14 de enero de 2022

[Oneshot] Let’s Go to a Place Where the Adults Have Fun (Utsuki Chikage/Izumida Azami)

Ciaossu~!!
No sé si lo aclaré en los oneshots anteriores (igual, solo el BanYuki y el ItaMuku están relacionados) pero esta serie de tres historias nacieron por el evento que terminó hace nada: Veludo SHOE STORE :D
De hecho, hasta que terminé de chusmear la historia del evento, este oneshot iba a ser un SaAza... SAza... SakyoAza... como sea xD pero vi que estaba Chikage, así que, Chikage :D

Enjoy~ ♥

Título: Let’s Go to a Place Where the Adults Have Fun
Fandom: A3! Act! Addict! Actors 
Serie: Cuando los scouts/tryouts no me colaboran.
Pairing: ChikAza (Utsuki Chikage/Izumida Azami).
Formato: Oneshot.
Género: AU, smut.
Rating: NC-17.
Número de palabras: 2377.
Sinopsis: En su día libre, Chikage no tiene mejor idea que llevar a Azami a un sex shop. Una vez adentro, el muchacho no va a tener otra opción más que soportar lo que su pareja quiera hacerle.
Pedido de la A3! Rare Pairs Week 2021.
Consigna: Chikage and Azami at a sex shop. 
Disclaimer: Los personajes aquí presentes son de la autoría de Liber Entertainment.
Todo esto para decir que sencillamente estos personajes y el universo donde se desarrollan sus vivencias no me pertenecen.
En cambio, la historia, sí.
« ADVERTENCIA: LAS ACCIONES Y ACTITUDES DE LOS PERSONAJES PRESENTADOS A CONTINUACIÓN PROBABLEMENTE NO SE CORRESPONDAN CON SUS CONTRAPARTES DEL JUEGO »
*No se admiten adaptaciones y mucho menos, PLAGIOS.
*Que tengas una feliz lectura.

Acordate que también podés seguir esta historia en las siguientes plataformas: Amor::Yaoi, AO3 & Livejournal :)
En caso de empezar a publicar en alguna otra, se avisará acá. Pero, en caso de que encuentren este fanfic en otra plataforma y no haya sido informado, por favor avísenme en los comentarios o en las redes sociales que pueden encontrar en las notas finales ya que fueron publicados sin mi consentimiento.


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Let’s Go to a Place Where the Adults Have Fun. 

Chikage sonrió al ver la expresión de estupor en el rostro de su joven novio.

—¿Qué mierda este lugar?

—¡Oh, Utsuki-san! —Una muchacha se acercó a los recién llegados. Al oír la manera en que se dirigió a su pareja, el muchacho miró al hombre que estaba a su lado—. Siempre es un placer tenerlo por aquí.

—Muchas gracias, Tae-kun. Solo queremos ver qué hay de nuevo.

—Por supuesto. Si necesitan algo, estaré en el frente.

La joven de un estridente cabello rosado que contrastaba con los colores de su maquillaje y vestimenta se dirigió al mostrador. Azami le dio la espalda a Chikage una vez la perdió de vista quedando frente a un particular tipo de consolador.

—¡Azami-kun! ¡No pensé que te gustaban esas cosas! —El aludido estaba a punto de enfrentarlo, pero Chikage pegó su cuerpo al suyo y lo acercó un poco más al exhibidor para agarrar la caja que estaba justo frente a sus ojos—. Si quieres puedo regalarte uno para cuando cumplas la mayoría de edad…

Azami sintió que la piel de su rostro ardía al ver lo que Chikage tenía en la mano: un consolador con la forma del pene de un elefante. No era una metáfora para expresar el tamaño descomunal que tenía, era literal.

—Saca eso de mi cara, maldito pervertido.

—Disculpa. Pensé mal. —La caja volvió a su lugar y Azami sintió los largos dedos de su tutor haciendo a un lado su cabello castaño para despejar su cuello. El joven se alejó cuando sintió que se estremecía—. Dijiste que querías conocer los lugares que frecuenta un adulto. Aquí estamos.

—No todos los adultos vienen aquí…  

—¿Quieres que le preguntemos a Tae-kun cuántas personas vienen a diario?

—No. No me interesa.

