22 de septiembre de 2018

[Dame una noche más] Capítulo 05: No bebas… a menos que quieras arrepentirte cuando despiertes

Ciaossu~!!
Como estoy a full con el Kinktober (hay que aprovechar cuando Inspi-chan llega xD), en vez de publicar hoy Gods' Pet, publico el quinto de este :)
Enjoy~


Título: Dame una noche más.
Fandom: Universo Cinematográfico de Marvel. 
Pairing: Anthony Stark x Peter Parker, Anthony Stark x May Parker, Harley Keener x Peter Parker.
Formato: Multi-chaptered. 
Género: AU, drama, smut.
Rating: NC-17.
Número de palabras: 3551.
Sinopsis: El día finalmente llegó. Peter viaja con Anthony a Ámsterdam. Allí, no sólo será conocido por los empresarios más famosos del mundo sino que, por sobre todo, dará rienda suelta a su plan que, de surtir efecto, hará que Anthony se quede comiendo de la palma de su mano... preferiblemente, para siempre.


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Capítulo 05: No bebas… a menos que quieras arrepentirte cuando despiertes.

May se divertía viendo a Peter yendo y viniendo de la habitación al comedor mientras terminaba de guardar todo lo necesario para su viaje.
—Peter —le llamó la atención—. ¿Vas a llevar eso? —el aludido frunció el ceño, sin comprender a qué se refería. Al hacerlo, volvió una vez más sobre sus pasos y regresó con un cuadrado perfectamente envuelto en un papel de regalo, el más hermoso que encontró, uno blanco con detalles en una versión tornasolada del mismo color—. ¿Quieres que te ayude a envolverlo con tu ropa para que no se dañe en el viaje?
—Creo que mejor lo llevo conmigo —reconoció el muchacho, luego de un debate interno que duró unos pocos segundos.
—Como quieras, cariño —le dijo May, acariciando los cabellos del muchacho.

