9 de octubre de 2020

[What If You See The Darkest Part Of Me?] Capítulo 01: Animal I Have Become

Ciaossu~!!
Con esto, ya no hay manera de recuperar mi boleto al Paraíso.
Enjoy~ ♥

 
Título:
What If You See The Darkest Side Of Me?
Fandom: K Project.
Pairing: Kusanagi Izumo/Fushimi Saruhiko, Fushimi Saruhiko/Yata Misaki (mencionada because of reasons).
Formato: Longfic.
Género: Smut.
Rating: NC-17.
Número de palabras: 2,767 (tengo que escribir este tipo de cosas para pasar las mil palabras, qué-bár-ba-ro).
Sinopsis: Saruhiko pasó la noche entera con fiebre. Al día siguiente, Misaki debe ir a su trabajo a medio tiempo, y no puede quedarse a cuidarlo. No hay nadie mejor capacitado para cumplir con la labor que Izumo. ¿Qué sería lo peor que podría pasar?
Disclaimer: Los personajes aquí presentes y el universo principal de la siguiente historia son de la autoría de GoRA.
Todo esto para decir que sencillamente estos personajes y el universo donde se desarrollan sus vivencias no me pertenecen.
En cambio, la historia, sí.
*No se admiten adaptaciones y mucho menos, PLAGIOS.
*Que tengas una feliz lectura.
Día 9 del Fictober 2020.
Consigna: Legalidad (aunque tengo la ligera sensación de que hice todo lo contrario xD)..
Notas: El título que le da nombre a esta historia y a este primer capítulo pertenece a la canción de Three Days Grace, Animal I Have Become.

Acordate que también podés seguir esta historia en las siguientes plataformas: Amor::Yaoi, AO3 & Livejournal :)
En caso de empezar a publicar en alguna otra, se avisará acá. Pero, en caso de que encuentren este fanfic en otra plataforma y no haya sido informado, por favor avísenme en los comentarios o en las redes sociales que pueden encontrar en las notas finales ya que fueron publicados sin mi consentimiento.



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What If You See The Darkest Side Of Me?

Las palabras de Misaki habían sido claras: “Saruhiko tiene fiebre. ¿Podría ir a cuidarlo por mí, por favor? Hace poco que conseguí este trabajo, y no quiero tener problemas si pido un día libre.” No iba a tener que repetirle la pregunta dos veces. De hecho, lo que siguió después de ella, fue interrumpido por un monosílabo que le aseguraba que iba a cumplir con su pedido.
—No te preocupes, Yata-chan. Yo me encargaré de él, tú ve a trabajar tranquilo. Termino algunas cosas aquí en el bar y salgo para allá. ¿Dónde me dejas la llave? De acuerdo. Tú ve tranquilo.
El dueño del bar no dejó siquiera que Misaki terminara de darle las gracias. Cortó la llamada y se apresuró a terminar de limpiar la barra.
—¿Sucedió algo? —le preguntó un bulto blanco sobre el sillón por el cual se asomó el rostro de Tatara.
—Fushimi está enfermo. Yata-chan me dijo que fuera a cuidarlo en lo que él está trabajando.
Tatara hizo una expresión que su oyente no advirtió.
—¿Estás seguro? —Tatara se sentó sobre el sillón y la manta que estaba sobre su cuerpo cayó hasta el suelo haciendo un suave sonido—. Puedo ir yo si estás ocupado.
—No.
Izumo miró a Tatara y ambos parecieron estar en medio de un inentendible intercambio de miradas. Un brazo pequeño de un color blanco como la nieve emergió de la manta que estaba sobre el sillón frente al que estaba Tatara e interrumpió la competencia. Anna lo miró a través de una canica carmesí, y luego miró a Izumo de la misma manera.
—Está bien —dijo—. Está bien que Izumo vaya a cuidar de Saruhiko.
Tatara estaba por decir algo, pero la mirada dorada de un recién despierto Mikoto se lo impidió. Más que su mirada, fue el ceño fruncido con el que lo miró lo que lo hizo cerrar la boca y fruncir sus labios.
—Entonces, ya terminé todo por aquí. Si van a hacer desastres, por lo menos háganlo donde los clientes no puedan llegar a verlo —dijo Izumo mientras corroboraba que su billetera y su PDA estuvieran en su lugar—. Tendré el PDA a mi lado en todo momento, así que, me llaman si sucede algo malo. Nos vemos.
Desde que conoció a Izumo, Tatara jamás lo había oído hablar con la velocidad en que lo había hecho. Era como si quisiera largarse de allí lo más rápido posible, y las razones detrás de eso, le estaban dejando un sabor amargo en la boca.
—Anna, ¿no quieres ir a dormir arriba? —le preguntó Tatara con una sonrisa, una vez Izumo se fue. Aunque Anna vio a Mikoto con los ojos cerrados cuando volvió la mirada hacia él, no se la veía convencida de dejar al Rey Rojo solo—. No te preocupes, King seguirá aquí cuando despiertes —Tatara esperó hasta que el silencio reemplazara el sonido de los zapatos de Anna sobre los escalones de madera para volver su rostro hacia Mikoto—. ¿Y tú qué crees, King? ¿Estuvo bien dejarlo ir?
Mikoto abrió los ojos y se revolvió sobre el sillón. Se sentó para agarrar un cigarrillo y encenderlo. Después, volvió a una posición horizontal.
—Anna dijo que estaba bien.
—Eso también. Me pregunto qué fue lo que vio Anna como para decir algo así…






