Ciaossu~!!
Hoy es viernes de Memories :)
Eh... No sé qué escribir xD Tengo muchos fics que seguir~ buuuu~ Que disfruten el fic ;)
No puedo creer que estemos en la mitad ;wwwwww; ¡Qué tengan un buen comienzo de fin de semana!
Capítulo 05: Una oportunidad única.
Hoy es viernes de Memories :)
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Enjoy~ ♥
Título: Memories.
Fandom: Johnnys.
Pairing: Shibutani Subaru x Kato Ai.
Formato: Multi-chaptered.
Género: AU, drama, violento.
Rating: NC-17.
Estado: En proceso.
Capítulo: 05/ 10
Cantidad de palabras: 4885.
Sinopsis:
Hiroki y Erika llegan al lugar donde Subaru estuvo cautivo pero sólo encuentran restos de lo que alguna vez había sido. Subaru, sin la capacidad de obtener lo necesario para ingresar nuevamente al registro negro, debe pensar en otra cosa para recuperar el archivo de Mirei y cumplir la promesa que le había hecho a Ai.
Ryo ayuda a Yuya a despertar, pese a que Toma se rehusara a hacerlo, y aún aunque signifique hacer algo prácticamente prohibido.
Tadayoshi comienza a confiar en Subaru, ocasionando un intercambio de palabras con Ryuhei, y obviamente, que Ryo no esté de acuerdo con su forma de pensar.
Subaru resulta haber vuelto todavía más poderoso que antes y Erika pareció comprenderlo bastante bien.
La tarea de Hiroki de redactar una lista con las personas capaces de hacerle daño a Subaru se reduce sólo a un puñado. La cuestión ahora es enfrentarse a ellas y estar preparados para lo inevitable.
Ryo ayuda a Yuya a despertar, pese a que Toma se rehusara a hacerlo, y aún aunque signifique hacer algo prácticamente prohibido.
Tadayoshi comienza a confiar en Subaru, ocasionando un intercambio de palabras con Ryuhei, y obviamente, que Ryo no esté de acuerdo con su forma de pensar.
Subaru resulta haber vuelto todavía más poderoso que antes y Erika pareció comprenderlo bastante bien.
La tarea de Hiroki de redactar una lista con las personas capaces de hacerle daño a Subaru se reduce sólo a un puñado. La cuestión ahora es enfrentarse a ellas y estar preparados para lo inevitable.
Precuela: Supplier.
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Capítulo 05: Una oportunidad única.
Erika se arrodilló en el suelo. Agarró
una hoja que parecía recién caída de un árbol sólo para ver cómo se
desintegraba entre sus finos dedos. Volvió a ponerse en pie y observó a su
alrededor.
—¿Qué te parece? —le preguntó a Hiroki.
—Es como si una gran cantidad de energía
hubiera sido contenida para evitar que alguien se percatara que destruyeron
este lugar.
—¿En serio que no sabes leer las mentes? —le
preguntó la mujer, generando la sonrisa en el muchacho—. Estaba pensando
exactamente lo mismo.
—Erika-sama —uno de sus sirvientes llamó
su atención—. Encontramos esto en el subsuelo —agregó, entregándole un trozo de
metal.
—Eso es —dijo Hiroki.
—Una llave del registro negro— finalizó
Erika su oración.
—¿Subaru tenía una? ¿Cómo lo sabe?
—Aunque no lo parezca, cada llave es
única, Hiroki-kun.
—Aún puede recuperarse información de la
parte subterránea —dijo otro sirviente.
—Encárguense de eso, cuantas más piezas
recuperemos de este rompecabezas, mejor —reconoció Erika—. Lo que más me
molesta… es que haya estado encerrado aquí todo este tiempo y bajo mis narices…
—Debió haber sido alguien realmente
poderoso —dijo Hiroki.
—Y debió haber utilizado bastante dinero
para mantenerlo aquí —agregó Erika—. Además, ¿quién puede ser capaz de contener
la energía ocasionada por una explosión? —preguntó, comenzando a caminar en
círculos.
—¿Explosión hecha por una persona o por
explosivos?
—Dejemos eso de un lado por un rato.
¿Quién puede ser capaz de contener energía expansiva?
—Mhh… Pues… Son muchas personas…
—¿Reducimos la lista a los que serían
capaces de hacerle daño a Subaru?
—¿Usted dice… una lista de enemigos?
—No quise decirlo, pero… sí, algo así.
—Puedo redactarla…
—Para hoy en la tarde.
—Mañana por la mañana.
—Ve a mi casa por la madrugada. Estaré
despierta.
A lo lejos, Subaru pudo ver cómo su ruta
de entrada a la empresa estaba siendo guardada por Erika entre sus ropas.
