Con esto, ya no hay manera de recuperar mi boleto al Paraíso.
Título: What If You See The Darkest Side Of Me?
Fandom: K Project.
Pairing: Kusanagi Izumo/Fushimi Saruhiko, Fushimi Saruhiko/Yata Misaki (mencionada because of reasons).
Formato: Longfic.
Género: Smut.
Rating: NC-17.
Número de palabras: 2,767 (tengo que escribir este tipo de cosas para pasar las mil palabras, qué-bár-ba-ro).
Sinopsis: Saruhiko pasó la noche entera con fiebre. Al día siguiente, Misaki debe ir a su trabajo a medio tiempo, y no puede quedarse a cuidarlo. No hay nadie mejor capacitado para cumplir con la labor que Izumo. ¿Qué sería lo peor que podría pasar?
Disclaimer: Los personajes aquí presentes y el universo principal de la siguiente historia son de la autoría de GoRA.
Todo esto para decir que sencillamente estos personajes y el universo donde se desarrollan sus vivencias no me pertenecen.
En cambio, la historia, sí.
*No se admiten adaptaciones y mucho menos, PLAGIOS.
*Que tengas una feliz lectura.
Día 9 del Fictober 2020.
Consigna: Legalidad
Notas: El título que le da nombre a esta historia y a este primer capítulo pertenece a la canción de Three Days Grace, “Animal I Have Become”.
Acordate que también podés seguir esta historia en las siguientes plataformas: Amor::Yaoi, AO3 & Livejournal :)
En caso de empezar a publicar en alguna otra, se avisará acá. Pero, en caso de que encuentren este fanfic en otra plataforma y no haya sido informado, por favor avísenme en los comentarios o en las redes sociales que pueden encontrar en las notas finales ya que fueron publicados sin mi consentimiento.
What If You See The Darkest Side Of Me?
Las palabras de Misaki habían sido claras: “Saruhiko
tiene fiebre. ¿Podría ir a cuidarlo por mí, por favor? Hace poco que
conseguí este trabajo, y no quiero tener problemas si pido un día libre.”
No iba a tener que repetirle la pregunta dos veces. De hecho, lo que
siguió después de ella, fue interrumpido por un monosílabo que le
aseguraba que iba a cumplir con su pedido.
—No te preocupes,
Yata-chan. Yo me encargaré de él, tú ve a trabajar tranquilo. Termino
algunas cosas aquí en el bar y salgo para allá. ¿Dónde me dejas la
llave? De acuerdo. Tú ve tranquilo.
El dueño del bar no dejó siquiera
que Misaki terminara de darle las gracias. Cortó la llamada y se
apresuró a terminar de limpiar la barra.
—¿Sucedió algo? —le preguntó un bulto blanco sobre el sillón por el cual se asomó el rostro de Tatara.
—Fushimi está enfermo. Yata-chan me dijo que fuera a cuidarlo en lo que él está trabajando.
Tatara hizo una expresión que su oyente no advirtió.
—¿Estás
seguro? —Tatara se sentó sobre el sillón y la manta que estaba sobre su
cuerpo cayó hasta el suelo haciendo un suave sonido—. Puedo ir yo si
estás ocupado.
—No.
Izumo miró a Tatara y ambos parecieron estar
en medio de un inentendible intercambio de miradas. Un brazo pequeño de
un color blanco como la nieve emergió de la manta que estaba sobre el
sillón frente al que estaba Tatara e interrumpió la competencia. Anna lo
miró a través de una canica carmesí, y luego miró a Izumo de la misma
manera.
—Está bien —dijo—. Está bien que Izumo vaya a cuidar de Saruhiko.
Tatara
estaba por decir algo, pero la mirada dorada de un recién despierto
Mikoto se lo impidió. Más que su mirada, fue el ceño fruncido con el que
lo miró lo que lo hizo cerrar la boca y fruncir sus labios.
—Entonces,
ya terminé todo por aquí. Si van a hacer desastres, por lo menos
háganlo donde los clientes no puedan llegar a verlo —dijo Izumo mientras
corroboraba que su billetera y su PDA estuvieran en su lugar—. Tendré
el PDA a mi lado en todo momento, así que, me llaman si sucede algo
malo. Nos vemos.
Desde que conoció a Izumo, Tatara jamás lo había
oído hablar con la velocidad en que lo había hecho. Era como si quisiera
largarse de allí lo más rápido posible, y las razones detrás de eso, le
estaban dejando un sabor amargo en la boca.
—Anna, ¿no quieres ir a
dormir arriba? —le preguntó Tatara con una sonrisa, una vez Izumo se
fue. Aunque Anna vio a Mikoto con los ojos cerrados cuando volvió la
mirada hacia él, no se la veía convencida de dejar al Rey Rojo solo—. No
te preocupes, King seguirá aquí cuando despiertes —Tatara
esperó hasta que el silencio reemplazara el sonido de los zapatos de
Anna sobre los escalones de madera para volver su rostro hacia Mikoto—.
