赤西仁 - The fifth season
En casa... De niñera de mascotas xD
Título: Life's blood
Pairing: Ikuta Toma x Tegoshi Yuya, Toda Erika x Horikita Maki
Capítulo: 03/ ¿?
Resumen: Cada bando pone un plan sobre la mesa, pero quizás, el enemigo mismo se encuentra al lado de uno. Una revelación hará que todo se ponga patas para cabeza, terminando por confundir a Yuya que, pese a todo, no podrá separarse de Toma.
Capítulo 03: Explosión
Al llegar a su casa y lugar de trabajo, los encontró a
todos allí. Sonrió al ver sus caras de preocupación.
- ¿Me esperaban?
De un salto, Tomohisa se levantó de la silla y lo agarró
del cuello de la remera, empujándolo contra la pared. Sólo Keiichiro iba a ir
en defensa de Toma, pero la mano de Shigeaki sobre su brazo lo detuvo. Al
mirarlo, negó con la cabeza.
- ¡Déjate de bromas! ¡¿Acaso no somos un equipo?! ¡¿Dónde
carajo estabas, Toma?!
- En la boca del lobo – Le dijo, mirándolo a los ojos
seriamente, tragando en seco. Tomohisa lo soltó al notar cómo su cuerpo
temblaba. En ese instante, fue Maki la que se le acercó y lo ayudó a
incorporarse, ya que el mismo miedo lo hizo caer al suelo -. Efectivamente, el
grupo de los ocho está en Japón.
- ¿Cómo…? – Musitó Erika.
- Pude ver uno en Hachi, pero el hedor que había en ese
lugar, era a vampiro.
- ¡¿Y por qué mierda fuiste solo?! – Vociferó la
vampiresa, mostrando sus colmillos mientras sus ojos brillaban con un color
escarlata. Su grito hizo vibrar todos los objetos que estaban cerca suyo -. ¿Es
que acaso quieres morir o qué? No te creas que por ser quien eres tu cuerpo es
inmune, estúpido.
- Lo siento, Eri – Susurró, aferrándose al brazo de Maki,
aún en el suelo. Mantuvo la vista gacha en el suelo en todo momento -. Pensé
que si tenía el comunicador iban a descubrirme. Nuestra principal prioridad es
Yuya, no lo olviden – Su mano agarró con fuerza el brazo de la muchacha que
buscaba levantarlo, mordiéndose el labio inferior -. Gracias, Maki – Susurró,
antes de levantarse e irse a su cuarto.
- ¿Qué hacemos? – Dijo Erika, mirando a los presentes.
- Seguir con el plan como hasta ahora.
- Toma – Dijo Maki, volviéndose el centro de las miradas
-… Tenía miedo – Sus ojos se encontraron con los de sus compañeros -. Lo que
sea que haya vivido en ese lugar o con la persona que se haya encontrado… Eso
lo asustó muchísimo.
- ¿Puedes investigar a Hachi? – Preguntó Keiichiro a
Tomohisa, quien volvía a sentarse en su asiento.
- Imposible. Tienen un cerebro resguardando sus datos. Si
yo me meto con ellos, ellos se meten con nosotros. A cada paso que yo dé dentro
de su sistema, ellos hacen dos. Necesitaría a alguien que me cubra y por el
momento, no encuentro a alguien calificado para eso.
- ¿Y los escritores?
– Preguntó Erika, mirándolo.
- Son un mito, nadie ha dado con ellos. Son como… una
especie de ángeles de la guardia de los Van Helsing, sí, pero no más que eso.
- ¿Escritores? – Preguntó Shigeaki a Keiichiro, en un
susurro.
- No estoy al tanto de eso – Dijo el aludido, apenado.
- Por ahora, esperemos a que las cosas se calmen y no se
pongan feas – Dijo Tomohisa, acomodándose o intentando acomodarse el cabello -.
Si descubrieron a Toma, va a haber que vigilar más de cerca a este tal Tegoshi.
Casi medio minuto tardó Tadayoshi en reaccionar. Sólo
lanzó una suave carcajada que se oyó en toda la oficina.
- Es mentira, ¿no? ¿Estás diciendo que ese tipo era un
Van Helsing?