—Rayos… ¿Ahora qué hago —una súbita gota
sobre su nariz hizo que mirara hacia el cielo—…? De nuevo está lloviendo…
La lluvia ocasionó que el día se volviera
de noche. No había rayos pero el agua parecía no dar tregua. Y Ryo se dio
cuenta que la lluvia era una buena aliada para pasar desapercibido. Encontró a
Toma durmiendo frente a la habitación de Yuya. Sonrió. Lo único que lo cubría
era el saco que Takahisa había estado usando. Sigilosamente, entró a la
habitación y cerró la puerta a su paso. Yuya seguía en su cama, inmóvil. Ryo
suspiró y acercó una silla para sentarse a su lado. Tomó su mano y la entrelazó
a la suya. Cerró los ojos para poder sentir la calidez que todavía transmitía.
El dulce beso que depositó sobre su dorso pareció interminable.
—Lo siento —susurró—. De nuevo te metí en
mis problemas sin querer. De nuevo te lastimé. A una de las personas que más
quiero en esta vida. Perdóname, Tego. Sé que quizás no lo entiendas, pero… no
hay otra solución. A diferencia de Toma, yo sí quiero que despiertes. Después
de Hiro, eres uno de mis mejores amigos. No podría pasar el resto de esta vida
ni las que sigan después de estas sin verte sonreír de nuevo. Aunque no puedas
hacerlo, intenta perdonarme.
—¿Ryo? Ryo, ¿qué haces?
Los golpes que Toma le daba a la puerta
le entraron por un oído y le salieron por el otro. Le dedicó una mirada, pero
en ella no le estaba dando siquiera una pista de lo que estaba por acontecer.
De repente, con un movimiento de mano de Ryo, la habitación se volvió oscura e
impenetrable. Apoyó su frente sobre la de Yuya y aguardó hasta llegar a él,
donde sea que estuviera.
—Ryo-chan —le dijo, en medio de la
oscuridad. Lo único que los iluminaban a Ryo y a él eran las túnicas blancas
con la que estaban vestidos—. ¿Qué haces aquí?
—Vine a buscarte.
—Eso es imposible —le sonrió el rubio.
—Yo sí puedo hacerlo.
—Sabes lo que ocurrirá después de esto —espetó
Yuya, seriamente.
—Toma no quiere que despiertes.
—Lo sé —dijo Yuya, sonriendo—. Por eso
estoy aquí.
—¿No quieres hacerlo? ¿No quieres
despertar?
—Ryo-chan, yo también tengo miedo —reconoció.
—No lo tengas —le pidió Ryo, acercándose
a él y agarrando sus manos—. Yo estoy aquí.
—No quiero esto —gimoteó Yuya—. No quiero
arrastrarte a hacer una cosa como esta.
—Tego, oye —le pidió, levantando su
rostro y secando sus lágrimas con el dorso de su mano—. Yo estoy aquí —le dijo,
abrazándolo con todas sus fuerzas—. Y jamás te dejaré.
—¡Koyama! ¡Shige! —Takahisa llamó la
atención de ambos con pura desesperación. Halló a ambos entrando a la empresa.
—¿Qué sucede…? —preguntó Keiichiro,
sorprendido.
—La habitación de Tegoshi —respondió el
pelirrojo con el poco aire que tenía—… No se puede entrar…
—¿Qué? ¿Despertó?
—No… Ryo está con él.
—¿Ryo?
—Vengan conmigo, ¡rápido, por favor!
El trío bajó los escalones para llegar a
la habitación de Yuya. Grande fue su sorpresa al encontrar a Toma y Yuya abrazados,
y a Ryo sentado en las sillas frente a la misma.
—Ryo, ¿qué sucedió? ¿Qué pasó ahí dentro?
—le preguntó Keiichiro.
—Lo logré —respondió el aludido, débilmente—.
Tegoshi despertó. Ahora —cuando trató de ponerse de pie, todo su mundo pareció
ponerse de cabeza. Shigeaki lo ayudó a sentarse de nuevo—… Lo siento…
—¿Quieres que te acompañemos a casa? —preguntó
Keiichiro. Takahisa, por su parte, ya había entrado a darle la bienvenida a su
mejor amigo.
—Por favor —susurró Ryo.
—Lo siento —le dijo Subaru a Ai,
dedicándole una reverencia—. No pude hacer lo que te dije que haría.
Hablar en código no estaba en sus venas y
no importaba los idiomas que hablaran, todos y cada uno eran conocidos por sus
nuevos guardaespaldas.
—No te preocupes. Ya encontraremos algo.
