16 de mayo de 2018

[Dame una noche más] Capítulo 01: Una nueva oportunidad


Título: Dame una noche más.
Fandom: Universo Cinematográfico de Marvel. 
Pairing: Anthony Stark x Peter Parker, Anthony Stark x May Parker, Harley Keener x Peter Parker.
Formato: Multi-chaptered. 
Género: AU, drama, smut.
Rating: NC-17.
Número de palabras: 2365.
Sinopsis: Dos relaciones.
Una de ellas recién empieza.
La otra, no tiene cimientos establecidos y es controlada por uno de los dos integrantes de la pareja.
Sin embargo, cuando se encuentren todo cambiará en la vida de estas cuatro personas, todo será culpa de la atracción y la pasión que se despierte en ellos, ocasionando que rompan todos los límites impuestos.

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Capítulo 01: Una nueva oportunidad.


El teléfono sonaba en casa de los Parker, pero May estaba demasiado ocupada deshaciéndose de lo que hacía unos minutos había sido una tarta rellena y que ahora distaba muchísimo de ser algo comestible.
—¡Peter! ¿Podrías atender la llamada, por favor? Estoy con las manos ocupadas aquí...
Un adolescente salió de su cuarto con el cabello hecho un desastre y gafas.
—¿Qué trataste de cocinar esta vez? —le preguntó, con una media sonrisa.
—Lo mejor será que ni preguntes —dijo la aludida.
—¿Diga? —preguntó el muchacho a la persona al otro lado.
—“Buenas tardes. Disculpe la insistencia. ¿Hablo con la casa de May Parker?
—S... Sí. ¿Quién habla?
—“¡Qué suerte que pude encontrarla! Mi nombre es Christine Everhart. ¿Se encuentra May?
—Eh... Sí. Un momento, por favor.
—“Gracias.
—¿May? —desde la cocina, la mujer lo miró—. Una tal Christine Everhart quiere hablar contigo.
Al segundo de haber oído ese nombre, la expresión de May parecía la de una persona que no tenía idea de quién la estaba llamando, pero a medida que se acercaba al teléfono, pareció llegar a su mente el rostro con el cual relacionar al nombre mencionado por su sobrino.
—Está bien, yo la atiendo —le dijo, pidiéndole el tubo telefónico con un gesto de mano—. ¿Diga?
—“¿May?
—La misma.
—“Tanto tiempo sin oír tu voz. Soy Christine Everhart, ¿te acuerdas de mí?
—Cuando Peter mencionó tu nombre me quedé pensando quién eras, pero, por supuesto que me acuerdo de ti. ¿Cómo estás? ¡Tanto tiempo!
—“Muy bien. De hecho... Estuve pensando en ti.
¿En serio?
—“Sí. Verás... Estoy invitada a la exposición anual de tecnología y... puedo ir con un acompañante.
—¿Y pensaste en mí?
—“Mi trabajo allí no tardará más de treinta minutos, y tendremos caviar y champaña para ponernos al día, ¿qué te parece la idea?
—Mhh... No lo sé —dudó May, mirando a Peter quien, desde la cocina, la miraba como si tratara de averiguar de qué estaba hablando su tía con esa tal Christine—... Mi sobrino se quedaría solo toda la noche, y...
Peter prácticamente corrió hacia May y le quitó el teléfono de las manos.
—Irá —le respondió a la mujer al otro lado de la línea.
—“Uhm... De acuerdo...
—Llame dentro de dos horas para ponerse de acuerdo con May en lo que la convenzo.
—“Está bien”, dijo Christine sin poder evitar sonreír.
—¿Qué hiciste? —le preguntó su tía una vez el muchacho cortó la llamada.
—Estoy seguro que esa mujer te invitó a algún lugar y tú le dijiste que no, ¿o me equivoco?
—No, no te equivocas —respondió May, negando con la cabeza y cruzada de brazos.
—Entonces, ¿por qué no vas y ya? May, ya estoy bastante grande como para que te estés preocupando así por mí. ¿Cuántas veces me he quedado solo en casa o he ido a dormir a casa de mis amigos? Estaré bien —aclaró, en un susurro—. Para tu tranquilidad, si quieres, puedo ir a dormir a lo de Ned o a lo de a alguien más, ¡no lo sé! Pero no desaproveches esta oportunidad para despejarte un poco —la mujer se lo quedó mirando sin omitir sonido—. ¿Qué?
—Por unos momentos, sentí como si yo fuera la adolescente en esta casa...
Peter sonrió.
—Bueno, así parece.