- Lo sé porque me enfrenté a él en Europa – Dijo Ryo,
calmado, todo lo contrario a su compañero, quien se levantó del sillón y empezó
a caminar por la oficina.
- ¿Sabes que eso es malo? Pudo llegar a matarnos con toda
su… servidumbre…
- No – Respondió el morocho, bebiendo un sorbo de vino y
tragándolo rápidamente para hablar -. Vino aquí como cualquier mortal. Ai dijo
que casi se descompone en el ascensor. Sigue siendo tan sensible a la presencia
de un vampiro. Ja, ja… - Volvió su vista a su compañero. Se levantó y lo rodeó
con los brazos -. Cálmate… Si ya no nos hizo nada, no tendrá otra oportunidad
para hacerlo.
Su demostración de afecto fue interrumpida por la
apertura de la puerta de entrada. En medio de la oscuridad, lo único que se vio
fue un pedazo de pastel rodando hasta parar a los pies de ambos.
- ¿Qué te dije respecto a jugar en forma sucia con la
comida, Maru?
- Está rancio – Se quejó el aludido, siendo iluminado por
la luz de la luna, mientras se lamía los dedos uno a uno.
- Si estás aquí, debe ser por un motivo importante – Dijo
Ryo, mientras Tadayoshi se zafaba del agarre y se sentaba en el sillón de tres
cuerpos.
- Encontré algo divertido.
- ¿Ah, sí? – Dijo Ryo, sin importancia, sentándose al
lado de Tadayoshi para seguir bebiendo.
- Un Bombay – Susurró Ryuhei, ocasionando que los hombres
lo miraran.
- Lo sé, yo también lo vi.
- ¿Eh? ¿Tú? ¿Ryo-chan? ¿Lo mataste? – Una sonrisa macabra
se dibujó en el rostro del recién llegado.
- No. Como tú, me encanta jugar con la comida – Se
relamió los labios, mientras en su mente aparecían mil y un formas de hacer
sufrir a su pronta víctima -. Además, tiene a un Van Helsing atrás, será divertido
– Se levantó y se acercó al mini bar para agarrar otra copa, llevándola a la
mesa ratona para llenarla de vino, al igual que la suya y la perteneciente a
Tadayoshi -. ¿Brindamos? - Los tres alzaron sus copas, en señal de aprobación
-. Larga vida a los Hachi.
No había conciliado el sueño en toda la noche, la
aprobación de su proyecto lo había dejado estúpidamente feliz. Llegó bostezando
a la oficina, encontrándose a Toma en la entrada.
- ¿No dormiste bien? – Le preguntó el morocho, con una
sonrisa.
- No, me tiene contento que Nishikido-san haya confiado
en mi proyecto.
El hecho de oír su nombre, ya le crispaba los nervios.
Tenía que alejarlo de él a como diera lugar.
El llamador de ángeles le advirtió la presencia de un
nuevo cliente. Si bien el negocio no le daba tantas ganancias, le servía para
subsistir. Asami se acercó al jardín, saliendo de la casa, para hallar a un
nuevo cliente.
- Buenos días – Le dijo, sonriendo.
- Buenos días – Respondieron secamente a su pregunta.
- Eh… Lo siento, pero--- - Su mano fue tomada por la del
recién llegado, posando esta sobre su muñeca, para permitirle a la mujer
recorrer su mano y parte de su brazo -. Un… escritor
– Dijo, seriamente, para sonreír luego -. Hace mucho que no se me cruzaba uno.
Encantada.
El hombre estaba vestido con un sobretodo blanco, largo
hasta los pies. Sobre sus ojos, lo vestían un par de anteojos de sol y su
cabello azabache estaba atado en una pequeña cola de caballo.
- Esta es la calma antes de la tormenta – Susurró,
luego de que Asami lo soltara -. Sin saberlo, su Van Helsing se ha metido con
uno de los nuestros.
La mujer sonrió suavemente.
- Ellos hacen las cosas sin pensar. De todos modos, se lo
tenía bien guardado. Digo… A su pertenencia al grupo de los Escritores…
- Esas cosas no deben saberse sino a último momento.
- ¿Va a vigilar a Toma?
