Título: Life's blood
Pairing: Ikuta Toma x Tegoshi Yuya, Toda Erika x Horikita Maki
Capítulo: 02/ ¿?
Resumen: Un encuentro planeado puede tener un fin totalmente opuesto. Por Yuya, Toma termina metiéndose en un nido de vampiros. ¿Saldrá vivo?
Capítulo 02: Excitación
Toma sentía que su mundo se daba vuelta. Del mismo modo
en que él le daba respiración boca a boca a Yuya, él buscaba hacer lo mismo,
devolverle el mismo aire. Se separaron y se quedaron un rato mirándose.
- ¿Estás mejor? – Preguntó el morocho, en un susurro,
recibiendo por respuesta la afirmación de la cabeza de Yuya, ocasionando que
sus labios se curvaran en forma de sonrisa. Miró para todos lados, buscando
algo -. Ahhh… ¿Qué podemos…? Bingo.
Se levantó, ante la mirada de su compañero de trabajo
para hallar una pequeña salida en el techo del ascensor. Cómo iba a abrirla,
fue un misterio para Yuya hasta ver cómo Toma se subía sin dificultad alguna,
ayudándose tan solo por el peso de su propio cuerpo, al pasamanos dentro del
ascensor para poder, golpes mediante, abrir aquella salida, permitiéndole la
entrada al aire fresco tan necesario para ambos.
Toma bajó de su salto e inhaló el aire a bocanadas, al
igual que Yuya.
- Gracias – Susurró, el rubio, poniéndose de pie,
lentamente. A los pocos minutos, fueron advertidos por los altoparlantes de
la solución a los problemas antes mencionados.
Subieron al piso correspondiente para dirigirse cada uno
a su oficina.
Toma recibió una llamada, acción que lo asustó, ya que no
se esperaba aquello.
- ¿Diga?
- “Buenos días.”
- ¡Ah! Neesan.
¿Sucede algo? – Preguntó, acomodándose sobre el sillón.
- “¿Quieres ir al
parque de diversiones?”
- ¿Ehh?
Los días pasaron normalmente. Toma había tenido esas
entradas toda una semana, mientras que las investigaciones permanecían
estancadas y Erika mostraba señales de cansancio en cuanto a la misión, lo cual
era visible en sus cambios de humor, siendo estos manejados en su totalidad por
Maki.
Sentado en un macetero, mirando una y otra vez las
entradas, lo esperó. Pudo haber ido con cualquiera, incluso podía habérselas
dado a Erika y Maki, teniendo en cuenta lo mucho que le gustaba a la vampiresa
llevarse los mejores recuerdos de cada época que le tocaba vivir. Pero, aun
así, no lo hizo. Asami le dijo expresamente que esas entradas eran para él y
que fuera con la persona que él quisiera. Fue Asami quien no quiso dárselas a
nadie más que a él. Suspiró, levantando la cabeza cuando lo vio despidiéndose
de sus mismos compañeros de trabajo. Se levantó y se acercó a él.
- Tegoshi.
El rubio se dio vuelta, sonriendo al verlo y dedicándole
una reverencia. Estaba nervioso. Notó la curiosidad del muchacho por lo que
llevaba en su mano.
- ¿Quieres venir? – Le preguntó, extendiéndole ambas
entradas, una de las cuales Yuya tomó y leyó su contenido. Al terminar,
sonriéndole, levantó la vista.
- ¿Aquí?
- Sí. Es…
- Mañana, acabé de leerlo – Dijo el muchacho, guardando
la entrada cuidadosamente en su portafolio.
- ¿Vienes?
Yuya lo miró, sorprendido y le sonrió.
- Claro, sino no me hubiera guardado la entrada.
- Entonces…
- Nos vemos en la puerta – Le dijo Yuya, antes de darse
vuelta e irse a su casa -. Hasta mañana, Ikuta-san.
- Ahh…
- “Eres un desastre
para armar citas, Toma”, dijo Tomohisa del otro lado.
