Ciaossu~!!
Volvemos al #YnRFFWeekend, ¿se dieron cuenta? xD
Okay, me disculpo, pero si la PC no funciona, no hay mucho que pueda hacer :( intenté publicar desde el celular una vez y fue un dolor de cabeza sin éxito alguno.
Esto de ponerle a los capítulos esta clase de títulos me está volviendo boluda jajajajaja
Pero, acá está el quinto de Pied Piper of Hamelin :) Que tengan un buen fin de semana ^^
PD para mí: Acordate de hacer las portadas de los siguientes capítulos xD
Capítulo 05: Allegretto.
Volvemos al #YnRFFWeekend, ¿se dieron cuenta? xD
Okay, me disculpo, pero si la PC no funciona, no hay mucho que pueda hacer :( intenté publicar desde el celular una vez y fue un dolor de cabeza sin éxito alguno.
Esto de ponerle a los capítulos esta clase de títulos me está volviendo boluda jajajajaja
Pero, acá está el quinto de Pied Piper of Hamelin :) Que tengan un buen fin de semana ^^
Enjoy~ ♥
Título: Pied Piper of Hamelin.
Fandom: Johnny's.
Pairing: Ryokura [Nishikido Ryo x Okura Tadayoshi].
Otras pairings: MaruYasu/ YamaDa [Maruyama Ryuhei x Yasuda Shota] & YokoHina [Yokoyama You x Murakami Shingo].
Formato: Multi-chaptered.
Género: AU, drama, violento.
Rating: NC-17.
Estado: En proceso.
Capítulo: 05/ ¿?
Número de palabras: 2806.
Sinopsis: No todo es lo que parece y Subaru y Tadayoshi son claros ejemplos de esto. Sobre todo Tadayoshi, y esto queda demostrado cuando Tanaka osa meterse con lo que más ama...
Allegretto: velocidad de ejecución de una composición musical moderadamente rápido.
Acordate que también podés seguir esta historia en las siguientes plataformas: Livejournal, Amor::Yaoi, AO3, Asian Fanfics & Wattpad :)
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Capítulo 05: Allegretto.
Esperó con poca paciencia a que la enfermera regresara a
la recepción. Mientras tanto jugaba con su placa, la cual hacía mucho tiempo
que no veía y hasta la consideraba ajena.
—Murakami-san, puede pasar —le dijo la muchacha,
acompañándolo hasta la puerta del consultorio.
—Muchas gracias —le dijo Shingo, antes de ingresar.
—Si sabía que eras tú, te hubiera hecho esperar
—reconoció You, deshaciendo la pose seria que había adoptado para la ocasión.
—¿Cuándo ibas a decírmelo?
—¿Qué cosa?
—Que Erika y Ryo son familiares.
—Ah, eso.
—¿Ah, eso? ¿Sólo vas a decir eso?
—J me lo confió. Realmente lo siento, Hina.
Su oyente pareció calmarse con sus palabras. Se sentó
frente a él y se cruzó de brazos.
—Y ahora, ¿qué? Erika quiere que la ayude a encontrar a
su primo muerto que ella no cree que esté muerto.
—Eso que hasta J se tomó el trabajo de copiar a la
perfección las facciones y detalles de Ryo…
—¿Por qué lo hizo?
—Apenas estás asimilando que Ryo es primo de Erika,
espera un momento para conocer más detalles al respecto.
—¿Cómo está Ohkura?
—El otro día hablé con él, ya te lo dije, ¿no?
—Me comentaste algo. ¿Ryo lo sabe?
—Le dejé su archivo cuando lo mandé con él. Espero que se
le haya cruzado por las pocas neuronas que tiene iluminadas hojearlo un poco.
—¿Y si no lo hizo?
—Se dará cuenta de la peor manera.
Mientras se secaba el cabello, Tadayoshi entró a su
habitación y se sentó sobre su cama. Ryo, quien estaba sentado en la silla
frente al escritorio, se giró para mirarlo.
—¿Cansado? —le preguntó.
—No te das una idea. ¿Tú? ¿Cómo te está yendo en la
escuela?
—Bien. ¿Puedes creer que las chicas ya me pusieron un
apodo?
—Ah…
Ryo se levantó y lanzó el cuerpo de Tadayoshi sobre el
colchón para sentarse a horcajadas suyo.
