Como estoy armando este desafío prácticamente por día (en serio, contadas consignas ya las tengo 100% definidas, el resto ahí las voy viendo), no pensé en hacer algo con data ship. De por sí quería meter algo Starker, pero no encuentro dónde. ¿Hank/Arvin no está muy alejado, no?
Título: Good Lord, I Feel Like I'm Dying.
Fandom: The Devil All the Time (película), The Judge.
Pairing: Hank Palmer/Arvin Russell.
Formato: Oneshot.
Género: Smut.
Rating: NC-17.
Número de palabras: 1,056.
Sinopsis:
Arvin llega a la casa de un famoso abogado que podría ayudarlo a
solucionar sus problemas. A medida que le cuenta lo sucedido se arma de
todas las armas que tiene en el momento para seducir al hombre y que
haga todo lo posible para garantizar su inocencia... .
Disclaimer: Los personajes aquí presentes provienen de las películas The Devil All the Time y The Judge.
Todo esto para decir que sencillamente estos personajes y el universo donde se desarrollan sus vivencias no me pertenecen.
En cambio, la historia, sí.
*No se admiten adaptaciones y mucho menos, PLAGIOS.
*Que tengas una feliz lectura.
Día 8 del Fictober 2020.
Consigna: “No fue una mala idea”.
Notas: El título que le da nombre a este oneshot es un verso de la canción de The Allman Brothers Band, “Whipping Post”.
Acordate que también podés seguir esta historia en las siguientes plataformas: Amor::Yaoi, AO3 & Livejournal :)
En
caso de empezar a publicar en alguna otra, se avisará acá. Pero, en
caso de que encuentren este fanfic en otra plataforma y no haya sido
informado, por favor avísenme en los comentarios o en las redes
sociales que pueden encontrar en las notas finales ya que fueron
publicados sin mi consentimiento.
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Good Lord, I Feel Like I'm Dying.
Todo
indicaba que su cliente era culpable. Él había llegado una noche a la
puerta de su hogar suplicando por ayuda. Le había dicho que leyó sobre
uno de sus últimos casos en un periódico, donde también había leído que
él siempre resultaba vencedor. Hank Palmer. Él era jodidamente conocido
en el país por estar trabajando en una prestigiosa firma de abogados, y
por el cargo que su padre tenía en el mundo judicial. Hank no pudo hacer
otra cosa más que acceder a su pedido y dejarlo entrar. Después de
todo, afuera se había levantado una tormenta amenazando con llevarse
todo por delante.
Adentro su familia dormía, y esperaba que nadie se
despertara con el ruido que estaba haciendo en la cocina. Pero ese chico
parecía que no hubiera comido algo sustancioso en días, así que pensó
que no estaría mal consentir a su cliente y, de paso, que tomara
confianza como para adelantarle algo sobre el caso. Su intuición, como
siempre, había sido correcta. El muchacho se aferró al plato frente suyo
como si fuera agua en medio del desierto. Con un marcado acento sureño,
el muchacho de nombre Arvin, le confesó los últimos sucesos que habían
marcado su vida. Hank tuvo la intención de apuntar algo en un pequeño
cuaderno, pero cada frase que salía de la boca de Arvin lo iba dejando
cada vez un poco más pasmado.
—Tendré que presentarme en todos aquellos lugares, ¿lo sabes?
—Mientras yo no tenga que asomar la cara…
—Haré todo lo posible para que eso no suceda.
Hank
tenía que reconocer que la remera gastada de Metallica le quedaba mejor
a Arvin que a él. Tuvo unas ganas incontrolables de abrazarlo. En
cierto momento de su confesión el muchacho sollozó. Sin embargo, optó
por llenar un vaso con una bebida fuerte y tomar algo él también. Los
labios del muchacho se fruncieron ante el sabor amargo y eso lo hizo
sonreír un poco. La bebida en su vaso desapareció de un sorbo en
comparación.