El increíble automóvil que lo había ido a buscar al departamento, el lujoso avión que lo esperaba en la pista de aterrizaje, el teléfono nuevo que Anthony le había comprado porque por supuesto que podía hacer gala de estar pasando los mejores días con Anthony Stark en la Exposición Internacional de Ciencia y Tecnología en Ámsterdam; Peter no cabía de la emoción. Sabía por experiencia de su tía que el chofer de Anthony era algo cascarrabias, pero él se las había arreglado para sacarle un par de sonrisas en el camino al aeropuerto. Pobre Happy –ese era su apodo-. Pero realmente necesitaba alguien para saber si seguía manteniendo el encanto o tendría que improvisar con Stark. El resultado con Happy fue postivo: no había necesidad alguna de recurrir a la improvisación. Faltaba poco y nada para tenerlo comiendo de la palma de su mano. Mirando a través de la ventanilla del vehículo se mordió el labio y sonrió. Diablos, si hasta tuvo que cubrir su enorme sonrisa con la mano para evitar que Happy le preguntara la causa. Así de emocionado estaba por pasar un par de días a solas con Anthony.
Salió de su ensimismamiento cuando el automóvil se detuvo. Bajó del mismo y sintió que sus piernas flaquearon durante unos segundos al verlo ahí, al verlo sonreír, y darse cuenta que esa brillante sonrisa estaba dirigida sólo a él.
—Al fin llegas —le dijo con el cuerpo apoyado sobre el barandal de la escalera que se erigía hasta la entrada del avión privado que gritaba el nombre de su dueño—. Ya me estaba yendo.
—Lo siento —dijo Peter, acercándose prácticamente corriendo a su lado—. Había mucho tráfico.
—No te preocupes. Era broma —reconoció el hombre, palmeando uno de sus hombros mientras se asomaba por sobre el otro para mirar al chofer—. ¿Estás bien, Happy?
—¡Ah! Lo olvidé —exclamó Peter—. Las maletas.
—Quédate aquí, que se gane su sueldo —bromeó Anthony, generando la sonrisa en el aludido que subía las escaleras del avión con una maleta en cada mano.
—¿Él va a venir con nosotros? —soltó Peter, haciéndose a un lado para que Happy cruzara la entrada.
—No. Vamos, dime la verdad. ¿Te molestó en el viaje? —le preguntó siguiendo junto a su acompañante el camino tomado por Happy.
—Claro que no. El señor Hogan fue muy amable.
—Te ganaste otro mes de vacaciones con goce de sueldo, Happy —le dijo Anthony al aludido quien asintió con la cabeza.
—¿Eso es todo? —le preguntó a Peter.
—Sí. Lamento haberlo hecho subir las maletas —reconoció el muchacho, algo apenado.
—Vamos, te acompaño a la salida —le dijo Anthony—. Peter, ponte cómodo y pídete algo para beber. Ya regreso.
El aludido asintió y buscó con la mirada el asiento donde había estado Anthony hasta ese momento. El avión era gigante sólo para dos personas. Había no más de diez asientos en total, perfectamente separados para que el viaje sea cómodo para todos.
—¿Señor? —la voz de una azafata llamó su atención—. ¿Necesita algo?
—Eh… Sí… El señor Stark…, ¿dónde se sienta? —la muchacha sonrió ante la ternura que le dio la pregunta de Peter.
—Justo frente a este —respondió en referencia al asiento sobre el cual él tenía una mano.
—Perfecto —dijo el muchacho, saltando sobre el asiento.
—¿Algo más?
—¿Podría traerme un refresco, por favor?
—¿Tiene alguna preferencia?
—Algo de naranja estaría bien.
—De acuerdo. Enseguida se lo traigo.
La muchacha volvió sobre sus pasos, riendo por lo bajo. Anthony la miró desde la entrada del avión, pero no dijo nada.
—Bien —le dijo a Happy—. ¿Cómo estuvo el viaje con el muchacho?
—Es gracioso, cierra la boca cuando no tiene nada que decir, y al parecer no comete imprudencias. No puedo darle más información después de sólo media hora de viaje.
—De acuerdo —dijo Anthony, mirando algo que se encontraba sobre uno de los escalones.
—Realmente no entiendo qué lo inquieta sobre ese chico.
Anthony levantó la vista y le sonrió.
—Justamente eso.
—¿Qué?
—Nada. Olvídalo. Bien, Happy —agregó palmeando la espalda del aludido.
—Que tenga un buen viaje, señor.
—Gracias.
Cuando ingresó al avión, las puertas se cerraron detrás de sus espaldas. Ya estaba hecho. Peter sería su acompañante, pero necesitaba la opinión de alguien ajeno a todo aquello, y ya la tenía. Se sentó frente a él. Estaba bebiendo jugo de naranja. Él le sonrió. Anthony lo imitó. Todas sus preocupaciones se disiparon. Ese muchacho era perfecto para él.

Peter se quedó mirando a Anthony alejarse con el muchacho que había llevado sus maletas desde el ascensor.
—No te preocupes. Yo estoy al lado —le dijo, mientras caminaba los pocos pasos que lo separaban de su habitación—. Cualquier cosa, llámame.
—Está bien —dijo Peter, entrando luego a su cuarto. Frunció el ceño. Estaba enojado. De acuerdo, ni en sus mejores fantasías había imaginado que compartiría una habitación con Anthony, pero al menos estaba al lado. Dejó sus maletas al lado de la puerta e inspeccionó la habitación. Era enorme. Podía caber un aproximado de cien personas, y eso sólo si la finalidad era ocupar el living. Llegó a su habitación. La cama era de un tamaño como para seis Peters y un par más en sentido contrario al cual se acostó. Miró el techo. ¿Qué podía hacer un muchacho como él en Ámsterdam? Sacó su teléfono del bolsillo de su pantalón e hizo lo que mejor podía hacer: una intensa búsqueda en internet. Los mejores lugares, algo turístico, algo que no estuviera tan lejos pero que le permitiera acercarse a su objetivo.
Sonrió.
Lo había encontrado.

