Ciaossu~!!
Wow~ Ya es viernes D: Esta semana se me pasó volando -__-
Les dejo el sexto de BMS ^^
Wow~ Ya es viernes D: Esta semana se me pasó volando -__-
Les dejo el sexto de BMS ^^
Enjoy y hasta la semana que viene~ ^3^ ♥
Título: Before my soul was no longer mine.
Fandom: Johnnys.
Pairings: OkuTego [Okura Tadayoshi x Tegoshi Yuya], RyoTego [Nishikido Ryo x Tegoshi Yuya]
Formato: Multi-chaptered.
Capítulo: 06/ 08
Género: AU, romance, smut, violento.
Rating: NC-17.
Estado: Finalizado.
Cantidad de palabras: 4323.
Sinopsis: Después de haber sido llamado por Jin, Yuya se da cuenta que pese a que sí es él quien lo llama con frecuencia, no fue él quien abusó de él aquella noche. Esto inquieta a Ryo, quien debe tramar algo lo más rápido posible para separar definitivamente a Tadayoshi y Yuya.
( Capítulo 05: Acercamiento )
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Capítulo 06: Testigo.
— “Creo
que deberías hablar con Okura-kun al respecto”, le había dicho Keiichiro.
— Te
estoy diciendo que no puedo.
— “¿Por
qué no haces la denuncia?”
—
¿Estás oyendo que tienen fotografías mías?
— “¿Y?
Después de todo, ellos te obligaron. No fue consensuado.”
—
Déjame decirte que en las fotos parece todo lo contrario.
— “Te
drogaron…”
—
Kei-chan… No. Simplemente, no — El timbre interrumpió su llamada telefónica,
por lo que saltó de la cama —. Creo que llegó mi madre, tengo que irme.
Al
otro lado de la línea, Keiichiro suspiró.
— “Al
menos… intenta charlarlo con alguien que pueda aconsejarte, ¿de acuerdo? Hazme
ese favor a menos que quieras que vaya corriendo a buscarte.”
—
Gracias, príncipe — Se sonrió el aludido, abriendo la puerta de su casa, para
hallar a Ryo.
— “De
nada, mi princesa. Que tengas un buen día.”
—
Igualmente — Se despidió lentamente, ante la sorpresa de tener un invitado tan
temprano —. Buenos días.
—
Buenos días — Dijo, entrando a la casa —. No pensé que estarías despierto a
esta hora…
— Lo
mismo digo — Sonrió el rubio, cerrando la puerta a su paso.
—
¿Hablabas con Okura?
— No,
¿por? — Le preguntó, dedicándole una mirada de reojo mientras calentaba algo de
agua para hacer un té.
— Por
tu sonrisa — Dijo, acercándose a él y apoyando su cuerpo sobre el borde de la
mesada —. Sólo sonríes de esa forma cuando hablas con él.
— ¿Lo
hago?
— Lo
haces.
— No,
no estaba hablando con Tatsu. Es más… hace mucho tiempo que no hablamos por
teléfono.
— ¿Por
qué? ¿Tienen problemas?
— Mhh…
No. No son problemas exactamente… No de… pareja — Mientras hablaba, se le
vinieron a la mente las palabras que le había dicho Keiichiro y, al mismo
tiempo, unas que Ryo le había dicho hacía ya un tiempo —... Ryo-chan…
— ¿Mh?
—
Dijiste que podía contar conmigo para lo que quisiera, ¿cierto? — En su mirada
Ryo vislumbró
súplica, pero aunque quisiera entrever en sus palabras, no logró entender qué
quería decirle.
—
Tegoshi… Claro que puedes — Le dijo, finalmente, agarrando una de sus manos.
Yuya suspiró y sollozó. Quizás por la cobardía de decírselo mirándolo a la
cara, el rubio apoyó su mejilla sobre el hombro de Ryo y empezó a hablar.
— Yo…
fui abusado. No sé cómo sucedió, pero… Un grupo de personas abusaron de
mí. Me amenazaron con que iban a regar el pueblo con unas fotografías que me
sacaron, y que le dirían a todo el mundo lo sucedido. Que se lo dirían… a
Tatsu. No puedo acercarme a él. Pero cada vez que quiero alejarme, algo me lo
impide. Es como si mi corazón, pese a todo eso… no pudiera hacerlo.
