3 de agosto de 2018

[Memories] Capítulo 09: Casamiento de palabra

Ciaossu~!!
PENÚLTIMO CAPÍTULO
EN EL PRÓXIMO SE TERMINA TODO, SEÑORES LECTORES
¿se termina en el último?
Enjoy~


Título: Memories.
Fandom: Johnnys.
Pairing: Shibutani Subaru x Kato Ai.
Formato: Multi-chaptered.
Género: AU, drama, violento.
Rating: NC-17.
Capítulo: 09/ 10
Cantidad de palabras: 4832.
Sinopsis: La celebración por la aparente victoria del grupo liderado por Ryo se ve fuertemente opacado por el movimiento realizado por Tadayoshi al convertirse en supplier de Yuya y este, al prescindir de los servicios de Toma. Pese a ser enemigos, Tadayoshi intenta que Ryo comprenda lo que está haciendo, pero la presencia de Subaru en aquel lugar, y cerca de Ai es algo que no puede tolerar.
Al ver la pelea protagonizada por los padres de Ai, recuerda que el archivo que tiene entre sus manos podría tener las respuestas que tanto él como Ai necesitan. Aunque eso signifique darle rienda suelta a los poderes que no recordaba que tenía, todo es necesario para que todas sus preguntas finalmente tengan una respuesta.
Precuela: Supplier.
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Capítulo 09: Casamiento de palabra.


A causa de la fiesta luego de la ceremonia, el grupo se había dispersado. Ryuhei no tardó en darse cuenta que los únicos en sus cabales eran Shingo y él; y que Ryo y Toma no podían evitar sentirse incómodos con la situación.
Por tal motivo, Toma podía permanecer en la mansión en calidad de invitado, pero en la empresa, no tendría derecho alguno a pasearse por ahí como solía hacerlo. Ya no era supplier de Yuya.
Ryuhei se acercó a Shingo cuando lo halló solo.
—Eso fue inesperado —le dijo.
—E Ikuta lo vio un poquito tarde —suspiró el aludido.
—Esos dos van a mandar el plan a la mierda.
—No, no lo harán —reconoció Shingo. Ryuhei lo miró—. Simplemente hay que acelerar un poco las cosas.
—Todavía no entiendo cómo vas a hacer para hablar a solas con Tegoshi.
—Su problema es que piensan que necesito tres horas, pero, no es así: con unos pocos segundos me basta y sobra —le dijo, sonriendo.
—Oye, Hina… ¿Puedo pedirte un favor?

—¿Quieres algo que comer? —le preguntó Yuya a su nuevo supplier con ojos curiosos y también con algo de preocupación. Tadayoshi reconocía esa mirada. Negó con la cabeza mientras le sonreía.
—¿Vas por algo?
—Sí, yo sí tengo hambre.
—Entonces, ve —le dijo.
—Espérame aquí.
—Por supuesto —le respondió el supplier antes de que el rubio se alejara de él para ir por algo de comida.
—Lo besas en público y los mato a ambos.
Tadayoshi se giró para ver a Ryo, quien no pudo evitar que sus celos hablaran por él.
—No pensaba hacerlo. ¿Por qué? ¿Él sí? —le preguntó. Ryo estaba por responderle, pero la mirada de súplica por parte de Shingo al otro lado de la sala se lo impidió.
—Púdrete, Ohkura —finalizó Ryo la charla, dejando a su oyente con una expresión que no alcanzó a ver.
—Está dolido por lo que hiciste, Tada-chan —le dijo Yuya.
—Lo sé. No hace falta que me lo digas. Lo sé con sólo mirarlo a los ojos —reconoció el aludido, acariciando los cabellos de Yuya con ternura.

—Vaya lugar para encerrarlo —dijo Shingo, abriendo una puerta cerrada bajo llave. Al hacerlo, encontró a Shota atado a una silla de manos y pies. El recién llegado suspiró y entró a su antigua habitación mientras cerraba la puerta a su paso—. ¿Todo bien? —se acercó al rubio y le quitó la mordaza—. Lamento los modales de mis compañeros.
—¿Había necesidad de hacer esto? —le preguntó mientras Shingo lo desataba.
—Encima que vengo a liberarte y te traigo el traje. Además…, tú no tienes la mentalidad de Subaru —Shota lo miró—. Tú no te habrías quedado en tu habitación hasta que la ceremonia terminara.
—¿Ya…? ¿Ya se casaron?
—Sí. Ahí te dejé el traje. Cámbiate y ven a disfrutar un poco de la fiesta —le dijo, mientras sonreía de lado y dejaba la habitación.