Anthony oyó un par de golpes sobre la puerta, con el teléfono pegado a la oreja, llegó a la misma y la abrió. Le dirigió una sonrisa a Peter y le hizo una seña para que entrara. Él escuchó que hablaba en inglés con alguien, pero no le importaba.
—¿Sí? —Anthony llamó su atención. El muchacho se mostró sorprendido, pero luego reaccionó.
—Ah, sí. Quería pedirle… ehm… dinero —reconoció, apenado.
—Tienes razón. Lo olvidé por completo —dijo Anthony volviendo sobre sus pasos para agarrar la billetera que estaba sobre una pequeña mesa en el living. Al hacerlo, le extendió una tarjeta de un color azabache brillante. Peter la miró y luego al hombre—. Te la iba a dar en el avión, pero lo olvidé por completo.
—¿Es para mí?
—Sí. No sólo para que la uses aquí. Es para ti. Tiene tu nombre ahí, ¿no ves? —le dijo, sacudiendo el rectángulo de un lado a otro—. Anda, agárrala.
—Pero… Sólo necesito unos dólares…
—Peter… Considéralo un regalo, ¿quieres?
Los ojos del aludido parecieron despabilarse de un largo sueño.
—Regalo…
—Sí. Es un regalo. A propósito, ¿llamaste a tu tía?
—Espere un momento. Enseguida regreso —le pidió el muchacho, ignorando su pregunta y volviendo corriendo a su habitación. A los pocos minutos regresó con un cuadrado envuelto en un papel de regalo—. Para usted.
Anthony se sorprendió por su accionar. Sus mejillas rojas le causaron ternura. Le sonrió mientras sus manos tomaban ese regalo entre sus manos.
—¿Lo abro ahora?
—Por favor. Espero que no se haya roto en medio de esa turbulencia —dijo el muchacho, rascándose la nuca.
—No lo creo. A ver, veamos que tenemos aquí —Anthony se sentó en uno de los tres sillones en medio del living y miró a Peter para que le hiciera compañía. El muchacho lo imitó, pero se sentó un poco alejado de él. Tenía miedo que oyera su corazón latiendo con fuerza dentro de su pecho. Luego de romper el papel, Anthony se encontró con una prefecta réplica de la torre Stark rodeada de un grueso cristal que evitaba poder recorrerla no más allá que con la vista—. Hasta tiene luz…
—Se carga con luz solar y la intensidad de la luz no es fuerte así que no va a molestarle cuando esté durmiendo.
—Has pensado en todo, ¿eh, muchacho? —le dijo Anthony, dedicándole una sonrisa. Peter pareció perder el aliento por unos instantes, pero volvió a recuperarlo segundos más tarde.
—Puede quitarle eso —le dijo.
—¿Qué cosa?
—El vidrio fue sólo para protegerlo del viaje. Pero la base sí no debe sacarla a menos que quiera ver cómo es por dentro.
—No es necesario —reconoció el hombre, dejando la réplica sobre la mesa y sacándole el cristal. Esta vez, sí, comenzó a recorrer la pequeña torre con sus dedos—. Realmente… No sé qué decirte, Peter. Es perfecta.
El aludido no pudo evitar sonreír. Estaba feliz, sumamente feliz de que esa sonrisa le esté siendo dirigida solamente a él.
—Bueno —dijo el muchacho, frotando sus palmas contra sus rodillas—… Eso es todo.
—Peter —llamó Anthony su atención, extendiéndole luego la tarjeta—. Te olvidas esto —el aludido le sonrió y volvió sobre sus pasos para agarrarla, finalmente.
—No me dejará ir a menos que la acepte, ¿cierto?
Anthony le pareció estar oyendo algo entre lo que Peter decía. ¿Un mensaje codificado quizás? ¿De nuevo era su mente? Le sonrió.
—Por supuesto que no —le dijo—. Sería capaz de retenerte así tenga que hacerlo a la fuerza —Peter pareció retroceder ante su respuesta. Anthony volvió a sonreír. No había perdido el toque aunque fue inusual tener que usarlo en un chico como él—. ¿Peter? —el muchacho se volvió—. Vuelve para eso de las seis, ¿está bien? Hay una cena de negocios y me gustaría mucho contar con tu presencia.
—¡Por supuesto que sí!
¿Cuánto había tardado en responder? Le pareció que una eternidad. Las palabras que le había dicho parecieron tener el efecto de un paliativo en su mente. Las comisuras de los labios le dolían a causa de la enorme sonrisa que no pudo evitar mantener hasta salir del hotel.