Ryo no
podía evitar sonreír. Sentía unas ganas tremendas de reír a carcajadas, pero no
podía. Aunque Yuya no lo estuviera viendo, aún así, ladeó su cabeza en sentido
contrario al que él estaba y se cubrió la boca con una mano, mientras la otra,
acariciaba cínicamente los cabellos del rubio. Cuando se dio cuenta que el
monólogo de Yuya había finalizado, intentó recobrar la compostura, aclarándose
la garganta.
—
¿Abusado? ¿Cuándo?
— Hace
como un mes… o más…
—
¿Quién fue?
— No
lo sé… No lo recuerdo — Reconoció Yuya, alejándose de él para prestar atención
al agua hirviendo.
—
¿Cómo que no lo recuerdas?
— Ryo,
no lo sé. Me drogaron. La verdad es que por más que intento hacer memoria, no
logro atar todos los cabos. Lo único que siento al recordar eso… es dolor… y
repulsión por mí mismo.
Al
verlo así, tan poco desesperado, sintió que sus planes no estaban surtiendo
efecto. Fingiendo sentir lástima por él, se le acercó y acarició su espalda de
arriba hacia abajo.
— Entonces,
¿no puedes decírselo a Okura?
— No…
— ¿Por
qué no le dijiste nada a nadie? ¿Acaso te están molestando?
— No
es eso, pero… tengo miedo. Cada vez que me llaman por teléfono, aunque me haga
el fuerte, la verdad es que quiero rogarles que me dejen en paz. Pero ese tipo
de personas… creo que se aprovecharían de mis palabras y me harían hacer
cualquier cosa mientras yo estoy desesperado.
— ¿Aún
no lo estás? — Yuya lo miró —. Desesperado — De nuevo, Yuya se dio cuenta que
la mirada de Ryo no parecía ser esa que él siempre había acostumbrado a
ver.
— No.
Aún no. Pero créeme que mucho no me falta. Aunque las llamadas ya no sean
constantes, cada vez que suena el teléfono, te juro que se me crispan los
nervios.
—
¿Dijeron que te llamarían?
— Sí,
pero…No quiero que lo hagan. Aquí tienes — Le dijo, entregándole una taza de
té. El sonido de su teléfono celular, hizo que girara la cabeza hacia donde
estaba mencionado aparato y vislumbrar el número que lo estaba llamando. Al ver
el pálido rostro de Yuya, Ryo se dio cuenta de quién era esa llamada. No supo
si había sido obra de Dios o del Diablo, pero se acercó más a la segunda opción
—. ¿Me… disculpas…? — Ante su pregunta, Ryo asintió. Yuya fue escaleras arriba
a atender la llamada a la cual Ryo estaba más que atento intentando hacer el
menor ruido posible —. ¿Diga?
— “Buenos
días, Tegoshi-kun. ¿Cómo estás?”
Su voz
sonaba un poco tosca, pero sabía que era él.
—
¿Llamaste sólo para saber eso?
— “Quiero
que vengas a casa.”
—
Tengo que ir a la secundaria.
— “¿Qué
te dije?”, le preguntaron, al otro lado de la línea, después de lo que
pareció ser una pausa interminable. “Te dije que debías estar disponible
cuando yo quisiera, y quiero que estés disponible para mí… ahora mismo. No es
muy difícil de comprender, ¿no es así?”
Yuya
suspiró. Se dio cuenta que no tenía escapatoria, pero no sabía cómo
proceder con Ryo en la planta baja.
—
¿Adónde? — Accedió, finalmente. Cuando cortó la llamada, bajó los escalones que
lo separaban de Ryo, quien lo miró.
—
¿Sucedió algo malo?
— No,
nada. ¿Puedes adelantarte a la escuela? Tengo que pasar por otro lugar antes.
— Está
bien. Como quieras — Le dijo, agarrando su mochila y dirigiéndose a la puerta —. Nos vemos
allá.
— Nos
vemos.
Yuya
esperó a que Ryo se fuera para correr al baño y llevarse un par cosas en un
bolso aparte. Sabía que iba a necesitar lo que estaba llevando.
Le
tomó menos de quince minutos llegar al lugar de encuentro con aquella persona
que lo estaba chantajeando. Tomó fuerzas de quién sabe dónde para bajar del
vehículo y llamar a la puerta.