- Nosotros siempre estamos resguardando por la vida de los
Van Helsing.
- ¿Quiere una taza de té?
El hombre metió su mano dentro del sobretodo para sacar
un reloj de bolsillo de un diseño antiguo.
- No tengo tiempo, lo siento – Dijo, tras inspeccionar la
hora -. No vamos a aparecer a menos que sea estrictamente necesario.
- Ahora lo son – Se produjo un silencio que duró apenas
unos segundos. La mirada de aquel hombre se posó sobre Asami -. ¿Sabe que han
encontrado al Bombay?
- También Hachi. Pero Van Helsing es el que debe
encargarse de su custodia, no nosotros.
- ¿Está seguro?
- ¿De qué?
- De nada, olvídelo – Dijo la mujer, sonriendo.
- ¿De qué? – Bufó el hombre.
- Ya lo sabrá, sólo manténgase atento a los movimientos de
los Van Helsing.
- Me molestan sobremanera sus acertijos.
- Perdóneme por ser así.
Así como el día llegaba, la noche también lo hacía. Yuya
acompañó a Toma a la estación de tren. En aquella entrada no había casi nadie
de gente y podían despedirse como ellos quisieran. Toma lo acercó a él
agarrándolo de la cintura. Apenas sus labios se rozaron, Toma sintió cómo un
cosquilleo le recorría la espalda, haciéndolo sonreír. Ladeó su cabeza,
acariciando la nuca de Yuya, buscando profundizar aquel beso, lográndolo al
hacer que el menor rodeara su cuello con los brazos y diera ingreso a su
lengua, sintiendo sus mejillas tiñéndose de un suave color rojo. Sus besos iban en
aumento, igual o más que sus palpitaciones. Fue Toma quien puso fin a aquellos
besos, abrazándolo con fuerza y acercándose a su oído.
- Vamos a tu casa – Le susurró, con la voz ronca, casi
sonrojado por escucharse decir eso.
Yuya asintió con la cabeza, apoyada esta sobre su hombro
para soltarse y tomarle de la mano para dirigirse a su casa. No eran muchas
cuadras la que los separaban del complejo de edificios, pero el estacionamiento
a cielo abierto que debían cruzar era todo un suplicio. Llegaron al lugar, el
cual no estaba ocupado por más de diez autos. Todo era silencio, hasta oír y ver
una explosión, en uno de los departamentos. Toma atinó a cubrir a Yuya, quien
estaba estático en el lugar.
- Ese es… Mi departamento…
De un salto, Toma agarró la mano de Yuya y lo obligó a
moverse, sacándolo rápido del lugar. El rubio lo miró, sin terminar de entender
qué estaba sucediendo. Su compañero sacó su teléfono celular y marcó un número.
- ¿Pi? Habla Toma. Vamos para allá.
- “Ok. Ah… Espera…
¿Cómo vamos?”
- ¿Es que acaso no ves las noticias? – Preguntó el aludido,
sonriendo -. Hubo una explosión en el departamento de Yuya, lo llevo para allá.
- “Le diré a Erika
que vaya a averiguar.”
- No fue un accidente, de eso estoy seguro.
Llegaron al estacionamiento de la editorial. Allí Toma
sacó la alarma de un auto. Yuya se quedó perplejo viendo el vehículo al cual
Toma estaba a punto de subir.
- Este auto… ¿Es tuyo?
- Sí, sube, rápido.
El muchacho subió al vehículo y se quedó mirándolo.
- Toma…
Una suave beso, eso obtuvo como respuesta. Su frente se
apoyó contra la suya, cerrando Toma los ojos.
- Ahora no me preguntes nada. Te prometo que cuando
lleguemos, te cuento todo, pero ahora no me preguntes nada, por favor, Yuya.
Sus ojos, sus
palabras, todo era sincero. Solo asintió con la cabeza y se puso el cinturón de
seguridad, antes de emprender camino. No sabía dónde iban, sólo sabía que si
estaba a su lado todo estaría bien.
Llegaron a un edificio a las afueras de la ciudad. Era
visible a metros de distancia, ya que era la única edificación en aquel lugar.