Anthony le envió un mensaje avisándole que estaba esperándolo en el pasillo. Peter agarró su teléfono y estuvo a punto de salir corriendo, hasta recordar lo que había comprado. Se volvió, lo agarró y salió de la habitación.

El salón de fiestas era digno de la presencia de Anthony Stark. Peter no era demasiado bueno en el idioma inglés, pero podía sortear algún que otro tipo de preguntas respecto a mecánica avanzada y su opinión respecto a ella. Quienes lo oían perecían ante sus encantos aunque él no estuviera haciendo gala de ellos. A oídos de Anthony llegaban preguntas acerca de la procedencia de ese muchacho y hasta de un posible contrato laboral con, por lo menos, cinco empresas con prestigio mundial.
—¿Lo dice en serio? —le preguntó Peter, sentado junto a Anthony frente a la barra de bebidas.
—Te ganaste por lo menos a los cinco CEO más importantes del mundo, Peter —reconoció el aludido, entre risas y palmeando suavemente la espalda del muchacho.
—Vaya… Esa no era mi intención —dijo el aludido sorprendido, pero a la vez apenado.
—Y allá está el sujeto que quiero que esté en este negocio —mencionó el hombre mientras señalaba a un sujeto a la lejanía—. ¿Puedes llevarme el trago para allá?
—Seguro —Peter se quedó mirando la figura de Anthony alejándose hasta que la presencia del encargado de prepararles la bebida lo interrumpió.
—Su bebida.
—Muchas gracias —le dijo el muchacho, sacando dinero de su bolsillo para darle una propina—. Falta una, ¿no?
—Así es. Enseguida se la traigo.
—Gracias.
Cuando Peter se reunió con Anthony, él ya se estaba despidiendo de su futuro socio. El hombre le sonrió y bebió el contenido de la copa relamiéndose luego los labios.
—Muchas gracias.
—¿Llegué tarde?
—No, ya arreglé una cita con él para la semana que viene.
—Eso fue rápido.
—Se mostró muy interesado en mi propuesta. Y la réplica de la torre… me dio una idea increíble. Pero para eso te necesito a ti —Peter sintió que el calor se concentraba en sus mejillas. Aunque fuera por un negocio, pasar todavía más tiempo con ese hombre era algo que no podía dejar pasar. De repente, Anthony pareció trastabillar, pero Peter lo ayudó a que no cayera al suelo. Se llevó una mano a la cabeza—. Creo que me pasé un poco de tragos…
—¿Quiere que lo lleve a descansar? —Anthony vio la mirada preocupada del muchacho. Le sonrió—. ¿Cómo puedo negarme a esa mirada? —¿ese había sido él? Hasta Peter se sorprendió por sus palabras—. Por favor —le pidió.