¿Y tú qué crees, King? ¿Estuvo bien dejarlo ir?
Mikoto abrió
los ojos y se revolvió sobre el sillón. Se sentó para agarrar un
cigarrillo y encenderlo. Después, volvió a una posición horizontal.
—Anna dijo que estaba bien.
—Eso también. Me pregunto qué fue lo que vio Anna como para decir algo así…
Misaki
le envió un mensaje diciéndole que dejaría la llave debajo del felpudo
frente a la puerta de entrada. Otro le decía que Saruhiko estaba
durmiendo arriba. Y un tercero que Izumo ni siquiera tuvo la
consideración de leer. Una vez entró, cerró la puerta con llave e
inspeccionó el lugar con la mirada. Por algún extraño motivo sentía que
el lugar era compatible con Saruhiko. Todo lo que parecía ser de Misaki
se encontraba desparramado en el extremo contrario a la escalera que lo
conducía al entrepiso. Izumo apoyó sobre la pequeña mesada entre la
cocina y el fregadero las bolsas que tenía consigo. Guardó en la
heladera lo que debía ir allí y volvió a meter en una bolsa lo que
necesitaba llevar con Saruhiko. Lo primordial era el termómetro. Aunque
pudiera sentir sólo con tocar su piel si seguía teniendo fiebre, quería
asegurarse de la temperatura correcta en caso de que necesitara de un
cuidado profesional. Luego de sacarse los zapatos y dejarlos a un
costado de la escalera, Izumo subió al entrepiso donde encontró a
Saruhiko durmiendo. Habría pensado que lo estaba haciendo plácidamente
de no ser por la expresión de dolor que decoraba su pálido rostro. Debía
reconocer que el color rosáceo que teñía sus mejillas no le quedaba
mal, hasta podría decir que le daba un poco más de vida. Sacó el
termómetro de su empaque y lo colocó debajo de la axila de Saruhiko. Él
se quejó ante el repentino cambio de aire, pero sus párpados no se
separaron. Mientras esperaba a que el aparato diera aviso de haber
llegado a una conclusión, Izumo volcó agua de la botella que había
comprado en un cuenco y humedeció un pedazo de trapo que apoyó luego
sobre la frente de Saruhiko. Su respiración seguía un poco agitada
aunque el termómetro no marcó un número que le diera algún tipo de
alerta. Manteniendo sus manos dentro del trapo de algodón humedecido,
Izumo fue acariciando el rostro del muchacho con él, bajando lentamente
hasta su cuello y un poco más entre sus ropas hasta darse cuenta que le
resultaría imposible seguir a menos que hiciera a un lado la manta que
estaba abrigando su cuerpo. Debajo de esta, el cuerpo de Saruhiko estaba
vestido con una remera y un pantalón que probablemente había sido parte
del uniforme de la escuela secundaria. Luego de volver a humedecer el
trapo, lo metió por debajo de la remera. No hubo reacción de su parte.
Si se ponía a pensar detenidamente cuándo había visto un cambio en la
expresión aburrida de ese muchacho, lo primero que llegaba a su mente
era su figura en medio de una pelea. El rojo de Homura parecía brotar
con un matiz particular desde el interior de Saruhiko cuando lo hacía.
También recordaba que su rostro se transformaba en algunas otras
ocasiones, pero no exactamente cuándo. El sol que se colaba por las
rejillas del lugar golpeaba sobre los vidrios de los anteojos de Izumo.
Estiró su cuerpo para dejarlos sobre las cajas que aparentaban ser el
escritorio donde había una computadora y de repente su mirada reparó en
un prominente bulto entre las piernas del muchacho. ¿Sería por eso que
se lo veía tan intranquilo? Un suave quejido se escapó de entre los
finos labios sellados de Saruhiko cuando la palma de Izumo rozó su
erección, y él también sintió que algo se removía en su interior. Lo
único que pudo hacer al respecto fue tragar saliva. El pantalón y la
ropa interior de Saruhiko quedaron colgados de una de sus piernas. Izumo
se sentó en medio de ellas y se acercó peligrosamente al rostro del
muchacho. Se veía que sus mejillas seguían calientes, su cabello oscuro
parecían pinceladas sobre su blanca piel. Humedeció uno de sus pulgares
con el agua que estaba a su lado y lo apoyó sobre los labios de
Saruhiko. Él los cerró a su alrededor y succionó un par de veces de
manera instintiva. Algo proveniente de lo profundo de sus pensamientos
hizo que Izumo separara aquellos labios finos y los recorriera con las
yemas de sus dedos. Se les antojaba con una desesperación casi animal.
