13 de octubre de 2019

[Waves of Tension] Capítulo 01: Little Boy

Ciaossu~!!
Pensé que había publicado esto acá, pero se ve que no, así que tengo que escribir todo de nuevo ;A;
Ok, ¿por dónde empiezo? Por la historia en sí. No sé cómo ni por qué, pero se me ocurrió un What if...? donde Dean y Sam no sean hermanos y no haya monstruos qué cazar. Además de líos familiares que cada uno carga encima y, para colmo, que se enamoren (¿por qué para colmo? Ya van a enterarse).
Haciéndome la súper escritora profesional cometí el error de haberla inscripto en los Wattys de la W naranja fea, por ese motivo tuve que borrarla de AO3, donde la había publicado al mismo tiempo (¡ah! es que para concursar, la historia tiene que estar publicada sólo en esa plataforma). Pero, como el concurso terminó y no pasó naranja (xD), voy a ir publicándola en todas las otras plataformas que tengo :3
Espero que les guste~
Enjoy~ ♥


Título: Waves of Tension.
Fandom: Supernatural.
Pairing: Dean Winchester/Sam Campbell.
Formato: Longfic.
Género: AU, drama, lemon, romance.
Rating: PG-13 (pero van a haber capítulos NC-17).
Número de palabras: 1426.
Sinopsis: Ninguno de los dos pensó que ese día, aquel encuentro los marcaría para siempre.
Ninguno de los dos pensó que aún con el paso del tiempo, el corazón siempre ganaría la partida contra la razón.
Notas: Cada capítulo va a ser alusión a alguna canción random que haya estado escuchando. La de este episodio es el título de una de Courtney Barns (Waves of tension es parte de la letra de una canción que vaya a saber cuál es xD).

Acordate que también podés seguir esta historia en las siguientes plataformas: Amor::Yaoi, AO3, Livejournal & Wattpad :)


------------------------------------

Capítulo 01: Little boy.