La habitación de Anthony era exactamente igual a la suya, así que no se le dificultó llegar hasta el dormitorio donde el hombre literalmente se lanzó al colchón. Una vez allí, Peter lo ayudó a quitarse los zapatos. Anthony rió cuando su cuerpo fue levantado por el muchacho para poder quitarle el abrigo y el saco.
—¿Qué haces?
—Pues… No puede dormir así. La calefacción es agradable en este lugar —reconoció el muchacho quitándole la segunda manga del saco y ocasionando que, del tirón, el cuerpo de Anthony volviera a caer sobre el colchón seguido por Peter unos momentos más tarde.
—¿Qué haces?
—¿Puedo quedarme?
Ahí estaba. Esa ligera incomodidad una vez más entre ellos. Algo que funcionaba como una especie de velo que no le permitía ver qué estaba sucediendo realmente.
—Haz lo que quieras, muchacho —respondió el aludido en un suspiro. Los labios de Peter se curvaron hasta formar una sonrisa. Su cuerpo volvió a incorporarse y sus ojos comenzaron a curiosear por la habitación.
—¿Qué le parece un par de masajes? —Anthony levantó los hombros. Peter se sentó de cuclillas en el suelo y le quitó las medias que dejaron un camino de talco hasta caer al suelo. Sus pies estaban secos, blancos, radiantes al mismo tiempo. Sus manos fueron deshaciendo esa película que los cubría hasta volver a ver su color original. Varias veces pudo alcanzar a oír las risas de Anthony y sentir varios espasmos de su parte por estar tocando puntos demasiados sensibles para él.
Sus manos fueron subiendo por sus pantorrillas, sus piernas, tan lentamente que Anthony no pareció darse cuenta. Se dio cuenta que todavía estaba despierto al ver la sonrisa que decoraban su rostro de vez en cuando. Llegó a su entrepierna. Su cuerpo enteró se tensó. Su corazón latió casi a un ritmo anormal, pero no debía detenerse ahí. Debía seguir hasta que su plan estuviera consumado. Por esa misma razón sus manos siguieron su camino cuesta arriba, masajeando el torso de Anthony por sobre la camisa. Él lo estaba disfrutando tanto que no se percató que Peter estaba sentado entre sus piernas. Recuperó el sentido cuando sintió un cálido aliento sobre su rostro. Abrió lentamente los ojos pero su mirada no parecía poder enfocarse. Sus sentidos se descontrolaron al sentir los suaves labios de Peter sobre los suyos. Sus manos trataron de alejarlo, pero una de ellas llegó hasta su espalda baja y la otra se posó sobre una de sus rodillas.
—¿Qué haces? —susurró cuando aquel corto beso finalizó.
—Dijo que hiciera que lo quisiera.
—No me refería a esto —reconoció Anthony, jugando con un mechón de cabello de Peter.
—No sabe lo que voy a hacer.
—Puedo hacerme una idea —Peter volvió a sentarse en el piso no sin antes dejar un camino de besos y caricias sobre el cuerpo del hombre. Anthony se restregó los ojos con el dorso de su mano pero su mirada seguía desenfocada, y su fuerza parecía haberlo abandonado—. ¿Qué le pusiste a la bebida?
Peter se sonrió mientras se deshacía del cinturón del pantalón de Anthony y lamía parte del cuero del mismo.
—¿Se dio cuenta? No se preocupe. Tarde o temprano va a terminarse el efecto. Sólo espero que sea más tarde que temprano. Tony —su voz pareció el ronroneó de un felino cuando una de sus mejillas rozó la punta de la erección del hombre. Anthony recordó ese cono de helado que Peter había estado devorando con tanta vehemencia, fue con esa misma vehemencia que estaba tratando a su hombría. Primero la recorrió con su lengua de cabo a rabo, sus labios se posaron sobre la punta succionando de ella varias veces, luego su lengua pareció querer partirlo en dos, como había hecho con aquel cono no hacía mucho tiempo atrás. Sus manos no recuperaron sus fuerzas, pero al menos aquel chico fue lo suficiente dócil como para dejar que Anthony dirigiera los movimientos entre sus labios, tratando de llegar hasta lo más profundo, hasta sentir las uñas del muchacho clavándose con fuerza entre sus piernas.
¿Era un efecto secundario? ¿Agarrarlo del mentón y conducirlo a la cama era un efecto secundario? ¿Destrozarle la ropa sin importarle cómo regresaría a su habitación también lo era? ¿Disfrutar hacerle sexo oral también lo era? ¿Recorrer un espacio más íntimo con su lengua también lo era?
No podía negarlo.
Ya no podía negar el impulso de su cuerpo.
Los gemidos de ese muchacho, las risas que se escapaban de entre sus labios, la sensación de su piel resbalosa. Ya no iba a negarlo.
Ya no había vuelta atrás. Lo sabía. Eso también lo sabía.
Pero también sabía que deseaba tenerlo como lo tenía. No había querido reconocerlo hasta ese momento, pero había querido tenerlo así desde que su mirada se posó sobre la suya aquella noche en que se conocieron. Desde ese momento, su parte más oculta sabía que ese sería el fin. El fin y su perdición.