—Acompáñame. —Azami frunció el entrecejo cuando Chikage apoyó la mano sobre uno de sus hombros—. Después vamos donde tú decidas.

—Está bien. Qué molesto eres…

—Escoge una película.

—¿Qué? —Al mirar a su alrededor, Azami se encontró rodeado de películas eróticas—. ¡No veré una de estas ni en un millón de años!

—Entonces, yo agarraré una.

Sin detenerse a leer los títulos, Chikage agarró una de las cajas y siguió caminando seguido por Azami. Una cortina de gamuza de un color bordó los separaba de una habitación con artículos que espantaron al más joven.

—¿Qué haremos aquí?

—Siéntate.

Había sillones, sillas y sofás de colores estridentes y formas extrañas. Azami dio vueltas en círculos hasta que Chikage le extendió su mano para ayudarlo a sentarse en una de ellas. Él se acercó a reproducir la película que había elegido y se sentó en el suelo. Aunque estuviera unos centímetros lejos suyo, Azami podía sentir la mirada de soslayo de su pareja sobre su cuerpo como si no quisiera perderse ni del más ligero movimiento que fuera a realizar. Se quejó mientras trataba de acomodarse sobre el mueble sobre el que estaba sentado.

—No pude haber elegido un peor lugar.

—¿Por qué no lo intentas boca abajo? —Azami hizo caso a sus palabras e hizo el intento de seguirlo con la mirada cuando se dio cuenta que se puso de pie, pero lo perdió de vista cuando pasó detrás suyo—. ¿Puedes levantar tus piernas?

—¿Qué vas a hacer?

—Quiero que te sientas más cómodo.

Azami no confió en la manera en que estaba siendo observado. Sin embargo, volvió a obedecer.

—Como sea…

Aunque lo que estaba viendo no le interesaba, valía la pena si eso significaba sentir las manos de Chikage haciéndole masajes en los pies. Las yemas de sus dedos se deslizaban dentro de su pantalón para masajear sus pantorrillas y piernas.

—¿Se siente bien?

—¿Mhh? Sí… Se siente increíble…

—Eso es todo lo que quiero, Azami. —Reconoció Chikage dándole un beso a los pies del muchacho—. Lo único que quiero es que te sientas bien cuando estás conmigo…

—Siempre y cuando no me jodas, lo estoy.

—Es que te ves tan lindo cuando te enojas.

—No es lindo que me fastidies. Oye, ¿qué haces?

— Te dije que te haría sentir más cómodo, ¿o no?

Azami aguantó las ganas de reír a carcajadas cuando se dio cuenta que sus manos y piernas estaban inmovilizadas por grilletes y estos, a su vez, se mantenían unidos por sobre su espalda.

—No veo cómo esto va a hacerme sentir cómodo. —Una sonrisa apareció en el rostro de Chikage al darse cuenta de la voz temblorosa de Azami. Sabía que no era por miedo, era por desconocer qué iba a acontecer. Lo sintió estremecerse al levantar su remera y acariciar su columna vertebral. Sus manos bajaron con lentitud para desabrocharle el pantalón—. ¡¿Qué crees que estás haciendo?! ¡Te dije que no haríamos nada hasta que sea mayor de edad!

—Lo sé. Y no planeo romper nuestra promesa. —Aunque le costó un poco bajarle los pantalones a Azami por la posición en la que estaba, pudo lograrlo. La ropa interior del muchacho fue reemplazada por caricias—. Pero, si eres sincero, te dejaré ir. Dime, Azami, ¿con qué te excitas más? ¿Viendo esa película o sintiendo mis manos sobre tu cuerpo?

—¿De qué mierda estás hablando? ¡Suéltame, bastardo!

—Si, por el contrario, no eres sincero… Voy a tener que obligarte a serlo. —Su tono de voz hizo que el muchacho se estremeciera. Iba a llevarse a la tumba que la primera vez que lo había oído hablando en ese tono también fue la primera vez que se masturbó. Jamás le confesaría que se tocaba cada vez que pensaba en él. No le diría absolutamente nada, pero sentir sus manos sobre su cuerpo lo hacían entrar en calor, y estaba gimiendo antes de lo que a él le hubiera gustado. Chikage se sintió complacido por el gesto y en vez de solo frotar la palma de su mano sobre su miembro, lo rodeó con los dedos para seguir acariciándolo. Azami sintió que se derretía ante el contacto. El gemido que resonó en la habitación le hizo doler la garganta—. Creo que ya obtuve la respuesta.