- Tsk… Cállate – Dijo el aludido, girando sobre sus pies
y caminando en dirección contraria a la tomada por Yuya.
Aunque había preferido no utilizar micrófonos ni
comunicadores, Toma sabía que si ellos encontraron a Yuya, era probable que aquel
selecto grupo de vampiros conocidos como Hachi también hubieran dado con él, o
estén a punto de hacerlo.
Su cuerpo estaba apoyado contra una de las columnas de la
puerta de entrada. Vestía unos jeans y unas zapatillas de lona. Llevaba una
camisa a cuadros atada a su cintura y una remera blanca, dentro de la cual
descansaba el relicario de plata que había pasado de generación en generación
dentro de los descendientes de los Van Helsing. Pero allí, en ese momento, Toma
se sentía uno más, una persona normal, igual o más normal que cualquiera de los
que allí se encontraban.
- ¡Ikuta-san!
Su voz lo sacó de sus pensamientos, ocasionando que
levantara la vista.
Estaba vestido con una remera estampada, un chaleco
crema, unos pantalones de jean y unas botas del mismo color que el chaleco.
Venía corriendo, por lo que Toma se le acercó unos pasos.
- ¿Estás bien? – Le preguntó, obteniendo por respuesta la
cabeza de Yuya asintiendo, con la respiración entrecortada, ocasionando su
sonrisa.
- ¿Llegué tarde? – Preguntó el rubio, recobrando el
aliento de a poco.
- No, tenemos todo el día para recorrer el parque.
¿Vamos?
Yuya se quedó mirándolo. Por algún motivo, aquella
persona le inspiraba confianza. Le sonrió, asintiendo con la cabeza a su
pregunta.
De ese modo, ambos entraron al lugar, sin percatarse de
las miradas que eran mantenidas sobre ellos. Fueron a muchos de los juegos, sin
ningún tipo de amenaza a la vista. Se acercaba el anochecer cuando Yuya se
acercó a la fila de la rueda de la fortuna.
- ¿Estás seguro? – Le preguntó Toma.
- Sí, ¿por qué?
- Digo… Por el encierro…
El aludido negó con la cabeza.
- De alguna manera… Siento que no es lo mismo que estar
encerrado en el ascensor. Tengo que pagarte eso de alguna manera.
- No, no hace falta – Dijo el morocho, negando con la
cabeza.
Aunque Toma se negara a obtener algo a cambio, Yuya
estaba en la necesidad de darle algo. Entrelazó sus dedos apoyándose los
pulgares e índices sobre su mentón, pensativo. Toma lo miraba, conforme
avanzaban en la fila.
- ¡Ah! Ya sé. Ven a mi casa – El aludido lo miró con una
expresión de sorpresa -. A decir verdad… No soy muy bueno cocinando, pero
aprendí a hacer un curry exquisito – Dijo, con una sonrisa tímida.
- ¿Curry?
- Sí, ¿te gusta?
- Algo – Dejó que él entrara primero a la pequeña cabina,
para entrar él luego y dejar que se cerrara a su paso. Estaban los dos solos,
sin que nadie los molestara. El juego se puso en movimiento. Toma estaba
sentado en uno de los asientos, mientras que Yuya se hallaba mirando todo lo
que sucedía fuera de la cabina, apoyando su pierna sobre el asiento enfrentado
al de Toma.
Abajo, fuera de la cabina, un grupo de personas
custodiaba la cita.
- ¿Querías subir, Maki? – Le preguntó Erika entregándole
un algodón de azúcar a la mencionada.
- No, gracias.
- De nada.
- No se supone que debieran estar comiendo, es una
misión.
- Cálmate, Yamapi. Todo está bien, además, es normal que
las chicas quieran divertirse en un sitio como este.
Erika levantó la vista y miró para todos lados.
- ¿Sucede algo? – Preguntó Shigeaki, con miedo.
- Vampiros.
