Ciaossu~!!
¿Adivinen quién no cumplió con su calendario? Sí, esta nena :)
La idea era dejarles esto hoy y una linda traducción para mañana, pero el día se me fue volando y tengo sueño xD y con sueño, traduzco feo y me estreso fácil. Así lo dejaré para el martes :)
Mientras, los dejo con esto :3
Sinopsis: Peter siempre tuvo curiosidad por la casa a la cual Anthony se muda. El destino hace que ambos crucen sus caminos hasta que cierta situación incómoda ocasiona que Peter se aleje de él, pero de alguna forma u otra, Anthony no dejará que el muchacho pase mucho tiempo sin él.
Acordate que también podés seguir esta historia en las siguientes plataformas: Amor::Yaoi, AO3, Livejournal & Wattpad :)
Please, Break Me; Please, Love Me.
¿Adivinen quién no cumplió con su calendario? Sí, esta nena :)
La idea era dejarles esto hoy y una linda traducción para mañana, pero el día se me fue volando y tengo sueño xD y con sueño, traduzco feo y me estreso fácil. Así lo dejaré para el martes :)
Mientras, los dejo con esto :3
Enjoy~ ♥
Título: Please, Break Me; Please, Love Me.
Fandom: Universo Cinematográfico de Marvel.
Pairing: Starker (Anthony Stark x Peter Parker).
Formato: Oneshot.
Pairing: Starker (Anthony Stark x Peter Parker).
Género: AU.
Rating: PG-13.
Número de palabras: 2860.
Sinopsis: Peter siempre tuvo curiosidad por la casa a la cual Anthony se muda. El destino hace que ambos crucen sus caminos hasta que cierta situación incómoda ocasiona que Peter se aleje de él, pero de alguna forma u otra, Anthony no dejará que el muchacho pase mucho tiempo sin él.
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Please, Break Me; Please, Love Me.
En cada pueblo existe esa casa antigua a la cual todos
los niños tienen prohibido incluso cruzar por el frente, y donde Peter vivía no
era la excepción. Sin embargo, desde que aquel lugar llamó su atención –es
decir, desde que tuvo uso de razón- siempre la vio y admiró a la lejanía.
Aunque parecía a punto de caerse a pedazos con la próxima tormenta, aquella
enorme casona siempre se las había arreglado para sobreponerse a todas y cada
una de ellas. Por esa razón es que pensaba que si alguna vez alguien la adquiría,
debería ser una persona igual o todavía más fuerte que esa casa.
Había vuelto a pensar en eso cuando despertó de un
sobresalto frente al pequeño arroyo en los terrenos más alejados de la casa. No
había ningún tipo de cerca que los delimitara del resto del territorio, por lo
que se había convertido en un espacio de recreación para los jóvenes del lugar,
sobre todo en verano. Sin embargo, Peter siempre se refugiaba en un sector más
alto del curso del agua, lugar desde el cual podía ver parte de la casa. Una de
las tantas tardes en que se dirigía allí a leer alguno de los libros que tomaba
prestado de la biblioteca del pueblo, un sonido cerca suyo lo despertó de
golpe. Cuando abrió los ojos no había rayo de sol que le impidiera ver con
claridad aun cuando el día estaba soleado. En cambio vio ramas de árboles que
tras ser levantadas en el aire se disponían a estrellarse sobre su cuerpo. Una.
Luego, dos. Tres veces. Dejó de contar cuando trató de cubrirse el rostro de
los múltiples golpes que estaba recibiendo. Su diafragma se contraía
abruptamente. No quería que nadie lo viera llorar. Ya suficiente problema tenía
con ser el único huérfano en el pueblo y con cargar con una maldición que
parecía que nunca lo dejaría.
—¿Esa es la forma en que tratan a sus vecinos?
Una voz que no parecía provenir de aquel grupo llamó la
atención de los presentes. Incluso la de Peter, quien descubrió su rostro
lentamente, con miedo, para ver a aquel desconocido.
