Título: Dame una noche más.
Fandom: Universo Cinematográfico de Marvel.
Pairing: Anthony Stark x Peter Parker, Anthony Stark x May Parker, Harley Keener x Peter Parker.
Formato: Multi-chaptered.
Género: AU, drama, smut.
Rating: NC-17.
Número de palabras: 2365.
Sinopsis: Dos relaciones.
Una de ellas recién empieza.
La otra, no tiene cimientos establecidos y es controlada por uno de los dos integrantes de la pareja.
Sin embargo, cuando se encuentren todo cambiará en la vida de estas cuatro personas, todo será culpa de la atracción y la pasión que se despierte en ellos, ocasionando que rompan todos los límites impuestos.
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Capítulo 01: Una nueva oportunidad.
El teléfono sonaba en casa de los Parker,
pero May estaba demasiado ocupada deshaciéndose de lo que hacía unos minutos
había sido una tarta rellena y que ahora distaba muchísimo de ser algo
comestible.
—¡Peter! ¿Podrías atender la llamada, por
favor? Estoy con las manos ocupadas aquí...
Un adolescente salió de su cuarto con el
cabello hecho un desastre y gafas.
—¿Qué trataste de cocinar esta vez? —le
preguntó, con una media sonrisa.
—Lo mejor será que ni preguntes —dijo la
aludida.
—¿Diga? —preguntó el muchacho a la
persona al otro lado.
—“Buenas tardes. Disculpe la insistencia.
¿Hablo con la casa de May Parker?”
—S... Sí. ¿Quién habla?
—“¡Qué suerte que pude encontrarla! Mi
nombre es Christine Everhart. ¿Se encuentra May?”
—Eh... Sí. Un momento, por favor.
—“Gracias.”
—¿May? —desde la cocina, la mujer lo miró—.
Una tal Christine Everhart quiere hablar contigo.
Al segundo de haber oído ese nombre, la
expresión de May parecía la de una persona que no tenía idea de quién la estaba
llamando, pero a medida que se acercaba al teléfono, pareció llegar a su mente
el rostro con el cual relacionar al nombre mencionado por su sobrino.
—Está bien, yo la atiendo —le dijo,
pidiéndole el tubo telefónico con un gesto de mano—. ¿Diga?
—“¿May?”
—La misma.
—“Tanto tiempo sin oír tu voz. Soy
Christine Everhart, ¿te acuerdas de mí?”
—Cuando Peter mencionó tu nombre me quedé
pensando quién eras, pero, por supuesto que me acuerdo de ti. ¿Cómo estás?
¡Tanto tiempo!
—“Muy bien. De hecho... Estuve pensando
en ti.”
—¿En serio?
—“Sí. Verás... Estoy invitada a la
exposición anual de tecnología y... puedo ir con un acompañante.”
—¿Y pensaste en mí?
—“Mi trabajo allí no tardará más de
treinta minutos, y tendremos caviar y champaña para ponernos al día, ¿qué te
parece la idea?”
—Mhh... No lo sé —dudó May, mirando a
Peter quien, desde la cocina, la miraba como si tratara de averiguar de qué
estaba hablando su tía con esa tal Christine—... Mi sobrino se quedaría solo
toda la noche, y...
Peter prácticamente corrió hacia May y le
quitó el teléfono de las manos.
—Irá —le respondió a la mujer al otro
lado de la línea.
—“Uhm... De acuerdo...”
—Llame dentro de dos horas para ponerse
de acuerdo con May en lo que la convenzo.
—“Está bien”, dijo Christine sin poder
evitar sonreír.
—¿Qué hiciste? —le preguntó su tía una
vez el muchacho cortó la llamada.
—Estoy seguro que esa mujer te invitó a
algún lugar y tú le dijiste que no, ¿o me equivoco?
—No, no te equivocas —respondió May,
negando con la cabeza y cruzada de brazos.
