9 de marzo de 2018

[Memories] Capítulo 05: Una oportunidad única

Ciaossu~!!
Hoy es viernes de Memories :)
Eh... No sé qué escribir xD Tengo muchos fics que seguir~ buuuu~ Que disfruten el fic ;)
No puedo creer que estemos en la mitad ;wwwwww; ¡Qué tengan un buen comienzo de fin de semana!
Enjoy~ ♥

Título: Memories.
Fandom: Johnnys.
Pairing: Shibutani Subaru x Kato Ai.
Formato: Multi-chaptered.
Género: AU, drama, violento.
Rating: NC-17.
Estado: En proceso.
Capítulo: 05/ 10
Cantidad de palabras: 4885.
Sinopsis: Hiroki y Erika llegan al lugar donde Subaru estuvo cautivo pero sólo encuentran restos de lo que alguna vez había sido. Subaru, sin la capacidad de obtener lo necesario para ingresar nuevamente al registro negro, debe pensar en otra cosa para recuperar el archivo de Mirei y cumplir la promesa que le había hecho a Ai.
Ryo ayuda a Yuya a despertar, pese a que Toma se rehusara a hacerlo, y aún aunque signifique hacer algo prácticamente prohibido.
Tadayoshi comienza a confiar en Subaru, ocasionando un intercambio de palabras con Ryuhei, y obviamente, que Ryo no esté de acuerdo con su forma de pensar.
Subaru resulta haber vuelto todavía más poderoso que antes y Erika pareció comprenderlo bastante bien.
La tarea de Hiroki de redactar una lista con las personas capaces de hacerle daño a Subaru se reduce sólo a un puñado. La cuestión ahora es enfrentarse a ellas y estar preparados para lo inevitable.
Precuela: Supplier.
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Capítulo 05: Una oportunidad única. 

Erika se arrodilló en el suelo. Agarró una hoja que parecía recién caída de un árbol sólo para ver cómo se desintegraba entre sus finos dedos. Volvió a ponerse en pie y observó a su alrededor.
—¿Qué te parece? —le preguntó a Hiroki.
—Es como si una gran cantidad de energía hubiera sido contenida para evitar que alguien se percatara que destruyeron este lugar.
—¿En serio que no sabes leer las mentes? —le preguntó la mujer, generando la sonrisa en el muchacho—. Estaba pensando exactamente lo mismo.
—Erika-sama —uno de sus sirvientes llamó su atención—. Encontramos esto en el subsuelo —agregó, entregándole un trozo de metal.
—Eso es —dijo Hiroki.
—Una llave del registro negro— finalizó Erika su oración.
—¿Subaru tenía una? ¿Cómo lo sabe?
—Aunque no lo parezca, cada llave es única, Hiroki-kun.
—Aún puede recuperarse información de la parte subterránea —dijo otro sirviente.
—Encárguense de eso, cuantas más piezas recuperemos de este rompecabezas, mejor —reconoció Erika—. Lo que más me molesta… es que haya estado encerrado aquí todo este tiempo y bajo mis narices…
—Debió haber sido alguien realmente poderoso —dijo Hiroki.
—Y debió haber utilizado bastante dinero para mantenerlo aquí —agregó Erika—. Además, ¿quién puede ser capaz de contener la energía ocasionada por una explosión? —preguntó, comenzando a caminar en círculos.
—¿Explosión hecha por una persona o por explosivos?
—Dejemos eso de un lado por un rato. ¿Quién puede ser capaz de contener energía expansiva?
—Mhh… Pues… Son muchas personas…
—¿Reducimos la lista a los que serían capaces de hacerle daño a Subaru?
—¿Usted dice… una lista de enemigos?
—No quise decirlo, pero… sí, algo así.
—Puedo redactarla…
—Para hoy en la tarde.
—Mañana por la mañana.
—Ve a mi casa por la madrugada. Estaré despierta.
A lo lejos, Subaru pudo ver cómo su ruta de entrada a la empresa estaba siendo guardada por Erika entre sus ropas.
—Rayos… ¿Ahora qué hago —una súbita gota sobre su nariz hizo que mirara hacia el cielo—…? De nuevo está lloviendo…