—
¡Adelante! ¡Está abierto! — Le gritaron desde adentro. Era él, era esa
misma voz que había estado gozando con su sufrimiento. Finalmente, aquel
sentimiento desgarrador iba a tener un rostro, un cuerpo y quizás, hasta un
nombre. Entró y llegó hasta un living casi a oscuras. En medio del mismo,
divisó a una persona sentada en un sillón de tres cuerpos que, ayudado del
débil paso de la luz del sol en el lugar, lo miraba como una presa a punto de
ser devorada —. ¿Qué esperas? No tengo todo el día — Le dijo, dándole una
bocanada a lo que parecía ser un cigarrillo.
— Yo
tampoco — Le dijo Yuya, dejando su mochila lo más lejos que pudo de su alcance
y entrando a aquel lugar donde aparentemente sólo estaba aquel
sujeto.
—
Quítate la ropa — Estaba demás decir que ese lugar parecía haber sido devastado
por un huracán debido al desorden que tenía. A Yuya le costó un poco sortear la cantidad de
envoltorios, latas y botellas camino hasta el sillón, donde su acechador lo
esperaba. Estaba a medio vestir, tal y como se lo imaginaba, con un porte de
ser dueño y señor de todo lo que estaba al alcance de su vista. Con cuidado, el rubio se
deshizo de su ropa hasta quedar sólo en ropa interior. Frente suyo, frente a su
vulnerabilidad, él sonrió. Automáticamente, lo atrajo hacia él y atacó su
ombligo, besándolo, lamiéndolo, intentando morderlo. Desesperadamente, fue
subiendo con su lengua hasta llegar a su cuello. Yuya iba a evitar todo lo
humanamente posible que llegara a sus labios. Quería que al menos esa parte, ya
no fuera mancillada por
nadie más. Se estremeció al sentir sobre su cuello dientes ajenos que sólo le hacían sentir asco por
sí mismo;
dientes
que querían desgarrar su
piel. Lanzó un gemido de dolor, que hizo reír suavemente a su atacante —. No te
preocupes, ya vas a acostumbrarte — Le dijo, soltándolo para estirar su cuerpo
hasta una pequeña mesa a la derecha del sillón, de donde agarró una jeringa y
una pequeña caja cuadrada.
— No —
Dijo Yuya, ocasionando que el sujeto lo mirara.
—
¿Qué?
—
Hoy…, no — Se retractó.
— ¿Por
qué? — Preguntó, después de lo que le pareció una eternidad.
—
Tengo que ir a la escuela después de esto.
— ¡Ja! ¡Qué
chico tan aplicado eres! — Volvió a acercar el cuerpo de Yuya al suyo y pegó su
rostro a su ombligo mientras sus manos lo despojaban de su ropa interior y
pellizcaban los muslos del rubio —. Muy bien, vamos a hacerlo rápido — Le dijo,
palmeando sonoramente su trasero —. Chico aplicado…
Era la
hora del almuerzo cuando Ryo se acercó a Tadayoshi con su caja de comida.
— ¿Vas
a comer?
— Sí —
Respondió Tadayoshi, en un suspiro.
— ¿Y…
Tegoshi…? — Preguntó Ryo, mirando el lugar donde se supone debía estar el
aludido, vacío.
—
Parece ser que no vino.
— ¿En
serio? Pero me dijo que iba a venir.
— ¿Eh?
¿Estuviste con él?
— Pasé
por su casa a la mañana, y… me dijo que tenía que ir a hacer algo, que me adelantara,
pero…
—
¡¿Cómo no me lo dijiste antes, Ryo?! — Al ser llamado por su nombre, sin ningún
tipo de sufijo de afecto, lo miró sorprendido —. ¡¿Y si le pasó algo?!
— No pienses
esas cosas — Intentó calmarlo el más bajo —. Okura, estamos en un pueblo. Si le
sucedió algo malo…, ya nos habríamos enterado.
—Tienes
razón… Supongo…
—
¿Vamos a almorzar o no?
—
Espérame en el lugar de siempre. Aunque sea, voy a llamarlo.
— Está
bien — Le respondió Ryo, con una sonrisa.
—
Okura-kun — Una muchacha de otro curso se le acercó, una vez Ryo se fue.
— Sí,
dime.
— ¿Te
enteraste? — Ante su pregunta, su expresión de preocupación y su tono de voz,
Tadayoshi sintió un sudor frío recorriéndole la espalda.
— ¿De
qué? — Repreguntó el aludido, fingiendo estar calmo.
—
Tegoshi-kun se desmayó en la entrada.