—¿Y tú quién eres, viejo? —preguntó uno de los chicos del
grupo dirigiéndose al desconocido quien agarró el extremo contrario de la rama
que tenía en sus manos para romperla como si fuera una fina hoja de papel.
—Yo soy el nuevo dueño de estas tierras, y hasta que esté
dispuesto el cerco, espero no volver a verlos por aquí, muchachitos.
Su mirada fría, su forma de hablar, ocasionó algo en
aquel grupo que los hizo volver sobre sus pasos con rapidez. Peter trató de
hacer lo mismo, pero el costado derecho de su cuerpo le dolía sobremanera, por
lo que le costó un poco sentarse.
—Lo siento mucho, señor —le dijo al hombre que se acercó
a agarrar el libro que estaba leyendo para ver la portada.
—¿Por dónde vas?
—¿Eh?
—El libro.
—Apenas empecé el segundo capítulo.
—¿Y?
—Es algo aburrido.
—Te aseguro que a partir del quinto, no podrás parar
hasta llegar al final —le dijo el hombre, extendiéndole el objeto que el
muchacho agarró. Sus facciones eran duras, el vello facial lo decoraba y las
canas que apenas se asomaban eran como estrellas en medio de la noche. Su cabello
estaba perfectamente peinado hacia un costado. Había algo en su mirada. Algo
que pareció hipnotizarlo. Cuando curvó sus labios hacia arriba sintió que se
había quedado sin aire—. ¿Te encuentras bien?
—Creo que me golpearon duro esta vez —reconoció Peter,
sin despegar su mano izquierda del lado contrario de su cuerpo.
—Déjame ayudarte —le dijo el desconocido, arrodillándose
luego a su lado. El hombre pasó uno de sus brazos por detrás de la espalda de
Peter y lo ayudó a incorporarse—. Vamos a mi casa, allí podré tratar esas
heridas.
—Bienvenido al pueblo —dijo Peter, ocasionando su
sonrisa.
—Gracias, muchacho —agradeció al hombre, emprendiendo el
camino hacia la mansión—. ¿Cómo te llamas?
—Peter, señor.
—Encantado de conocerte, Peter. Mi nombre es Anthony.
—El placer es mío, señor —el muchacho no podía evitar
sentir un torbellino de sentimientos. Cada paso que daba lo acercaba más y más
a aquella casa que sólo había generado la más pura curiosidad en él. Junto con
Anthony ingresaron por la entrada principal frente a la cual se erigía una
majestuosa escalera con una alfombra carmesí sobre un mármol blanco con ribetes
grises al igual que el utilizado en el suelo. Su mirada recorría cada rincón de
la casa como si fuera la primera y la última vez que fuera a verla. Anthony,
quien lo miraba de reojo, sonreía por la inocencia del muchacho. Una inocencia
con la cual hacía mucho tiempo no se encontraba.
—Enseguida regreso —dijo el dueño del lugar antes de
ayudar a su invitado a acomodarse en el sillón dispuesto frente a la chimenea. Peter
asintió y se incorporó con un poco de dificultad para seguir observando aquel
lugar. Sobre la chimenea había un cuadro. Era Anthony, seguro, pero el material
parecía haber sido atacado por el paso del tiempo. Quizás no era él, quizás era
algún antepasado—. ¿Peter? —llamó el hombre su atención, sintiendo el aludido
una corriente eléctrica recorriendo cada poro de su piel.
—¿Sí?
—¿Qué haces levantado, muchacho? Vamos, vuelve a tu lugar
—generalmente Peter no accedería a que un desconocido lo viera medio desnudo,
pero era eso o que su tía empezara con sus típicos sermones cada vez que volvía
malherido a su casa porque, claro, lo que le sucedía siempre era culpa de Peter.
Tembló al sentir el contacto de la piel de Anthony sobre su cuerpo—. Lo siento —se
disculpó el hombre—. Mis manos están frías, ¿cierto?
—Sí…
—Todavía no me acostumbro al clima de este lugar. Si prefieres,
puedo acompañarte a ver a un médico de confianza, pero no me gustaría que
salieras de aquí si tienes algún órgano perforado.