La lluvia ocasionó que el día se volviera de noche. No había rayos pero el agua parecía no dar tregua. Y Ryo se dio cuenta que la lluvia era una buena aliada para pasar desapercibido. Encontró a Toma durmiendo frente a la habitación de Yuya. Sonrió. Lo único que lo cubría era el saco que Takahisa había estado usando. Sigilosamente, entró a la habitación y cerró la puerta a su paso. Yuya seguía en su cama, inmóvil. Ryo suspiró y acercó una silla para sentarse a su lado. Tomó su mano y la entrelazó a la suya. Cerró los ojos para poder sentir la calidez que todavía transmitía. El dulce beso que depositó sobre su dorso pareció interminable.
—Lo siento —susurró—. De nuevo te metí en mis problemas sin querer. De nuevo te lastimé. A una de las personas que más quiero en esta vida. Perdóname, Tego. Sé que quizás no lo entiendas, pero… no hay otra solución. A diferencia de Toma, yo sí quiero que despiertes. Después de Hiro, eres uno de mis mejores amigos. No podría pasar el resto de esta vida ni las que sigan después de estas sin verte sonreír de nuevo. Aunque no puedas hacerlo, intenta perdonarme.
—¿Ryo? Ryo, ¿qué haces?
Los golpes que Toma le daba a la puerta le entraron por un oído y le salieron por el otro. Le dedicó una mirada, pero en ella no le estaba dando siquiera una pista de lo que estaba por acontecer. De repente, con un movimiento de mano de Ryo, la habitación se volvió oscura e impenetrable. Apoyó su frente sobre la de Yuya y aguardó hasta llegar a él, donde sea que estuviera.
—Ryo-chan —le dijo, en medio de la oscuridad. Lo único que los iluminaban a Ryo y a él eran las túnicas blancas con la que estaban vestidos—. ¿Qué haces aquí?
—Vine a buscarte.
—Eso es imposible —le sonrió el rubio.
—Yo sí puedo hacerlo.
—Sabes lo que ocurrirá después de esto —espetó Yuya, seriamente.
—Toma no quiere que despiertes.
—Lo sé —dijo Yuya, sonriendo—. Por eso estoy aquí.
—¿No quieres hacerlo? ¿No quieres despertar?
—Ryo-chan, yo también tengo miedo —reconoció.
—No lo tengas —le pidió Ryo, acercándose a él y agarrando sus manos—. Yo estoy aquí.
—No quiero esto —gimoteó Yuya—. No quiero arrastrarte a hacer una cosa como esta.
—Tego, oye —le pidió, levantando su rostro y secando sus lágrimas con el dorso de su mano—. Yo estoy aquí —le dijo, abrazándolo con todas sus fuerzas—. Y jamás te dejaré.

—¡Koyama! ¡Shige! —Takahisa llamó la atención de ambos con pura desesperación. Halló a ambos entrando a la empresa.
—¿Qué sucede…? —preguntó Keiichiro, sorprendido.
—La habitación de Tegoshi —respondió el pelirrojo con el poco aire que tenía—… No se puede entrar…
—¿Qué? ¿Despertó?
—No… Ryo está con él.
—¿Ryo?
—Vengan conmigo, ¡rápido, por favor!
El trío bajó los escalones para llegar a la habitación de Yuya. Grande fue su sorpresa al encontrar a Toma y Yuya abrazados, y a Ryo sentado en las sillas frente a la misma.
—Ryo, ¿qué sucedió? ¿Qué pasó ahí dentro? —le preguntó Keiichiro.
—Lo logré —respondió el aludido, débilmente—. Tegoshi despertó. Ahora —cuando trató de ponerse de pie, todo su mundo pareció ponerse de cabeza. Shigeaki lo ayudó a sentarse de nuevo—… Lo siento…
—¿Quieres que te acompañemos a casa? —preguntó Keiichiro. Takahisa, por su parte, ya había entrado a darle la bienvenida a su mejor amigo.
—Por favor —susurró Ryo.