—
¿Qué?
— Lo
encontraron inconsciente frente a los casilleros.
—
¿Dónde está ahora? — Le preguntó a la muchacha, levantándose de un salto de su
asiento.
— Está
en la enfermería.
—
Gracias.
Cual
rayo, Tadayoshi llegó a aquel lugar y suspiró. Golpeó la puerta suavemente y la
abrió, hallándose con la amable doctora que siempre estaba allí.
—
Buenas tardes.
—
Buenas tardes — La saludó, entrando y cerrando la puerta detrás suyo —. Me
dijeron que Tegoshi-kun se encuentra aquí.
— Ah,
sí. Está descansando en aquella camilla — Le dijo, señalando una de las
camillas al otro lado de un panel divisorio —. Puedes pasar. Yo me
voy a almorzar — Agregó, apenándose un poco por dejarlos solos.
Tadayoshi
le dedicó una reverencia y llegó a la camilla donde estaba Yuya. Estaba
profundamente dormido. Parecía un ángel.
— Yuya
— Susurró, acercándose a sus labios, los cuales apenas rozó con los suyos,
ocasionó que el rubio se sentara de un salto, quejándose luego por un mal
movimiento que hizo —. ¿Estás bien? —Le preguntó Tadayoshi, sorprendido por su
reacción.
— S…
Sí, sí, sí, estoy bien. ¿Qué haces tú aquí?
—
Pues… me dijeron que te habías desmayado y vine a verte.
Yuya
sonrió sin ser capaz de mirarlo a los ojos al sentir el contacto de su mano
sobre su mejilla.
—
Perdón — Musitó el rubio.
— No
tienes por qué pedir perdón, Yuya — Le dijo Tadayoshi, sentándose a su lado. Al
sentir sus brazos rodeándolo, no pudo evitar caer entre ellos, sentirse protegido
pero, al mismo tiempo, algo dentro suyo le decía que no tenía derecho a ese
abrazo, a la amabilidad y al amor que Tadayoshi le estaba entregando —. ¿Yuya?
— Se dio cuenta que estaba llorando al sentir su cuerpo estremeciéndose en
forma exagerada. Se separó un poco de él y levantó su rostro para mirarlo a los
ojos —. Yuya, ¿qué sucede?
—
Tatsu, yo…
— Así
que aquí estaban — La aparición de Ryo, impidió que Yuya hablara.
Internamente, agradeció que los hubiera interrumpido —. ¿Así que te desmayaste?
— Le preguntó a Yuya, ante lo cual el aludido, asintió con la cabeza.
— Creo
que es todo por hoy. Me iré a casa a seguir descansando — Agregó, zafándose del
abrazo de Tadayoshi y levantándose de la cama como pudo, ayudado por Ryo.
—
¿Seguro que estás bien? — El aludido asintió efusivamente con la cabeza.
Tadayoshi simplemente suspiró —. Entonces, nos vemos mañana.
— Nos
vemos.
Yuya
llegó hasta donde estaban los casilleros para cambiarse los zapatos, lo único que pudo hacer
cuando entró al recinto escolar. El
cuerpo aún le dolía por lo que debió pasar con su agresor. Cerró los ojos y
lanzó un suspiro de dolor al aire. Sus labios temblaban por todo lo que estaba
ocurriendo, por haber contenido las ganas de llorar frente a Tadayoshi.
—
Tegoshi — Al girar su cabeza, se encontró con la única persona que sabía lo que
estaba ocurriendo, desconociendo Yuya que lo sabía aún mejor que él.
—
Ryo-chan — Musitó, antes de aferrarse a aquel cuerpo que, pese a estar
entregándole su afecto, lo único que quería era verlo llegar al límite de la
desesperación.
— Aquí
tienes — Le dijo Ryo, al verlo salir del baño, dejándole una bandeja de comida
sobre la cama.
—
Gracias, Ryo-chan. Pero no hacía falta…
— No
es nada. Es lo menos que puedo hacer después de haberlos tenido preocupados por
mí este tiempo.
— Ah…
Nunca dijiste qué estuviste haciendo.
—
¿Eso…? Es un secreto — Le dijo, sonriendo. Mientras Yuya comía, Ryo acercó a la
cama una silla que estaba frente al escritorio y lo miró —. ¿Qué sucedió cuando
yo me fui?
— Me
llamaron — Le respondió, después de unos segundos.