La noche había llegado y May no podía estar más nerviosa. Christine le había dicho que la esperara a una cuadra de la sala de eventos, pero ella temía perder a su antigua compañera en la multitud. La gente se atiborraba hasta dos cuadras a la redonda de mencionado lugar.
—¡May! —de repente, una rubia asomada desde la ventanilla de un taxi llamó su atención. Ambas se sonrieron cuando cruzaron miradas—. Ahora bajo —agregó. Tras pagar su viaje, Christine bajó del automóvil en un vestido azul hasta la altura de los tobillos, entallado al cuerpo. Como accesorios, llevaba un pequeño bolso de mano de color dorado y una chalina de gasa del mismo color del vestido por si refrescaba. Su cabello estaba atado sobre su cabeza. Cuando llegó al lado de May tomó su mano con emoción y nostalgia, y la miró de arriba abajo sin ser capaz de pronunciar palabra—. ¿Qué le hicieron a mi amiga? —soltó, emocionada.
—Por favor, no digas eso. Creo que este vestido todavía tiene olor a viejo.
—¡Por supuesto que no! ¡Te queda divino!
Era imposible de creer para May que algo le quedara de ese modo, teniendo en cuenta que hacía mucho tiempo que no salía a ningún lado sola, mucho menos en compañía de una amiga, y mucho menos a una fiesta como esa a la que iba a asistir.
La mujer en cuestión estaba vestida con un vestido corto de color negro con un escote al frente en forma de corazón, prácticamente el único que tenía. A diferencia de Christine, su cabello estaba suelto con bucles formándose naturalmente sobre sus puntas.
–¿Te parece si vamos yendo? Me estoy congelando...
—¿Quieres mi chalina? —le preguntó Christine, agarrándola del brazo y empezando a caminar hacia el complejo rápidamente.
—¿No vas a tener frio?
—Voy a entrar en calor corriendo de un lado a otro —reconoció la rubia, revoleando los ojos.
—¿Es complicado el trabajo de reportera?
—Cuando el teléfono suena tienes que estar lista para salir, pero me cansé de ser presentadora. ¿Tienes ideas las estrías que me salieron por estar todo el tiempo sentada? No te aconsejo un trabajo como ese.
May sonrió sinceramente. En los recuerdos que tenía de Christine ella siempre estaba en la cima de todo, y si no estuviera trabajando de reportera, bien podría haber ocupado un buen lugar en el mundo de la moda. Se alegró de que la esencia de su antigua compañera no hubiera cambiado en lo absoluto luego de su paso por el mundo del entretenimiento.

Ambas mujeres entraron sin dar muchas más vueltas al salón de eventos. May se quedó maravillada con el lugar. Luego de subir unas escaleras color azul oscuro se encontraron con un mar de gente. Muchos de ellos saludaron a Christine, quien presentó a May con sus antiguos y futuros entrevistados.