—Lo siento —le dijo Subaru a Ai, dedicándole una reverencia—. No pude hacer lo que te dije que haría.
Hablar en código no estaba en sus venas y no importaba los idiomas que hablaran, todos y cada uno eran conocidos por sus nuevos guardaespaldas.
—No te preocupes. Ya encontraremos algo.
El timbre sonó, dando paso a Ryuhei y Shota. El secretario de Tadayoshi le dedicó una reverencia a Ai junto con una sonrisa, sin embargo, a Subaru sólo lo miró de pies a cabeza. Entró al living y se acercó a la muchacha y le dio un dulce beso en la mejilla.
—Hola.
—Hola, Maru, Shota.
—Hola, Ai-san. ¿Cómo se encuentra?
—Confinada al infierno es una buena respuesta.
—Si no te hubieras metido en problemas, no estarías “confinada al infierno”, como dices.
—¿Se levantó de mal humor o algo? —le preguntó a Shota, asomándose a la izquierda de Ryuhei. El aludido simplemente sonrió, sin responder a su pregunta.
El timbre volvió a sonar, esta vez fueron Keiichiro y Shigeaki quienes entraron a la mansión sosteniendo el débil cuerpo de Ryo.
—Nishikido-san…
Sin mediar palabra, Shota se apresuró a llegar al lado de los recién llegados. Fue seguido por los demás cuando se percataron de la presencia de Ryo.
—¡Papá! ¿Qué le sucedió? —preguntó Ai, con los ojos llorosos.
—Él está bien, Ai-san —Trató de calmarla Shigeaki—. Sólo tuvo un pequeño desmayo.
—¡Ryo-chan! —exclamó Tadayoshi, que hasta ese momento había estado en la biblioteca, fue alertado por el grito de su hija—. Koyama-san, ¿qué le sucedió?
—Se descompensó camino hacia aquí. Lo encontramos en el camino con Shige.
—¿Se descompensó? ¿Por qué? ¿Adónde fue?
—Realmente, no lo sé —respondió Keiichiro, mirando por unos segundos a su secretario y supplier.
—Súbanlo al cuarto, rápido —pidió el dueño de la mansión a dos de sus sirvientes, quienes rápidamente cambiaron lugares con Keiichiro y Shigeaki—. Maru, ¿puedes venir a atenderlo?
—Seguro —respondió el aludido, entregándole a Shota lo que tenía en sus manos—. Ai, quédate aquí —le dijo a la muchacha, sobre la cual posó una mano. La aludida lo miró.
—No. Iré con mi padre —se negó la aludida.
—Déjala —le dijo Tadayoshi, en un suspiro—. Que venga.
—Tadayoshi, avísanos cuando Nishikido-kun despierte, por favor —le pidió Keiichiro. El aludido asintió.
—Koyama-san —Shota llamó su atención una vez estuvieron solos—. ¿Qué ocurrió realmente con Nishikido-san?
—Ah… A ti no puedo mentirte, ¿verdad, Yasuda-kun? —Keiichiro se acercó al rubio y pasó un brazo por sobre su hombro para acortar la distancia que lo separaba de su oído—. Pues, verás…, tengo la sensación de que Nishikido-kun salvó a Tegoshi… aunque a un precio bastante caro —reconoció, mirando el techo—. Pero no se lo digas a nadie, ¿de acuerdo? —finalizó, señalándolo con el dedo índice—. Y esto corre también para ti, Shibutani-kun.
—Ah… Sí —los invitados estaban dirigiéndose a la entrada de la mansión, pero la voz de Subaru se lo impidió—. De todos modos, cualquier cosa que haya sido hecha para salvar a Tegoshi-san… por mí está bien.
—Massu me dijo que fuiste a verlo —dijo Keiichiro.
—Quería disculparme con él…
—No creo que Tego hubiera aceptado tus disculpas.
—Creo que… yo tampoco lo haría… No después de haberlo hecho encontrar con sus demonios…
—Nos vemos otro día —dijo Keiichiro.
Hasta que ambos abordaron su vehículo, Keiichiro estuvo dubitativo.
—¿Kei-chan? —llamó Shigeaki su atención.
—Dime, Shige, ¿está mal si pienso que este Subaru que vino es diferente al que se fue?
—Yo me preguntaría qué fue lo que lo hizo cambiar de una forma tan radical…
—¿Y crees que alguien más piense lo mismo que yo?
—Tengo la impresión de que en la mansión hay dos personas que piensan igual que tú. Perdón…, tres…
Keiichiro suspiró.

—Su cuerpo está débil —dijo Ryuhei respecto a Ryo, quien inhalaba aire con desesperación y al mismo tiempo se quejaba de un dolor que aparentaba ser interno—. Tampoco veo hematomas o marcas de heridas —volvió su vista a Tadayoshi—. Lo que sea que haya sucedido lo está lastimando interiormente, Tacchon.
—Bueno, ¡haz lo que tengas que hacer!
La desesperación de su superior aumentaba el desconcierto de su acotado diagnóstico. Realmente jamás había estado frente a una situación de esa índole, y el breve relato aportado por Keiichiro, no lo estaba ayudando demasiado.
—Quizás Yasu pueda ayudarnos con esto —musitó Ryuhei, para sí mismo.  