Misaki le envió un mensaje diciéndole que dejaría la llave debajo del felpudo frente a la puerta de entrada. Otro le decía que Saruhiko estaba durmiendo arriba. Y un tercero que Izumo ni siquiera tuvo la consideración de leer. Una vez entró, cerró la puerta con llave e inspeccionó el lugar con la mirada. Por algún extraño motivo sentía que el lugar era compatible con Saruhiko. Todo lo que parecía ser de Misaki se encontraba desparramado en el extremo contrario a la escalera que lo conducía al entrepiso. Izumo apoyó sobre la pequeña mesada entre la cocina y el fregadero las bolsas que tenía consigo. Guardó en la heladera lo que debía ir allí y volvió a meter en una bolsa lo que necesitaba llevar con Saruhiko. Lo primordial era el termómetro. Aunque pudiera sentir sólo con tocar su piel si seguía teniendo fiebre, quería asegurarse de la temperatura correcta en caso de que necesitara de un cuidado profesional. Luego de sacarse los zapatos y dejarlos a un costado de la escalera, Izumo subió al entrepiso donde encontró a Saruhiko durmiendo. Habría pensado que lo estaba haciendo plácidamente de no ser por la expresión de dolor que decoraba su pálido rostro. Debía reconocer que el color rosáceo que teñía sus mejillas no le quedaba mal, hasta podría decir que le daba un poco más de vida. Sacó el termómetro de su empaque y lo colocó debajo de la axila de Saruhiko. Él se quejó ante el repentino cambio de aire, pero sus párpados no se separaron. Mientras esperaba a que el aparato diera aviso de haber llegado a una conclusión, Izumo volcó agua de la botella que había comprado en un cuenco y humedeció un pedazo de trapo que apoyó luego sobre la frente de Saruhiko. Su respiración seguía un poco agitada aunque el termómetro no marcó un número que le diera algún tipo de alerta. Manteniendo sus manos dentro del trapo de algodón humedecido, Izumo fue acariciando el rostro del muchacho con él, bajando lentamente hasta su cuello y un poco más entre sus ropas hasta darse cuenta que le resultaría imposible seguir a menos que hiciera a un lado la manta que estaba abrigando su cuerpo. Debajo de esta, el cuerpo de Saruhiko estaba vestido con una remera y un pantalón que probablemente había sido parte del uniforme de la escuela secundaria. Luego de volver a humedecer el trapo, lo metió por debajo de la remera. No hubo reacción de su parte. Si se ponía a pensar detenidamente cuándo había visto un cambio en la expresión aburrida de ese muchacho, lo primero que llegaba a su mente era su figura en medio de una pelea. El rojo de Homura parecía brotar con un matiz particular desde el interior de Saruhiko cuando lo hacía. También recordaba que su rostro se transformaba en algunas otras ocasiones, pero no exactamente cuándo. El sol que se colaba por las rejillas del lugar golpeaba sobre los vidrios de los anteojos de Izumo. Estiró su cuerpo para dejarlos sobre las cajas que aparentaban ser el escritorio donde había una computadora y de repente su mirada reparó en un prominente bulto entre las piernas del muchacho. ¿Sería por eso que se lo veía tan intranquilo? Un suave quejido se escapó de entre los finos labios sellados de Saruhiko cuando la palma de Izumo rozó su erección, y él también sintió que algo se removía en su interior. Lo único que pudo hacer al respecto fue tragar saliva. El pantalón y la ropa interior de Saruhiko quedaron colgados de una de sus piernas. Izumo se sentó en medio de ellas y se acercó peligrosamente al rostro del muchacho. Se veía que sus mejillas seguían calientes, su cabello oscuro parecían pinceladas sobre su blanca piel. Humedeció uno de sus pulgares con el agua que estaba a su lado y lo apoyó sobre los labios de Saruhiko. Él los cerró a su alrededor y succionó un par de veces de manera instintiva. Algo proveniente de lo profundo de sus pensamientos hizo que Izumo separara aquellos labios finos y los recorriera con las yemas de sus dedos. Se les antojaba con una desesperación casi animal. Pero una oportunidad como la que estaba teniendo iba a saborearla todo lo que pudiera. Besó su frente, su nariz, sus pómulos. Se acobardó un poco cuando llegó a sus labios. Ese era el premio mayor, ¿no? Siguió con sus labios por su cuello, lamiendo la vena más prominente. Sentir que Saruhiko temblaba bajo su pulso lo hizo sonreír cínicamente. Descendió por su torso y lo recorrió también con las yemas de sus dedos. Mientras su boca se encargaba de recorrer su pecho, sus dedos recorrían sus costillas y Saruhiko reaccionó emitiendo un sonido de satisfacción. Podría agregar eso a la lista de las pocas cosas que hacían reaccionar a ese muchacho. Vio sus mejillas tornándose más coloradas, su respiración un poco más agitada. Izumo descendió con todo su cuerpo hasta sus piernas. Levantó una de ellas con cuidado y la acarició con delicadeza. En un estado febril, Saruhiko parecía una