El timbre sonó, dando paso a Ryuhei y
Shota. El secretario de Tadayoshi le dedicó una reverencia a Ai junto con una
sonrisa, sin embargo, a Subaru sólo lo miró de pies a cabeza. Entró al living y
se acercó a la muchacha y le dio un dulce beso en la mejilla.
—Hola.
—Hola, Maru, Shota.
—Hola, Ai-san. ¿Cómo se encuentra?
—Confinada al infierno es una buena
respuesta.
—Si no te hubieras metido en problemas,
no estarías “confinada al infierno”, como dices.
—¿Se levantó de mal humor o algo? —le
preguntó a Shota, asomándose a la izquierda de Ryuhei. El aludido simplemente
sonrió, sin responder a su pregunta.
El timbre volvió a sonar, esta vez fueron
Keiichiro y Shigeaki quienes entraron a la mansión sosteniendo el débil cuerpo
de Ryo.
—Nishikido-san…
Sin mediar palabra, Shota se apresuró a
llegar al lado de los recién llegados. Fue seguido por los demás cuando se
percataron de la presencia de Ryo.
—¡Papá! ¿Qué le sucedió? —preguntó Ai,
con los ojos llorosos.
—Él está bien, Ai-san —Trató de calmarla
Shigeaki—. Sólo tuvo un pequeño desmayo.
—¡Ryo-chan! —exclamó Tadayoshi, que hasta
ese momento había estado en la biblioteca, fue alertado por el grito de su
hija—. Koyama-san, ¿qué le sucedió?
—Se descompensó camino hacia aquí. Lo encontramos en el camino con
Shige.
—¿Se descompensó? ¿Por qué? ¿Adónde fue?
—Realmente, no lo sé —respondió
Keiichiro, mirando por unos segundos a su secretario y supplier.
—Súbanlo al cuarto, rápido —pidió el
dueño de la mansión a dos de sus sirvientes, quienes rápidamente cambiaron
lugares con Keiichiro y Shigeaki—. Maru, ¿puedes venir a atenderlo?
—Seguro —respondió el aludido,
entregándole a Shota lo que tenía en sus manos—. Ai, quédate aquí —le dijo a la
muchacha, sobre la cual posó una mano. La aludida lo miró.
—No. Iré con mi padre —se negó la
aludida.
—Déjala —le dijo Tadayoshi, en un
suspiro—. Que venga.
—Tadayoshi, avísanos cuando Nishikido-kun
despierte, por favor —le pidió Keiichiro. El aludido asintió.
—Koyama-san —Shota llamó su atención una
vez estuvieron solos—. ¿Qué ocurrió realmente con Nishikido-san?
—Ah… A ti no puedo mentirte, ¿verdad,
Yasuda-kun? —Keiichiro se acercó al rubio y pasó un brazo por sobre su hombro
para acortar la distancia que lo separaba de su oído—. Pues, verás…, tengo la
sensación de que Nishikido-kun salvó a Tegoshi… aunque a un precio bastante
caro —reconoció, mirando el techo—. Pero no se lo digas a nadie, ¿de acuerdo?
—finalizó, señalándolo con el dedo índice—. Y esto corre también para ti,
Shibutani-kun.
—Ah… Sí —los invitados estaban
dirigiéndose a la entrada de la mansión, pero la voz de Subaru se lo impidió—.
De todos modos, cualquier cosa que haya sido hecha para salvar a Tegoshi-san…
por mí está bien.
—Massu me dijo que fuiste a verlo —dijo
Keiichiro.
—Quería disculparme con él…
—No creo que Tego hubiera aceptado tus
disculpas.
—Creo que… yo tampoco lo haría… No
después de haberlo hecho encontrar con sus demonios…
—Nos vemos otro día —dijo Keiichiro.
Hasta que ambos abordaron su vehículo,
Keiichiro estuvo dubitativo.
—¿Kei-chan? —llamó Shigeaki su atención.
—Dime, Shige, ¿está mal si pienso que
este Subaru que vino es diferente al que se fue?
—Yo me preguntaría qué fue lo que lo hizo
cambiar de una forma tan radical…
—¿Y crees que alguien más piense lo mismo
que yo?
—Tengo la impresión de que en la mansión
hay dos personas que piensan igual que tú. Perdón…, tres…
Keiichiro suspiró.
—Su cuerpo está débil —dijo Ryuhei
respecto a Ryo, quien inhalaba aire con desesperación y al mismo tiempo se
quejaba de un dolor que aparentaba ser interno—. Tampoco veo hematomas o marcas
de heridas —volvió su vista a Tadayoshi—. Lo que sea que haya sucedido lo está
lastimando interiormente, Tacchon.