El vehículo color azul se detuvo frente a la escuela. Kelly se quitó el cinturón de seguridad para girar sobre su torso, mirar a sus acompañantes que estaban en el asiento trasero, y sonreírles. Estaba orgullosa de ambos. Y aunque los estaba llevando a clase, ya estaba ansiosa por el regreso a su hogar, con ambos comentándole cómo les había ido.
Sobre todo uno de ellos, sobre todo Sam.
—Sam, ¿todo bien? —el aludido la miró y asintió levemente—. Cualquier inconveniente le dices a Jack, ¿de acuerdo?
—Sí, tía —respondió el muchacho, acomodando inconscientemente la tira de su bolso.
—Bueno, chicos. Vayan. Que tengan un buen día —finalizó la mujer con un exagerado movimiento de manos y brazos.
Jack y Sam bajaron del vehículo y se despidieron de Kelly con sus brazos en alto.
—¿Estás listo? —le preguntó Jack.
—No tengo otra opción, ¿o sí? —repreguntó el aludido con una media sonrisa.
—La verdad que no.
Ambos muchachos entraron a la secundaria y recorrieron los pasillos atestados de estudiantes como ellos, algunos un poco más grandes, otros un poco más chicos, pero como ellos al fin. O al menos como Jack. Lo normal en el mundo era que los padres se separaran, que decidieran tener otra familia, no lo era haber perdido a ambos a corta edad y terminar viviendo con una abuela. No es que Sam tuviera alguna queja de la crianza recibida, pero su abuela pocas veces podía con esa dualidad entre ser su madre o ser su abuela, y era la segunda la que terminaba ganando siempre la partida. Y así fue hasta el día de su muerte, un par de semanas atrás, en las que vivió en un hogar transitorio hasta que, gracias al cielo y con trámites de tutoría empezados un tiempo atrás, la burocracia les dio el visto bueno a sus tíos para que fueran sus tutores hasta que cumpliera la mayoría de edad.
—¿Y Claire? —le preguntó Sam a Jack, en referencia a su prima.
—Se quedó a dormir en lo de su novia. Dijo que vendría corriendo a casa para verte… pero algo me dice que no la veremos hasta la hora del almuerzo.
Sam sonrió. Se sentía abrumado por la atención que estaba recibiendo. Jack lo acompañó hasta su salón, le explicó dónde estaba el suyo, y se fue. Sosteniendo con fuerza la tira de su bolso Sam se armó de coraje y entró. Había un par de asientos vacíos, un par de ojos curiosos por su presencia, pero lejos de hacerles caso, y sobre todo, tener algún tipo de contacto visual, se sentó en uno de los que estaba al fondo. El bullicio a su alrededor empezó a hacerse molesto, pero, de nuevo, Sam hizo caso omiso. Sacó las cosas de su bolso y esperó por la llegada del profesor.
—Oye —Sam levantó la mirada ante el sonido de una voz que aparentemente se estaba dirigiendo a él. Pertenecía a un muchacho de ojos verdes, sus facciones marcadas, su voz claramente había cambiado y ya podía ser catalogado como un adolescente. Un océano de pecas formaba una línea recta por sobre sus mejillas y le llegaban de oreja a oreja. Su cabello destellaba reflejos dorados visibles sólo bajo el rayo del sol—. Estás en mi asiento —añadió el desconocido con la mirada clavada sobre Sam que, instintivamente, como sucedía cada vez que se ponía nervioso, comenzó a tartamudear.
—Lo- Lo siento- Lo siento mucho —se disculpó, tratando de guardar sus cosas lo más rápido posible.
—Tranquilo. Era broma —Sam volvió a mirarlo. Esta vez, estaba sonriéndole—. Puedo sentarme en otro lado —agregó, palmeando su espalda suavemente.
Sam quiso agradecerle, volver a pedirle disculpas, pero su mente se entorpeció cuando sintió el roce de un contacto ajeno sobre su cuerpo, además, el profesor había ingresado al salón y dio comienzo a la clase del día.
De a uno, todos los apellidos empezaron a ser grabados por Sam. Apellidos que vinculaba a las pocas caras que podía ver desde aquella perspectiva donde él podía verlos a todos, pero nadie podía verlo a él.
—Win-
—Winchester. Aquí.
—¿Te cambiaste de asiento? —preguntó el profesor que al ver hacia el asiento donde estaba sentado Sam encontró que el dueño del apellido que estaba mencionando no estaba ahí.
—Más bien, me obligaron —dijo el aludido, girándose hacia Sam para sonreírle pícaramente.
—Veo que tenemos un rostro nuevo. Me comentaron algo al respecto, señor…
—Cam- Campbell… Samuel Campbell —tartamudeó Sam ante la mirada de sus compañeros, alzando la voz al mencionar su nombre completo.
—Bien, Samuel-
—Sam. Sam está bien.
—De acuerdo, Sam. Entonces, voy a anotar tu nombre aquí, pero en el receso ve con la secretaria para que haga una nueva lista, ¿de acuerdo?
—Sí, profesor. 

***

Sam se sentó en las gradas durante el almuerzo. Había ido por Jack, pero al encontrarlo rodeado de sus compañeros, prefirió no molestarlo. Sacó un paquete con galletas de avena hechas por su abuela (ella tenía un ingrediente secreto con las que duraban un mes) y se llevó una a la boca mientras veía a las porristas del equipo de futbol americano practicando una coreografía.
—¿Disfrutando del panorama?  —la segunda voz desconocida del día lo hizo girar la cabeza. La persona que le había hablado parecía una diosa griega en potencia. A causa del sol que le impedía verle el rostro, sólo vio sus labios curvándose hacia arriba antes de lanzarse encima suyo y abrazarlo con ternura—. ¡¿Y es que no vas a darle un abrazo a tu prima favorita, condenado niño del demonio?!
—¡Espera, Claire! ¡Las galletas!
Claire aflojó el abrazo sobre Sam y se sentó a su lado.
—No sé cómo puedes comer esas cosas. ¿No prefieres unas papitas? —le preguntó la muchacha con una visible expresión de desagrado ante lo que Sam estaba comiendo.
—No, gracias.
—¿Lista para la práctica? —detrás de Claire, apareció una morena de cabello rizado atado en dos trenzas que rodeaban sus finas facciones.
—Ya voy. Los presento —dijo la rubia, poniéndose de pie—. Él es mi primo, Sam. ¿Recuerdas que te hablé de él?
—Sí —respondió la muchacha con una sonrisa.
—Sam, ella es mi novia, Kaia.
—Encantado —Sam sonrió cuando Claire tomó la mano de Kaia. Presentación hecha, ambas muchachas bajaron las gradas para unirse al grupo que ya estaba practicando.
—¿Novak? Eso sí que es tener influencias, Sammy.
Sam sintió los cabellos de su nuca erizarse al oír ese apodo. Se giró rápidamente para ver al muchacho a quien le había quitado el asiento en su primer día de clase sentándose a su lado.
—Es mi prima.
El aludido lo miró sorprendido.
—No sabía que Jack y ella tuvieran un primo. Bien por ti. ¿Puedo hacerte compañía?
—Seguro —dijo Sam. Él oía que a su lado, ese sujeto abría un paquete de papitas. Su olfato y su oído no le mentían. Inmóvil hasta varios minutos más tarde, Sam agarró una galleta y se la extendió—. ¿Quieres una? —le preguntó, sin siquiera mirarlo. El aludido lo miró a él, y luego a la galleta.  
—Seguro —accedió el muchacho, tomando la galleta y examinándola con la mirada y luego con el olfato antes de llevársela a la boca. Con la otra mano sacó una papita de su paquete y se la dio a Sam. Él la agarró y la guardó junto con sus galletas—. ¿No la vas a comer?
—La guardaré para más tarde —respondió el aludido sin mantener contacto visual con él.
—Me llamo Dean.
—Sam.
—Lo sé —dijo el aludido con una sonrisa en el rostro—. Encantado de conocerte, Sam.
El aludido vio de reojo que Dean le estaba extendiendo su mano. Sosteniendo sus cosas para que no se cayeran al suelo, Sam las abrazó para llegar a estrechar la mano de Dean y, finalmente, mirarlo a los ojos. Cuando lo hizo, él le sonrió. 