—Shibutani-san —llamó su atención Shota, ambos entrando al living.
—Dime —dijo el aludido, sentándose sobre uno de los sillones—. Subaru está bien.
—Ah… Sí… Mh… ¿Qué significa eso de que le hiciste ver sus demonios a Tegoshi-san? —preguntó el rubio, sentándose sin soltar las carpetas que Ryuhei le había entregado con anterioridad.
—Justo lo que dije. Todavía no entiendo cómo fue, pero… simplemente… no podía despegar su mirada de la suya… y creo que él tampoco podía, por eso hizo lo que hizo, porque no había otra forma de hacerlo.
—¿Tú… estabas viendo lo que a él le estaba sucediendo?
—Estaba sintiendo lo mismo que él. Por eso quería disculparme con él. Realmente no sé qué hice para desencadenar eso…
 —Yasu —llamó su atención Ryuhei—…, ¿puedes venir un momento, por favor?
—Seguro —respondió el aludido, llegando cual rayo a su lado. Hasta que ambos salieron del living, ni Ryuhei quitó su vista de Subaru, ni Subaru quitó su vista de Ryuhei, ambos con propósitos muy diferentes—. ¿Qué sucede?
—Quiero que veas dentro de Ryo —le dijo, dirigiéndose al cuarto donde estaba el paciente.
—¿Eh? ¿Por qué?
—No entiendo qué es lo que tiene y las palabras de Koyama no me terminan de cerrar…
—Haré lo que pueda.
—Sé que lo harás bien —le dijo Ryuhei, afectuosamente, acariciando su espalda.
Ambos entraron al cuarto donde estaba Ryo, y Shota se sentó a su lado. Acto seguido, apoyó una de sus manos sobre la frente del muchacho y cerró los ojos. Sin embargo, a los pocos segundos los abrió, con el ceño fruncido. Volvió a intentarlo, esta vez, con ambas manos sobre su rostro, pero seguía sin encontrar la respuesta que necesitaba.
—Yasu, ¿qué ocurre? —le preguntó Ryuhei.
—N… No lo sé…
La mirada de desconcierto de Shota era la misma que Ryuhei había tenido minutos antes.
—Yasu, ¿qué es lo que le sucede a papá? —le preguntó Ai.
—No puedo verlo… No puedo entrar a su corazón —reconoció el rubio—… Pero creo que hay alguien que sí puede hacerlo —Shota saltó de la cama cual resorte y bajó las escaleras, regresando junto con Subaru.
—No —dijo Ryuhei, tajante.
—Subaru dijo que él pudo sentir lo mismo que Tegoshi-san. Quizás no pueda decirnos qué tiene Nishikido-san con exactitud, pero saber qué está sintiendo puede darnos algún indicio.
—No, estás loco —reiteró Ryuhei, colocándose entre Subaru y la cama donde Ryo descansaba.
—Hazte a un lado, Maru —le ordenó Tadayoshi.
—Pero…., Tacchon…
—Quizás Yasuda-kun tenga razón, y Subaru pueda ayudarnos.
Ryuhei no podía creer lo que estaba oyendo. Al darse cuenta que Tadayoshi no iba a darle la razón, optó por salir de la habitación.
—Si las cosas se ponen peor, más vale que ni se te ocurra llamarme para que te salve el pellejo.
—Tranquilo que no lo haré —dijo Tadayoshi.
Con pasos seguros, Ryuhei salió de la habitación, y de la mansión.
—Subaru —Shota lo invitó a sentarse al lado de Ryo. El aludido así lo hizo y, aunque no estaba del todo seguro qué debía hacer, simplemente improvisó. Sostuvo la cabeza de Ryo con ambas manos y apoyó su frente sobre la suya. De un momento a otro, un aura brillante cubrió a Ryo y lo hizo elevar en el aire por sobre la cama. Subaru miraba maravillado lo sucedido, al igual que todos los presentes. No pasó demasiado tiempo hasta que, de la misma forma en que se elevó en el aire, el cuerpo de Ryo cayó nuevamente sobre el colchón, esta vez, con una expresión de serenidad en el rostro y su respiración poco a poco fue volviendo a la normalidad.
—¿Qué viste? —le preguntó Tadayoshi, acercándose a ambos.
—Mhh… Nada… Pero le dije que todo estaba bien. Y que ustedes estaban esperándolo aquí.
—Vaya… Creo que es mejor doctor que Maru —reconoció Ai.
—¡Ah! Maru —dijo Shota, reparando en la ausencia del morocho.
—Yasuda-kun —lo llamó Subaru. El aludido lo miró—. No corra, por favor. ¿No es suficiente ya de eso?
—Es algo que no puedo evitar —reconoció Shota.
—Usted no debe formar parte de esa confusión.
—Eso… también es inevitable, Subaru-kun.
—¿De qué están hablando? —preguntó Ai en voz baja.
—No lo sé, pero lo mejor es que no nos metamos, ¿no lo crees? —le dijo su padre, generando su sonrisa.