—Bueno, ¡haz lo que tengas que hacer!
La desesperación de su superior aumentaba
el desconcierto de su acotado diagnóstico. Realmente jamás había estado frente
a una situación de esa índole, y el breve relato aportado por Keiichiro, no lo
estaba ayudando demasiado.
—Quizás Yasu pueda ayudarnos con esto —musitó
Ryuhei, para sí mismo.
—Shibutani-san —llamó su atención Shota,
ambos entrando al living.
—Dime —dijo el aludido, sentándose sobre
uno de los sillones—. Subaru está bien.
—Ah… Sí… Mh… ¿Qué significa eso de que le
hiciste ver sus demonios a Tegoshi-san? —preguntó el rubio, sentándose sin
soltar las carpetas que Ryuhei le había entregado con anterioridad.
—Justo lo que dije. Todavía no entiendo
cómo fue, pero… simplemente… no podía despegar su mirada de la suya… y creo que
él tampoco podía, por eso hizo lo que hizo, porque no había otra forma de
hacerlo.
—¿Tú… estabas viendo lo que a él le
estaba sucediendo?
—Estaba sintiendo lo mismo que él. Por
eso quería disculparme con él. Realmente no sé qué hice para desencadenar eso…
—Yasu
—llamó su atención Ryuhei—…, ¿puedes venir un momento, por favor?
—Seguro —respondió el aludido, llegando
cual rayo a su lado. Hasta que ambos salieron del living, ni Ryuhei quitó su
vista de Subaru, ni Subaru quitó su vista de Ryuhei, ambos con propósitos muy
diferentes—. ¿Qué sucede?
—Quiero que veas dentro de Ryo —le dijo,
dirigiéndose al cuarto donde estaba el paciente.
—¿Eh? ¿Por qué?
—No entiendo qué es lo que tiene y las
palabras de Koyama no me terminan de cerrar…
—Haré lo que pueda.
—Sé que lo harás bien —le dijo Ryuhei,
afectuosamente, acariciando su espalda.
Ambos entraron al cuarto donde estaba
Ryo, y Shota se sentó a su lado. Acto seguido, apoyó una de sus manos sobre la
frente del muchacho y cerró los ojos. Sin embargo, a los pocos segundos los
abrió, con el ceño fruncido. Volvió a intentarlo, esta vez, con ambas manos
sobre su rostro, pero seguía sin encontrar la respuesta que necesitaba.
—Yasu, ¿qué ocurre? —le preguntó Ryuhei.
—N… No lo sé…
La mirada de desconcierto de Shota era la
misma que Ryuhei había tenido minutos antes.
—Yasu, ¿qué es lo que le sucede a papá? —le
preguntó Ai.
—No puedo verlo… No puedo entrar a su
corazón —reconoció el rubio—… Pero creo que hay alguien que sí puede hacerlo
—Shota saltó de la cama cual resorte y bajó las escaleras, regresando junto con
Subaru.
—No —dijo Ryuhei, tajante.
—Subaru dijo que él pudo sentir lo mismo
que Tegoshi-san. Quizás no pueda decirnos qué tiene Nishikido-san con
exactitud, pero saber qué está sintiendo puede darnos algún indicio.
—No, estás loco —reiteró Ryuhei, colocándose
entre Subaru y la cama donde Ryo descansaba.
—Hazte a un lado, Maru —le ordenó
Tadayoshi.
—Pero…., Tacchon…
—Quizás Yasuda-kun tenga razón, y Subaru
pueda ayudarnos.
Ryuhei no podía creer lo que estaba
oyendo. Al darse cuenta que Tadayoshi no iba a darle la razón, optó por salir
de la habitación.
—Si las cosas se ponen peor, más vale que
ni se te ocurra llamarme para que te salve el pellejo.
—Tranquilo que no lo haré —dijo
Tadayoshi.
Con pasos seguros, Ryuhei salió de la
habitación, y de la mansión.
—Subaru —Shota lo invitó a sentarse al
lado de Ryo. El aludido así lo hizo y, aunque no estaba del todo seguro qué
debía hacer, simplemente improvisó. Sostuvo la cabeza de Ryo con ambas manos y
apoyó su frente sobre la suya. De un momento a otro, un aura brillante cubrió a
Ryo y lo hizo elevar en el aire por sobre la cama. Subaru miraba maravillado lo
sucedido, al igual que todos los presentes. No pasó demasiado tiempo hasta que,
de la misma forma en que se elevó en el aire, el cuerpo de Ryo cayó nuevamente
sobre el colchón, esta vez, con una expresión de serenidad en el rostro y su
respiración poco a poco fue volviendo a la normalidad.