—No creo que esa una buena forma de empezar en el pueblo.
Está bien. Estoy en sus manos.
Anthony sonrió.
—Déjame encender el fuego. Tampoco será agradable que
salgas de aquí con hipotermia.
Mientras Anthony se hacía cargo de las heridas sobre el
cuerpo y rostro de Peter, el muchacho se quedó inmóvil con la mirada fija sobre
las chispas que ocasionalmente escapaban del fuego. Ninguna de ellas pudo salir
de los confines de la chimenea, o se estrellaban en sus paredes o el aire se
encargaba de apagar su fuego interior.
—Soy una chispa…
—¿Qué? —preguntó Anthony quien no había llegado a oírlo.
—No puedo escapar de aquí —sus ojos avellana estaban
cargados de pena y súplica. Anthony llevó una de sus manos a sus cabellos. El suspiro
de placer que Peter lanzó pareció estremecer las paredes de toda la inmensa
mansión.
—¿Es por eso que lees?
—Sí. Siento que puedo ir donde sea cada vez que abro algún
libro. Puedo ser quien yo sea sin deberle o temerle a nadie.
—Ya veo.
—Pero cuando llegue a la última página de ese libro, será
el final.
—¿Por qué?
—Esto es un pueblo. Nadie viene o sale de aquí. Y si
salen, tenga por seguro que no regresan jamás. Por ese motivo, la cantidad de libros
aquí es algo limitada. Usted, ¿por qué vino a este lugar?
—Porque nadie viene a este pueblo.
—Qué irónico… Yo quiero irme de aquí, y usted quiere
venir.
—Quizás el destino nos puso en el camino del otro.
—¿Por qué lo dice?
—Sígueme —le pidió el hombre, levantándose. Volviendo a
ponerse su camisa, Peter siguió sus pasos hasta una biblioteca que se alzaba
por lo menos hasta tres pisos más arriba. El muchacho no podía salir de su
asombro.
—Usted tiene más libros que la biblioteca del pueblo.
¿Cómo hizo para llegar hasta allá arriba?
—No es nada que una buena escalera no pueda solucionar —reconoció
Anthony, golpeando con el puño la escalera que se extendía hasta el techo.
—¿Puedo…?
—Sé mi invitado.
Desde aquel día y todas las tardes, Peter frecuentó la
casa de Anthony. No sólo se divertía leyendo la vasta colección que el hombre
había dispuesto para él, además se deleitaba con las anécdotas y comentarios
que el hombre le daba de cada uno de los libros que él leía.
—Nunca conocí a alguien que supiera tales cosas, señor —reconoció
el muchacho admirando al dueño del lugar con ambas manos sobre su mentón.
Cuando quiso beber un poco de té, se dio cuenta que su taza estaba vacía—. Oh.
—¿Quieres más?
—Sí, lo siento —Anthony agarró la tetera y se dirigió a
la cocina. Peter lo siguió no mucho tiempo más tarde. Vio cómo dejaba caer una
sola gota de un líquido carmesí sobre el agua que estaba calentando—. ¿Eso es lo
que le da esa tonalidad tan brillante al té? —le preguntó, acercándose a él.