Llegaron al segundo estacionamiento en el subsuelo. El mismo estaba lleno de
autos de marcas importadas desde los más actuales hasta los más antiguos. El
paraíso para cualquier ladrón de autopartes. Toma estacionó el vehículo y
suspiró, antes de salir del mismo, junto con Yuya. Tomándolo de la mano, se lo llevó
a la rastra a un enorme ascensor, al cual entraron al abrir sus puertas.
Cuántos pisos habían bajado, no lo sabía, no los había contado. Al abrirse las
puertas, se encontraron con una innumerable cantidad de monitores con todo tipo
de información, de cámaras de seguridad, sobre tres grandes mesas dándole
apariencia circular. Apoyados sobre la mesa de la izquierda, estaban Keiichiro
y Shigeaki. Justo frente al ascensor, estaba Tomohisa, quien giró la silla para
mirar a los recién llegados.
- Ah, al fin llegan.
Toma y Yuya entraron. El rubio miraba a los desconocidos,
sin decir nada. Quería grabar aquellos rostros en su mente. La aparición de
Erika hizo que sus ojos se abrieran como platos.
- Alguien te está esperando, Tegoshi-kun – Le dijo
Keiichiro, suavemente, con una sonrisa.
- Al fin llegas, Tegoshi.
Reconoció esa voz. Su cuerpo se giró para ver a la
persona que le estaba hablando. Llevaba un bollo de gyoza en cada mano, uno de
los cuales estaba a medio comer. Sollozando, se abalanzó a aquel cuerpo el cual
intentó abrazarlo, impidiéndole aquella comida el acto.
- Massu – Musitó.
- Ya, ya… Todo está bien – Intentó calmarlo su amigo.
Toma lo miró, al reconocer ese apodo.
- Masuda Takahisa. Alias: Massu – Empezó a relatar
Tomohisa, siendo observado por los presentes -. Es amigo de la infancia de
Tegoshi. Empezaron a vivir juntos tras la muerte de la familia de Tegoshi. Su
tipo de sangre… es Bombay.
- ¿Qué? – Preguntó Toma.
- Sí, Tegoshi y yo tenemos el mismo tipo de sangre. Es
raro porque no somos hermanos, pero sí, es así – Dijo el aludido, para volver a
darle un mordisco a su comida.
- ¿Cómo es que saben…? – Preguntó Yuya, más para sí que
para el resto.
- Esperen un momento – Dijo Tomohisa, viendo su reloj -.
Falta alguien.
Apenas terminó de hablar, las puertas del ascensor se
abrieron, dando paso a Asami y Maki. La mujer no vidente se acercó a Takahisa y
Yuya para tomarles de las muñecas.
- Estás nervioso, Tegoshi-kun. No tienes por qué estarlo,
aquí estarás a salvo. Tanto Masuda-kun como tú – Los soltó y volvió al lado de
Maki.
Tomohisa se levantó de la silla y miró a Toma, quien
volvió su vista a Yuya.
- Siéntate – Le dijo. Yuya se sentó, siendo flanqueado
por Takahisa. Toma buscaba las palabras correctas con las cuales empezar a
hablar -. Los vampiros existen, y han existido desde mucho antes de que alguno
de nosotros naciera – Total y completa atención, eso era lo que Takahisa y Yuya
le entregaban en ese momento, aunque cada uno con distintas inquietudes en su
corazón -. La historia del conde Drácula y Abraham Van Helsing fue cierta.
Ambos se batieron a duelo porque uno de los vampiros del conde había hallado la
muerte tras haber bebido la sangre de la mujer de Van Helsing. Esa mujer tenía
el fenotipo Bombay en sus venas. Pero, si un vampiro bebe esa sangre en dosis
moderadas puede volverlo una especie de humano. Esa sangre hace que sus
debilidades desaparezcan. En cambio, por una sobredosis les da la muerte. Es
por eso que tú… Y ahora Masuda deben estar aquí. En este lugar, no va a
sucederles nada malo.
Su cuerpo entero tembló. Tenía miedo de todo, de la
situación, de lo que le estaban diciendo.
Atinó a mirar a Takahisa.
- ¿Cómo llegaste aquí?