- ¡¿¿Ehhhhh??! – Dijeron al unísono Keiichiro y Tomohisa
segundos más tarde, como si tardaran en asimilar lo oído.
- Eso es malo – Dijo Tomohisa, volviendo sus pasos para
salir del parque.
- ¡Espera! – Llamó su atención la vampiresa -. Mira eso.
Sus finos dedos señalaban algo en el aire. Algo que se
movía casi fantasmalmente para llegar a la rueda de la fortuna.
- Los encontraron – Dijo Maki.
- Carajo…
- Toma, Toma, ¿me escuchas?
Desesperado, Tomohisa buscaba que su amigo le
respondiera.
Metros en el aire, Toma intentaba responderle. Estaba con
Yuya, en silencio y cualquier cosa que dijera, sonaría extraña.
- Yuya… ¿Puedes oírme? – Dijo, dirigiendo la pregunta a
la persona que reclamaba por él.
- ¿Eh? – El rubio se giró, apenas, para verlo -. Sí, ¿por
qué?
- No, por nada.
Le sonrió, era buen actor después de todo.
- “Toma, hay
vampiros buscándolos”, los ojos del morocho, se abrieron de par en par. A
los ojos de los humanos, aquellas criaturas de rápidos movimientos eran
imperceptibles, pero para los de su especie y para los poseedores de la sangre
Van Helsing, eran como ver a humanos corriendo… O volando, en este caso. Miró a
Yuya, su vista y alegría seguían clavadas en cada uno de las luces de los
edificios que estaban abajo y que poco a poco empezaban a iluminarse, mientras
que el sol, por el contrario estaba apagándose. Volvió su vista a sus
alrededores. Efectivamente, aquellos vampiros los habían encontrado, o a él o a
Yuya. Tragó en seco. Debía actuar rápidamente, debía seguir con la línea de sus
antepasados, salvar la existencia de los poseedores de aquella codiciosa
sangre. La desesperación salía por cada poro de su piel, intentaba no
demostrarlo, pero sus ojos mirando algo más allá de lo que su acompañante podía
ver expresaban aquel sentimiento. Se levantó, no sabía qué hacer, podía
escuchar perfectamente los latidos de su corazón. Volvió a tragar en seco,
sintiendo cómo aquella saliva raspaba contra su garganta. Uno de sus pasos hizo
ruido, por lo que el rubio lo miró con una expresión curiosa.
- ¿Sucede algo?
Su cuerpo entero se erizó, oyendo cómo los vampiros se
encontraban cada vez más cerca de ellos. Jaló de su brazo de un tirón y lo tiró
al suelo, colocándose a horcajadas suyo para besarlo, impidiendo todo escape
alguno al agarrar sus muñecas sobre el asiento encima suyo.
Yuya estaba por demás sorprendido, confundido, sintiendo
un dulce sabor en aquel beso. Cerró sus ojos dándose cuenta de que no tenía
escapatoria. Muy por el contrario de Toma, que al tener aquel contacto con sus
labios, sintió una oleada de calor recorriéndole la espalda. Se soltó de aquel
trance, sin hacer lo mismo con sus muñecas. Sus ojos buscaron los suyos,
hallándolos cerrados, como si con ese gesto, le diera el paso para continuar
aquello. Rió y volvió a besarlo esta vez, buscando todo de él. Soltó sus
muñecas para llevar sus brazos alrededor de su cuello, estremeciéndose al
sentir el contacto de una piel ajena acariciando la suya. Lo obligó a abrir la
boca, mordiendo su labio inferior para poder cruzar una feroz batalla con su
lengua. Sintió cómo las manos del rubio se aferraban a su remera, no queriendo
por nada del mundo que aquel beso tuviera fin. Con una mano Toma acercó su
cuerpo al suyo, tomándolo de la cintura, mientras que con la otra, corría los
cabellos molestos que golpeaba contra su rostro, haciéndole cosquillas.