—
¿Fuiste con ellos?
— Sólo
era una persona… que sabía muy bien qué quería. Pero no estoy del todo seguro
que haya sido él quien…
Interrumpió sus
palabras para terminar negando con la cabeza.
—
Quien, ¿qué?
— La persona
que abusó de mí… no fue él…
Ryo se
sorprendió por su deducción. Estaba seguro que esa noche Yuya había estado lo
suficientemente drogado y con muy poca lucidez como para recordar nada más que
pedazos de lo sucedido.
—
¿Cómo estás tan seguro?
— Digamos
que… esa vez había sido más débil.
— Ah —
Soltó, sintiendo que los nervios se le crispaban —. ¿Débil?
— Sí —
Por más que intentara, Yuya no podía darle un rostro a la persona que había abusado
de él y, al mismo tiempo, Ryo no entendía cómo había llegado a olvidar que en
esa casa ellos se vieron cara a cara e intercambiaron unas cuantas palabras —.
Ya, olvídalo — Cuando Yuya volvió su vista a Ryo, lo vio levantándose de la
silla —. ¿Te vas?
— Sí…
Recordé que tenía algo que hacer antes de regresar a casa.
—
Cuídate.
— Tú
también.
—
Ryo-chan, si quieres… puedes venir a quedarte a dormir esta noche…
Sus
palabras sonaban a súplica. Ryo podía sentir el miedo que recorría el cuerpo de
Yuya de tan solo imaginar pasar la noche solo entre aquellas paredes.
— Veré
si puedo venir.
—
Gracias.
Ryo
esperó aproximadamente una cuadra hasta encontrar una piedra atravesando su
camino, la cual pateó lo más lejos que su pierna se lo permitió.
—
¿Débil? ¡¿Débil?! Hijo de puta, la próxima vez le voy a decir que te haga
mierda — Se dijo a sí mismo, dirigiendo sus pasos a las escaleras del templo,
donde sólo estaban Jin y uno de sus amigos extranjeros.
— ¿Qué
sucedió? — Le preguntó Jin.
— Se está
dando cuenta — Respondió, sentándose a su lado y suspirando.
— ¿De
qué?
— De
que no fuiste tú el que lo cogió esa noche.
—
Bueno… Es normal…
— Dice
que fui débil.
— ¿En
serio? ¿Cómo se lo permitiste? — Ryo estaba por responderle, pero un sobre
rectangular nubló su vista.
— ¿Qué
es esto?
— Te
dije que te iba a pagar, ¿o no? — El muchacho abrió el sobre y vio el dinero
que estaba dentro —. Por lo menos no se acuerda de ti. Y me parece que podemos
hacer algo al respecto — Ryo lo miró —. Yo no soy el único que quería
hacérselo, Ryo. Si quieres, podemos hacer correr la voz.
— No
es mala idea… Pero sólo un poco… Tengo algo en mente — Le dijo, levantándose y
palmeándole el hombro reiteradas veces.
— Qué
rápido te recuperas.
— Le
voy a hacer pagar muy caro que me haya dicho debilucho.
Yuya
sentía cada vez más la ausencia de Tadayoshi. Más que su cuerpo, su alma lo
añoraba. Lo extrañaba demasiado. Aunque se moría de ganas de enviarle un simple
mensaje y decirle que lo amaba, sabía que no podía hacerlo. Estaba saliendo de
su casa cuando encontró a Ryo a punto de llamar a la puerta.
—
Buenos días, Ryo-chan — Le sonrió el rubio.
— ¡Ah!
Buenos días.
— ¿Me
viniste a buscar?
— Sí.
Tengo que asegurarme que estés bien, se lo prometí a tu madre — Yuya sonrió por sus
palabras —. Además…
—
¿Además…?
— Toma
— Le dijo, entregándole un pequeño paquete envuelto en un papel rojo con
lunares blancos rodeado de un lazo también blanco.
— ¿Y
esto?
— Un
regalo. Lo vi y pensé en ti.
Al abrirlo,
Yuya vio un par de aros desde los cuales colgaba una pequeña cruz hecha de lo
que parecían ser diamantes.
— ¡Son
hermosos! — Exclamó Yuya, con una amplia sonrisa —. ¡Gracias, Ryo-chan!