—Así es —le dijo Anthony volviéndose hacia él con un
pequeño frasco blanco con dibujos en relieve de un color dorado—. ¿Quieres
probarlo puro? Es algo fuerte la primera vez, pero luego te acostumbras al
sabor —Peter titubeó. Pero ya estaba siendo bastante rebelde al mentirle a su
tía respecto a su paradero. Tragó saliva y asintió frenéticamente. Anthony
abrió el frasco una vez más, posó su dedo índice donde antes estaba la tapa y
giró el frasco unos ciento ochenta grados tan sólo para colorear su dedo del
líquido bordó. Acto seguido, volvió a taparlo y se acercó todavía más a Peter
quien no había despegado la vista ni por un instante de las maniobras que el
mayor estaba realizando—. Abre la boca —le pidió. Peter separó sus labios y
dejó que Anthony posara su dedo índice sobre la punta de su lengua. Su mirada,
que antes estaba fija sobre el líquido carmesí ahora estaba posada sobre el
mayor, como si estuviera esperando su siguiente orden—. Cierra la boca —le
ordenó—. Ahora recorre mi dedo con tu lengua —era una sensación extraña, pero
al mismo tiempo le recordó a su niñez cuando succionaba su dedo pulgar hasta
quedarse dormido. Era algo familiar por ese motivo pero extraño porque no era
su propia piel la que estaba lamiendo. Su mirada se llenó de extrañamiento,
aquel sabor era algo que jamás había probado antes, algo oxidado pero
intensamente dulce hasta el punto de hacerlo gemir de placer. Fue en ese
instante que se dio cuenta que sus acciones estaban yendo más allá de lo
normal, había dejado de saborear aquel líquido exótico y ahora estaba
disfrutando la textura de la piel de Anthony.
—Lo siento —musitó el muchacho, antes de cubrirse los
labios, rojo de la vergüenza.
—Está bien. Te lo dije. Suele suceder.
—No, no lo entiende —sollozó Peter, su vista nublada por
las lágrimas agolpándose en sus ojos—. Lo siento. Realmente, lo siento.
Anthony se acercó a él y pasó un brazo entre el espacio
del cuerpo de Peter y la mesada para evitar que el muchacho escapara, con su
mano libre acercó el rostro de Peter al suyo. Instintivamente, él lentamente
terminó con su mentón apenas apoyado sobre su hombro. Anthony acarició la nuca
del muchacho con ternura. Varias veces, demostrándole que todo estaba bien, que
no había cometido ningún tipo de error. Casi de forma imperceptible, Anthony
fue acariciando el cuerpo de Peter hasta rozar su entrepierna, ocasionando que el
muchacho saltara al sentir aquel tacto extraño sobre su cuerpo.
—Shhh —susurró Anthony, colando su mano por dentro de los
pantalones de Peter, su erección húmeda por el calor del momento—. No hiciste
nada malo, Peter. Tú eres lo más bello que ha aparecido en mi vida en mucho
tiempo —susurró Anthony sobre una de sus orejas, besándola luego con ternura.
Los gemidos de Peter se mezclaron con el sonido del agua que sobrepasaba el
punto de hervor. Ya no se sentía como una chispa, ahora era el mismísimo fuego
que lejos de calmarlo, el roce ajeno sobre su cuerpo lo volvía cada vez más
parecido a aquel fuego que ni las más gruesas gotas de agua derramándose encima
podían extinguirlo. Sin embargo en cierto momento se espalda se encorvó, queriendo
acercarse todavía más a Anthony, si es que eso podía ser posible, su
respiración se entrecortó por unos segundos y agarrando con fuerza el brazo
derecho del hombre se sintió libre, una sensación todavía mayor que la que
experimentaba cada vez que leía. Anthony recorrió la frente del muchacho con su
otra mano, todos sus cabellos hasta dejar su palma abierta sobre su nuca y besó
su frente con ternura—. Bien hecho, Peter… Bien hecho…
El agua dejó de hervir. El fuego que lo estaba calentando
ya había sido apagado por el agua derramada.
Había pasado varias semanas desde aquel encuentro con
Anthony. Aunque no volvió a aparecerse por su casa seguía yendo al lugar usual
frente al arroyo gracias a una oportuna abertura en la cerca que Anthony había
mandado a construir. Sin embargo, gracias a aquel suceso puertas adentro, Peter
había descubierto nuevas formas de experimentar con su cuerpo. Cada tarde,
faltando a su cita sólo si la lluvia se lo impedía, con la vista fijada sobre
la ventana más alta de la mansión, Peter encontraba una nueva forma de
experimentar el placer que Anthony había despertado en él. ¿Podía ser capaz de
verlo a tal distancia? ¿Podía escuchar sus gemidos de placer aunque estuviera
lejos? ¿Llegaban a sus oídos el balbuceo de su nombre? No lo sabía, por más que
lo intentara, no tenía la valentía de tocar a su puerta y pedirle algo más.