Pero una oportunidad como la que estaba teniendo iba a saborearla todo
lo que pudiera. Besó su frente, su nariz, sus pómulos. Se acobardó un
poco cuando llegó a sus labios. Ese era el premio mayor, ¿no? Siguió con
sus labios por su cuello, lamiendo la vena más prominente. Sentir que
Saruhiko temblaba bajo su pulso lo hizo sonreír cínicamente. Descendió
por su torso y lo recorrió también con las yemas de sus dedos. Mientras
su boca se encargaba de recorrer su pecho, sus dedos recorrían sus
costillas y Saruhiko reaccionó emitiendo un sonido de satisfacción.
Podría agregar eso a la lista de las pocas cosas que hacían reaccionar a
ese muchacho. Vio sus mejillas tornándose más coloradas, su respiración
un poco más agitada. Izumo descendió con todo su cuerpo hasta sus
piernas. Levantó una de ellas con cuidado y la acarició con delicadeza.
En un estado febril, Saruhiko parecía una muñeca de porcelana, pero las
pocas veces que su cuerpo reaccionaba, Izumo dudaba entre si seguir
hasta tocar sus límites o retroceder y sólo quedarse sentado a su lado,
cuidando de él. En esos momentos, el instinto animal era más poderoso
que su razón y lo obligaba a seguir adelante. Los débiles gemidos
emitidos por Saruhiko, también. Lamió sus largas extremidades hasta
darse cuenta del líquido viscoso que se derramó de su erección en el
momento en que su húmedo músculo tocó la planta de su pie. Mientras
masajeaba el otro con algo de presión y su lengua mojaba su piel un poco
más, usó su mano para masturbarlo. La expresión de Saruhiko alcanzando
el clímax era algo que se quedaría grabado a fuego en su memoria. Antes
ya lo había visto emocionado por una batalla, pero era como si el cuerpo
de Saruhiko retrocediera para no alcanzar un nivel de excitación que le
resultara imposible de controlar. Porque todo debía estar dentro del
margen del control de Saruhiko. No había otra manera para que él hiciera
las cosas a menos que así fuera. En ese instante, un pensamiento cruzó
por la mente de Izumo. ¿Había sido esa la primera vez que Saruhiko
acababa? ¿Y ni siquiera estaba consciente de eso? Una suave risa se
escapó de sus labios y se acercó a besar su frente. Cuando volvió a su
posición anterior, sin soltar la pierna de Saruhiko, dejó que uno de sus
dedos fuera un poco más debajo de sus testículos. Sin dejar de mirar el
rostro del menor se dejó guiar por el sentido del tacto. Luego vería
qué excusa diría si se despertaba y lo encontraba en tal situación; por
el momento, lo vería reaccionar a la intromisión de su largo dedo índice
en su interior. Lo había hecho lento, con calma, aunque el sudor corría
por la espalda de Izumo. Hizo pequeños círculos dentro del orificio sin
que se notara lo ansioso que estaba. Saruhiko seguía sin reaccionar,
así que metió otro con la misma tranquilidad y usó su boca para darle
sexo oral. Sintió que el cuerpo del muchacho daba pequeños saltos entre
sus manos, y eso lo hizo salivar hasta que sonidos obscenos llenaron
cada rincón de ese lugar cubierto de humedad. Usó un tercer dedo y
Saruhiko se estremeció, sus labios se entreabrieron temblorosos y
sintiendo Izumo que su respiración parecía detenerse por unos instantes,
un sabor que él recibió gustoso se deslizó por su garganta. Bajó el
cuerpo del menor y, con cuidado, lo puso boca abajo. Su fiebre parecía
haber disminuido, o quizás él ya había sido contagiado por esa misma
fiebre y no era capaz de diferenciar ambas temperaturas. Acarició su
propia erección por sobre sus pantalones y sólo se bajó la cremallera
para hacerla salir, finalmente. Miró de reojo los condones que había
comprado, pero ya no podía aguantar más. Volvió a pensar que en el peor
de los casos, algo se le ocurriría. Introdujo lentamente la cabeza de su
hombría entre los muslos abiertos de Saruhiko. Seguía algo estrecho,
pero de no haber sido paciente con el juego previo, estaba seguro que
todo su empeño se hubiera reducido a la nada misma. Quería penetrarlo.