—Te felicito —las palabras de Keiichiro hicieron que Toma arqueara una ceja. Tardó en responder ya que iba por su décima copa de bebida.
—Gracias, pero yo no soy el novio.
—Me refiero a pasar desapercibido con Erika con el asunto de Subaru.
—Ah. ¡Vaya que tardaron en darse cuenta de eso! ¿Cuánto más van a tardar en decírselo a Yuya?
—De momento, creo que con lo que pasó es suficiente, pero no pienses que saldrás de esta fácilmente, Ikuta-kun.
—Lo único que me importa ahora es Yuya. Todos ustedes, me importan un carajo.
—Entonces, ¿por qué sigues con Ryo?
—Porque tenemos un enemigo en común.
—No vamos a dejar a Subaru-kun desprotegido.
Toma miró a Keiichiro, le dedicó una carcajada y se fue al otro extremo del salón.

Hizo un debate interno respecto a qué hacer cuando Shingo lo liberó. Sabía que tenerlo de enemigo era peligroso. Ni siquiera Shota como mejor amigo conocía el alcance de su fortaleza, y algo en lo profundo de su ser le decía que ni el mismo Shingo lo sabía. Sentía pena por la persona que fuera a ser su objetivo. De esa forma, pensando mucho más en el resto que en él mismo, llegó hasta la torre en la parte trasera de la mansión. Grande fue su sorpresa al hallar allí a Subaru.
—Subaru-kun —llamó su atención Shota, ocasionando el sobresalto del aludido.
—Ah… Yasuda-kun —le sonrió el morocho.
—¿Te asusté?
—No esperaba a nadie por aquí —le dijo, haciéndose a un lado para que le hiciera compañía—. ¿Dónde estabas? —le preguntó después de un largo rato—. Ai estaba preguntando por ti.
—Digamos que tuve un pequeño inconveniente y no llegué a tiempo.
—Tú tampoco querías estar ahí, ¿cierto?
En ese momento, Shota se quedó mirando a Subaru y recordó las palabras de Shingo. Después de todo, él realmente no tenía la capacidad de quedarse de brazos cruzados ante lo que había sucedido.

Ai fue la primera en llegar a la habitación. Toda la decoración hecha para la pareja, pasaba desapercibida ante sus ojos. Se sentó sobre la cama y se quitó el velo. Se quedó mirando la nada hasta que oyó el sonido de la puerta abriéndose. Ese era el comienzo de una incómoda noche.
Le pareció que no hubo otro sonido. No oía pasos, no oía ninguna otra respiración más que la propia. Movida por su propia curiosidad, finalmente, se giró para ver a Ryuhei acostado a su lado. Sin siquiera sacarse el traje o cambiarse de ropa, se había acostado y estaba mirando el techo.  
—¿Conoces el significado de este par de anillos? —le preguntó Ryuhei, con el brazo en alto y la palma abierta para admirar la luz reflejándose sobre el objeto.
—No.
—Se cree que una pareja se juró amor eterno con un par de anillos de un material similar a este. Cuando uno de ellos murió, el otro sintió un terrible dolor en el alma, pero, lo más increíble, fue que el anillo que tenía en su mano, se desprendió solo de su dedo, y nunca pudo volver a ponérselo. Es como si cada par de anillos fuera la prueba viviente de que una persona sólo le pertenece a aquella otra.
—Yo puedo sacarme el mío ahora mismo —Ryuhei le sonrió—. No entiendo qué es todo esto. ¿Y sabes qué es lo peor? Que nadie confía en mí como para explicármelo.
—Es que es complicado. Pero, lo único que debes saber es que esto lo hicimos para protegerte.
—¿Para protegerme de qué?
—De Subaru.
—Ahí está de nuevo. A veces, parece que todos conocieran a Subaru, pero, no es así. Nadie lo conoce. La respuesta está en el archivo negro y nadie parece comprenderlo.
—¿Realmente piensas eso? —Ai lo miró—. Quizás sea por algo más que nadie quiere que tomen ese archivo. Pero, quizás, la respuesta no esté justamente en el archivo de Subaru.
Ryuhei se sentó en la cama y luego se levantó.
—¿Adónde vas?
—Ya te lo dije, esto lo hicimos para protegerte. Esto no es más que un matrimonio de palabra. Me voy a dormir a mi cuarto. Esta cama es terrible…

