Ciaossu~!!
-se autoflagela- Dejá de escribir Wincest, dejá de escribir Wincest ;w;
Sinopsis: Dean y Sam recuerdan la noche anterior pasada de copas de dos formas completamente diferentes. Cuando se dispongan a hablar sobre ella, llegarán a un conclusión que probablemente no satisfaga a ambas partes.
Notas: Historia basada en el post de a.w1ncest_life.
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Cruel Intentions
-se autoflagela- Dejá de escribir Wincest, dejá de escribir Wincest ;w;
Enjoy~ ♥
Título: Cruel Intentions.
Fandom: Supernatural.
Pairing: Wincest (Dean Winchester x Sam Winchester).
Formato: Oneshot.
Pairing: Wincest (Dean Winchester x Sam Winchester).
Género: Lemon, romance.
Rating: NC-17.
Número de palabras: 1564.
Sinopsis: Dean y Sam recuerdan la noche anterior pasada de copas de dos formas completamente diferentes. Cuando se dispongan a hablar sobre ella, llegarán a un conclusión que probablemente no satisfaga a ambas partes.
Notas: Historia basada en el post de a.w1ncest_life.
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Cruel Intentions
La sensación de estar cayéndose de un lugar alto lo
despertó. Su subconsciente no estaba del todo errado, estaba a punto de caerse
de la cama. Le llamó poderosamente la atención teniendo en cuenta que él, si
bien solía dormir casi agarrándose del borde, con una mano colgando por si
tenía la necesidad de agarrar el arma que siempre estaba debajo de su almohada,
lo hacía del lado contrario. Intentó recordar por qué, pero un punzante dolor
de cabeza se lo impidió. Dejó a un lado la sábana que lo cubría para darse
cuenta que estaba como Dios lo trajo al mundo. Lanzó una risa. Ahora estaba más
empecinado en que su mente le explicara cómo llegó a su cuarto. Sentado al
borde de la cama levantó su mano para agarrar su teléfono, que siempre estaba
en la mesa de noche, pero no estaba ahí. En medio de la oscuridad de la
habitación no encontraba sus propias pertenencias. Ahora la pregunta en cuestión,
era: ¿estaba en su habitación? La razón por la que él conocía la apariencia de
los roofies, era justamente para
evitar lo que temía le estaba sucediendo. A ciegas, logró encontrar el
interruptor de un velador y lo encendió. Reconocía la habitación, de hecho, la
conocía bastante bien. Oyó un leve quejido a sus espaldas y su piel se erizó.
Mientras se giraba lentamente, poco a poco empezó a venir algo a su mente. Una
piel blanca como nieve, unos ojos cristalinos cargados de una lujuria que nunca
antes había visto en la vida, cabellos oscuros con destellos dorados y una
espalda tan larga que parecía interminable. Era Sam. Y él, estaba en su
habitación.
Agarró las prendas que estaban regadas por el lugar,
mientras sus ojos se detuvieron en un long
play de Frank Sinatra que hacía rato había dejado de sonar. Apagó la luz
del velador y salió de la habitación.
Cada paso que hacía camino a la cocina le dolía. Sentía
cómo el suave paso que hacía con los pies descalzos terminaba siendo un fuerte
golpe en su cabeza. Agarró un analgésico y abrió una botella de cerveza para
pasarlo. Trató de atar los cabos que quedaban sueltos mientras sus labios
seguían mojándose con ese líquido ámbar como si de una pócima para recuperar
recuerdos se tratara.
Poco a poco llegaba a su mente lo ocurrido: bebiendo como
si no hubiera un mañana tuvo la idea de organizar un karaoke. Ya estaba cansado de las noches de películas con Sam y
quería improvisar. A Sam no le pareció mala idea, pero Dean nunca lo dejó
cantar de todos modos. El repertorio había comenzado con canciones graciosas, letras
cambiadas, y chistes con doble sentido. Siguió con canciones con letras subidas
de tono. Quizás ese fue el detonante. Cómo Sam se relamía los labios, sus
mejillas rojas por el calor del alcohol, la forma en que Sam lo miraba. Estuvo
a punto de ahogarse con la bebida mientras recordaba lo último. Quiso volver a
tontear, olvidar esa sensación, y puso Fly
Me To The Moon. Sam se puso de pie y arrastró a Dean a un baile
improvisado. A partir de ahí, la ropa terminó en el suelo, sus cuerpos pegados
contra la pared, peleando por la dominación, sonriendo al fallar
miserablemente, promesas de amor de dos personas algo pasadas de copas y el
mejor sexo que Dean Winchester había experimentado jamás.
Suspiró.
¿Qué era ese sentimiento? ¿Arrepentimiento? ¿Pasión? ¿Qué
debía sentir en realidad?
Su meditación con los ojos cerrados fue interrumpida por
el sonido de Sam agarrando una taza para servirse café. Se dio media vuelta y
se sentó frente a él.
—Buen día —le dijo, con los mismos síntomas dignos de una
resaca que él había tenido momentos atrás.
—Buen día, Sammy —el sonido de su teléfono fue la campana
que lo salvó de la incómoda situación—. ¿Diga? Claro, dime. De acuerdo.
Enseguida estamos allá.
—¿Un caso?
—Sí. Garth tiene algo para nosotros.
—Me doy una ducha rápida y salimos —dijo Sam,
incorporándose y dirigiéndose a la puerta mientras intentaba terminar su café.
—¿Sammy? —el aludido lo miró—. Lo que pasó anoche… no
debió pasar.