- Esa mujer me trajo – Dijo, señalando a Erika -. Me dijo
que estarías aquí y ha cumplido. Creo que deberíamos confiar en ellos, Tegoshi.
El rubio suspiró sonoramente. Se levantó de la silla y
caminó en círculos un par de veces, llevándose ambas manos a la cabeza.
- ¿Acaso no es mejor que estemos muertos? – Preguntó,
mirando a Toma. Estaba desesperado y tenía que canalizar esa desesperación de alguna manera.
Toma desapareció por escasos segundos, regresando con una espada japonesa, la cual sacó de su saya para apoyar el filo de la misma sobre el
cuello del rubio. Su mirada era fría como el hielo mismo.
- Si vas a matarte, hazlo tú mismo – Le dijo, antes de
entregarle la espada. Lo tomó de los hombros, mirándolo a los ojos -. Mientras
estés aquí, yo te protegeré.
La espada cayó al suelo y Yuya abrazó a Toma con todas
sus fuerzas, imitándolo el morocho al rodear su cuerpo con sus brazos. Lo soltó
y lo tomó de la mano.
- Kei, hay cuartos disponibles, ¿verdad?
- Claro, siempre hay lugar – Dijo el aludido.
- Bien. Masuda, acompáñalo, por favor.
- Eh… ¿Dónde va a dormir Tegoshi-kun?
- Conmigo.
Su brazo rodeó los hombros del rubio. Aquella tierna y
hasta celosa reacción ocasionaron una suave risa por parte de Keiichiro.
- ¿Asami-san va a quedarse?
- Si no es molestia – Dijo la mujer, sintiendo un leve
ardor en sus mejillas.
- Claro que no, Asami-san – Dijo Maki -. Usted nunca es
una molestia.
Yuya se despidió de Takahisa, quien le sonrió y fue
conducido por Toma hasta su cuarto.
Keiichiro aplaudió, dibujando una amplia sonrisa en su
rostro.
- Muy bien, a dormir – Dijo. Erika y Maki se fueron por
un lado, mientras que Asami y Takahisa fueron guiados por Keiichiro y Shigeaki al
laboratorio, lugar desde el cual podía irse a otras habitaciones.
- Ehhh… Y ese chico – Dijo Takahisa, en referencia a
Tomohisa.
- Ese es su dormitorio – Respondió Keiichiro, con una
sonrisa -. Yamapi… Es como nuestro ángel de la guardia, al igual que Asami-san
– Entraron al laboratorio, cruzándolo en línea recta para salir del mismo por
una amplia puerta y hallarse con un largo pasillo con un sinfín de puertas a
ambos lados -. Pueden elegir el que más les guste.
- ¡Wooooow!
Erika se hizo sonar todos los huesos apenas entró a la
habitación, lanzando pequeños gemidos de placer.
- No entiendo cómo eres tan flexible – Dijo Maki, dándole
la espalda, sacándose sus pendientes y dejándolos en un pequeño alhajero.
Lanzando una risita, la aludida la abrazó por detrás y besó su cuello,
haciéndola estremecer -. Eri…
- ¿Qué? – Le susurró, colando sus manos por debajo de su
ropa para acariciar su ombligo -. ¿Acaso crees que con Tegoshi a su lado, Toma
no va a hacerlo? Maki… Se nota que no lo conoces.
Volvió a besar su cuello y la soltó.
Yuya se tiró a la cama de dos plazas, seguido por Toma,
luego de apagar las luces.
El morocho acarició su mejilla, mientras que Yuya,
sonreía, con los ojos cerrados.
- No puedo creer todo esto – Le dijo, abrazándolo por la
cintura.
Toma besó sus cabellos sonoramente, abrazándolo él
también.
- Yo voy a protegerte, ya te lo dije.
Yuya levantó la vista para mirarlo.
- A mí y a…
- A Masuda y a ti.
Lanzó una pequeña risita, antes de volver a acurrucarse
sobre su pecho.
- Toma…
- ¿Mhh?
- Te amo.