—Lamento todo esto —le dijo Tadayoshi a Yuya, cerrando la puerta del cuarto. El rubio estaba sentado en la cama, esperándolo.
—¿Adónde se fueron?
—A tu casa.
—Lo supuse —musitó el aludido.
—Todo estará bien —susurró Tadayoshi, sentándose en la cama para llegar a palmear el dorso de una de sus manos.
—Lo dijiste tantas veces que ya parece una ilusión.
—También te dije que con Ikuta-kun estabas en peligro.
—Me parece ilógico lo que dices. Pero Kei-chan ese día…
—¿Eso fue lo que te hizo cambiar de opinión?
—Mira, Tada-chan, no sé si confiar en Subaru-kun o no. Realmente no lo conozco. Pero el odio desenfrenado que Ryo-chan y Toma le tienen… No puedo comprenderlo.
—¿Cómo está Ryo?
—Confundido, destrozado. No entiende por qué hiciste lo que hiciste.
—¿E Ikuta-kun?
—Toma no se irá a ningún lado. Pero eso no lo sé por tener su alma o no. Lo sé porque lo conozco. Lo que sea que haya hecho, afrontará las consecuencias porque no se irá a ningún lado a menos que yo esté con él.
—¿Puedo pedirte un favor?
—Claro.
—Cierra los ojos —el rubio hizo caso al pedido de Tadayoshi y cerró los ojos. Lo siguiente que sintió fue un dulce beso sobre sus labios. Un beso que no era para él, pero que le llegó al alma. Cuando sintió que Tadayoshi se había alejado de él, abrió los ojos—. ¿Crees que le llegó?
—Estoy seguro que sí.
—Genial —musitó Tadayoshi. Yuya lo estrechó entre sus brazos. Aunque no pudiera leer el alma de Tadayoshi, sabía que él estaba sufriendo de la misma forma en que lo estaba haciendo Ryo.

—Con eso no vas a convencerme, Tadayoshi. Al contrario —musitó Ryo, sintiendo sobre sus labios un sabor familiar y que añoraba en demasía.
—¿Qué ocurrió? —las zancadas de Toma sobre el suelo, acercándosele, lo quitó de su ensimismamiento—. ¿Le hizo algo a Yuya?
—No puedo sentir lo que él. Lo siento.
—¿Eso quiere decir que aprendiste a separar tu alma de la suya?
—Así es. A Tegoshi nadie le ha dicho que lo haga, pero, a diferencia suya, yo debo hacerlo.
Su oyente suspiró sonoramente.
—No aguanto más.
—Oye, todavía no ha pasado un día y ya estás hecho una fiera —se sinceró el aludido, un poco divertido con la situación. Toma lo miró, pero no le dijo nada—. No era para que te enojes. ¡Ikuta! —pese al llamado, el aludido salió de la habitación, dejándolo solo—. No creas que no sé lo que estás sintiendo… Pedazo de idiota…