—¿Celoso?
—Para nada —respondió el menor acariciando sus muslos—.
Sé que eres sólo mío —agregó, entrelazando una de sus manos a la de Ryo.
—¿Sólo tuyo? —Ryo se acostó encima suyo y apoyó su frente
sobre la de Tadayoshi—. No podría vivir sin ti. ¿Sientes esto? —le preguntó,
apoyando la palma de su mano a la altura de su corazón—. Late por ti. Sólo lo
hace por ti —el aludido no sabía de qué forma reaccionar ante tal muestra de
amor. Lo abrazó con fuerza y giró su cuerpo para que Ryo quedara boca abajo
sobre el colchón. Jaló un poco la toalla que todavía tenía sobre su cabeza para
que lo que fuera a suceder quedara sólo entre ellos, ni siquiera entre las
cuatro paredes de la habitación. Sólo ellos podían sentir lo que se estaba
gestando en aquel momento tan íntimo. Ryo sintió que su corazón estaba a punto
de estallar al sentir el cálido aliento de Tadayoshi sobre sus labios, una
mirada salvaje que hacía mucho tiempo no veía en él. Se sentó para que, como
desde el principio, Tadayoshi estuviera debajo suyo—. Lo que sea que vayas a
hacer, mi amor, será desde aquí.
Esta vez fue Ryo quien comenzó un beso tan salvaje como
ardiente. Sus labios se chocaban una y otra vez, sus dientes los acariciaban y
mordían, sus manos acariciaban el cuerpo del otro hasta deshacerse de todo
aquello que molestaba.
—Ryo-chan…
El mayor levantó la vista para encontrar a su amante
profundamente dormido. Le pareció hasta tierno. Maldijo entre dientes y optó
por levantarse y dejarlo descansar.
—Yo soy el que tiene más trabajo y te afecta a ti
—murmuró—. Que descanses, mi amor —agregó, besando luego sus labios. Se quedó
unos segundos mirándolo, pero parecía que no iba a despertarse. Se acercó al
escritorio para abrir la parte de atrás del mismo y sacar de allí un archivo.
Acto seguido, se sentó en el suelo y lo abrió. Recordó las palabras de You
cuando le dio “de alta”: “Te daré su
archivo, pero debes cuidarlo.” Muy poco le importaba de qué forma, cómo o
cuándo había conseguido el archivo de Tadayoshi que J custodiaba. ¿Tendría You
también el suyo y los de los demás?
—¿Qué haces? —la voz somnolienta de su amante, lo hizo
volver a tierra. Se giró un poco para mirarlo.
—Nada.
—Entonces, ven a dormir.
—Ya voy.
Luego de dejar el archivo en su lugar, apagó la luz y se
acostó al lado de Tadayoshi.
—¿Vas a dormir aquí?
—¿No querías eso? Si quieres armo mi cama…
—No —negó el menor con la voz somnolienta—. Quédate esta
noche conmigo.
—¿Sucede algo malo? —le preguntó Ryo a Tadayoshi, quien
estaba de pie frente a la mesa del comedor.
—No, ¿por qué?
—Te veo pensativo.
—Tengo un mal presentimiento —musitó el menor.
—¿Quieres ir yendo? Te alcanzo en el camino.
—De acuerdo. Nos vemos más tarde.
La hermana de Tadayoshi fue la última en salir de la
casa. Un hombre salió de un automóvil unos metros detrás de la casa y caminó
con pasos rápidos hasta que la alcanzó.
—¿Ohkura-san? —la aludida se giró para ver al sujeto que
le hablaba—. Mi nombre es Tanaka, soy detective en la jefatura de la
municipalidad de Tokio —agregó, enseñándole la placa que estaba colgada del
lado de adentro de su sobretodo.
—¿Qué se le ofrece? —le preguntó la muchacha.
—Me imagino que está al tanto de lo ocurrido con su
hermano, Ohkura Tadayoshi-san, ¿no es así?
—Algo —reconoció la muchacha en un suspiro.
—Estamos tratando de reconstruir lo sucedido, pero nada
parece tener sentido en las declaraciones que hemos mantenido con él. Tenemos
entendido que sigue viéndose con sus compañeros. Si sabe algo al respecto, me
gustaría que por favor se comunique conmigo —le dijo mientras le entregaba una
tarjeta de presentación—. Aquí tiene todos mis datos. Estaré disponible las
veinticuatro horas del día.