Quería romperlo. Quería ser él la única persona que tuviera la dicha de
ver reaccionar a Saruhiko. Una expresión de ternura se dibujó en su
rostro e hizo el cabello del muchacho a un lado para poder apreciar su
rostro. Su respiración estaba demasiado agitada, y su cuerpo seguía
demasiado caliente. Sin embargo, algo le advertía que no era culpa de la
fiebre, porque Izumo había estado en su mismo estado muchas veces antes
que esa. Volvió a meterse en el cuerpo del muchacho un poco más, y se
dio cuenta que el leve roce de su piel contra su nuca, lo hacía
estrecharse. Jugó con eso un poco, y los gemidos de Saruhiko empezaron a
desbordarse de sus labios. Izumo fue metiendo su longitud cada vez más
profundo dentro de su cuerpo con cada embestida. Quería marcar con rojo
esa delicada piel que quizás nunca antes había sido mancillada. Pero la
razón aparecía esporádicamente, sabía que si lo hacía, eso lo delataría
al día siguiente. Sin embargo, sus dedos se clavaron en los muslos del
muchacho mientras, otra vez, lo masturbaba. Tenía que reconocer la
resistencia que tenía. Hasta podría decir que le tenía un poco de
envidia. Sintiendo su erección siendo oprimida por el cuerpo de
Saruhiko, Izumo se dio cuenta que no duraría mucho más. En el instante
en que acabó, agarrando la nuca de Saruhiko con las yemas de sus dedos,
escuchó un débil sonido derramándose de sus labios.
—Misaki…
Era
tarde, pero lo había recordado. Esa era otra de las pocas veces que
había visto reaccionar a Saruhiko, y lo que lo había llevado a
cuestionar la presencia del muchacho en Homura: cada vez que Misaki lo
ignoraba, él ponía una expresión de dolor que enmascaraba con
aburrimiento y cansancio. Por eso se había dejado hacer, ¿no? Porque en
su mente, era Misaki el que le estaba haciendo el amor.
Quejidos
y patadas sin fin hicieron que Saruhiko chasqueara la lengua. Sintió
que los párpados le pesaban y le costaba horrores separarlos. Se sentó
con lentitud y sintió que todo le daba vueltas. Examinó a su alrededor y
vio un pequeño cuenco vacío con un trapo encima. Había sufrido un golpe
de calor que lo dejó en cama. Lo había recordado. Pero, ¿quién lo había
cuidado? ¿Había sido Misaki? Una tímida sonrisa se formó en su rostro
que, aunque estuviera pálido, podía decirse que había recuperado su
color normal. Se acercó a su computadora, gateando, para agarrar los
anteojos que estaban al lado del teclado, y bajar la escalera del
entrepiso. Aunque intentó apoyar las plantas de sus pies sobre los
escalones, alcanzó sólo a apoyarse sobre el más cercano y terminó
agarrándose con fuerza para no terminar cayendo de cabeza al piso.
Sintió un cosquilleo recorriéndole la espalda y sus piernas parecieron
perder toda su fuerza. Sin soltar la escalera, se sentó de rodillas en
el suelo e intentó analizar la situación. Se levantó la remera, pero no
pareciera que hubiera sufrido alguna herida. Enredó una de sus manos
entre sus cabellos pero tampoco pareciera que hubiera recibido alguna
especie de golpe mientras estaba dormido. La fiebre también había
desaparecido. O por lo menos él podía asegurar que no se sentía para
nada afiebrado. Y entonces lo recordó. Había soñado con Misaki. Había
tenido un sueño genial con Misaki. La sangre pareció acumularse
en la cara de Saruhiko en ese momento. Ayudándose de las escaleras, se
puso de pie, agarró la almohada que estaba al lado de su compañero de
habitación y se la lanzó a la cara, despertándolo de un sobresalto de
esa manera.
—¡¿Por qué no te mueres de una vez?!
El sonido de la
puerta de baño cerrándose con un golpe terminó de despertar a Misaki
que, ajeno a lo que estaba sucediendo, se preguntó qué demonios le
estaba sucediendo a Saruhiko.
Aunque las
ventanas de los pisos superiores estuvieran abiertas, el aire fresco se
rehusaba a llegar al primer piso del bar. Fue por esa razón que la menor
integrante del clan clamó por algo fresco que apaciguara un poco el
calor del ambiente. Con un helado en mano cada uno, los demás
integrantes estaban dispersos en torno a las mesas y a la barra.
Saruhiko, como de costumbre, estaba sentado a una distancia considerable
del ruidoso grupo. Chasqueó la lengua cuando su dedo pulgar terminó
manchado de un color rosa. Lo llevó a sus labios y lo limpió con la
lengua. De repente, tuvo una reminiscencia. Había pasado algunas semanas
desde que cayó enfermo por un golpe de calor, pero recordaba que le
había preguntado a Misaki si alguien más aparte de él se encargó de
cuidarlo. En su mente apareció la imagen de Izumo con una expresión que
jamás había visto. Su mirada se cruzó con la del segundo al mando de
Homura, pero el mayor no pudo interpretar la reacción que, sin saberlo,
había despertado en Saruhiko. Lo que obtuvo de él, en cambio, fue el sonido del chasquido de su lengua.
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