La amenaza había desaparecido, pero en ese momento, al
soltar el agarre sobre los labios de Yuya, Toma recordó las palabras que Asami
le había dicho: “Está más cerca de lo que
te imaginas”. Acarició su frente, depositando un casto beso sobre la misma.
Quizás él era la persona que había estado buscando todo ese tiempo.
La rueda de la fortuna siguió su camino cuesta abajo,
ambos en silencio, más que nada por no hallar las palabras correctas para decir
en ese momento. La vergüenza los superaba.
Yuya le pidió a Toma si podían desviarse del camino para
comprar algo en una tienda, por lo que el aludido no se negó. Dándole la
espalda al negocio, llamó a Tomohisa.
- ¿Novedades?
- “No, está todo
más que tranquilo.”
- ¿Puedo hacerte una pregunta?
- “Ehh… Claro,
dime…”
- ¿Cómo sabías acerca de los vampiros?
- “Eh… ¿Eh?”
- Pi… Es imposible que hayas advertido su presencia a
menos que… hayas estado allí.
- “Ahh… Ah…”,
suspiró, lo había descubierto. “Es
verdad, estábamos allí.”
- No tendré padres, pero estoy seguro que ni ellos se
hubieran tomado tanto trabajo. De todas formas… Gracias. De no haber sido por su
advertencia, ahora mismo no sé qué hubiera pasado con Yuya. Gracias - Su cuerpo
se giró para ver el porqué de la tardanza del mencionado. Lo encontró en la
caja, siendo observado sin miedo a que lo vieran, por un sujeto no mucho más
grande que él, de cabellos azabaches bastante despeinados. Su mirada no
aparentaba ser la de una persona con buenas intenciones. Con rápidos pasos
busco acercarse al rubio -. Ehh… Nos vemos – Dijo, rápido, antes de cortar la
llamada y entrar para ayudar a Yuya a guardar las cosas -. ¿Te ayudo?
- ¿Eh? – Dijo el aludido, reparando en su presencia,
mientras sacaba dinero para pagar la compra -. Sí, gracias.
Su mirada se encontró con la de la persona que había
estado mirando a Yuya. Dejó sobre la cinta transportadora un pastel de
frutillas con crema para clavar su vista sobre Toma. Los dos sabían o suponían
saber qué era el otro. Toma suponía que era un vampiro, ya sea uno de los Hachi
o uno común, cualquiera podía detectar a un descendiente de la sangre Van
Helsing. Al mismo tiempo, la otra persona suponía que Toma era alguien
importante. Su relicario lo denotaba y también la celosía con la que trataba a
Yuya, apurándolo en cierto modo para que terminara con la compra. Pero ambos se
daban cuenta de algo, la cajera estaba de más. Quizás por ese motivo no estaban
en medio de una cruenta batalla en ese mismo momento. El muchacho le dedicó una
rápida sonrisa a la cajera antes de irse.
Un susurro salió de sus labios, siendo este captado por
Toma.
- Van Helsing…
El aludido lo miró, fijándole la vista hasta verlo
desaparecer en medio de la oscuridad de la calle.
Llegaron al departamento de Yuya, hallándose con un solo
ambiente bien arreglado.
El dueño del departamento hizo la comida, no tardando
demasiado, antes de volver al living donde cenaron.
- ¿Cómo estuvo? – Le preguntó el rubio, cruzando sus
piernas, sentado en el suelo.
- Exquisito… Nunca había probado algo como esto.
- ¿Nunca habías comido curry? – Su mirada era la sorpresa
pura, no se esperaba para nada una respuesta así, al menos, la segunda parte de
la misma -. ¿Eres japonés? – Dijo, entre risas que para su oyente era parecida
al canto de un ángel.
- No... Lo siento – Se rascó la cabeza, apenado -. La
verdad es que… No me crié en Japón.
El sonido del teléfono los interrumpió, inclinándose Yuya
un poco sobre su cuerpo para alcanzarlo y atender la llamada.