—Esos compañeros que menciona…
—Como le dije, hay cosas que no concuerdan. Necesitamos
verificar varias cosas.
—Ya veo…
—Si me disculpa…
—Sí, claro.
—Que tenga un buen día.
—Gracias… Igualmente…
Erika caminaba lo mejor que podía, pero le resultaba
imposible no hacerlo en zig-zag. Entre sus brazos llevaba dos cajas de
evidencias con casos que podrían estar relacionados con la muerte de Ryo. De
una de ellas cayó una pequeña bolsa con medias manchadas con sangre.
—Ah. Mierda.
Estaba por dejar las cajas en el suelo, pero un visitante
desconocido agarró la evidencia y la dejó en su lugar.
—Aquí tiene.
—Gracias. Eh… ¿Buscas a alguien? —el sujeto la miró—. Es
la primera vez que nos vemos, ¿o me equivoco?
—Es la primera vez que nos vemos. Estoy buscando a
Murakami Shingo-san.
—¿A… Hina…? —repreguntó Erika con el ceño fruncido.
—Fuimos compañeros en Estados Unidos.
—Ah…
—Murakami-san —repitió el recién llegado al darse cuenta
que Erika no pareció reaccionar a su petición.
—¿Sí?
—¿Dónde se encuentra?
—¡Ah, sí! ¡Te acompaño a su oficina! —exclamó la mujer.
El camino a la oficina de Shingo estaba a un ascensor de distancia. Aún con las
pesadas cajas entre sus brazos, Erika acompañó al invitado hasta el último
piso—. Sigue derecho hasta la oficina cuya puerta puede verse desde aquí.
—Muchas gracias…
—Toda Erika.
—Toda-san.
El invitado le dedicó una reverencia y dejó de trabar la
puerta del ascensor con uno de sus pies sin saber que Erika se había quedado
esperando por su nombre. El sujeto caminó en línea recta hacia la mencionada
oficina. Ese había sido su objetivo desde que un vehículo lo dejó frente a
aquel edificio. Ese era el objetivo que le había sido impuesto. Cuando cruzó
miradas con Shingo, advirtió cómo su rostro iba modificándose bruscamente hasta
el punto de estar al borde del llanto. Pero no por un sentimiento de tristeza o
nostalgia, sino por uno completamente diferente.
—Te llamo luego, ¿de acuerdo? —se despidió Shingo a
alguien con quien estaba hablando por teléfono—. Dime que estoy alucinando…
—Yoko estaba exagerando cuando dijo que me faltaba una
semana —reconoció Subaru, sentándose en el sillón frente al escritorio de
Shingo.
—Pero, esto es… una recuperación increíble…
—Trata de no ponerme a prueba…
—Lo intentaré.
—¿Qué ocurre?
—No están contentos con las declaraciones de los demás.
—¿De los demás?
—Yasu, Maru y Ohkura.
—¿Y Ryo?
—Está viviendo con Ohkura.
—¿En serio? —preguntó Subaru, después de unos pocos
segundos en los que tardó en procesar la información, con una amplia sonrisa
decorando su rostro.
—A qué no sabes quién es el apoyo de quién.
—Ryo de Ohkura. No me estás diciendo nada nuevo. Siempre
ha sido de esa forma, aunque ni siquiera él mismo se haya dado cuenta. Ohkura,
ese chico…, no está bien…
—No lo estará si Ryo no está con él.
—Yoko sabía todo esto.
—Es peor que J manipulando a las personas.
—Depende del lado de la moneda que quieras mirar.
Ambos sujetos intercambiaron miradas, pero ninguno dijo
nada.
Tadayoshi entró a su habitación. Tener a Ryo como
profesor lo cansaba tanto física como mentalmente. Sabía que al mayor le
gustaba torturarlo y cansarlo en cierto modo. Lo encontró sentado en el suelo
manteniendo una llamada telefónica.
—Todo está bien. Sí, le mando tus saludos. Nos vemos.
—¿Quién era? —preguntó Tadayoshi sentándose en su cama.