muñeca de porcelana, pero las pocas veces que su cuerpo reaccionaba, Izumo dudaba entre si seguir hasta tocar sus límites o retroceder y sólo quedarse sentado a su lado, cuidando de él. En esos momentos, el instinto animal era más poderoso que su razón y lo obligaba a seguir adelante. Los débiles gemidos emitidos por Saruhiko, también. Lamió sus largas extremidades hasta darse cuenta del líquido viscoso que se derramó de su erección en el momento en que su húmedo músculo tocó la planta de su pie. Mientras masajeaba el otro con algo de presión y su lengua mojaba su piel un poco más, usó su mano para masturbarlo. La expresión de Saruhiko alcanzando el clímax era algo que se quedaría grabado a fuego en su memoria. Antes ya lo había visto emocionado por una batalla, pero era como si el cuerpo de Saruhiko retrocediera para no alcanzar un nivel de excitación que le resultara imposible de controlar. Porque todo debía estar dentro del margen del control de Saruhiko. No había otra manera para que él hiciera las cosas a menos que así fuera. En ese instante, un pensamiento cruzó por la mente de Izumo. ¿Había sido esa la primera vez que Saruhiko acababa? ¿Y ni siquiera estaba consciente de eso? Una suave risa se escapó de sus labios y se acercó a besar su frente. Cuando volvió a su posición anterior, sin soltar la pierna de Saruhiko, dejó que uno de sus dedos fuera un poco más debajo de sus testículos. Sin dejar de mirar el rostro del menor se dejó guiar por el sentido del tacto. Luego vería qué excusa diría si se despertaba y lo encontraba en tal situación; por el momento, lo vería reaccionar a la intromisión de su largo dedo índice en su interior. Lo había hecho lento, con calma, aunque el sudor corría por la espalda de Izumo. Hizo pequeños círculos dentro del orificio sin que se notara lo ansioso que estaba. Saruhiko seguía sin reaccionar, así que metió otro con la misma tranquilidad y usó su boca para darle sexo oral. Sintió que el cuerpo del muchacho daba pequeños saltos entre sus manos, y eso lo hizo salivar hasta que sonidos obscenos llenaron cada rincón de ese lugar cubierto de humedad. Usó un tercer dedo y Saruhiko se estremeció, sus labios se entreabrieron temblorosos y sintiendo Izumo que su respiración parecía detenerse por unos instantes, un sabor que él recibió gustoso se deslizó por su garganta. Bajó el cuerpo del menor y, con cuidado, lo puso boca abajo. Su fiebre parecía haber disminuido, o quizás él ya había sido contagiado por esa misma fiebre y no era capaz de diferenciar ambas temperaturas. Acarició su propia erección por sobre sus pantalones y sólo se bajó la cremallera para hacerla salir, finalmente. Miró de reojo los condones que había comprado, pero ya no podía aguantar más. Volvió a pensar que en el peor de los casos, algo se le ocurriría. Introdujo lentamente la cabeza de su hombría entre los muslos abiertos de Saruhiko. Seguía algo estrecho, pero de no haber sido paciente con el juego previo, estaba seguro que todo su empeño se hubiera reducido a la nada misma. Quería penetrarlo. Quería romperlo. Quería ser él la única persona que tuviera la dicha de ver reaccionar a Saruhiko. Una expresión de ternura se dibujó en su rostro e hizo el cabello del muchacho a un lado para poder apreciar su rostro. Su respiración estaba demasiado agitada, y su cuerpo seguía demasiado caliente. Sin embargo, algo le advertía que no era culpa de la fiebre, porque Izumo había estado en su mismo estado muchas veces antes que esa. Volvió a meterse en el cuerpo del muchacho un poco más, y se dio cuenta que el leve roce de su piel contra su nuca, lo hacía estrecharse. Jugó con eso un poco, y los gemidos de Saruhiko empezaron a desbordarse de sus labios. Izumo fue metiendo su longitud cada vez más profundo dentro de su cuerpo con cada embestida. Quería marcar con rojo esa delicada piel que quizás nunca antes había sido mancillada. Pero la razón aparecía esporádicamente, sabía que si lo hacía, eso lo delataría al día siguiente. Sin embargo, sus dedos se clavaron en los muslos del muchacho mientras, otra vez, lo masturbaba. Tenía que reconocer la resistencia que tenía. Hasta podría decir que le tenía un poco de envidia. Sintiendo su erección siendo oprimida por el cuerpo de Saruhiko, Izumo se dio cuenta que no duraría mucho más. En el instante en que acabó, agarrando la nuca de Saruhiko con las yemas de sus dedos, escuchó un débil sonido derramándose de sus labios.
—Misaki…
Era tarde, pero lo había recordado. Esa era otra de las pocas veces que había visto reaccionar a Saruhiko, y lo que lo había llevado a cuestionar la presencia del muchacho en Homura: cada vez que Misaki lo ignoraba, él ponía una expresión de dolor que enmascaraba con aburrimiento y cansancio. Por eso se había dejado hacer, ¿no? Porque en su mente, era Misaki el que le estaba haciendo el amor.