—¿Qué viste? —le preguntó Tadayoshi,
acercándose a ambos.
—Mhh… Nada… Pero le dije que todo estaba
bien. Y que ustedes estaban esperándolo aquí.
—Vaya… Creo que es mejor doctor que Maru —reconoció
Ai.
—¡Ah! Maru —dijo Shota, reparando en la
ausencia del morocho.
—Yasuda-kun —lo llamó Subaru. El aludido
lo miró—. No corra, por favor. ¿No es suficiente ya de eso?
—Es algo que no puedo evitar —reconoció Shota.
—Usted no debe formar parte de esa
confusión.
—Eso… también es inevitable, Subaru-kun.
—¿De qué están hablando? —preguntó Ai en
voz baja.
—No lo sé, pero lo mejor es que no nos
metamos, ¿no lo crees? —le dijo su padre, generando su sonrisa.
Aunque había pasado sus buenos años lejos
de un lugar como ese, de alguna forma, eso lo hacía sentir como si estuviera en
casa. La mayoría de los heridos por lo sucedido con Yuya ya habían sido dados
de alta, así que no fue difícil encontrar su habitación. Le sorprendió
sobremanera al verlo despierto después de lo sucedido, y sonriendo como si
nunca se hubiera encontrado con Subaru.
—Es sorprendente, ¿no? —la voz de
Takahisa lo alertó.
—Masuda-kun —mencionó su nombre Ryuhei.
—Su recuperación…
—Sí… La verdad es que no me lo esperaba…
—¿Cómo ocurrió? —le preguntó, sentándose
a su lado.
—No lo sé. De repente, se despertó. Vino
a verlo hasta Subaru…
—Subaru —repitió Ryuhei, lanzando un
sonoro suspiro.
—¿Sucede algo malo?
—Ya estoy harto de oír ese nombre —reconoció,
al mismo tiempo que Toma salía de la habitación.
—Quiere verte —le dijo a Takahisa.
—¿De quién hablaban? —le preguntó, una
vez el pelirrojo entró a la habitación.
—De Subaru…
—Ah… ¿Sucedió algo más aparte de lo de
Yuya?
—Ohkura me mandó al demonio y le pidió
que viera qué le pasó a Ryo.
—¿Qué le pasó?
—No lo sé… No le pude dar un diagnóstico…
Llegó inconsciente a la mansión con Koyama y Shige…
—¿Hace un rato?
—Sí… ¿Por qué lo preguntas? —le dijo,
mirándolo.
—Ryo estuvo aquí y se encerró en la
habitación con Yuya. Salió después de un rato, yo entré, y al poco tiempo, Yuya
despertó. Koyama y Shige se llevaron a Ryo de aquí.
—Ya veo —dijo Ryuhei, acostándose aún más
sobre el asiento—… Sé de una manera de “llamar” la consciencia de otra persona,
pero es algo riesgoso…
—¿Qué sucede?
—No lo sé… Nunca llegué a esa parte —reconoció
el aludido, con una sonrisa—. Sin embargo, me molesta la presencia de Subaru en
este lugar —Toma lo miró—… Si estaba desaparecido, ¿por qué no se quedó donde
estaba y ya?
—¿Quieres que desaparezca? —le preguntó
Toma, luego de un rato.
—Sí —respondió Ryuhei, sin siquiera
dudarlo—. Quiero que su existencia completa desaparezca de este mundo. Su
aparición sólo está trayendo desgracias…
—No puedo creer que estés así porque
Ohkura te mandó al demonio…
—Púdrete —se sonrió Ryuhei.
El camino desde la mansión fue tranquilo.
Sabía que burlar a los sirvientes de Erika dos veces en un mismo día tendría
sus consecuencias, por lo cual decidió utilizarlos para su propósito. Lo único
que debía hacer era ir hasta la biblioteca y pasar ahí un buen rato buscando un
libro. Se escabulló entre los estantes, agarró el primero que encontró y dijo
un hechizo. Esperaba que funcionara, y esperaba que alguien pasara por el
lugar, alguien a quien pudiera usar como conejillo de Indias. Finalmente
apareció, una muchacha pelirroja con el cabello hasta la altura de los hombros,
con un par de ojos del color del cielo. Tras decir unas palabras, la controló
hasta llegar a la bibliotecaria, a quien le agradeció por sus servicios
prestados. Los sirvientes de Erika voltearon para verla, pero ninguno reparó en
la presencia de Subaru que, detrás de sus espaldas, estaba controlando sus
movimientos y palabras. Salió de allí con ella y se dirigió a la oficina de
Erika: un auténtico asesinato si es que alguien llegaba a descubrirlo. Deshizo
el hechizo sobre la muchacha, a quien dejó algo confundida ya que había ido a
la biblioteca por un libro, y no entendía cómo había llegado hasta los
ascensores. Allí, Subaru había encontrado a su conejillo de Indias definitivo.