—Toma asiento en la mesa 5. No me tardo —le había dicho la rubia. May asintió y se dirigió a la mesa cerca de una de las ventanas. El tumulto de gente era tal que no pudo evitar empujar ligeramente a una persona a espaldas suyas y, debido a que habían pasado años desde la última vez que había usado zapatos con taco, estuvo a punto de trastabillar. Una mano masculina la sostuvo de uno de sus brazos, evitando que cayera al suelo.
—Oye... Ten cuidado —le dijo el hombre con una sonrisa. May se disculpó varias veces. ¿Sería posible que apenas entrando a la reunión ya estuviera haciendo pasar vergüenza a su vieja amiga?
—Qué vergüenza —susurró May para sí misma, mirando su reflejo en la ventana.
—Lo siento —la agitada voz de Christine la volvió a tierra. Cuando May la miró, la mujer se sentó a su lado—. ¿Tarde demasiado?
—No, no te preocupes. Después de todo estabas trabajando.
Ambas habrán estado cerca de dos horas hablando de todo lo que había pasado en sus vidas desde la última vez que se vieron, hacía ya muchos años.
—Entonces, el muchacho que me atendió cuando te llamé, ¿era tu sobrino, Peter?
—Así es.
—Eres una mujer increíble —se sinceró Christine, apoyando luego una de sus manos sobre el dorso de la de May—. Siempre lo dije, pero esto sólo me lo confirma.
La aludida no tenía palabras para lo que la reportera le decía. Ella tampoco había cambiado en lo absoluto.
—Buenas noches, señoritas.
May volteó a la derecha para mirar al hombre que les había hablado. Parecía un militar, podía decirlo por el uniforme, pero no estaba segura del cargo ni de qué fuerza formaba parte.
—Coronel Rhodes —lo saludó Christine.
—Señorita Everhart —devolvió el saludo James volviéndose luego a May—. Señorita...
—Parker. Señora Parker —se presentó May.
—Encantado de conocerla, señora Parker. Lamento molestarlas, pero en la barra tengo un amigo que está esperando su compañía desde que lo empujó.
May escondió su rostro entre las palmas de sus manos. Christine río melodiosamente.
—¿Quién es ese señor? –preguntó la rubia.
—No lo sé. Estaba muerta de la vergüenza —reconoció May.
—Está por allá. Tomando un martini.
James señaló a un hombre de cabello azabache con unas pocas canas que parecían brillar entre todo ese cabello oscuro. Sus comisuras se curaron hacia arriba formando unos simpáticos pliegues cuando, a la lejanía, ambas mujeres lo vieron sonreír.
—Ah, no —dijo Christine—. No, no, no. Yo lo conozco muy bien.
—Señorita Everhart, le juro que mi amigo no tiene ninguna segunda intención —aclaró James.
—¿Acaso ustedes practican un guión antes de venir? May, ni se te ocurra.
Aunque Christine parecía preocupada, al mismo tiempo, no podía evitar divertirse con la situación. Y May estaba un poco tomada al haber ingerido alcohol sin haber comido absolutamente nada antes.
—¿Por qué no? —preguntó May, poniéndose de pie ayudándose al apoyar ambas palmas sobre la mesa.
—May, vas a arrepentirte de por vida por lo que estás a punto de hacer.
May le sonrió y dirigió sus pasos a aquel hombre que, bebiendo un martini, no le quitaba los ojos de encima.
—No seas mala con él —le dijo James a Christine, sentándose en el lugar que May había dejado vacío—. Como te dije, no tiene malas intenciones.
—Cuando un hombre está sufriendo por amor puede hacer cosas estúpidas —reconoció la mujer.
—Vaya... Las malas noticias sí que vuelan rápido.
—Que la CEO de Industrias Stark se mude a la sede de Australia... es una noticia.
—Buenas noches —saludó el amigo de James a May.
—Lamento lo sucedido más temprano —dijo la mujer.
—¿Podríamos olvidar eso? Empecemos de nuevo, ¿qué le parece?
—Creo que... está bien...
El hombre le extendió la mano derecha. May la miró y luego levantó la vista para mirarlo a él.
—Tony Stark, encantado de conocerla, señorita...
—Parker —dijo May, estrechando su mano—. May Parker.
Anthony miró a May y frunció el ceño, sonriendo de lado. Aquel leve contacto con la piel de la mujer despertó algo en él. Algo que creyó muerto cuando Virginia le dijo las dos fatídicas palabras que pusieron fin a una relación de casi ocho años.
—Un placer conocerla, señorita Parker.
—Señora Parker.
—¿Está casada?
—No, pero... Creo que hace rato que he dejado ese rótulo de lado, señor Stark.
—No me gustaría decir que es un rótulo. Puedes decirme Tony.
—Lo intentaré.
—¿Quiere un martini?
—No, creo que ya he bebido suficiente alcohol por el día de hoy —reconoció la mujer negando con las manos.
—¿Se siente bien? —preguntó el hombre.