- Yo también – Volvió a besar sus cabellos, necesitaba
sentir su calidez. Estaba feliz de estar cerca suyo y de que él le permitiera
estarlo. Levantó su rostro suavemente para recorrer sus facciones con sus
labios y terminar así besándolo, sumergiéndose en ese sentimiento de amor que
sólo Yuya despertaba en él. Poco a poco ambos sentían que sus cuerpos se
derretían por el mínimo contacto con el otro, ante el mínimo roce de su piel
con la del otro. Las manos de Toma buscaban la piel de Yuya, acariciando la
extensión de su espalda mientras besaba su cuello, su hombro. Pero fue el rubio
quien se colocó a horcajadas suyo para tomarlo del rostro y besarlo dulcemente.
Se incorporó para poder tomar aire. Toma podía ver cómo su pecho se contraía y
expandía bruscamente por la ausencia de aire en sus pulmones. Él también se sentó
en la cama, a medida que sus manos levantaban su ropa para deshacerse de ella y
lanzarla al suelo. Sus labios se encargaron de cada pedazo de piel que podían
alcanzar, dejando marca en cada sector que podía alcanzar con ellos. Las manos
de Yuya se sumergieron en sus cabellos, Toma lo hacía gemir por cada beso que
posaba sobre su cuerpo.
- Yuya – Gimió ronco sobre su oído buscando que las yemas
de sus dedos quedaran grabadas en cada centímetro de la piel del rubio. Adoraba
su cuello, lo amaba más que nada. Junto con sus labios, eran las partes del
cuerpo de Yuya, hasta el momento, que más le gustaban. Sus respiraciones se
volvían una, mientras el sudor empezaba a salir de cada poro de su piel.
- Te necesito…, Toma – Susurró, Yuya, embelesado su
oyente con sus mejillas carmesí, las cuales brillaban con la tímida luz de luna
que caía sobre él. El rubio se acostó sobre el cuerpo de Toma y besó su cuello,
despojándolo de su remera para poder besar todo su cuerpo, mientras él
acariciaba sus cabellos a medida que trazaba un camino por su torso, hasta
llegar a su pantalón, del cual se deshizo rápidamente junto con su ropa
interior. Masturbó su miembro con la mano, levantando apenas la vista para ver
las reacciones de aquellos movimientos en Toma. Lo estaba enloqueciendo. Toma
buscaba regular su respiración, fallando en su intento. Creyó escuchar una
risita para nada angelical provenir de sus labios, los cuales besaron la punta
de su virilidad, haciéndolo largar un gemido ronco. Intentó levantarlo, pero
fue demasiado tarde. Su cuerpo se tensaba siendo su miembro delicadamente
succionado por Yuya, recorrido por su lengua como si se tratara de un dulce.
Toma estaba sintiendo cómo llegaba al Paraíso, cómo lo tocaba con sus manos,
entre gemidos, pronunciaba o intentaba pronunciar su nombre. Lo amaba más que a
su propia vida -. Mhhh… Toma…
Sus movimientos se detuvieron. El aludido bajó la cabeza
para mirarlo. Desde esa perspectiva no podía estar seguro, pero divisó cómo
Yuya quitaba varios dedos suyos de su entrada para sentarse sobre sus piernas.
Jadeando, buscó acomodarse un poco los cabellos.
- Estás hermoso – Susurró -. Así de excitado.
- Tonto – Dijo, tímidamente el rubio, sobre su miembro,
abriendo sus glúteos para poder hacer más fácil su entrada. Toma lo masturbó
para buscar su relajación al menos en ese momento, logrando sólo que miles de
gemidos salieran de entre sus labios. Cuando Yuya sintió que Toma estaba por
completo en su interior, empezó a moverse. El aire escaseaba, pero necesitaba
sentirlo por completo, que en ese acto de amor, Toma entendiera cuánto lo
amaba. Sus movimientos empezaron siendo lentos y torpes, mientras en sus ojos Yuya reflejaba el dolor puro,
siendo este contrastado con el placer que Toma despertaba en cada parte de su
cuerpo que era tocada por su mano. Aquel calor, aquella sensación, era mágica.
Cuando sintió que
aquella interrupción en su interior había dejado de molestarle, empezó a
moverse más rápido, sintiendo que podía él tener el control de aquel momento,
que con solo tensar sus glúteos el placer para ambos era mayor. Las caricias
que su miembro y el cosquilleo que el resto de su cuerpo recibía por parte de
Toma, eran inexplicables. Acarició su mejilla, teniendo sus labios a un lejano
alcance como para poder besarlos. Le sonrió, imitando Toma su accionar.