Aunque había pasado sus buenos años lejos de un lugar como ese, de alguna forma, eso lo hacía sentir como si estuviera en casa. La mayoría de los heridos por lo sucedido con Yuya ya habían sido dados de alta, así que no fue difícil encontrar su habitación. Le sorprendió sobremanera al verlo despierto después de lo sucedido, y sonriendo como si nunca se hubiera encontrado con Subaru.
—Es sorprendente, ¿no? —la voz de Takahisa lo alertó.
—Masuda-kun —mencionó su nombre Ryuhei.
—Su recuperación…
—Sí… La verdad es que no me lo esperaba…
—¿Cómo ocurrió? —le preguntó, sentándose a su lado.
—No lo sé. De repente, se despertó. Vino a verlo hasta Subaru…
—Subaru —repitió Ryuhei, lanzando un sonoro suspiro.
—¿Sucede algo malo?
—Ya estoy harto de oír ese nombre —reconoció, al mismo tiempo que Toma salía de la habitación.
—Quiere verte —le dijo a Takahisa.
—¿De quién hablaban? —le preguntó, una vez el pelirrojo entró a la habitación.
—De Subaru…
—Ah… ¿Sucedió algo más aparte de lo de Yuya?
—Ohkura me mandó al demonio y le pidió que viera qué le pasó a Ryo.
—¿Qué le pasó?
—No lo sé… No le pude dar un diagnóstico… Llegó inconsciente a la mansión con Koyama y Shige…
—¿Hace un rato?
—Sí… ¿Por qué lo preguntas? —le dijo, mirándolo.
—Ryo estuvo aquí y se encerró en la habitación con Yuya. Salió después de un rato, yo entré, y al poco tiempo, Yuya despertó. Koyama y Shige se llevaron a Ryo de aquí.
—Ya veo —dijo Ryuhei, acostándose aún más sobre el asiento—… Sé de una manera de “llamar” la consciencia de otra persona, pero es algo riesgoso…
—¿Qué sucede?
—No lo sé… Nunca llegué a esa parte —reconoció el aludido, con una sonrisa—. Sin embargo, me molesta la presencia de Subaru en este lugar —Toma lo miró—… Si estaba desaparecido, ¿por qué no se quedó donde estaba y ya?
—¿Quieres que desaparezca? —le preguntó Toma, luego de un rato.
—Sí —respondió Ryuhei, sin siquiera dudarlo—. Quiero que su existencia completa desaparezca de este mundo. Su aparición sólo está trayendo desgracias…
—No puedo creer que estés así porque Ohkura te mandó al demonio…
—Púdrete —se sonrió Ryuhei.