—Sí, es que no he comido nada —respondió May, llevándose una mano al regazo.
—Si le parece... ¿Por qué no nos escapamos de esta aburrida fiesta y la acompaño a cenar?
—Primero, no creo poder costear sus pretensiones. Y segundo, estoy muy lejos de ser la clase de mujer que cree que soy.
Podría estar un poco ebria, pero May Parker estaba lo suficientemente lúcida como para defenderse de un tipo como él.
—Lo siento, pero no era mi intención ofenderla. He terminado una relación hace poco, y créame que lo último que quiero en estos momentos es involucrarme con una mujer.
—Yo... Ay, ¡qué vergüenza! No lo sabía.
—No se preocupe. Es algo que todavía no sale a la luz.
May vislumbró un deje de nostalgia en su mirada. Quien haya sido la mujer de la cual se había separado, definitivamente había dejado un gran vacío en Anthony. Quizás por sentirse tan igual a él fue que accedió a acompañarlo a cenar.
—Tengo que hacer una llamada antes —le dijo.
—Claro. Por supuesto. Aquí la espero.
May llegó a los baños y marcó un número en su teléfono.
—¿Dónde estará este chico?

Sobre la cama, un muchacho se despertó culpa del sonido de un teléfono en algún lugar del cuarto.
–Peter. Oye, Peter —llamó al dueño del aparato, somnoliento—. Está sonando el teléfono. Quizás sea tu tía.
A su lado, el aludido suspiró sonoramente.
—¿Adónde está? —preguntó el aludido, igual de dormido que él.
—Vas a tener que encender la luz —respondió su acompañante, divertido.
—Rayos —tanteando en la oscuridad, Peter se levantó, enrollando su cuerpo con la sábana pese a las quejas y risas de parte de su amante. Se acercó al interruptor de luz y la encendió. En la cama pudo ver al otro muchacho girando sobre su cuerpo y tapándose la cara con una de las almohadas. Peter se mordió el labio. Nunca se le había antojado tanto morderle el trasero, pero con la imagen que ese muchacho le estaba enseñando era imposible resistirse—. ¿Hola?
—“¿Dónde estabas?”, preguntó May, al otro lado de la línea.
—Estaba durmiendo, ¿qué sucede? —le dijo, sentándose de un salto sobre la cama y acariciando una de las piernas de su acompañante.
—“Probablemente llegue más tarde, ¿está bien? ¿Ya cenaste?
—¿Que si ya cené? ¡Pero si hasta comí el postre! —Peter le dio un rápido beso sobre uno de los muslos de su acompañante, quien le dio un golpe en la cabeza, pero sólo llegó a despeinarlo con las yemas de los dedos.
—“¿Estás solo o llamaste a algún amigo para que te acompañara?
—No, Harley me está cuidando —dijo el muchacho, mirando al aludido que estaba ya boca arriba, mirándolo y jugando con su cabello enrulado.
—“Bueno. Sólo llamaba para que no te preocuparas.
—De acuerdo. Que la pases bien, May. Te quiero.
—“Yo también te quiero. Envíale mis saludos a Harley y dale las gracias por ir y hacerte compañía.
—Le diré. Adiós —Peter cortó la llamada y lanzó el teléfono sobre la ropa regada a lo largo y a lo ancho de toda la habitación.
—¿Qué te dijo?
—Te agradece por estar cuidándome.
—Le hubieras dicho que es un placer.
Peter resintió el tono con el que Harley le había hablado. Se relamió los labios y se acercó a los suyos.
No era la persona que él esperaba pero Harley Keener sí que sabía satisfacerlo.


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