Ryo
dejó que él lo abrazara, dejo que le expresara de una forma tan simple lo
agradecido que estaba porque, claro, Yuya no sabía que Tadayoshi los estaba mirando. Y Ryo
aprovechó la situación para abrazarlo él también hasta que su amigo decidió
darse la media vuelta e irse de allí.
Yendo
a la biblioteca, lugar donde sabía que estaba Tadayoshi, pensaba en lo
ventajoso que le resultó esa situación. Todo estaba saliendo de maravilla y él
no estaba haciendo absolutamente nada, es más, hasta estaba ganando. Lo
encontró cerca de la ventana, leyendo un libro de quién sabe qué cosa.
— Hola
— Le dijo, corriendo la silla frente a él para sentarse.
— Ah…
Hola.
— ¿Qué
sucede? Te vi raro todo el día.
El
aludido lo miró, suspiró y cerró el libro que estaba leyendo antes de volver a
mirarlo.
— Quiero
preguntarte algo.
—
Claro, dime.
— Tú
últimamente estás más cerca de Yuya, ¿cierto?
—
Bueno… No sé si es más cerca… Es lo normal, somos amigos. ¿Por qué lo
preguntas?
— ¿Él
te ha dicho algo? ¿Te ha comentado si tiene algún problema o algo?
— No,
Okura, para nada — Se sonrió —. No entiendo por qué te preocupas tanto. Ya te lo dije,
¿no?
Si ocurre algo malo, nos enteraremos rápido.
— Es
justamente por eso que te lo pregunto — La mirada de sorpresa de Ryo le dio el
pie para seguir hablando —. Estuve oyendo rumores en los pasillos…
—
¿Acerca de…?
—
Acerca de Yuya.
— ¿Qué
dicen? — Por más que intentara ocultar su sonrisa, simplemente no podía. La
adrenalina que estaba sintiendo en ese momento no se comparaba ni con todas las
drogas que había ingerido, juntas.
—
Dicen que… se vende por dinero
Finalmente,
no pudo contenerse más y estalló en carcajadas. Fue el centro de las miradas
teniendo en cuenta el lugar donde estaban charlando y así como no pudo evitar
reír, no podía detenerse sino hasta que ambos fueron echados.
— Lo
siento. Realmente, lo siento, pero… ¡¿Oyes lo que estás diciendo?! ¡Es
ridículo! — Se dio cuenta que estaba llorando literalmente de la risa al sentir
cómo la vista se le nubló.
— Si
supieras algo… me lo dirías, ¿no es verdad?
La
seriedad de Tadayoshi lo obligó a recobrar la compostura.
—
Claro que sí — Respondió acariciando su espalda en forma afectuosa —. Si
quieres, puedo investigar.
—
Gracias, Ryo-chan — Le dijo, apoyando su cabeza sobre su hombro.
Tan
sólo con aquel mínimo contacto, con tales palabras saliendo de sus labios, Ryo
estaba inmensamente feliz.
Era
una maldita muñeca, pero no podía evitarlo. Aunque la tuviera, sentía que no
tenía alma, sentía que cada vez que alguien mancillaba su cuerpo, iba perdiendo
una parte de su alma. Esperaba que, al menos, gran parte, estuviera con
Tadayoshi, ya que había sido suyo antes que nadie. El
lugar de encuentro sería un hotel a las afueras del pueblo. Mejor para él,
nadie lo reconocería. Subió al ascensor, el cual se detuvo en el tercer piso y
caminó por el largo pasillo hasta el último departamento del piso. Tocó el
timbre y esperó. Adentró, alguien se aclaró la voz.
— ¿Sí?
— Preguntaron.
—
Usted… me llamó… Soy Tegoshi — No sabía cómo rayos presentarse, puesto que era
la primera vez que alguien le preguntaba quién era. Apenas la puerta se
abrió, entró y caminó por el corto pasillo, sin siquiera reparar en la persona que le
había abierto la puerta. Sólo quería hacer lo que tenía que hacer, dejarse
hacer lo que aquel sujeto quisiera hacerle e irse de una maldita vez —. Muy
bien, entonces — Al girarse unos noventa grados, sintió que algo más profundo
se quebraba dentro suyo. Algo que no podía ser alcanzado con las manos. Sintió
que la vista se le nubló, por lo que restregó sus ojos con fuerza —. Tatsu —
Musitó. No sabía por qué estaba ahí, y tampoco le interesaba, pero él, justamente
él no debía estar en ese lugar —. ¡Tatsu…! — Estaba por acercarse a él, pero
sus palabras lo interrumpieron.