—Yoko. Quería saber cómo andaba todo.
—Ah.
El menor se acostó de lado, mirando a Ryo quien levantó
su mano para jugar con sus dedos.
—¿Qué te sucede? ¿Sigues con ese mal presentimiento?
—Lo vengo teniendo todo el día.
—¿Quieres que te lo saque?
—¿Cómo? —le preguntó el aludido con el ceño fruncido.
Ryo entrelazó su mano a la de Tadayoshi y se ayudó de
ella para ponerse de pie y sentarse luego al lado del sujeto que estaba sobre
la cama. Sus miradas se cruzaron e intercambiaron pícaras sonrisas de
complicidad. Ryo se acercó a su rostro pero tan pronto como lo hizo, Tadayoshi
giró su cabeza entre risas.
—¿Qué haces?
—Me hace cosquilla.
—¿Qué cosa?
—Esto —le dijo el menor, haciendo a un lado los mechones de
cabello que caían sobre el suyo.
—Ahora, ¿sí?
—Por favor.
El sonido de sus labios chocando resonó entre aquellas
paredes ocasionando sus sonrisas. Se separaron escasos momentos para saborear
aquel dulce sabor. Volvieron a encontrarse para no separarse uno del otro sino
hasta sentir la completa falta del aire.
—Te amo. Siempre te amé —susurró Ryo, levantando la
remera del menor—. Desde la primera vez que te vi entrar a la mansión supe que
mi destino eras tú.
El aludido acarició sus cabellos, tratando de no dejarse
llevar por las emociones y que sus lágrimas se agolparan en sus ojos,
impidiéndole ver el torso dorado de Ryo que, tras haberse quitado la musculosa,
brillaba con intensidad debido a la luz de la habitación.
—Yo siempre supe que tú eras mi salvación —musitó el
menor.
—Y ahí es donde te equivocas —reconoció Ryo atando las
muñecas de Tadayoshi con su musculosa—. Yo soy tu condena.
Ryo no supo qué fue lo que lo encendió más, si la nula
resistencia por parte de Tadayoshi o las sonrisas que le dirigía. Quizás era
todo, porque estaba completamente enamorado de él.
—Serías capaz de dejarme aquí atado, ¿no?
—¿Tenerte como mi esclavo sexual? Por supuesto. ¡No me
des ideas! —Tadayoshi rió como su oyente
jamás lo oyó reír—. Nunca te había oído reír.
—¿No? —le preguntó el aludido, sintiendo cómo el pantalón
salía de entre sus piernas.
—No, nunca.
—Tú nunca me habías hecho reír.
—Siento que volvemos a ser lo que éramos antes —susurró
Ryo, lanzando su pantalón contra el armario frente a él.
—¿Eso es bueno o malo?
—Lo creas o no… Me pegaste eso del mal presentimiento
—reconoció el mayor, rascándose los cabellos.
—Ryo-chan…
—¿Mh?
—Te amo. Te amo demasiado.
Ryo suspiró pesadamente cerrando sus ojos con fuerza.
—Ahora voy a tener que hacerte el amor hasta el amanecer.
—¡Si, claro! ¡Vas a durar tanto y todo!
Ryo sostuvo el mentón de Tadayoshi con fuerza,
obligándolo a que lo mirara a los ojos.
—No me pongas a prueba, niñito.
—¿Quieres que me ponga a contar?
El mayor sintió que la tensión y la espera por poseer el
cuerpo de su amante no le estaba haciendo bien ni a su mente ni a su cuerpo.
—Vas a perder la cuenta al poco tiempo —reconoció
haciéndose hacia atrás para sentarse entre las piernas de Tadayoshi.
—¿Y eso? ¿Crees que no sé contar?
—Creo que vas a enloquecer tanto, que vas a olvidarte de
contar.
Efectivamente Tadayoshi ni siquiera llegó a contar uno.
Aunque trataba de no gritar, ni siquiera mordiendo la mano de Ryo podía
contenerse. Necesitaba expresarle de alguna manera lo que estaba sintiendo,
cuánto lo amaba. Por su parte, su amante no podía evitar sonreír, pidiéndole
entre risas que se callara, ya que si alguien los encontraba de la forma en que
estaban, sería malo para ambos. Sus cuerpos estaban entrelazados. Ninguno supo
en qué momento adoptaron una posición tan incómoda como excitante, en qué
momento sus cuerpos se habían convertido en uno, en qué momento habían logrado
llegar al alma del otro.