—Entonces, ¿por qué no vas y ya? May, ya
estoy bastante grande como para que te estés preocupando así por mí. ¿Cuántas
veces me he quedado solo en casa o he ido a dormir a casa de mis amigos? Estaré
bien —aclaró, en un susurro—. Para tu tranquilidad, si quieres, puedo ir a
dormir a lo de Ned o a lo de a alguien más, ¡no lo sé! Pero no desaproveches
esta oportunidad para despejarte un poco —la mujer se lo quedó mirando sin
omitir sonido—. ¿Qué?
—Por unos momentos, sentí como si yo
fuera la adolescente en esta casa...
Peter sonrió.
—Bueno, así parece.
La noche había llegado y May no podía
estar más nerviosa. Christine le había dicho que la esperara a una cuadra de la
sala de eventos, pero ella temía perder a su antigua compañera en la multitud.
La gente se atiborraba hasta dos cuadras a la redonda de mencionado lugar.
—¡May! —de repente, una rubia asomada
desde la ventanilla de un taxi llamó su atención. Ambas se sonrieron cuando
cruzaron miradas—. Ahora bajo —agregó. Tras pagar su viaje, Christine bajó del
automóvil en un vestido azul hasta la altura de los tobillos, entallado al
cuerpo. Como accesorios, llevaba un pequeño bolso de mano de color dorado y una
chalina de gasa del mismo color del vestido por si refrescaba. Su cabello
estaba atado sobre su cabeza. Cuando llegó al lado de May tomó su mano con
emoción y nostalgia, y la miró de arriba abajo sin ser capaz de pronunciar
palabra—. ¿Qué le hicieron a mi amiga? —soltó, emocionada.
—Por favor, no digas eso. Creo que este
vestido todavía tiene olor a viejo.
—¡Por supuesto que no! ¡Te queda divino!
Era imposible de creer para May que algo
le quedara de ese modo, teniendo en cuenta que hacía mucho tiempo que no salía
a ningún lado sola, mucho menos en compañía de una amiga, y mucho menos a una
fiesta como esa a la que iba a asistir.
La mujer en cuestión estaba vestida con
un vestido corto de color negro con un escote al frente en forma de corazón,
prácticamente el único que tenía. A diferencia de Christine, su cabello estaba
suelto con bucles formándose naturalmente sobre sus puntas.
–¿Te parece si vamos yendo? Me estoy
congelando...
—¿Quieres mi chalina? —le preguntó
Christine, agarrándola del brazo y empezando a caminar hacia el complejo
rápidamente.
—¿No vas a tener frio?
—Voy a entrar en calor corriendo de un
lado a otro —reconoció la rubia, revoleando los ojos.
—¿Es complicado el trabajo de reportera?
—Cuando el teléfono suena tienes que
estar lista para salir, pero me cansé de ser presentadora. ¿Tienes ideas las
estrías que me salieron por estar todo el tiempo sentada? No te aconsejo un
trabajo como ese.
May sonrió sinceramente. En los recuerdos
que tenía de Christine ella siempre estaba en la cima de todo, y si no
estuviera trabajando de reportera, bien podría haber ocupado un buen lugar en
el mundo de la moda. Se alegró de que la esencia de su antigua compañera no
hubiera cambiado en lo absoluto luego de su paso por el mundo del
entretenimiento.
Ambas mujeres entraron sin dar muchas más
vueltas al salón de eventos. May se quedó maravillada con el lugar. Luego de
subir unas escaleras color azul oscuro se encontraron con un mar de gente.
Muchos de ellos saludaron a Christine, quien presentó a May con sus antiguos y
futuros entrevistados.
—Toma asiento en la mesa 5. No me tardo
—le había dicho la rubia. May asintió y se dirigió a la mesa cerca de una de
las ventanas. El tumulto de gente era tal que no pudo evitar empujar
ligeramente a una persona a espaldas suyas y, debido a que habían pasado años
desde la última vez que había usado zapatos con taco, estuvo a punto de
trastabillar. Una mano masculina la sostuvo de uno de sus brazos, evitando que
cayera al suelo.
—Oye... Ten cuidado —le dijo el hombre
con una sonrisa. May se disculpó varias veces. ¿Sería posible que apenas
entrando a la reunión ya estuviera haciendo pasar vergüenza a su vieja amiga?