— No
puedo creerlo — Dijo —. Entonces, todo era verdad… Todo lo que dicen de ti… es
verdad…
Necesitaba
hablarle, explicarle, contarle absolutamente toda la verdad, todo lo que había
sufrido hasta ese momento, todo lo que le había ocultado. Quizás, inmerso en
esos pensamientos, hundido en un mar de sentimientos, Yuya no reparó en la
sonrisa de satisfacción pura que se había dibujado en el rostro de Ryo, quien
observaba todo a su izquierda, mirando al rubio con la expresión que siempre quiso: de desesperación, al
borde del abismo o quizás, hasta cayendo dentro de él.
— No.
Espera — Yuya se acercó a Tadayoshi e intentó agarrar su brazo, pero él se lo impidió,
zafándose.
— No
te atrevas a tocarme — Le ordenó el morocho, mirándolo fríamente.
—
Déjame explicarte — Gimoteó.
— No
quiero que me expliques nada. No quiero oírte. No quiero… No quiero volver a
verte…
—
Pero…
—
Yuya, no…
Negando
con la cabeza, sin ser capaz de procesar lo que estaba sucediendo, Tadayoshi
salió del cuarto, siguiéndolo Yuya a los pocos segundos. Dentro, Ryo se lanzó a
la cama, riendo, feliz. Su plan había resultado todavía mejor de lo esperado:
al ver Tadayoshi que Yuya siempre tenía algo nuevo, por supuesto que le
generaría dudas. Ryo sabiendo esto, seguiría haciéndole regalos, ya que, al
estar Yuya amenazado, no tendría oportunidad de decirle que había sido él quien
le había regalado todo aquello. Lo que, por supuesto el rubio no
sabía, era que Ryo utilizaba parte del dinero que le pagaban por sus
servicios para financiar aquellos regalos, para mejorar su producto. Y en el
momento en que Tadayoshi ya no pudiera más con las dudas, contactaría a
Yuya como si fuera un cliente y le citaría en un lugar alejado, para no despertar sospechas y
simplemente, dejar que las cosas siguieran su curso.
Pero
aunque todo estuviera resultando bien, todo podía ser aún mejor.
—
¡Tatsu, espera! — Aunque intentó llegar al ascensor, Yuya no logró abordar el
mismo que Tadayoshi. Tras correr por las escaleras, logró alcanzarlo saliendo
del lugar —. ¡Tatsu!
Se
había largado una molesta llovizna que Tadayoshi parecía no sentir. La mano de
Yuya agarrando su hombro, lo hizo girarse y lanzar, sin
querer, al
rubio al suelo.
— ¡Te
dije que no me tocaras! ¡¿Cómo quieres que te lo diga?! ¡¿Cuánto…?!
— Dudó en seguir su frase, Yuya lo miraba sorprendido —. ¡¿Cuánto quieres que
te pague para que lo hagas?!
— No
es así — Musitó el aludido —. Por favor,
dejame explicarte.
Ni
siquiera teniendo a Yuya arrastrándose hasta llegar a sus pies, abrazando sus
piernas rogando por su perdón, su corazón lograba ablandarse. La decepción era demasiado grande.
—
Yuya… Déjame — Susurró, pero sus palabras sólo ocasionaron que el cuerpo que se
aferraba a sus piernas, lo hiciera todavía con más fuerza. Tadayoshi se colocó
en cuclillas y usó sus manos para separarse del rubio —. Dejemos las cosas así.
Por favor.
Yuya
no podía hacer otra cosa que negar con la cabeza. Cuando levantó la vista,
Tadayoshi ya no estaba ahí.
La
lluvia seguía cayendo cuando llegó a su casa. Al hacerlo, e iluminar la entrada
antes de apagar el motor del automóvil, vio a Ryo esperándolo en la puerta de
entrada. Bajó del vehículo y se acercó a él para abrir la puerta. Quería
esperar a estar dentro de su hogar para desplomarse encima suyo y llorar sin
consuelo aparente. Cuando Yuya quiso hablarle, levantó la cabeza para mirarlo,
pero sus labios fueron cerrados por los de Ryo, sellándose en un dulce beso. Si
antes Yuya estaba confundido por lo sucedido con Tadayoshi, quedó el doble de
confundido con aquel beso.
Cuando
quiso darse cuenta, Ryo ya no estaba ahí.
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