El sol pareció darle la bienvenida. Se dio cuenta que se había quedado dormido vestido al no poder moverse. Se desabrochó lentamente el saco y un par de botones de la camisa hasta alertarse y sentarse de un salto en la cama. En aquel momento se dio cuenta que Shota nunca regresaría a su lado. El anillo que, sobre su dedo, aún le dolía le dio aquel indicio.
Al bajar al comedor, encontró a Tadayoshi y Yuya desayunando. Estaban riendo por algo que no alcanzó a oír.
—¡Vaya! ¡A ustedes los poderosos sí que se les olvida lo que es el amor! —dijo antes de sentarse a acompañarlos. Los aludidos simplemente lo miraron.
—Mira quién habla —musitó Tadayoshi.
—Tada-chan —llamó su atención Yuya. Negó con la cabeza para evitar que siguiera hablando—. ¿Cuáles son los planes que tienes con Ai-chan?
—Por ahora me interesaría más que Erika me explicara qué hacer para evitar que esta cosa me ampute el dedo —reconoció Ryuhei, enseñándole un dedo un poco hinchado. Yuya suspiró y se sentó a su lado.
—Esto no es nada que un par de masajes puedan solucionar —dijo el rubio, antes de hacerle masajes sobre cada uno de los dedos de su mano y la palma de la misma. Tadayoshi se quedó mirando a Yuya. Le sabía mal no contarle todo lo que estaba pasando, pero que supiera lo que Toma había hecho, terminaría destrozándolo. Se levantó de la silla y salió del comedor, encontrándose a Ai bajando por las escaleras, quejándose por lo mismo que su flamante esposo.
—Buen día.
—Habla por ti. Esta porquería me está matando —dijo en referencia al anillo.
—Tegoshi le está haciendo masajes a Maru. Quizás se alegre en hacer un dos por uno —dijo mientras caminaba en dirección al jardín. Sin embargo, sus pies siguieron hasta el océano. Una vez ahí, cerró los ojos y se detuvo a oír el sonido del oleaje.
—La próxima vez que hagas ese tipo de descargos, al menos hazlo en persona.
Tadayoshi se sonrió al oír aquella voz que pensó nunca más volver a oír.
—Lo siento. De alguna forma, necesitaba tenerte a mi lado.
—Qué romántico de tu parte teniendo en cuenta que anoche dormiste con otra persona —le recriminó Ryo, a su lado—. Las excusas que estás poniendo para estar cerca de Tegoshi me están dando mala espina.
El aludido no pudo evitar reír a carcajadas.
—Se ve que los celos te están nublando el juicio, Ryo-chan. Anoche, no fue a Tego a quien besé, si no a ti.
—Yo no lo vi así. Y más vale que no se lo cuentes a Ikuta porque te corta la cabeza sin siquiera pensarlo dos veces.
—¿Y tú? ¿Cómo lo viste?
—Vi que esos discursos que hiciste acerca del amor siempre fueron una farsa —sin mediar palabra, Tadayoshi hizo trastabillar a Ryo y caer sobre la arena. El aludido no pudo terminar de reaccionar que sus labios estaban siendo besados con una ternura igual o aún mayor que la que pudo sentir la noche anterior—. Eres patético, Tadayoshi…
—¿Por qué piensas que esto no me está destruyendo por dentro? Cuando te elegí, lo hice con el alma. Te entregué mi alma aquel día en que te vi entrar al comedor —se sinceró, acariciando su rostro, pero Ryo seguía mirándolo sin expresión aparente.
—¿Sabes algo? No creo que una parte de mi alma esté con Tegoshi. Creo que tú la hiciste mierda por completo. Que tú la tomaste entre tus manos y la cuidaste con tanto amor para terminar estrellándola contra el suelo. Eso es lo que creo. Lo peor de todo es que todavía te amo. Y que seguiré sintiendo esto hasta el último de mis alientos.
Ryo empujó a Tadayoshi y se levantó.
—Entonces, ¿por qué sigues con todo esto? Olvídalo, Ryo-chan. Olvídalo todo, por favor.
—Perdóname, pero yo sí tengo mis recuerdos intactos —le dijo dedicándole una mirada fugaz y una sonrisa de lado.
—No lo entiendo —le susurró Subaru a Shota, quien estaba sentado a su lado, ambos escondidos de Ryo y Tadayoshi—. No entiendo por qué si se aman tanto, están separados.
Shota lo miró. No podía decirle que él era la razón de todo lo que estaba sucediendo.
—¡Ryo! —llamó su atención Ryuhei, acercándose a él corriendo. Cuando se percató de la presencia de Tadayoshi, lo saludó con una reverencia. En ese momento, Subaru recordó algo que Ryuhei le había dicho antes del casamiento.
—Eso es —musitó.
—¿Sucede algo? —le preguntó Shota.
—No… No es nada…
—Vamos a la mansión. Aquí pueden oírnos —le dijo Ryo a Ryuhei mirando a Tadayoshi. Camino a casa de Yuya, Ryo se dio cuenta de la molestia en la mano de Ryuhei—. ¿Sucede algo?
—Esta porquería que no termina de adaptarse a mí.
—Más bien, creo que es al revés —reconoció Ryo ya dentro de la mansión—. ¿Y bien? ¿De qué quieres hablar?
—¿Has visto a Yasu?
—Mhh… No. ¿Por qué?
—Le dije a Hina que lo liberara durante la fiesta, pero no lo he visto en la mansión.
—¿Y crees que Ricitos tiene la fuerza necesaria para quedarse viviendo contigo después de lo que pasó?
—Eso quiere decir que ustedes dos son unos debiluchos.
—Te equivocas —lo corrigió Toma quien siempre había estado en la misma habitación que ellos pero  había logrado pasar desapercibido—. A nosotros no nos dejaron otra opción. Y creo que pasa lo mismo con Yasuda-kun —Ryuhei frunció el ceño—. Por otro lado, es mejor que haya desaparecido, es algo menos de lo que preocuparse.
Ryo se dio cuenta de lo que había despertado aquellas palabras en Ryuhei. Antes de dirigirse a Toma, lo agarró del brazo con fuerza.
—Basta, Toma. Ya falta poco para que todo esto termine. Sólo debemos esperar un poco más. Maru —llamó su atención—, no creo que esté demasiado lejos. Lo más probable es que esté con Koyama. ¿No fue a su casa cuando sucedió lo de Ohkura y… Kiritani?
El aludido se zafó lentamente de su agarre a medida que hablaba.
—Aunque esté con Koyama, no estaré tranquilo hasta que lo vea.
Ryuhei le dirigió una rápida mirada a Toma antes de irse, pero éste no reaccionó.
—Ya no sé qué más quieres que te diga para que te calmes —le dijo Ryo una vez se quedaron solos.
—No debiste controlar el alma de Yuya tan pronto.
—Si quieres besarme, sólo hazlo y ya —tardó un poco, pero Ryo logró vislumbrar el esbozo de una sonrisa en el rostro de Toma—. No hace falta que pueda leer tu alma para saber lo que sientes. Yo estoy en la misma situación que la tuya, y te aseguro que Tegoshi está peor.

