter podía hacer algo más que entregarle su cuerpo. Cuando finalmente lo hizo, se quedó unos segundos en la misma posición, hasta volver a recostarse encima suyo y rozar con sus labios uno de sus hombros, ocasionando que Peter se sonriera. Las muestras de afectos de Quentin eran peculiares, y Peter atesoraba en su corazón todas y cada una de ellas.
—Oh, Peter —susurró, antes de que el muchacho sintiera sus cabellos siendo besados por él. Volvió a sonreír hasta sentir su interior vacío, y Quentin admirando le mezcla de placer y vergüenza que decoraba su rostro. Él se le acercó y lo besó apasionadamente. Peter sentía que sus conexiones neuronales se destruían por la manera en la que estaba siendo besado. Sus manos se aferraron al cuerpo de Quentin sin deseos de dejarlo ir. Y, de repente, todo el placer y la vergüenza que había sentido minutos antes ahora estaban exigiéndole algo más. Sin pedirle siquiera permiso, Peter se arrodilló en el suelo, mirando a Quentin a los ojos y limpió su hombría con sus labios, con su lengua, sin ánimos de volverlo erecto, sólo hacer eso. Y Quentin estaba inmóvil, dejando que Peter hiciera y deshiciera con su cuerpo, robándole el más joven unos cuantos jadeos—… Bien hecho, Peter… Bien hecho…
Por unos instantes, Peter sintió que flotaba. Quentin lo cargó entre sus brazos y lo llevó hasta el sillón, recostándose luego a su lado. Peter se sentía completa y ridículamente enamorado. Le hubiera gustado tener una relación menos complicada con él; sin monstruos que lo acecharan, ambos llevando una vida normal… Pero tanto él como Quentin eran superhéroes, era su destino o lo que sea que se hubiera propuesto eso. Si ambos estaban juntos, de esa forma, nada más le importaba. De repente, Quentin besó su frente con ternura, y se incorporó. Peter lo miró agarrando sus prendas. Estaba seguro que iría a cumplir con algún trabajo de vigilante de último momento.
—¿Beck? —el aludido lo miró—. Antes de irte, ¿podrías dejar la luz encendida?
El aludido asintió y apagó todas las luces dejando encendido sólo el televisor.
—Buenas noches, Peter. Que descanses, cariño.
De reojo, Peter pudo ver el brillo del televisor apagándose poco a poco. Le pareció oír la voz de May a través de ella, pero eso era su mente jugándole una mala pasada. Quizás, era una advertencia de que tarde o temprano tendría que hacerle frente a su tía, a sus amigos, a todos, y presentar a Quentin como lo que era, su pareja.

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