Llevaba un ramo de flores, quién sabe para quién, pero podía servir muy bien
para entregárselo a Erika, en caso de ser necesario. Al llegar a su oficina, se
dirigió a ambos guardias.
—Erika-san los llama —dijo Subaru,
utilizando al hombre que estaba controlando.
Sin preguntar nada más, los sirvientes se
esfumaron literalmente. Subaru dejó que su señuelo se pusiera de espaldas a la
puerta de la oficina y le habló.
—No dejes que nadie entre a esta oficina,
¿de acuerdo? —el aludido asintió con la cabeza y se quedó allí, de pie,
esperando. Subaru entró a la oficina y se puso a buscar su llave. Persuadir a
quienes estaban custodiando la oficina y a sus propios guardaespaldas era algo
que iba a tener que pensar más tarde. No tardó demasiado en dar con su objeto
del deseo: estaba en un cajón bajo llave. Con un conjuro, imitó el objeto a la
perfección y dejó en su lugar al reemplazo.
—…Y aquí está la lista que me pidió.
La voz de Hiroki hizo que su tarea
cambiara radicalmente. Saltó hasta detrás de la puerta, la cual del otro lado
estaba siendo custodiada por un hombre de grande contextura física, quien tras la
desconcentración de Subaru, volvió en sí.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó Erika,
igual de sorprendida que el susodicho en cuestión.
—Ehh… Yo…
—¿Esas flores son para mí? —repreguntó la
aludida, con una sonrisa de lado a lado.
—Ah… Sí… Sí, sí, sí… Son para usted.
Los custodios de la oficina aparecieron.
—Erika-sama, ¿usted nos mandó a llamar?
—¿Yo? No, ¿por qué?
—Yo se los dije —dijo el hombre, a quien
Subaru volvía a controlar—. Quería dejar estas flores dentro de la oficina,
pero…, no me atreví a hacerlo.
Erika rió melodiosamente.
—¡Qué lindo! —dijo la mujer—. Pero, no
hacía falta. Muchas gracias.
Al instante en que la housekeeper posó su mano sobre la
mejilla del hombre, el hechizo de Subaru se deshizo.
—Ah… Eh —titubeó el hombre, sin
comprender qué estaba sucediendo—… Creo que… me voy.
—Suerte —le dijo Erika.
—Eso fue extraño —reconoció Hiroki.
—Bueno —dijo Erika, entrando a la
oficina—, dijiste que pudiste reducir la lista. ¿A cuántos llegamos?
—48 personas.
—Redúcela más —pidió la aludida,
sentándose.
—Pero, ¡Erika-san…!
—Sé que puedes hacerlo, Hiroki-kun.
Confío en ti. De no ser así, no te hubiera dado esta tarea. No uses libros y
parafernalia extraña. Utiliza tus instintos. Eres el mejor en eso —de pronto,
Erika vio la puerta de su oficina moviéndose, por lo cual, se levantó de su
silla.
—¿Ocurre algo? —le preguntó Hiroki.
—Mhh… No, nada… Me pareció ver algo… Pero
creo que fue mi imaginación…
—Erika-sama —llamó su atención uno de sus
sirvientes, apareciendo como una niebla color verde esmeralda—…, Tegoshi-sama
ha recuperado el conocimiento.
—Eso es excelente. Iré a verlo. Hiroki-kun…,
tienes tarea.
En el intervalo en el que Erika abrió la
puerta y la cerró, Subaru aprovechó para escapar hasta el registro negro.
Estuvo a punto de ser descubierto dos veces, y sabía que no iba a tener suerte
una tercera. Una vez allí, llamó la atención del guardia para separarlo de la
puerta y entró rápidamente, utilizando su propia llave. Dejó que su conjuro lo
condujera al archivo correspondiente al de la madre de Ai, pero había otro que
le llamaba poderosamente la atención, incluso más que el suyo propio.
—Tegoshi —leyó Subaru su apellido antes
de sacar el archivo de su lugar y, al igual que hizo con el de Mirei, reemplazarlo
con una carpeta idéntica, de igual peso, pero cuyo contenido eran papeles en
blanco. Oyó la puerta abriéndose y supo que esa era su campana de salida.
—Bienvenida —le dijo la bibliotecaria a
la muchacha pelirroja que Subaru había controlado por primera vez.
—Hola…, lo siento… Yo vine por un libro,
pero…, no sé qué me sucedió. ¿Puedo ir a buscarlo?