- ¿Hola? ¡Ah! ¡Massu! Sí, ¿cómo estás? ¿Cenaste? Me
alegro. ¿Cómo está todo por allá? Qué bien… ¿Qué? ¡¿En serio?! ¿Cuándo? - No
sabía con quién hablaba, pero en su corazón, estaba creciendo un sentimiento de
celos hacia aquella persona que lo hacía sonreír, y que lo hacía perderse por querer
mirar al dueño de la misma. Yuya finalizó la llamada con una sonrisa, mirando
luego a su acompañante -. Ah, perdón… Era un viejo amigo. Yo – Flexionó las
piernas y se las abrazó, apoyando el mentón encima de sus rodillas -… Mis
padres murieron en un accidente cuando yo era muy pequeño, y unos amigos de mi
familia me cuidaron.
- Ya veo.
- ¿Y tú? ¿Por qué no has comido curry?
Suspiró. Definitivamente no podía decirle nada acerca de
los vampiros y de su verdadera naturaleza, principalmente porque no iba a creerle
ni una sola palabra.
- Larga historia – Lo miró, dedicándole una de sus
mejores sonrisas.
Su oyente se acercó a él y apoyó su cabeza sobre su
hombro, sin cambiar su posición en lo más mínimo.
- Tengo toda la noche para oírla.
Sonrió, levantando su brazo para poder abrazarlo.
- Mañana tenemos que ir a trabajar – Aclaró, susurrando,
besando sus cabellos, inspirando el aroma que se desprendía de ellos.
- Toma…
- ¿Mh?
- Mañana – Sus manos soltaron sus piernas para
encontrarse más adelante, dedos entrelazados mediante, para estirar sus brazos
y sonarse de ese modo los huesos -… ¿puedes acompañarme a un lugar? – Levantó
apenas su cabeza para poder mirarlo.
- ¿Eh? ¿Adónde?
- Es una sorpresa – Le susurró al oído, dándole un sonoro
beso en la mejilla luego, antes de volver a su posición original.
Toma sumergió su mano entre sus cabellos. No quería
separarse de él. Desde el momento en que lo besó, quedó loco por él. Algo sí
coincidía con su sueño: era rubio. Pero algo no le cerraba del todo... ¿Por qué
terminaba matándolo?
Al día siguiente, Toma debió esperar a que terminara su
jornada laboral para encontrarse con Yuya e ir a aquel lugar al que quería que
lo acompañara. Sus ojos se abrieron como dos platos al llegar. No era otro
lugar que la editorial Hachi. Tragó en seco. Estaba yendo directo a la boca del
lobo y debía moverse con cuidado. Por miedo a que hallaran su comunicador, dejó
que, metros antes de entrar, Yuya caminara unos pasos delante suyo, para tirar
el pequeño aparato por la alcantarilla.
Entraron al edificio y pasaron sin problema alguno por el
detector de metales. Toma frunció la nariz, tosiendo luego. Definitivamente, el
olor a vampiros, le hacía mal, algo frecuente en los de su estirpe.
- ¿Estás bien? – Le preguntó Yuya, girándose para mirarlo.
- Sí, perfectamente – Sintió un sudor frío recorriéndole
la espalda.
- Buenas tardes – La voz de Ai llamó la atención de
ambos. Ninguno supo cómo, de un momento a otro, la mujer apareció frente a ellos.
Tratando de comportarse lo más normal posible, Toma la
saludó con una reverencia, al igual que el rubio.
- Tengo cita con Nishikido-san.
Su nombre lo paralizó. Si era ese mismo Nishikido, estaba
en serios problemas, no solo él, sino también Yuya.
- Lo sé, lo estábamos esperando – Dijo la mujer, antes de
girarse unos cuarenta y cinco grados a la derecha -. Síganme – Su mano señaló
el ascensor circular que se elevaba en medio del hall, invitándolos a
abordarlo. Los tres subieron. Todo lo que veía los ojos de Toma eran vampiros.
Se mordió el labio inferior.
- Toma… ¿Estás bien? – Preguntó Yuya, preocupado.