—Tegoshi —Ai llamó su atención en el comedor. El aludido la miró y le sonrió—. ¿Estás bien? —agregó la muchacha, sentándose en la silla a su derecha.
—Sí. ¿Tú?
Ai se hincó de hombros, sin mucho más que agregar. Como si sintiera su dolor, el rubio refugió a la muchacha entre sus brazos y la rodeó tiernamente. Ai ocultó su rostro entre aquel cálido contacto y dejó que el tiempo pasara o, mejor, que se detuviera.

No sabía si estaba bien lo que iba a hacer, pero algo más fuerte dentro suyo lo había llevado a tomar aquel objeto del registro negro. Si en aquel momento resultó ser mucho más poderoso aquel registro que el suyo propio, por algo había sido.
Suspiró y deshizo el hechizo que lo mantenía oculto para, finalmente, tomarlo entre sus manos y empezar a leerlo.

Ryuhei regresaba a la mansión de Tadayoshi cuando vio al dueño del lugar recibiendo a sus invitados. Por algún motivo detuvo su andar y volvió sus pasos hasta la mansión donde actualmente vivían Ryo y Toma. No se dio cuenta que había llegado corriendo sino hasta reparar en el rostro de sorpresa de Ryo al verlo.
—Ya es hora.
—¿Qué?
—Hina está aquí.
—¿Él te lo dijo?
—No, pero… tengo ese presentimiento —reconoció sintiendo que su corazón latía con una intensidad anormal.