—Qué vergüenza —susurró May para sí
misma, mirando su reflejo en la ventana.
—Lo siento —la agitada voz de Christine
la volvió a tierra. Cuando May la miró, la mujer se sentó a su lado—. ¿Tarde
demasiado?
—No, no te preocupes. Después de todo
estabas trabajando.
Ambas habrán estado cerca de dos horas
hablando de todo lo que había pasado en sus vidas desde la última vez que se
vieron, hacía ya muchos años.
—Entonces, el muchacho que me atendió
cuando te llamé, ¿era tu sobrino, Peter?
—Así es.
—Eres una mujer increíble —se sinceró
Christine, apoyando luego una de sus manos sobre el dorso de la de May—.
Siempre lo dije, pero esto sólo me lo confirma.
La aludida no tenía palabras para lo que
la reportera le decía. Ella tampoco había cambiado en lo absoluto.
—Buenas noches, señoritas.
May volteó a la derecha para mirar al
hombre que les había hablado. Parecía un militar, podía decirlo por el
uniforme, pero no estaba segura del cargo ni de qué fuerza formaba parte.
—Coronel Rhodes —lo saludó Christine.
—Señorita Everhart —devolvió el saludo
James volviéndose luego a May—. Señorita...
—Parker. Señora Parker —se presentó May.
—Encantado de conocerla, señora Parker.
Lamento molestarlas, pero en la barra tengo un amigo que está esperando su
compañía desde que lo empujó.
May escondió su rostro entre las palmas
de sus manos. Christine río melodiosamente.
—¿Quién es ese señor? –preguntó la rubia.
—No lo sé. Estaba muerta de la vergüenza
—reconoció May.
—Está por allá. Tomando un martini.
James señaló a un hombre de cabello
azabache con unas pocas canas que parecían brillar entre todo ese cabello
oscuro. Sus comisuras se curaron hacia arriba formando unos simpáticos pliegues
cuando, a la lejanía, ambas mujeres lo vieron sonreír.
—Ah, no —dijo Christine—. No, no, no. Yo
lo conozco muy bien.
—Señorita Everhart, le juro que mi amigo
no tiene ninguna segunda intención —aclaró James.
—¿Acaso ustedes practican un guión antes
de venir? May, ni se te ocurra.
Aunque Christine parecía preocupada, al
mismo tiempo, no podía evitar divertirse con la situación. Y May estaba un poco
tomada al haber ingerido alcohol sin haber comido absolutamente nada antes.
—¿Por qué no? —preguntó May, poniéndose
de pie ayudándose al apoyar ambas palmas sobre la mesa.
—May, vas a arrepentirte de por vida por
lo que estás a punto de hacer.
May le sonrió y dirigió sus pasos a aquel
hombre que, bebiendo un martini, no le quitaba los ojos de encima.
—No seas mala con él —le dijo James a
Christine, sentándose en el lugar que May había dejado vacío—. Como te dije, no
tiene malas intenciones.
—Cuando un hombre está sufriendo por amor
puede hacer cosas estúpidas —reconoció la mujer.
—Vaya... Las malas noticias sí que vuelan
rápido.
—Que la CEO de Industrias Stark se mude a
la sede de Australia... es una noticia.
—Buenas noches —saludó el amigo de James
a May.
—Lamento lo sucedido más temprano —dijo
la mujer.
—¿Podríamos olvidar eso? Empecemos de
nuevo, ¿qué le parece?
—Creo que... está bien...
El hombre le extendió la mano derecha.
May la miró y luego levantó la vista para mirarlo a él.
—Tony Stark, encantado de conocerla,
señorita...
—Parker —dijo May, estrechando su mano—.
May Parker.
Anthony miró a May y frunció el ceño,
sonriendo de lado. Aquel leve contacto con la piel de la mujer despertó algo en
él. Algo que creyó muerto cuando Virginia le dijo las dos fatídicas palabras
que pusieron fin a una relación de casi ocho años.
—Un placer conocerla, señorita Parker.
—Señora Parker.
—¿Está casada?