¿Cómo reaccionaría Anthony? ¿Qué le diría exactamente? Lo rechazaría. Estaba
seguro. Un hombre como él, con su porte de hombre de mundo, lo humillaría. Y
por Dios, cómo lo excitaba cada palabra que podría llegar a decirle. Nunca había
deseado tanto que le sucediera algo así. Definitivamente, la llegada de aquel
hombre, había sido un antes y un después en su vida.
¿Se había quedado dormido? ¿Estaba despierto?
¿Soñaba?
Podía sentir que flotaba.
Podía sentir que flotaba hasta llegar más allá de las
nubes.
Una suave caricia sobre su frente lo obligó a abrir sus
ojos. Ahí estaba él. Anthony. Le sonrió. Y él también lo hizo.
—Te quedaste dormido —le dijo. Peter frunció el
entrecejo. Se restregó los ojos y, cuando se dio cuenta que estaba dentro de la
mansión, se sentó de un golpe, pero se llevó la mano a la cabeza, aferrándose
con la otra donde fuera que estuviera acostado—. Si te levantas de esa forma,
sólo conseguirás desmayarte —dijo el hombre, volviendo a acariciar sus cabellos
y acercándose a él para embriagarse con el perfume que se desprendía de ellos.
Cuando se alejó, Peter lo miró—. Te estuve esperando.
—¿Cómo cree que volvería después de lo que pasó? —susurró
el aludido desviando la mirada.
—Pensé que lo harías —Peter lo miró con el ceño fruncido—.
Peter, no es la primera ni la última vez que suceda algo así.
—Quiere decir que… ¿No fue esa la primera vez que tocó a
un chico?
—No me refería a eso —reconoció Anthony sorprendido por
las palabras del menor. El muchacho se dio cuenta de lo que había dicho y cerró
los ojos con fuerza.
—Lo siento mucho —le dijo, negando con la cabeza—. No fue
mi intención decir eso…
—¿Tienes miedo? —preguntó Anthony, posando su mano sobre
la del muchacho. Peter lo miró y luego dirigió su mirada al roce sobre el dorso
de su mano.
—Sí.
—No lo tengas. Te prometo que no te haré daño.
—Sé que no lo hará…
—Hay algo que debes saber… Si es que quieres que siga —Peter
lo miró—… Yo soy algo peculiar…
—Lo sé.
—¿Qué sabes, exactamente? —le preguntó Anthony acortando
lo más que pudo la distancia entre ambos, curioso por la seguridad en las
palabras de Peter.
—Desde el momento en que me dio a probar ese líquido, lo
supe. Tuve mis dudas, pero usted no podía despegar su mirada de mi cuello cada
vez que me sentaba cerca de la chimenea —Peter sentía cómo la sangre en su
cuerpo corría con velocidad inusual dentro de sus venas. Sintió cómo el agarre
que Anthony tenía sobre su mano se fortaleció. Su mirada se posó sobre la suya.
Nunca la había visto tan oscura como en ese instante, tan sediento de algo que
sólo él podía ofrecerle. Lentamente, sin despegar la mirada uno del otro, Peter
sintió cómo su cuerpo fue cayendo poco a poco sobre las sábanas—. ¿Va a
dolerme? —susurró, estremeciéndose por las frías sabanas alrededor suyo.
—Un poco —respondió Anthony—. ¿Seguirás amándome si te
lastimo?
—Está bien siempre y cuando sea usted quien me lastima —le
dijo el muchacho con una mirada cargada de lujuria y ansiedad. El aludido besó
su frente con ternura. Lo siguiente que sintió fue un dolor indescriptible que
repentinamente se convirtió en una sensación eléctrica que le recorrió todo el
cuerpo e hizo que sus uñas se clavaran en la carne del mayor—. Va a quebrarme —susurró.
—¿Quieres que me detenga?
—No. Por favor, quiébrame.
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