***

El timbre de finalización de clases sonó y todos los estudiantes fueron dirigiéndose a sus casas, vehículos de sus padres que ya lo estaban esperando o a sus propios vehículos si tenían edad suficiente para manejarlos. Este no era el caso de Sam y sus primos que estaban de pie frente a un banco con Sam sentado en él frente a las puertas del establecimiento. Dean se acercó a ellos y palmeó la espalda de Jack para llamar su atención.
—¿Quieren que los alcance a casa? —les dijo.
—Estamos esperando a mi mamá —respondió Jack.
—¿Seguros? Su casa queda en el camino a la mía.
—No te preocupes. Jack me dijo que mamá estaba súper emocionada por la llegada de Sam, así que, no creo que tarde mucho en llegar —reconoció Claire.
—Ustedes se lo pierden —dijo Dean, jugando con un manojo de llaves—. Nos vemos mañana.
El trío saludó a Dean con sus manos en alto en el instante en que sonó la bocina del vehículo de Kelly. Cuando bajaron del vehículo, tras llegar a su destino, oyeron otra bocina proveniente de un vehículo que pasaba por su calle. Cuando voltearon, vieron un Mustang negro de la década del 60. Desde el asiento del conductor, Dean los saludó con la mano en alto y una gran sonrisa.
—¿Dean Winchester nos habló y ahora le toca bocina a este grupo de seres inferiores? ¿Qué está pasando? —bromeó Claire, entrando a la casa con el resto de su familia.
—No entiendo qué le ven de espectacular a Dean —declaró Sam, ocasionando que sus primos lo miraran sorprendidos.
—Donde mires, está Dean —reconoció Jack, dejando su mochila sobre una de las sillas de la cocina.
—Si por él fuera, estaría anotado en todos los clubes de la escuela, pero no hay tiempo en el mundo para estar en todos —agregó Claire, sacando su teléfono de la mochila—. Así que está un tiempo en uno, un tiempo en otro…
—De acuerdo. Se acopla rápidamente a cualquier club, pero, ¿por qué no elegir uno? —la pregunta de Sam hizo que Claire y Jack se miraran.
—Estuve demasiado tiempo pensando en la clase de Química, Sam. No me hagas hacerlo ahora también —dijo Jack, lanzándose sobre el sofá.
Sam le sonrió a modo de respuesta.
—Claire, ¿me ayudas a cocinar? —preguntó Kelly.
—Seguro.
—Tía, mejor voy a descansar un rato —la aludida miró a Sam—. Estuve tan nervioso anoche que apenas pude pegar un ojo.
—De acuerdo, cariño. Que descanses.
Sam subió a la habitación que empezó a compartir con Jack y se acostó en la parte de debajo de la litera. Con ambas manos sobre su regazo y los ojos más que abiertos se quedó pensando qué era lo que hacía a Dean tan distinto de los demás estudiantes de su escuela.