—No, pero... Creo que hace rato que he
dejado ese rótulo de lado, señor Stark.
—No me gustaría decir que es un rótulo.
Puedes decirme Tony.
—Lo intentaré.
—¿Quiere un martini?
—No, creo que ya he bebido suficiente
alcohol por el día de hoy —reconoció la mujer negando con las manos.
—¿Se siente bien? —preguntó el hombre.
—Sí, es que no he comido nada —respondió
May, llevándose una mano al regazo.
—Si le parece... ¿Por qué no nos
escapamos de esta aburrida fiesta y la acompaño a cenar?
—Primero, no creo poder costear sus pretensiones.
Y segundo, estoy muy lejos de ser la clase de mujer que cree que soy.
Podría estar un poco ebria, pero May
Parker estaba lo suficientemente lúcida como para defenderse de un tipo como
él.
—Lo siento, pero no era mi intención
ofenderla. He terminado una relación hace poco, y créame que lo último que
quiero en estos momentos es involucrarme con una mujer.
—Yo... Ay, ¡qué vergüenza! No lo sabía.
—No se preocupe. Es algo que todavía no
sale a la luz.
May vislumbró un deje de nostalgia en su
mirada. Quien haya sido la mujer de la cual se había separado, definitivamente
había dejado un gran vacío en Anthony. Quizás por sentirse tan igual a él fue
que accedió a acompañarlo a cenar.
—Tengo que hacer una llamada antes —le
dijo.
—Claro. Por supuesto. Aquí la espero.
May llegó a los baños y marcó un número
en su teléfono.
—¿Dónde estará este chico?
Sobre la cama, un muchacho se despertó
culpa del sonido de un teléfono en algún lugar del cuarto.
–Peter. Oye, Peter —llamó al dueño del
aparato, somnoliento—. Está sonando el teléfono. Quizás sea tu tía.
A su lado, el aludido suspiró
sonoramente.
—¿Adónde está? —preguntó el aludido,
igual de dormido que él.
—Vas a tener que encender la luz
—respondió su acompañante, divertido.
—Rayos —tanteando en la oscuridad, Peter
se levantó, enrollando su cuerpo con la sábana pese a las quejas y risas de
parte de su amante. Se acercó al interruptor de luz y la encendió. En la cama
pudo ver al otro muchacho girando sobre su cuerpo y tapándose la cara con una
de las almohadas. Peter se mordió el labio. Nunca se le había antojado tanto
morderle el trasero, pero con la imagen que ese muchacho le estaba enseñando
era imposible resistirse—. ¿Hola?
—“¿Dónde estabas?”, preguntó May, al otro
lado de la línea.
—Estaba durmiendo, ¿qué sucede? —le dijo,
sentándose de un salto sobre la cama y acariciando una de las piernas de su
acompañante.
—“Probablemente llegue más tarde, ¿está
bien? ¿Ya cenaste?”
—¿Que si ya cené? ¡Pero si hasta comí el
postre! —Peter le dio un rápido beso sobre uno de los muslos de su acompañante,
quien le dio un golpe en la cabeza, pero sólo llegó a despeinarlo con las yemas
de los dedos.
—“¿Estás solo o llamaste a algún amigo
para que te acompañara?”
—No, Harley me está cuidando —dijo el
muchacho, mirando al aludido que estaba ya boca arriba, mirándolo y jugando con
su cabello enrulado.
—“Bueno. Sólo llamaba para que no te
preocuparas.”
—De acuerdo. Que la pases bien, May. Te
quiero.
—“Yo también te quiero. Envíale mis
saludos a Harley y dale las gracias por ir y hacerte compañía.”
—Le diré. Adiós —Peter cortó la llamada y
lanzó el teléfono sobre la ropa regada a lo largo y a lo ancho de toda la
habitación.
—¿Qué te dijo?
—Te agradece por estar cuidándome.
—Le hubieras dicho que es un placer.
Peter resintió el tono con el que Harley
le había hablado. Se relamió los labios y se acercó a los suyos.
No era la persona que él esperaba pero
Harley Keener sí que sabía satisfacerlo.
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