El hombre alejó sus manos del muchacho solo para que él tratara de girarse y encontrar su mirada.

—¿Qué haces? ¿Por qué te detienes?

—¿Eso significa que quieres que siga? Estaba a punto de liberarte… —Chikage no percibió de parte de Azami más que el sonido de su respiración errática. Se acercó a él y se arrodilló en el suelo para ver sus ojos esmeraldas que brillaban con lujuria—. ¿Quieres que siga, Azami? —El aludido frunció sus labios, pero asintió con la cabeza—. Buen chico… —Sus manos recorrieron el rostro sudado de su pareja para terminar por posarse en su mentón y susurrar sobre sus labios—. Buen chico…

Chikage se acostó entre el cuerpo de Azami y el suelo. Los amarres le impedían moverse y, también, caerse de la silla sobre la que estaba. Acomodó el almohadón que había lanzado al suelo sin que el muchacho se diera cuenta y se recostó encima para llegar a su entrepierna. Besó su piel con delicadeza antes de rodear su miembro casi erecto con sus labios y lengua.

—¡Chikage…!

El llamado, llanto, pedido de auxilio de parte de Azami quedó sin efecto, a medio decir. Todo lo que le siguió a eso fue el sonido de sus gemidos, jadeos, monosílabos. Sí, Chikage le había prometido que no lo besaría ni se acostaría con él hasta que fuera mayor, pero nunca habían hablado de tocarse o de satisfacerse mutuamente de otra manera. Si fuera otra persona lo habría manipulado hasta cumplir su objetivo, pero estaba genuinamente enamorado de Azami y eso significaba que contaba los segundos, las semanas, los meses, los años para estar con él. Sin embargo, que Azami cumpliera la mayoría de edad no le aseguraba nada. No podía presentarse frente a su padre, el maldito jefe de una familia yakuza, y decirle que se estaba acostando con su hijo. Hacerlo era lo mismo que firmar una sentencia de muerte. Por eso necesitaba que Azami le diera luz verde para tocarlo, y Chikage no encontró mejor manera que esa. Se desabrochó el pantalón y metió un vibrador dentro de su ropa interior. Su novio era lo más importante, pero él también necesitaba algo que aliviara la erección que parecía temblar de placer con cada gemido que oía salir de entre sus labios de su novio. Sus manos se aferraron a los muslos de Azami, y mientras sentía su erección hasta el fondo de su garganta, Chikage aprovechó el momento y jugó sobre el orificio entre los muslos del muchacho. De nuevo, escuchó que trató de decir algo, pero no pudo hacerlo. Metió su dedo medio con lentitud, con toda la paciencia del mundo con tal que no se negara a seguir. Y cuando sintió que no podía meterlo más al fondo, lo movió hacia un lado y hacia el otro. Sintió a Azami revolverse encima suyo, y Chikage lo supo. Había encontrado su punto débil y estaba dispuesto a atacarlo hasta que Azami se sintiera tan necesitado de su sexo que no sería Chikage quien rompiera esa estúpida promesa de novela: sería el mismo Azami el que terminaría entregándose a él. Mientras tanto, el muchacho era un ente que solo tenía la capacidad de jadear y salivar de una manera asquerosa. Su mirada se había clavado sobre la erección de su pareja desde el momento en que él la sacó de sus pantalones y puso un objeto que Azami no sabía qué era. El tamaño era distinto al suyo. ¿Él también la tendría así algún día? Pensar que Azami se sentía orgulloso de lo que colgaba entre sus piernas. Qué inocente era. Después de todo, era un adolescente, y no estaba interesado ni enterado de lo que se suponía debía hacer en una relación amorosa. Las charlas con Shifuto sugerían salidas románticas, paseos, cenas. Pero, ¿a Chikage le gustaba toda esa cursilería? A la única conclusión a la que llegaba después de pasar horas rompiéndose la cabeza pensando en ello era que no conocía a Chikage en lo absoluto. Y pensar en eso en ese momento era imposible. Más que los grilletes en torno a sus tobillos y muñecas, lo que le hacía más daño era la manera en que sus uñas se le clavaban en la carne y los calambres que tenía cuando los dedos de sus pies se torcían al sentir a Chikage haciendo maravillas sobre su cuerpo. Era completamente diferente a las suaves caricias que él se daba cuando tenía ganas. El frío acero del anillo de Chikage rozando su piel parecía hielo seco que lo hacía arder. No importaba qué hiciera Chikage. No importaba si lo miraba o lo ignoraba, si le hablaba o estaba en silencio. El simple hecho de estar en la misma habitación que él, convertía a Azami en algo que desconocía. La mano derecha del hombre lo mantuvo en su lugar cuando se estremeció con tanta fuerza que su cuerpo se levantó de la silla. El sudor que recorría sus facciones le molestaba, pero no podía hacer nada para evitarlo. Su corazón de pronto pareció subírsele hasta la cabeza, oía sus latidos con tanta claridad y fuerza que le dio miedo. El calor de su cuerpo se acumuló en su entrepierna hasta que lo sintió derramarse. No se percató del momento en que Chikage se puso de pie y se masturbó frente a su rostro. Aunque tratara de hacerlo, Azami no podía sacarle la mirada de encima. Miraba de reojo sus ojos celestes a través de los vidrios de sus anteojos de tanto en tanto. Sus labios estaban secos, la garganta le dolía por los gemidos que había soltado, y recibió el orgasmo de su pareja sobre su cara, con su cabello siendo agarrado con fuerza por una de sus manos mientras Azami instintivamente, inconscientemente, se relamió probando un poco de su semen.