Los sirvientes de Erika se miraron entre
sí. Sin mediar palabra, desaparecieron en forma de niebla para dirigirse al
estante donde se suponía estaba Subaru. Grande fue su sorpresa al verlo
concentrado leyendo un libro de botánica.
—Ah. Perdón. Creo que me llevaré este —dijo
el aludido, pasando por entre ellos y acercándose a la bibliotecaria—. Me llevo
este.
—Botánica, ¿eh? —dijo la mujer.
—Creo que a Ai-san le gustará.
Sus ojos se abrieron con dificultad. Al
girarse sobre su cuerpo, vio a su amante mirándolo, con una sonrisa mañanera.
—Hola —le dijo Tadayoshi.
—Hola —dijo Ryo.
—Dormiste bastante —reconoció el más
alto, arreglando los cabellos de su pareja.
—¿Lo hice?
—Sí. Y también nos preocupaste bastante.
¿Qué sucedió?
—Estaba cansado.
—Sí, claro —dijo Tadayoshi, sentándose en
la cama—. Ryo, ¿por qué no confías en mí?
—Tú no lo haces cuando te digo que quiero
a Subaru lejos de aquí.
—Creo que vas a confiar menos en mí
cuando te diga lo que hice —reconoció el aludido, mirando el techo.
—¿Qué hiciste…?
—Bueno… Ya que ni Maru ni Yasu podían
descubrir qué te pasaba…
—¿Tadayoshi…? —preguntó Ryo, frunciendo
el ceño.
—Le pedí a Subaru que lo hiciera. No me
pegues —le pidió, cubriéndose el rostro con ambas manos.
—Que hiciste, ¿qué?
—Sin embargo, nos dijo que no pudo
averiguar eso, pero sí apaciguar tu dolor —Ryo se quedó perplejo ante la
situación—. ¿Ves que sí podemos confiar en él? —de repente, Ryo se agarró la
cabeza—. ¿Qué sucede?
Toma salía de la habitación de Yuya en el
mismo instante en que Erika estaba por ingresar junto con Hiroki y una
enfermera.
—Ah, qué suerte que vino —le dijo a la
última—. ¿Puede suministrarle un analgésico?
—¿Qué tiene el paciente? —dijo la
enfermera, acercándose a él.
—Me duele la cabeza —reconoció el rubio.
—Le empezó a doler de repente—dijo Toma.
—¿Tendrá algo que ver con lo que hizo
Ryo? —preguntó Takahisa.
—¿Qué hizo Ryo? —preguntó la housekeeper.
—Mhh… No lo sabemos —respondió Toma—… Se
encerró con Yuya en la habitación y cuando salió… Yuya despertó.
—Déjenme ver —pidió la mujer—. Enfermera,
no le dé nada, por favor.
—Ah… Sí…
—Tegoshi-kun, dame tus manos, por favor.
—Eh… Está bien…
Erika se sentó a su lado y cerró los
ojos. Yuya movió sus labios llamando la atención de su pareja. Toma se hincó de
hombros como respuesta.
—No puede ser —dijo Erika, abriendo los
ojos.
—¿Qué ocurre? —preguntó Takahisa.
—Masuda-kun, ve a buscar a Ryo y
Tadayoshi, de inmediato —le pidió. El aludido asintió y salió prácticamente
corriendo del lugar.
—Erika-san, ¿qué ocurre? —preguntó Toma.
—Espera a que vengan, Ikuta-kun. Sólo
espera a que vengan.
Camino hacia la torre, estuvo a punto de
caer de bruces varias veces. Aparentemente, ese era el límite de su poder pero
no debía ser descubierto. Por medio de un nuevo hechizo, hizo invisible el
archivo de Yuya el cual estaría en la torre hasta que él lo creyera necesario.
Acto seguido, fue hasta el cuarto de Ai a través de la ventana. Dejó un cofre
debajo de la cama en el mismo instante en que la muchacha entraba.
—Subaru…
—Ai…
—¿Qué sucede? —le preguntó, cerrando la
puerta a su paso.
—Dejé un regalo que sólo Ai puede abrir.
—¿En serio? ¿Y puedo abrirlo ahora?
—Subaru levantó la frazada que caía sobre el suelo y le alcanzó el cofre que
había ocultado allí. Ai posó su mano sobre él y automáticamente la tapa de
abrió, enseñándole el archivo de Mirei—. Esto… ¿Cómo lo hiciste…?
—Ai lo dijo: soy mago.
—Muchas gracias —sin siquiera imaginar lo
que acontecería, Subaru recibió un beso en la mejilla. Cuando se separaron, Ai
se alejó varios metros—. Lo… Lo siento… Me dejé llevar… Ja, ja, ja. De todos
modos…, muchas gracias, Subaru.