—Me está preocupando que vengas tan seguido, Yoko —reconoció Tadayoshi.
—Yo estaría más preocupado por Ai —el padre de la aludida lo miró—. ¿Sabes lo que duele ese anillo?
—Estuve dándole unos masajes para calmar un poco su dolor —dijo Yuya, mientras entraban a la mansión—. Ahora debe estar descansando en su cuarto.
—Ya veo —suspiró el recién llegado.
—¿Quieres que vaya por ella? —le preguntó Yuya.
—Por favor —respondió You—. Hina —llamó su atención el vampiro al sentir el suave roce de la mano de su pareja sobre su espalda—, acompáñalo, por favor.
—Seguro —dijo el aludido.

—No puede ser —musitó Subaru. Agarró  la hoja que se le había caído y volvió su atención al renglón que había perdido—. Tegoshi-sama fue manipulado por Shibutani-sama para terminar con la vida… de Kiritani-sama y el bebé que se estaba formando en su interior —dejó esa página a un lado y agarró otra—. Tegoshi-sama fue lanzado desde el onceavo piso para que despertaran sus verdaderos poderes —agarró otra página—. Los daños fueron contenidos por Nishikido-sama y Maruyama-sama. Con los poderes que había tomado prestado de Ohkura-sama logró contener a Tegoshi-sama. Ikuta-sama lo salvó —abrumado, Subaru se levantó y dejó que la fresca brisa del océano lo golpeara en el rostro. Estaba despertando, pero el impacto fue bastante violento e inesperado—. Si esto es cierto, entonces —hablándose a sí mismo, llegó al cuarto de Ai en el mismo instante en que la muchacha se sentaba en la cama y le echaba una maldición al anillo que descansaba alrededor de sus finos dedos—. Ai.
—Ah, Subaru. ¿Sucede algo? Tienes una cara…
—Ai, ¿puedes abrir el cofre que te di?
—¿El registro de mamá? ¿Por qué?
—Necesito verificar algo.
Aunque extrañada, la aludida hizo caso al pedido de su amigo sin indagar en su pedido. Se arrodilló al costado de su cama y sacó el cofre que allí estaba. Después de todo, sólo ella podía abrirlo.
—Aquí tienes —le dijo Ai, entregándole el archivo de Mirei a Subaru. Antes de que pudiera agregar algo más, el afanado hombre abrió el archivo desde el final.
—Lo sabía…
—¿Qué sucede?
—Faltan páginas.
—¿Qué? ¿Y tú cómo lo sabes?
—Ai. No confíes en nadie —le pidió, seriamente.
—Subaru, me estás asustando.
—Te diría que confiaras en mí, pero…, eso sería demasiado egoísta de mi parte.
Su sonrisa movió algo dentro de Ai. Era una sonrisa sincera, pero, al mismo tiempo, una sonrisa que le dolía ver. El cielo se oscureció y el frío del océano pareció recorrer cada rincón de la mansión hasta apropiarse de ella. Los hakudaku que custodiaban a Ai y Subaru aparecieron detrás del último, a quien sostuvieron de sus hombros.
—Shibutani-sama, deténgase por favor —le dijo uno.
—No queremos hacerle daño —le pidió el otro.
—¿Qué está sucediendo? —preguntó Ai—. Aidaku, Shikondaku            , suéltenlo. ¡Es Subaru! ¡Ustedes ya lo conocen!
—Por eso mismo, Ai-sama —le dijo el primero, quien portaba una capa color índigo.
—¿Qué…?
—Nunca antes había desplegado sus poderes de esta forma —le respondió el segundo hakudaku, que llevaba una capa color púrpura azulada.