- ¿Eh? Sí, sí – Estaba nervioso, sus palabras lo
delataban.
Llegaron al último piso y bajaron, siguiendo los pasos de
la mujer. Cada paso que los acercaba a la oficina, Toma tenía algo en claro,
aquel vampiro era uno de los Hachi. Cuando Ai golpeó la puerta, tragó en seco.
Al recibir respuesta afirmativa para que entrara, entró con ambos muchachos detrás.
Sólo dos personas ocupaban el lugar. Eran dos hombres a
los cuales recién pudo ver tras acercarse ambos al rayo del sol, al igual que
los recién llegados.
Era él, sin duda, uno de los ocho más poderosos. Desvió
la vista al suelo, buscando que la tierra se lo tragara en ese mismo instante.
- Puedes irte, Tadayoshi – Le dijo el morocho a su
asistente, quien le clavo una mirada asesina a Ai, antes de irse -. Tú también,
Ai, cualquier cosa, te llamo.
- Sí, señor – Dijo la mujer, siguiendo los pasos de la
persona que aceleró los suyos para buscar cerrarle la puerta en la cara,
logrando su objetivo a la perfección.
- Déjenme presentarlos – Dijo Yuya -. Él es Nishikido
Ryo-san, presidente de esta editorial. Nishikido-san, él es Ikuta Toma-san, un
compañero de trabajo.
El primer sujeto mencionado extendió su mano hacia Toma.
- Encantado, Ikuta-kun.
Lo había descubierto, su forma de hablar y su sonrisa así
lo decían.
- Lo mismo digo, Nishikido-san – Estrechó su mano,
mirándolo a los ojos. Si hasta ese momento no estaba al tanto de la importancia
de mantener a Yuya con vida, con su presencia, Toma se lo había dejado bien en
claro.
- Bueno – Aplaudió una vez para señalar los sillones
frente a la ventana -, ¿qué les parece si hacemos negocios? ¿Nos sentamos?
- Gracias – Dijo Yuya, sentándose sobre el sillón de tres
cuerpos mientras que Toma optó por sentarse sobre uno de los dos de un cuerpo,
quedando frente a Ryo, quien regresó con tres copas de vino tinto.
- Nada mejor que un buen vino para hacer un buen negocio
– Dijo, entregándole una copa a cada uno.
- Ah… Gracias – Agradeció Yuya, con una sonrisa que fue
imitada por el anfitrión. Bebió un sorbo, mientras que Toma olió el contenido
de la copa.
- ¿Qué sucede? – Preguntó Ryo, saboreando el aroma del
líquido que estaba por beber -. Ni que fuera sangre.
Lo había descubierto. Había descubierto todo.
Le dedicó una sonrisa falsa como respuesta, bebiendo de
un sorbo el contenido del mismo. Tenía la maldita sensación de que si quería
podía llamar a sus esbirros y dar aviso de su presencia, pero no lo hizo. ¿Por
qué sería? ¿Porque estaba Yuya? ¿Porque no creía que sería preciso matarlo en ese momento? No.
Era porque a ese sujeto le encantaba jugar con sus víctimas. Se deleitaba
oyendo los gritos de dolor de sus víctimas. Y sabía que si iba contra Toma, iba
a defenderse, Yuya escaparía y el resto de los vampiros, al reconocer su
origen, lo matarían. Podía leerlo porque lo conocía, y porque había perdido
contra él. Se mordió el labio. No sólo por estar en esa situación, sino porque
sabía que iba a tener que acompañar a Yuya cada vez que tuviera que verlo y que
sus compañeros iban a reprocharle el no haber dado aviso del hecho.
fdmkljfmnsdklnakldnmvkl románticón con un toque de sensualidad e.e
ResponderEliminarRARO que no se lo re empomó en la vuelta al mundo :D
Todo tiene su por qué -w-
EliminarGracias por leer ♥
jaaaaaaaaaaaaaaaaaaaajajajajaj porque se lo empomó después :P
Eliminar:m
De nada :D