***

El Mustang se detuvo frente al amplio jardín de una casa algo descuidada. No era que Dean no tuviera tiempo para hacerse cargo de las tareas del hogar sino que no se lo hacía. No quería estar en ese lugar, y esperaba estar solo cuando cruzara la puerta de entrada, pero cuando puso un pie sobre el porche, oyó el sonido de algo estrellándose contra el suelo. Cerró los ojos con fuerza y suspiró con pesadez. Cuando se decidió a abrir la puerta, encontró a su padre arrodillado en el suelo, tratando de juntar los trozos de vidrio de la botella que se había roto. Lanzó la mochila sobre uno de los sillones pequeños en torno al televisor y se apresuró a ayudar a su padre.
—Espera —le dijo, el hombre que recién había reparado en su presencia levantó la cabeza con lentitud y le dedicó una débil sonrisa—. Yo levanto eso —agregó Dean, ayudando a su padre a incorporarse y volver a tomar asiento. Una vez lo dejó allí, fue hasta la cocina a agarrar una escoba y una pequeña pala para juntar los trozos de vidrio—. No fuiste a lo de Bobby —le dijo, pero su padre pareció no oírlo—. No fuiste a lo de Bobby —reiteró cuando volvió a su lado. Recibió un resoplo a modo de respuesta. Dean juntó los trozos de botella, haciéndose una pequeña herida en uno de sus dedos en el proceso. No le había dolido. Era como si ya no hubiera nada en el mundo capaz de lastimarlo.
—¿Dean? —la voz de su padre lo volvió a tierra. Por algún motivo, el color rojizo de su sangre se había vuelto algo tan necesario de ver. Ver esa fina línea carmesí corriendo por su piel era lo que le daba la certeza de estar vivo.
—¿Sí? —Dean levantó la cabeza. La mirada de su viejo parecía cansada.
—Bobby dijo que fueras al taller cuando volvieras de la escuela.
—Está bien, papá. Termino de juntar esto y voy para allá. 

***

Dean agarró un trozo de trapo viejo, lo enrolló en su dedo y se dirigió al taller de Robert. Agradeció que quedara cerca de su casa, salir tan sólo con una remera y unos jeans rotos no había sido una buena opción después de todo.
Cuando ingresó al taller, encontró a un par de sus empleados trabajando en un vehículo. Dean los saludó con una sonrisa, pero ellos se limitaron a mirarlo y a retomar la charla que habían estado manteniendo. El dueño del lugar estaba terminando una llamada telefónica cuando reparó en la presencia de Dean, a quien le hizo una seña para que se acercara a él.
—Veo que papá no vino hoy tampoco —le dijo el muchacho. El socio de su padre le sonrió.
—Toma —le dijo Robert entregándole un sobre.
—Bobby. No.
—Vamos, muchacho —le dijo el adulto, agarrando las manos de Dean y poniendo el sobre entre ellas—. Es el adelanto de un trabajo.
—Que mi papá no va a hacer —agregó Dean, ocasionando que su oyente suspirara.
—Tu viejo se va a poner bien. Dale tiempo.
—¿Seguro? —preguntó el muchacho, sentándose sobre la mesa que estaba entre ambos—. Porque cada día me parece verlo peor.
—¿Tan mal está? —Dean se hincó de hombros—. Eso —agregó el adulto mientras señalaba su herida.
—¿Esto? A papá se le cayó una botella y me corté —la inquisidora mirada de Robert hizo que sonriera—. Bobby, en serio. No creo ser del tipo que se queda quieto cuando le pegan —suspiró luego Dean moviendo sus piernas y volviendo su mirada a los empleados que, al darse cuenta, desviaron sus miradas—. Oye, tengo una idea. ¿Por qué no me hago cargo yo del taller? No tengo la habilidad de papá, pero puedo ayudar y ganarme un sueldo por ello.
—¿Estás seguro?
—Bueno… Si él no es el hombre de la casa, alguien tiene que serlo, ¿no lo crees? Además… Espero que eso motive a papá a salir de casa —reconoció Dean en un susurro que, sin embargo, llegó a oídos de Robert quien le palmeó la espalda.
—¿Quieres quedarte a cenar?
—No. No. Sólo vine porque papá me lo pidió. Todavía tengo que hacer los deberes.
—De acuerdo. Ve, hijo, ve —Robert volvió a palmearle la espalda a Dean.
Regresó a su casa a trote lento. Daba la impresión que esa noche iba a hacer bastante frío.

No hay comentarios:

Publicar un comentario