Quejidos y patadas sin fin hicieron que Saruhiko chasqueara la lengua. Sintió que los párpados le pesaban y le costaba horrores separarlos. Se sentó con lentitud y sintió que todo le daba vueltas. Examinó a su alrededor y vio un pequeño cuenco vacío con un trapo encima. Había sufrido un golpe de calor que lo dejó en cama. Lo había recordado. Pero, ¿quién lo había cuidado? ¿Había sido Misaki? Una tímida sonrisa se formó en su rostro que, aunque estuviera pálido, podía decirse que había recuperado su color normal. Se acercó a su computadora, gateando, para agarrar los anteojos que estaban al lado del teclado, y bajar la escalera del entrepiso. Aunque intentó apoyar las plantas de sus pies sobre los escalones, alcanzó sólo a apoyarse sobre el más cercano y terminó agarrándose con fuerza para no terminar cayendo de cabeza al piso. Sintió un cosquilleo recorriéndole la espalda y sus piernas parecieron perder toda su fuerza. Sin soltar la escalera, se sentó de rodillas en el suelo e intentó analizar la situación. Se levantó la remera, pero no pareciera que hubiera sufrido alguna herida. Enredó una de sus manos entre sus cabellos pero tampoco pareciera que hubiera recibido alguna especie de golpe mientras estaba dormido. La fiebre también había desaparecido. O por lo menos él podía asegurar que no se sentía para nada afiebrado. Y entonces lo recordó. Había soñado con Misaki. Había tenido un sueño genial con Misaki. La sangre pareció acumularse en la cara de Saruhiko en ese momento. Ayudándose de las escaleras, se puso de pie, agarró la almohada que estaba al lado de su compañero de habitación y se la lanzó a la cara, despertándolo de un sobresalto de esa manera.
—¡¿Por qué no te mueres de una vez?!
El sonido de la puerta de baño cerrándose con un golpe terminó de despertar a Misaki que, ajeno a lo que estaba sucediendo, se preguntó qué demonios le estaba sucediendo a Saruhiko.






Aunque las ventanas de los pisos superiores estuvieran abiertas, el aire fresco se rehusaba a llegar al primer piso del bar. Fue por esa razón que la menor integrante del clan clamó por algo fresco que apaciguara un poco el calor del ambiente. Con un helado en mano cada uno, los demás integrantes estaban dispersos en torno a las mesas y a la barra. Saruhiko, como de costumbre, estaba sentado a una distancia considerable del ruidoso grupo. Chasqueó la lengua cuando su dedo pulgar terminó manchado de un color rosa. Lo llevó a sus labios y lo limpió con la lengua. De repente, tuvo una reminiscencia. Había pasado algunas semanas desde que cayó enfermo por un golpe de calor, pero recordaba que le había preguntado a Misaki si alguien más aparte de él se encargó de cuidarlo. En su mente apareció la imagen de Izumo con una expresión que jamás había visto. Su mirada se cruzó con la del segundo al mando de Homura, pero el mayor no pudo interpretar la reacción que, sin saberlo, había despertado en Saruhiko. Lo que obtuvo de él, en cambio, fue el sonido del chasquido de su lengua.



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