Yuya sintió un cosquilleo recorrerle la espalda,
mordiéndose el labio por ello. La mano que lo masturbaba fue con más fuerza
encima suyo, sabiendo el significado de aquello. Con su otra mano, Toma buscó
que Yuya aumentara el ritmo de sus embestidas, estando él en su mismo estado.
Apoyando sus manos sobre el pecho del morocho, Yuya aumentó el volumen de sus
gemidos, al igual que sus embestidas. Necesitaba besarlo, hallando su cuello lo
más cerca posible. En el momento del clímax, cuando ambos llegaron a aquel
maravilloso estado de puro placer, ahogó su último grito enterrando sus dientes
sobre el cuello de Toma, mientras él, gemía por ambos, sintiendo cómo su
descarga llenaba el interior del rubio y cómo el semen de su pareja, manchaba
el cuerpo de ambos.
“No intentes
buscarle el sentido a los sueños. No los tienen…”
De nuevo las palabras de Asami rondando en su mente. Así
lo hacían cada vez que hallaba respuesta a uno de sus acertijos.
La luz del sol lo despertó. Sonrió al sentir el cálido
contacto de Yuya a su lado, acurrucado él sobre su pecho, haciéndolo sonreír.
Tras darle un suave beso sobre sus cabellos, se levantó, sentándose en la cama
escasos segundos antes de dirigirse a su escritorio, el cual estaba atestado de
libros, documentos y fotografías de todo tipo. Al estar de espaldas, no se había
dado cuenta de que Yuya había despertado y que lo estaba mirando con los ojos
abiertos como platos. Se dirigió al cuarto de baño, cerrando la puerta a su
paso. Yuya se quedó sentado en la cama un rato, oyendo cómo al otro lado de la
puerta, caía el agua de la ducha. Cubriéndose con las sábanas, se levantó y se
acercó al mismo lugar donde Toma había estado minutos antes, desviando su vista
al estante con libros que se hallaba a su izquierda, sintiendo intriga por las
fotografías que estaban sobre el mismo.
La apertura de la puerta del baño lo quitó de sus
acciones, haciéndolo girar su cabeza hacia Toma, quien se secaba el cabello con
una toalla, estando su cuerpo vestido con una bata de baño a medio cerrar.
- Buen día – Le dijo, antes de acercarse a él y pasar su
mano alrededor de su cintura, besando su hombro.
- Buen día – Le susurró, acariciando los brazos que lo
rodeaban.
- ¿Por qué te levantaste? – Le preguntó Toma, soltándolo
y acercándose al ropero para abrirlo y sacar la vestimenta que llevaría durante
el día.
- ¿Para ir a trabajar? – Rió Yuya, sin entender el punto
de su pregunta.
- No vas a ir a trabajar.
La mirada de Yuya intentó posarse sobre la de su pareja,
pero la puerta abierta del ropero se lo impedía, pudiendo tan solo ver los
movimientos de Toma vistiéndose.
- ¿Por qué?
Ya vestido, Toma cerró la puerta, suspiró y lo miró. Pudo
ver una mirada de desaprobación a sus palabras, por lo que se acercó a él.
Acarició suavemente sus mejillas, levantando su rostro para poder mirarlo y
besarlo suavemente, antes de apoyar su frente sobre la suya.
- No quiero que te lastimen. Estamos llenos de trabajo y
estoy seguro de que notaron que tú tienes el fenotipo Bombay.
- ¿Y Massu sí va a poder salir?
- ¿Massu? – Besó su frente dulcemente antes de mirarlo.
- Masuda…
- ¡Ah! – Lo soltó para ponerse el saco que hacía juego
con su pantalón -. No, tampoco se le tiene permitido salir. Aquí los dos van a estar
bien – Se acercó y acarició sus cabellos -. Todo lo que quieran pueden
obtenerlo en este sitio. Si se les ofrece algo, pídanselo a Keiichiro o a
Shigeaki.