Sam tardó varios segundos en procesar la información. Asintió
con la cabeza antes de hablar.
—Claro. Seguro, Dean.
La escena del crimen fue el baño de un bar. Por los
informes policiales y del forense, era de fácil deducción que el atacante había
sido un hombre lobo, sólo restaba encontrar al monstruo en cuestión. Sentado en
una de las banquetas del lugar, Sam miraba a Dean, mientras el informe de la
policía descansaba frente suyo sin siquiera ser hojeado. Como siempre, el mayor
de los Winchester buscaba información coqueteando con una camarera. Sam sintió que
las uñas se clavaban en su piel cada vez que él le sonreía, que algo subía
desde sus entrañas e intentaba salir con fuerza de entre sus labios, que su
corazón latía con tanta furia que parecía estar a punto de escaparse de su
pecho.
¿Por eso le había dicho lo que le dijo?
¿Y las palabras de la noche anterior? ¿Todas esas
promesas de amor había sido una mentira? No.
Conocía a Dean. Incluso mejor que Dean mismo. Había sido
sincero. Le había dicho que lo amaba. Más que a nada, más que a nadie. Que
había tenido miedo de no habérselo dicho antes, de ser rechazado, de ser
odiado. ¿Por qué había pensado eso? Le destrozó el alma ver a Dean tan
vulnerable mientras desnudaba por completo los verdaderos sentimientos que
tenía para con él. Sam nunca podría odiarlo. Sin importar las circunstancias,
nunca llegaría a ese límite. Lo amaba demasiado. Tanto que quemaba. Tanto que
sentía su cuerpo ardiendo de celos cada vez que lo veía haciendo lo que estaba
haciendo. Ignorándolo. Prestándole atención a alguien más. Desde el primer día
que comenzó a sentir algo especial por Dean prefirió ocultar sus sentimientos.
No sabía qué era, no quería alarmar a nadie. Primero, quería darse cuenta
realmente de qué se trataba y luego, quizás, hablar al respecto. Pero para
cuando Sam comprendió qué amaba a Dean con locura, ya estaba estudiando leyes
en Stanford, ya se había puesto a salir con Jessica, y su naturaleza bondadosa
no le permitía romperle el corazón a tan dulce muchacha, aunque eso significara
callar su corazón para siempre. Por eso nunca había hablado de su familia con
ella, por eso apenas hablaba de Dean.
Cuando Dean cruzó miradas con él, sintió que su expresión
dura se suavizaba, y que sus uñas ya no estaban clavadas en su carne. Le
sonrió. Dean dejó ir a la camarera, volvió su mirada hacia Sam y asintió antes
de acercarse a él y seguir hablando sobre el caso.
Cazar al hombre lobo no fue difícil. Dejar que Dean sea
el señuelo para tan motivo, sí.
Regresaban al Impala, agotados tanto física como
mentalmente, apenas repuestos del atraje de la noche anterior que ambos
recordaban por fragmentos muy disímiles entre sí.
Esta vez, Sam no se contuvo. Acorraló a Dean contra Baby y lo besó apasionadamente,
enterrando las yemas de sus dedos en sus mejillas, ahogándose entre sus besos. Apoyó
su frente contra la suya, esperando que su corazón se calmara un poco y dejar
de temer por la vida de su hermano.
—Sammy… Ya hablamos al respecto —le dijo Dean. Sam lo
soltó, rápidamente, como si hubiera hecho algo que no debía, y se alejó unos
pocos pasos de él—. Lo que pasó anoche… Pasó —algo en lo profundo de su cuerpo le
dolía con cada palabra que salía de esos labios que había estado besando segundos
antes—… No tiene que volver a pasar…
—¿Sabes qué? —le dijo Sam, sintiendo un nudo formándose en
su garganta—. No quiero hacer esto.
—Sólo pensé que íbamos a volver a ser como éramos. Ser
hermanos.
—No puedo soportarlo. No puedo mantener mis sentimientos
embotellados como tú. ¿Puedes decirme, honestamente, que no sientes absolutamente
nada por mí? ¿Por qué no podemos estar juntos?
—¿Realmente quieres saberlo?
—¡Sí! Quiero saber por qué.
—Es porque no confío en mí mismo cuando estoy contigo. Es
porque siento algo que no llego a comprender qué es, y me da terror.
Sam intentó decirle algo, intentó decirle que a él le
había pasado lo mismo, que él también había sentido terror cuando trataba de
darle un nombre a eso que estaba sintiendo, pero sólo lloraba. Instintivamente,
se aferró a Dean, no quería dejarlo ir, no quería que en medio de ese
torbellino de sentimientos que lo abrumaba, terminara subiendo al Impala y lo
dejara solo. No podría llegar a tolerar algo como eso, no ahora.
—Lo sé, Dean —le susurró con ternura al oído—. Sé lo que
estás sintiendo porque yo sentí lo mismo. Te ayudaré. Estaré aquí para ti, como
siempre, hasta que descubras qué es eso que sientes. Yo sé lo que es, pero
necesito que lo descubras por ti mismo, Dean. Que las palabras que yo te dije
anoche desde mi alma, salgan del mismo lugar, pero de la tuya. Pero, por favor,
no te alejes de mí. Aunque tengas miedo, no lo hagas.
Dean cerró los ojos y dejó que su cuerpo se hunda en
aquel abrazo hasta el punto de sentir que se fundía con el cuerpo de Sam.
—De acuerdo —le dijo—. Volvamos a casa. Volvamos a casa,
Sammy.
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