—¿Vas a soltarme ahora?

El adulto se arrodilló y limpió los labios del más joven con su pulgar.

—Por supuesto. —Azami sintió que las extremidades le dolieron cuando fue liberado de los amarres—. ¿Qué te pareció?

—¿El lugar? Un asco. Podrías haber escogido algún otro, ¿sabes?

—Te podría haber invitado a mi casa, pero no ibas a querer acompañarme, ¿o sí?

Mientras se levantaba los pantalones, el aludido cruzó miradas con él por unos segundos.

—Buen punto… Respecto a lo que hicimos, no estuvo mal. Eso que hiciste…

La sonrisa burlona de Chikage ocasionó que Azami se sonrojara y mirara hacia otro lado. Él le limpió el rostro con un pañuelo descartable.

—¿Te gustó?

—No estuvo mal…

El morocho se sorprendió al ser abrazado por su novio. Se acercó un poco más a su cuerpo e inclinó su cabeza para apoyarla sobre uno de sus hombros. El sonido de la película que Chikage había escogido pareció silenciarse, o quizás había terminado en medio de todo aquello y él no se había dado cuenta.

—Muy bien. ¿Adónde quieres ir ahora? —El muchacho lo miró de reojo arqueando una ceja—. Te dije que después de esto te llevaría adonde tú quisieras. Así que, ¿adónde vamos?

—No estaría mal hacer una reseña de los nuevos colores de labiales que salieron…

—¿Cuándo me dejarás verte así?

Chikage enfrentó a Azami mientras entrelazaba una mano a la suya y con la otra le acariciaba los labios. El muchacho chasqueó la lengua y se zafó de la caricia de su pareja agarrando su mano y besándola con ternura.

—Si sigues insistiendo: nunca. Vamos de una vez antes de que me arrepienta, pervertido de mierda.

—Como usted ordene, señor.

El muchacho se sonrió mientras arrastraba a Chikage fuera de la habitación.

 

 

Ken recorría la casa en busca de Sakyo, a quien encontró saliendo del cuarto de Azami.

—Ah, aniki. Sabía que estarías aquí. El jefe te está llamando.

—Recién llegué.

—Lo sé. Los chicos de la entrada me lo dijeron.

Ambos caminaron en dirección a la sala principal cuando Sakyo dirigió su mirada a su subordinado.

—Dijiste que sabías dónde estaría. ¿Y eso?

—Bueno, aniki… Tú… Tienes un cariño especial por Azami, ¿no…?

El tono con el que Ken habló hizo que el yakuza esbozara una sonrisa.  

—¿Soy tan obvio?

—Supongo…

—Y, ¿dónde está?

—Uno de los chicos me dijo que lo vio salir con el tutor.

—Utsuki, ¿eh? Ese tipo no me gusta nada… Para nada…

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