Se despertó para ir al baño. Se topó con ropa tirada en el suelo. Le dolía la cabeza.
Mirando hacia el suelo vio una pequeña bolsa sobresaliendo del bolsillo del saco de Peter. Lo sacó con el pie. Dirigió su vista al cuerpo que aún permanecía dormido sobre la cama. Se sonrió. Dirigió sus pasos hacia el baño, pero el sonido de su teléfono se lo impidió. Suspiró al ver quién lo estaba llamando. Se sentó en la cama y atendió la llamada.
—¿Diga?
—“Hola. Soy yo. No es muy temprano, ¿no?”, preguntó una mujer al otro lado de la línea.
—No. Yo recién me levanto, pero no es temprano.
—“¿Cómo la están pasando?
Anthony dirigió una rápida mirada a su derecha. Un par de ojos curiosos lo observaban.
—Bien.
—“Me alegra oír eso. ¿Pasas tiempo con Peter?
Anthony cerró los ojos con fuerza al sentir cómo un par de brazos lo obligaban a permanecer ahí sentado y unos suaves labios se posaban con dulzura sobre su cuerpo.
—Sí…
—“Espero que se diviertan mucho. Lamento mucho no haber podido acompañarlos.
—No te preocupes. La estamos pasando de maravilla —reconoció el hombre, acariciando los cabellos del muchacho, sin mirarlo.
—“Supongo que debes tener miles de cosas qué hacer. Te dejo. Mándale mis saludos a Peter, ¿de acuerdo?
—Se los daré.
—“Tony…
—Dime.
—“Te amo.
—Yo también —dijo el aludido luego de lo que pareció una eternidad.
—Buen día —le dijo Peter, una vez la llamada había finalizado.
—Buen día —repitió Anthony, zafándose de su agarre y levantándose de la cama para dirigirse al baño. Sacó una aspirina del botiquín y luego de tomarla se enjuagó el rostro con agua. Se miró al espejo. ¿Cómo había podido ser capaz de hacer lo que hizo? ¿No había dejado ya de comportarse como un animal sin sentimientos? ¿Y si quizás Virginia había notado que nunca iba a dejar de ser lo que era y por eso había decidido dejarlo? Suspiró. Quizás ese era su destino. Lastimar todo lo que quería. Era irónico. Podía construir un arma que fuera imperceptible para el enemigo, pero cuando se trataba de sentimientos, sólo los destruía hasta hacerlos polvo. Al regresar a la habitación, encontró a Peter cortando una llamada telefónica—. ¿A quién llamaste?
—Servicio al cuarto —Anthony se lo quedó mirando pero no dijo nada. Le dio la espalda y sacó ropa del armario—. ¿No vas a desayunar?
Algo en la voz del muchacho hizo que se estremeciera. Cerró los ojos con fuerza y suspiró, quitándose esa sensación.
—No. Tengo cosas que hacer. Pero puedes quedarte desayunando aquí si quieres.
—Está bien —dijo Peter viendo cómo Anthony se encerraba en el cuarto de baño. Sentado en la cama, el muchacho se acurrucó en el lugar que el hombre había ocupado. La almohada todavía olía a él. Hundió su nariz en ella e inspiró para que ese aroma quedara impregnado en sus pulmones. Su mirada se posó sobre la réplica de la torre Stark que descansaba sobre una de las dos mesas de noche a uno de los extremos de la cama. Se estiró para tomarla entre sus manos y besarla con ternura—. Gracias.

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