El camino desde la mansión fue tranquilo. Sabía que burlar a los sirvientes de Erika dos veces en un mismo día tendría sus consecuencias, por lo cual decidió utilizarlos para su propósito. Lo único que debía hacer era ir hasta la biblioteca y pasar ahí un buen rato buscando un libro. Se escabulló entre los estantes, agarró el primero que encontró y dijo un hechizo. Esperaba que funcionara, y esperaba que alguien pasara por el lugar, alguien a quien pudiera usar como conejillo de Indias. Finalmente apareció, una muchacha pelirroja con el cabello hasta la altura de los hombros, con un par de ojos del color del cielo. Tras decir unas palabras, la controló hasta llegar a la bibliotecaria, a quien le agradeció por sus servicios prestados. Los sirvientes de Erika voltearon para verla, pero ninguno reparó en la presencia de Subaru que, detrás de sus espaldas, estaba controlando sus movimientos y palabras. Salió de allí con ella y se dirigió a la oficina de Erika: un auténtico asesinato si es que alguien llegaba a descubrirlo. Deshizo el hechizo sobre la muchacha, a quien dejó algo confundida ya que había ido a la biblioteca por un libro, y no entendía cómo había llegado hasta los ascensores. Allí, Subaru había encontrado a su conejillo de Indias definitivo. Llevaba un ramo de flores, quién sabe para quién, pero podía servir muy bien para entregárselo a Erika, en caso de ser necesario. Al llegar a su oficina, se dirigió a ambos guardias.
—Erika-san los llama —dijo Subaru, utilizando al hombre que estaba controlando.
Sin preguntar nada más, los sirvientes se esfumaron literalmente. Subaru dejó que su señuelo se pusiera de espaldas a la puerta de la oficina y le habló.
—No dejes que nadie entre a esta oficina, ¿de acuerdo? —el aludido asintió con la cabeza y se quedó allí, de pie, esperando. Subaru entró a la oficina y se puso a buscar su llave. Persuadir a quienes estaban custodiando la oficina y a sus propios guardaespaldas era algo que iba a tener que pensar más tarde. No tardó demasiado en dar con su objeto del deseo: estaba en un cajón bajo llave. Con un conjuro, imitó el objeto a la perfección y dejó en su lugar al reemplazo.
—…Y aquí está la lista que me pidió.
La voz de Hiroki hizo que su tarea cambiara radicalmente. Saltó hasta detrás de la puerta, la cual del otro lado estaba siendo custodiada por un hombre de grande contextura física, quien tras la desconcentración de Subaru, volvió en sí.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó Erika, igual de sorprendida que el susodicho en cuestión.
—Ehh… Yo…
—¿Esas flores son para mí? —repreguntó la aludida, con una sonrisa de lado a lado.
—Ah… Sí… Sí, sí, sí… Son para usted.
Los custodios de la oficina aparecieron.
—Erika-sama, ¿usted nos mandó a llamar?
—¿Yo? No, ¿por qué?
—Yo se los dije —dijo el hombre, a quien Subaru volvía a controlar—. Quería dejar estas flores dentro de la oficina, pero…, no me atreví a hacerlo.
Erika rió melodiosamente.
—¡Qué lindo! —dijo la mujer—. Pero, no hacía falta. Muchas gracias.
Al instante en que la housekeeper posó su mano sobre la mejilla del hombre, el hechizo de Subaru se deshizo.
—Ah… Eh —titubeó el hombre, sin comprender qué estaba sucediendo—… Creo que… me voy.
—Suerte —le dijo Erika.
—Eso fue extraño —reconoció Hiroki.
—Bueno —dijo Erika, entrando a la oficina—, dijiste que pudiste reducir la lista. ¿A cuántos llegamos?
—48 personas.
—Redúcela más —pidió la aludida, sentándose.
—Pero, ¡Erika-san…!
—Sé que puedes hacerlo, Hiroki-kun. Confío en ti. De no ser así, no te hubiera dado esta tarea. No uses libros y parafernalia extraña. Utiliza tus instintos. Eres el mejor en eso —de pronto, Erika vio la puerta de su oficina moviéndose, por lo cual, se levantó de su silla.
—¿Ocurre algo? —le preguntó Hiroki.
—Mhh… No, nada… Me pareció ver algo… Pero creo que fue mi imaginación…
—Erika-sama —llamó su atención uno de sus sirvientes, apareciendo como una niebla color verde esmeralda—…, Tegoshi-sama ha recuperado el conocimiento.
—Eso es excelente. Iré a verlo. Hiroki-kun…, tienes tarea.
En el intervalo en el que Erika abrió la puerta y la cerró, Subaru aprovechó para escapar hasta el registro negro. Estuvo a punto de ser descubierto dos veces, y sabía que no iba a tener suerte una tercera. Una vez allí, llamó la atención del guardia para separarlo de la puerta y entró rápidamente, utilizando su propia llave. Dejó que su conjuro lo condujera al archivo correspondiente al de la madre de Ai, pero había otro que le llamaba poderosamente la atención, incluso más que el suyo propio.
—Tegoshi —leyó Subaru su apellido antes de sacar el archivo de su lugar y, al igual que hizo con el de Mirei, reemplazarlo con una carpeta idéntica, de igual peso, pero cuyo contenido eran papeles en blanco. Oyó la puerta abriéndose y supo que esa era su campana de salida.

—Bienvenida —le dijo la bibliotecaria a la muchacha pelirroja que Subaru había controlado por primera vez.
—Hola…, lo siento… Yo vine por un libro, pero…, no sé qué me sucedió. ¿Puedo ir a buscarlo?
Los sirvientes de Erika se miraron entre sí. Sin mediar palabra, desaparecieron en forma de niebla para dirigirse al estante donde se suponía estaba Subaru. Grande fue su sorpresa al verlo concentrado leyendo un libro de botánica.
—Ah. Perdón. Creo que me llevaré este —dijo el aludido, pasando por entre ellos y acercándose a la bibliotecaria—. Me llevo este.
—Botánica, ¿eh? —dijo la mujer.
—Creo que a Ai-san le gustará.