- Está bien – Suspiró Yuya, sonriéndole.
- Nos vemos. Cuídate.
- Tú también.
- ¡Ah! ¿Toma?
El aludido, quien ya había abierto la puerta, lo miró.
- ¿Sí?
- Esa cicatriz en la espalda… ¿Cuándo te la hiciste?
El morocho se quedó mirándolo con los ojos abiertos.
Lanzó una carcajada, cerrando los ojos.
- Ah… Estabas despierto cuando me levanté… Eso – Posó su
mano sobre su espalda -… Es el recuerdo de una batalla que justamente no
quisiera recordar.
- Lo siento.
- No, está bien. No tengo por qué tener secretos contigo.
- Toma – Se apresuró a hablar, antes de que se fuera -.
Todo estará bien, ¿verdad? Todo esto terminará pronto, ¿verdad?
Sus palabras sonaban… No, eran súplicas, más que palabras
sueltas y puestas en una misma oración. Despertó un sentimiento de ternura en
su oyente, quien le sonrió.
- Sí, así será – Le dijo -. Nos vemos más tarde y no te
enloquezcas, es lo menos que quiero que hagas.
Le dedicó una media sonrisa y lo dejó ir. Yuya se quedó
de pie en aquella habitación, hasta que las cosas se calmaran, todo aquello iba
a ser insoportable.
Salió y encontró a Toma aún allí, charlando con Tomohisa.
Sonrió y siguió sus pasos hacia el laboratorio donde halló a Takahisa
desayunando con Shigeaki, quien intentaba prestarle atención a unos libros,
pero la lengua de su compañero matutino se lo impedía. Yuya sonrió, acercándose
a ambos.
- Massu – Llamó su atención, tomándolo suavemente por los
hombros -. Creo que Shigeaki-san no quiere escucharte.
- No lo escuché quejarse – Dijo el pelirrojo, antes de
volver a su desayuno.
- Porque no lo dejas hablar – Susurró el rubio.
- Shige – Dijo el aludido, ocasionando que los presentes
lo miraran -. Pueden decirme Shige.
- De acuerdo, Shige – Dijo Yuya.
- ¡Ah! Chicos – Keiichiro salió de la parte de
habitaciones para entrar al laboratorio y acercarse al mueble de medicamentos
-. ¿Cómo durmieron?
- Bien, gracias por preguntar – Dijo Yuya.
- Mhh… Bien – Dijo Takahisa.
El castaño sonrió, para volver su vista a la jeringa que
llenaba. Yuya lo siguió con la vista para terminar sentándose sobre una de las
mesas. Las puertas se abrieron para dar paso a Erika y Maki. La vampiresa se
sentó sobre la mesada, cerca de Yuya, a quien le dedicó una sonrisa.
- Hola – Dijo, para mirar a Keiichiro y entregarle su
brazo.
- Buenos… días – Miró cómo un líquido carmesí entraba a
su organismo, mientras que Maki agarraba un algodón de un contenedor de la mesa
de enfrente -… ¿Qué… es eso…?
Yuya vio cómo los cabellos de Erika caían sobre su
rostro, manteniendo ella la cabeza gacha. Su otra mano se aferraba a la mesada
para terminar lanzando un quejido.
- ¿Eri? – La llamó Maki, frunciendo el ceño, mostrando
preocupación.
- ¿Estás bien? – Preguntó Yuya, posando su mano sobre su
hombro.
- Aléjate – Musitó, sintiendo dificultad al tragar saliva
-. ¿Eh?
Erika se tomó la garganta. Frente a ella Maki pudo ver
cómo sus ojos café se teñían de rojo, iguales a los de un vampiro sediento de sangre.
OMG!!!!!!!!!!!!!!!! DEBO seguir leyendooooooooooooooo
ResponderEliminarTengo el pálpito de q la rubia correteadora de bosques no es otra más que Yuuko XD
¿Viste que soy mala y hago finales para que mis lectores TENGAN que seguir leyendo? :v Soy mala, LO SÉ~
Eliminar"rubia correteadora de bosques"
JAJAJAJAJAJAJAJAJAAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA xD
Yegua u.u
Eliminarjajajajaja sep, la rubia correteadora de bosques XD