—Ya es demasiado tarde —dijo Subaru antes de utilizar sus poderes. Ai no se dio cuenta y ni siquiera los hakudaku lo hicieron.  Su alma se despegó de su cuerpo y apareció en la oficina de Erika para abrir el armario donde estaban las hojas desaparecidas del registro de Mirei para dárselas a su legítima dueña.
—Lo que estás haciendo está mal —llamó su atención Erika, sentada en su usual silla con Hiroki frente a ella, quien la miró, sin comprender sus palabras.
—Ustedes estuvieron haciendo las cosas mal —le dijo Subaru sin aparecer físicamente en el lugar. Hiroki se giró para ver cómo las puertas del armario se abrían solas y sacaban algo que no llegó a ver.
—Subaru-kun, ¡espera! —el pedido de Erika pareció ser dirigido a la nada. Cuando se dio cuenta, el alma de Subaru había vuelto a su cuerpo—. Hiroki-kun…
—Erika-sama —la aparición de un hakudaku interrumpió sus palabras.
—Lo sé. Hiroki-kun, debemos ir a lo de Tadayoshi-kun ahora mismo.
—Ai —en el mismo instante en que el alma de Subaru volvió a su cuerpo, lo hizo con un par de páginas que antes no estaba entre sus manos—, esto te pertenece —le dijo acercándose a ella y agarrando una de las manos de Ai para que sostuviera aquellas páginas faltantes.
—Ai-chan, ¿estás despierta? —Subaru le hizo una seña a la muchacha la cual ella interpretó con que no quería que nadie supiera que él estaba ahí—. Tu tío vino a verte.
—Ah… Enseguida voy, Tegoshi.
—De acuerdo. Te esperamos abajo.
—Léelo, por favor —le pidió Subaru—. Y sólo cuando termines, eres libre de hacer lo que quieras.
Sin comprender la situación, Ai se sentó sobre la cama y empezó a leer aquellas páginas. A medida que bajaba y subía de renglón, tenía en su pecho una sensación familiar, como si aún estando en el vientre de su madre algo hubiera quedado grabado en su mente de alguna manera. Recién al terminar de leer levantó su vista y miró a Subaru con lágrimas en los ojos. Como si le estuviera pidiendo disculpas, él agachó la cabeza.
—Gracias —oyó decir a Ai.
—¿Gracias? —repitió el aludido, recibiendo un movimiento afirmativo de cabeza por parte de Ai.
—Por decirme la verdad. Es cierto cuando dijiste que no debía confiar en nadie. Todos me mintieron… Todas las personas en las que creía ciegamente, me mintieron toda la vida. Todo su amor fue una farsa —sin siquiera comprenderlo él mismo, Subaru se deshizo del agarre de los hakudaku y abrazó a Ai con fuerza—… Tú no sabías nada de todo esto… Tú no lo sabías…
—Si lo hubiera sabido, no habría aparecido ante ti. No me habría atrevido a hacerlo —reconoció Subaru—. Pídeme lo que sea —le dijo, sosteniendo a Ai por los hombros y deshaciendo el abrazo para que lo mirara—. Ai, lo que sea. Haré lo que sea.
—Subaru, ¿has recuperado la memoria?
—A medida que leía el archivo de Tegoshi, yo… fui recordando lo que estaba escrito allí.
—Eso es normal —dijo Aidaku.
—Ese es el poder de los archivos —dijo Shikondaku. Ai y Subaru los miraron.
—Los archivos del registro negro no contienen palabras: contienes recuerdos, sucesos.
—Ustedes vieron lo sucedido porque efectivamente estuvieron ahí.