Sus ojos se abrieron con dificultad. Al girarse sobre su cuerpo, vio a su amante mirándolo, con una sonrisa mañanera.
—Hola —le dijo Tadayoshi.
—Hola —dijo Ryo.
—Dormiste bastante —reconoció el más alto, arreglando los cabellos de su pareja.
—¿Lo hice?
—Sí. Y también nos preocupaste bastante. ¿Qué sucedió?
—Estaba cansado.
—Sí, claro —dijo Tadayoshi, sentándose en la cama—. Ryo, ¿por qué no confías en mí?
—Tú no lo haces cuando te digo que quiero a Subaru lejos de aquí.
—Creo que vas a confiar menos en mí cuando te diga lo que hice —reconoció el aludido, mirando el techo.
—¿Qué hiciste…?
—Bueno… Ya que ni Maru ni Yasu podían descubrir qué te pasaba…
—¿Tadayoshi…? —preguntó Ryo, frunciendo el ceño.
—Le pedí a Subaru que lo hiciera. No me pegues —le pidió, cubriéndose el rostro con ambas manos.
—Que hiciste, ¿qué?
—Sin embargo, nos dijo que no pudo averiguar eso, pero sí apaciguar tu dolor —Ryo se quedó perplejo ante la situación—. ¿Ves que sí podemos confiar en él? —de repente, Ryo se agarró la cabeza—. ¿Qué sucede?

Toma salía de la habitación de Yuya en el mismo instante en que Erika estaba por ingresar junto con Hiroki y una enfermera.
—Ah, qué suerte que vino —le dijo a la última—. ¿Puede suministrarle un analgésico?
—¿Qué tiene el paciente? —dijo la enfermera, acercándose a él.
—Me duele la cabeza —reconoció el rubio.
—Le empezó a doler de repente—dijo Toma.
—¿Tendrá algo que ver con lo que hizo Ryo? —preguntó Takahisa.
—¿Qué hizo Ryo? —preguntó la housekeeper.
—Mhh… No lo sabemos —respondió Toma—… Se encerró con Yuya en la habitación y cuando salió… Yuya despertó.
—Déjenme ver —pidió la mujer—. Enfermera, no le dé nada, por favor.
—Ah… Sí…
—Tegoshi-kun, dame tus manos, por favor.
—Eh… Está bien…
Erika se sentó a su lado y cerró los ojos. Yuya movió sus labios llamando la atención de su pareja. Toma se hincó de hombros como respuesta.
—No puede ser —dijo Erika, abriendo los ojos.
—¿Qué ocurre? —preguntó Takahisa.
—Masuda-kun, ve a buscar a Ryo y Tadayoshi, de inmediato —le pidió. El aludido asintió y salió prácticamente corriendo del lugar.
—Erika-san, ¿qué ocurre? —preguntó Toma.
—Espera a que vengan, Ikuta-kun. Sólo espera a que vengan.

Camino hacia la torre, estuvo a punto de caer de bruces varias veces. Aparentemente, ese era el límite de su poder pero no debía ser descubierto. Por medio de un nuevo hechizo, hizo invisible el archivo de Yuya el cual estaría en la torre hasta que él lo creyera necesario. Acto seguido, fue hasta el cuarto de Ai a través de la ventana. Dejó un cofre debajo de la cama en el mismo instante en que la muchacha entraba.
—Subaru…
—Ai…
—¿Qué sucede? —le preguntó, cerrando la puerta a su paso.
—Dejé un regalo que sólo Ai puede abrir.
—¿En serio? ¿Y puedo abrirlo ahora? —Subaru levantó la frazada que caía sobre el suelo y le alcanzó el cofre que había ocultado allí. Ai posó su mano sobre él y automáticamente la tapa de abrió, enseñándole el archivo de Mirei—. Esto… ¿Cómo lo hiciste…?
—Ai lo dijo: soy mago. 
—Muchas gracias —sin siquiera imaginar lo que acontecería, Subaru recibió un beso en la mejilla. Cuando se separaron, Ai se alejó varios metros—. Lo… Lo siento… Me dejé llevar… Ja, ja, ja. De todos modos…, muchas gracias, Subaru.
—Que no te vuelvan a descubrir.
—Claro que no. Es una promesa. Oye, ¿y el tuyo?
—Creo que aún no estoy listo para descubrir mi pasado. El presente que tengo ahora… es mucho mejor —reconoció.