—Que no te vuelvan a descubrir.
—Claro que no. Es una promesa. Oye, ¿y el
tuyo?
—Creo que aún no estoy listo para
descubrir mi pasado. El presente que tengo ahora… es mucho mejor —reconoció.
—¿Ahora sí va a hablar? —le dijo Toma a
Erika, una vez Takahisa entró al lugar con Ryo y Tadayoshi detrás.
—Tegoshi… Despertaste…
—Así es, Tada-chan. Y es todo gracias a
Ryo-chan.
—¿A Ryo-chan? —repreguntó Tadayoshi,
mirando a su pareja, quien no despegó ni un momento la vista del suelo.
Erika se acercó a Ryo y con un broche,
agarró uno de sus dedos, el cual pinchó hasta hacerlo sangrar.
—Ay —se quejó Yuya.
—Ouch —se quejó Ryo, levantando la vista
por unos instantes. Cuando los presentes se dieron cuenta de la extraña
situación, volvió a bajarla, mordiéndose el labio inferior.
—Tu dedo medio de la mano derecha también
está sangrando, ¿no es así, Tegoshi-kun? —le preguntó Erika.
—S… Sí —respondió el aludido, sin
comprender la situación.
—¿Alguien puede explicarme qué rayos está
sucediendo? —pidió Toma.
—Lo siento, Toma, pero no había otra
forma de hacerlo.
—¿Qué le hiciste a Yuya? —le dijo,
agarrando con fuerza la mano de su pareja.
Ryo levantó su mano. Podía sentir una
calidez ajena a la suya.
—Habían dos formas de evitar lo
inevitable —dijo Erika—. La primera: someter a Tegoshi-kun a un sueño profundo
hasta que las condiciones de su despertar estuvieran dadas. Y la segunda: llegar
hasta su alma y sellar los recuerdos que podían desencadenar hechos similares a
los de su enfrentamiento con Maruyama-kun.
—¿Ryo hizo eso? —preguntó Takahisa.
—No. Ryo no tiene la capacidad de sellar
recuerdos. Pero en mi biblioteca había un libro que hablaba de cómo pueden
separarse, ¿no es así? —le preguntó Erika.
El aludido suspiró.
—Lo que hice, para terminar con tanto
misterio, fue reemplazar parte del alma de Tegoshi con la mía. Es por eso que
sentimos lo mismo.
—Pero…, y sus poderes…
—Él tiene la mitad de su fortaleza, y al
mismo tiempo, la mitad de la mía —Yuya miraba a Ryo sin poder creer lo que
estaba diciendo—. Tego…, perdóname, pero… no había otra solución… Si sucedía lo
peor, no quería que sólo tú salieras afectado.
—¿Y los demás? —preguntó Tadayoshi. Ryo
lo miró—. Te importaron un carajo, ¿no?
—No es así. Lo hice por el bien de todos.
—Si hubiera sido por el bien de todos,
¡lo habrías consultado por lo menos conmigo, maldita sea!
—Tada-chan… Él realmente lo siente…
—No me importa lo que tú me digas.
—Lo sé porque siento lo que Ryo-chan está
sintiendo…
—Eres un egoísta —le dijo Tadayoshi,
antes de irse de la habitación.
—Ryo —llamó su atención Erika—, ¿podrías
alojarte al lado por unos días?
—Seguro —dijo Ryo. Erika salió de la habitación,
sintiendo que algo la aquejaba.
—¿Ryo-chan? —Yuya lo hizo levantar su
vista—. Gracias —susurró.
Erika regresó a su oficina. En la misma,
Hiroki estaba prácticamente acostado sobre el escritorio, pero al entrar la
mujer, se sentó correctamente.
—Erika-san, ¿sucedió algo?
Enfrascada en sus pensamientos, la mujer
abrió el cajón que contenía la llave que habían encontrado en el lugar de
secuestro de Subaru. La agarró entre sus manos y dijo un par de palabras que la
hicieron desaparecer. Luego, se volvió y abrió un armario, del cual sacó unos
papeles de un archivero.
—Por lo menos no se dio cuenta de esto —suspiró
la mujer.
—¿Sucedió algo malo?
—Alguien vino hasta aquí y reemplazó la
llave de Subaru por otra idéntica.
—¿Qué? ¿Quién tiene el poder de hacer una
cosa así?
—Hiroki-kun, ¿pudiste disminuir la lista?
—Ah, espere, estaba en eso —Erika llegó
frente a Hiroki, quien tachaba nombres de una lista hasta reducirla a cuatro
personas—. No puede ser…
—Esto es peor de lo que me imaginaba…
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