—Te amo —gimoteó Tadayoshi sin poder controlar la inmensa
cantidad de sentimientos que afloraban de lo más profundo de su ser.
—Yo también, mi amor. Yo también —susurró Ryo, sonriendo
al ver cómo su amante cerraba los ojos y caía profundamente dormido.
—…yoshi… Tadayoshi, despierta —la voz de Ryo lo hizo
despertar. Se quejó pero el mayor le tapó la boca con la mano, alertándolo y
ocasionando que se despertara por completo—. ¿Lo escuchas?
—¿Qué cosa?
—Alguien entró en la casa. Ponte algo —le pidió, mientras
él, levantando apenas el cuerpo, logró atrapar su ropa interior con el pie y
ponérsela con suma dificultad ante la divertida mirada de su pareja—. ¡¿Qué
esperas?! ¡Apúrate!
—¡Arriba las manos!
Apenas reaccionando, Tadayoshi vio cómo un sujeto armado
hasta los dientes, sujetaba el cuerpo de Ryo para colocarlo boca abajo en el
suelo y esposarlo. Sintió que él no difería demasiado de los objetos que
estaban en toda la habitación, no habían ido por él, sino por Ryo. Sentía que
su corazón se le escapaba del cuerpo. Su mente todavía no comprendía lo que
estaba sucediendo, y la mirada de Ryo casi suplicándole que no interceda le
impedía terminar de procesar la información. Cuando desvió su mirada hacia la
entrada de la habitación vio un grupo de hombres en el pasillo. Recién ahí
comprendió por qué Ryo había tratado de decirle que no moviera ni un solo dedo:
su familia.
Esperó, muy a su pesar, a que se llevaran a Ryo. Se
levantó rápidamente y se vistió con lo primero que encontró, guardó varias
cosas en un bolso y salió. En el pasillo, apoyada contra la pared, encontró a
su hermana.
—Hermanito…
—Espero que estés contenta.
—Lo hice por ti, lo hice por ti, hermanito —sollozó su
hermana, acercándose a Tadayoshi para evitar que se fuera, pero el aludido le
alejó el brazo y la miró fríamente.
—¿Por mí? ¿Estás segura de eso? Si quieres hacer algo por
mí, haz lo que quisiste desde el comienzo y piensa que estoy muerto.
Sus oídos no escucharon los gritos de su hermana, el
llanto desgarrador de su madre. Lo único que le importaba era encontrar a Ryo.
En la puerta de su casa encontró a otro sujeto, quizás el último.
—Sí, señor. Está yendo para allá. Yo…
Su comunicación fue interrumpida por Tadayoshi, quien le
quitó el comunicador de la mano y lo estrelló contra la pared de la casa que
estaba en frente.
—¡¿Quién te mandó?! —exclamó, mientras lo agarraba del
cuello—. ¡¿Quién carajo te mandó?!
—Por más que me golpees, no te lo diré —respondió el
hombre con sorna—. Nunca sabrás adónde han llevado a tu amiguito.
Como si hubiera dicho las palabras mágicas, la furia
pareció emerger del alma de Tadayoshi. Agarró su bolso y le propinó un duro
golpe en la cabeza al hombre que terminó cayendo al suelo. Una vez ahí, se
sentó a horcajadas suyo y volvió a agarrar su bolso para golpearlo con una
fuerza que había creído perdida. El llanto y los gritos que se desprendían de
su garganta diferían demasiado de los que había dejado no muchas horas antes.
Estaban cargados de rabia y odio puro. Recién cuando el cuerpo debajo suyo dejó
de reaccionar y tratar de escapar, se detuvo. Dejó el bolso lleno de sangre a
un costado y se dispuso a revisar al sujeto. Le sustrajo el dinero que tenía en
su billetera y la placa de policía que estaba en el mismo lugar.
—Hijos de puta —musitó.
Tadayoshi se puso de pie, se colgó el bolso al hombro y
se alejó de lo que alguna vez había sido su hogar. Comenzó a silbar una
canción. Casualmente, aquella con la que J los llamaba para realizar alguna
misión.
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