—Señor abogado, ¿todo va a salir bien?
—Cuenta con
eso —Hank se puso de pie y le palmeó la espalda—. Allá en la sala de
estar hay unas sábanas sobre el sillón. Aquí viven mis padres, pero les
dejé un mensaje avisándoles que tú estás aquí. Mañana veremos qué
podemos hacer.
—Muchas gracias. Creo que estoy un poco más calmado.
—Sacar
todo lo que tienes dentro suele tener ese efecto —su figura estaba por
desaparecer detrás de la salida de la cocina, pero se volvió al muchacho
que seguía dubitativo en medio de la misma—. ¿Arvin? —el aludido se
volvió hacia él—. Cualquier cosa que necesites, la puerta de mi
habitación va a estar entreabierta.
—¿Señor abogado?
Una
voz emergió desde la oscuridad y Hank comprendió por qué había dicho lo
que dijo. Se sentó en la cama y sucumbió ante aquella mirada que
parecía brillar con intensidad. Sus orejas ardían. Suaves gemidos
entumecían el resto de sus sentidos para que sólo fuera sensible al
placer que estaba experimentando. Sobre su cuerpo, la piel de su cliente
se sentía como estar en contacto con el hierro al rojo vivo. Su lengua
recorría su torso dejando un camino de dolor que, no podía negar, le
gustaba. Así como la cabeza del muchacho cabía a la perfección entre las
palmas de sus manos, su boca lo hacía perfectamente sobre su hombría.
¿Era eso lo que quería? Desde que lo vio en la puerta de su hogar como
un cachorro indefenso clamando por ayuda. Y, sin embargo, había algo en
su mirada que le hacía imposible negarse a cumplir sus caprichos. Todo
lo señalaba como el culpable de los asesinatos de varias personas, pero
él no lo creía. Aunque en su confesión hubiera dicho que se arrepentía,
que tuvo motivos, que eran las vidas de esas personas o la suya, él iba a
defenderlo. Para eso lo había contratado. Y si tenía que plantar
pruebas y alterar hechos, lo haría. Para eso lo había contratado. Le
había dicho, también, que no contaba con el dinero para recompensar sus
servicios, pero que por lo menos escuchara su relato, que viera qué
haría con él después de eso. ¿Podía considerarse estar embistiéndolo
contra el colchón parte de su paga? Sus labios entreabiertos, de un
color carmesí, brillaban a la luz de una luna que en algún momento
apareció entre las nubes, y fueron curvándose hacia arriba con un aire
macabro.
—Serás inocente —musitó Hank como si fuera una promesa—. Serás inocente. Por Dios que serás inocente.
Su
voz sonaba a plegaria, a un deseo que sólo Hank era capaz de cumplir, y
que siguió repitiendo hasta que llegó al clímax y su cuerpo, despojado
de toda fuerza, cayó rendido sobre el cuerpo de aquel muchacho. Las
piernas de Arvin se cerraron en torno a la cintura de Hank y él frotó su
entrepierna contra su estómago hasta terminar en el mismo estado que el
mayor. Había pensado si había sido una mala idea haber hecho todo lo
que hizo. Sus manos se encontraban tan manchadas de sangre que ya
extrañaba sentir su aroma y las gotas rojas salpicando su piel. Su
lengua salió de entre sus labios para relamérselos y recordó que Hank
estaba encima suyo. Sostuvo con delicadeza su rostro con las manos y lo
recorrió con la punta de su lengua, gimiendo, deseoso de más. Mordió su
labio inferior cuando llegó hasta ahí. Hank gimió, perdido en el placer
que seguía bombeando dentro de sus venas. En ese instante, Arvin
comprendió que no fue una mala idea haber llegado a la vida de ese
hombre. Su vida estaba más que jodida, eso estaba claro, pero algo en la
mirada de Hank le advertía que ese hombre lo protegería hasta el punto
de hacer todo lo que él pidiera.
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