—¿Ahora sí va a hablar? —le dijo Toma a Erika, una vez Takahisa entró al lugar con Ryo y Tadayoshi detrás.
—Tegoshi… Despertaste…
—Así es, Tada-chan. Y es todo gracias a Ryo-chan.
—¿A Ryo-chan? —repreguntó Tadayoshi, mirando a su pareja, quien no despegó ni un momento la vista del suelo.
Erika se acercó a Ryo y con un broche, agarró uno de sus dedos, el cual pinchó hasta hacerlo sangrar.
—Ay —se quejó Yuya.
—Ouch —se quejó Ryo, levantando la vista por unos instantes. Cuando los presentes se dieron cuenta de la extraña situación, volvió a bajarla, mordiéndose el labio inferior.
—Tu dedo medio de la mano derecha también está sangrando, ¿no es así, Tegoshi-kun? —le preguntó Erika.
—S… Sí —respondió el aludido, sin comprender la situación.
—¿Alguien puede explicarme qué rayos está sucediendo? —pidió Toma.
—Lo siento, Toma, pero no había otra forma de hacerlo.
—¿Qué le hiciste a Yuya? —le dijo, agarrando con fuerza la mano de su pareja.
Ryo levantó su mano. Podía sentir una calidez ajena a la suya.
—Habían dos formas de evitar lo inevitable —dijo Erika—. La primera: someter a Tegoshi-kun a un sueño profundo hasta que las condiciones de su despertar estuvieran dadas. Y la segunda: llegar hasta su alma y sellar los recuerdos que podían desencadenar hechos similares a los de su enfrentamiento con Maruyama-kun.
—¿Ryo hizo eso? —preguntó Takahisa.
—No. Ryo no tiene la capacidad de sellar recuerdos. Pero en mi biblioteca había un libro que hablaba de cómo pueden separarse, ¿no es así? —le preguntó Erika.
El aludido suspiró.
—Lo que hice, para terminar con tanto misterio, fue reemplazar parte del alma de Tegoshi con la mía. Es por eso que sentimos lo mismo.
—Pero…, y sus poderes…
—Él tiene la mitad de su fortaleza, y al mismo tiempo, la mitad de la mía —Yuya miraba a Ryo sin poder creer lo que estaba diciendo—. Tego…, perdóname, pero… no había otra solución… Si sucedía lo peor, no quería que sólo tú salieras afectado.
—¿Y los demás? —preguntó Tadayoshi. Ryo lo miró—. Te importaron un carajo, ¿no?
—No es así. Lo hice por el bien de todos.
—Si hubiera sido por el bien de todos, ¡lo habrías consultado por lo menos conmigo, maldita sea!
—Tada-chan… Él realmente lo siente…
—No me importa lo que tú me digas.
—Lo sé porque siento lo que Ryo-chan está sintiendo…
—Eres un egoísta —le dijo Tadayoshi, antes de irse de la habitación.
—Ryo —llamó su atención Erika—, ¿podrías alojarte al lado por unos días?
—Seguro —dijo Ryo. Erika salió de la habitación, sintiendo que algo la aquejaba.
—¿Ryo-chan? —Yuya lo hizo levantar su vista—. Gracias —susurró.

Erika regresó a su oficina. En la misma, Hiroki estaba prácticamente acostado sobre el escritorio, pero al entrar la mujer, se sentó correctamente.
—Erika-san, ¿sucedió algo?
Enfrascada en sus pensamientos, la mujer abrió el cajón que contenía la llave que habían encontrado en el lugar de secuestro de Subaru. La agarró entre sus manos y dijo un par de palabras que la hicieron desaparecer. Luego, se volvió y abrió un armario, del cual sacó unos papeles de un archivero.
—Por lo menos no se dio cuenta de esto —suspiró la mujer.
—¿Sucedió algo malo?
—Alguien vino hasta aquí y reemplazó la llave de Subaru por otra idéntica.
—¿Qué? ¿Quién tiene el poder de hacer una cosa así?
—Hiroki-kun, ¿pudiste disminuir la lista?
—Ah, espere, estaba en eso —Erika llegó frente a Hiroki, quien tachaba nombres de una lista hasta reducirla a cuatro personas—. No puede ser…
—Esto es peor de lo que me imaginaba…

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