—¿Tegoshi? —Shingo llamó la atención del rubio con quien estaba bajando las escaleras. El timbre sonó y Ai y Subaru también estaban bajando las escaleras, pero, al ver a la distancia a Shingo y Yuya, decidieron quedarse en su lugar. Takahisa abrió la puerta de entrada, y les dio una no muy cordial bienvenida a Ryo y Toma.
—¿Quién era? —le preguntó Tadayoshi a Takahisa, algo inquieto.
—Ikuta y Ryo —respondió el aludido, sentándose en un sillón.
—Y…, ¿adónde se metieron? —preguntó You.
—¿Adónde está Ai? —agregó Tadayoshi.
—Ellos se quedaron en la recepción y, Ai-san estaba en las escaleras junto con Shibutani, Murakami y Tegoshi.
Los hermanos se miraron. Cuando se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo en realidad, Takahisa los miró y automáticamente, los tres se dirigieron al pie de las escaleras.
Nadie sabía qué era lo que Shingo le estaba diciendo a Yuya, pero lo que sea, estaba haciéndolo sufrir en demasía. Su cuerpo era sostenido con fuerza por Shingo para evitar que cayera por las escaleras, y tal como había sucedido cuando se reencontró con Subaru, sus miradas no podían evitar separarse.
—Mierda —utilizando la misma arma con la que Ryo había intentado atacarlo, Tadayoshi hizo uso de sus poderes de shadow para llegar hasta Shingo y Yuya y separarlos, pero una fuerza similar lo detuvo.
—Lo siento, Tacchon, pero debo evitar que hagas esto —dijo Ryuhei, llegando a los pies de la escalera para servir de escudo si es que fuera necesario.
—¡¿Y tú vas a dejar que tu tan amado Yuya siga sufriendo como lo está haciendo?! —le dijo a Toma.
—Más te vale que después te encargues de él. Si por mí fuera, lo mato —le dijo Toma a Ryo, acercándose a Ryuhei y subiendo los escalones que lo separaban de Yuya.
—¡Ikuta! ¡Espera!
Utilizando la parte de los poderes que le había arrebatado a Yuya, Ryo tomó a Takahisa del cuello a la distancia e hizo que su cuerpo golpeara contra el umbral del comedor. El secretario de Yuya cayó al suelo en seco mientras en el umbral se veía claramente la marca de un golpe y un camino color carmesí. Sobre las escaleras, Ai se mantenía en silencio, observando la situación aún con las lágrimas nublándole la vista.
—Ryo, es hora —le dijo Shingo. El aludido llegó frente al rubio y tomó su rostro para que lo mirara sólo a él.
—Tegoshi, mírame —le pidió.
—Ryo-chan… Subaru —gimoteó.
—Lo sé, pero ya no nos hará más daño. Ayúdame con eso, ¿sí?
El rubio asintió con la cabeza sintiendo sobre su pecho un peso imposible de explicar. Ryo volvió a apoyar su frente sobre la de Yuya una vez más. Le devolvió su alma, pero tomó la parte de su oscuridad necesaria para derrotar de una vez por todas a Subaru. Cuando pareció que el cuerpo de Yuya estaba por caer rodando, Toma lo sostuvo entre sus brazos y subió los escalones hasta desaparecer en el segundo piso.
Ryo lanzó hacia Subaru un ataque que dio sobre el techo. Había sido desviado por un campo de fuerza hecho por él, tal y como los presentes pudieron ver cuando el polvo se disipó por completo.
Pese a la presencia de Ryuhei, Tadayoshi estuvo por dar un paso hacia adelante y, si llegara el caso, atacar a Ryo, pero los hakudaku que habían estado custodiando a Ai y Subaru se lo impidieron.  
—Lo sentimos, Ohkura-sama —dijo Aidaku.
—Pero no podemos dejarlo pasar —dijo Shikondaku.
—¿Qué carajo les pasa? —musitó Tadayoshi—. ¡¿Es que acaso no ven lo que está sucediendo?! ¡Mi hija corre peligro!
—No creo que sea así —dijo Erika, quien entró a la mansión junto con Hiroki. El grupo miró directo a Ai, quien en un abrir y cerrar de ojos apareció frente a Takahisa.
—Yasuda-kun —le pidió al aludido quien estaba de pie en el comedor—. Llévalo a casa de Koyama-san y hazle las curaciones correspondientes —Shota la miró—. Sé que tú puedes hacerlo. Sólo tú puedes salvarlo.
Dichas aquellas palabras, Ai volvió al lado de Subaru de la misma e inexplicable forma en que apareció al lado de Shota.
—Ve tú también, Hiroki-kun —le pidió Erika.
—No lo haré. Si llega el momento, yo mismo protegeré a Erika-san.
—Te lo agradezco, pero estos caballeros también lo harán.
Cuando se dio cuenta de sus palabras, Hiroki se sonrojó de pies a cabeza, generando la sonrisa de Erika.
—Lo siento, pero no puedo dejarla sola —agregó.
—Como prefieras —dijo la mujer, sin despegar la vista de Takahisa que, a espaldas de Shota, salía de la mansión.
—¿Qué sucede con Ai? —musitó Tadayoshi.
—Ya lo sabes, ¿no es así? —le dijo Erika a Ai. La aludida levantó la vista y la miró—. Lo que sucedió con tu madre.
—Lo sé. Y por todo eso, todos ustedes deberían estar muertos.

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