Título: The Siren With A Star Above Its Head.
Fandom: Supernatural.
Pairing: Weecest (Sam Winchester x Dean Winchester adolescentes).
Formato: Oneshot (forma parte de la serie La curiosidad de Sam Winchester, pero puede leerse como un oneshot). Pairing: Weecest (Sam Winchester x Dean Winchester adolescentes).
Género: Romance.
Rating: NC-13.
Número de palabras: 1470.
Sinopsis: Sam tiene la edad suficiente para aprender a besar, pero por más que haga las pruebas correspondientes una y mil veces, no está satisfecho con el resultado. No le queda otra más que preguntarle a Dean al respecto... y pedirle un par de clases.
Notas: En la edición original iba a poner a una de las tantas versiones de Sam y Dean que nos presentaron a lo largo y ancho de la serie. Pero, ¿para qué coartar su linda imaginación y evitar que piensen en unos Jared y Jensen adolescentes a medida que lean lo que sigue? ;)
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The Siren With A Star Above Its Head
Dean y John habían ido a deshacerse de un fantasma que estaba
haciendo de las suyas en la casa de un viejo amigo de Bobby. No era la primera
vez que dejaban a Sam solo en un motel, esperando noticias de ambos –sean estas
buenas o malas- o esperando a que el teléfono sonara para decirle que agarrara
todos sus efectos personales y se dirigiera lo más pronto posible al primer
motel de la guía telefónica si las cosas terminaban mal. ¡Si hasta tenía la
televisión para él solo! ¿Qué podía salir mal?
Lo que nadie sabía era que Sam estaba obsesionado con la idea de
aprender a besar.
Sí, a besar. Era un adolescente y tenía que saberlo, ¿no?
Lo había visto prácticamente todo: desde películas románticas, algunas
que trataban temas de la etapa que él estaba atravesando, hasta otras que John
no dejaba que viera pero que Dean se las arreglaba para burlarse de su padre y verlas
cuando él caía dormido después de unas buenas dosis de whisky.
Había tenido tiempo para practicar como era debido esos días de
completa y aburrida soledad, y el dorso de su mano ya estaba rojo, como si la
hubiera metido dentro de una olla con agua hirviendo o hubiera tocado una
plancha caliente sin querer.
La siguiente cacería los llevó a una cafetería que creía en
popularidad en la ciudad de Chicago. Cafetería de la que habían oído hablar
porque en los pueblos que ellos solían visitar no había uno de esos ni por
casualidad. A Sam le dio ternura la expresión de desconcierto de Dean cuando la
amable muchacha que los atendió les preguntó qué iban a pedir y les presentó,
ante su duda, un pizarrón con todos los sabores que acompañaban la bebida.
—Estos tienen crema, y los de la columna siguiente son fríos.
¿Café frío? ¿Acaso eso era bebible? Eso era lo que expresaba el
rostro de Dean.
—Un doble espresso, por
favor —le pidió el mayor de los hermanos. Dean miró a Sam que tenía entre sus
labios el sorbete de la bebida fría que había pedido—. Lo tuyo es herejía,
Sammy.
—¿Qué? ¿Acaso no puedo probar algo nuevo? —le preguntó el aludido
saliendo de la fila en la que estaban para irse a un costado y esperar ambos la
bebida del mayor—. ¿Y papá?
—Me dijo que está viniendo. Dijo que nos quedemos aquí y tratemos
de pasar desapercibidos —Dean llamó la atención de la muchacha que tenía un
vaso con su nombre, el cual agarró al confirmar que él era dueño de esa bebida—.
Gracias.
Los Winchesters se sentaron en unos asientos al fondo del
complejo. A menos que alguien se les acercara, podían desaparecer ante la vista
de chismosos hasta que John regresara. Si había algo peor para Dean que toda
esa cosa de cafés de fantasía, era la música que estaba sonando. Lanzó un
quejido mientras hacía su cabeza hacia atrás, sentado junto con Sam.
—Ahora, ¿qué te pasa?
—¿Escuchas eso?
—Sí, es música.
—Es terrible. ¡Escucha la letra! Es música de niñitas…
—¿No es pegadiza?
—Que a mí no se me pegue —aclaró el mayor, dándole un sorbo a su
bebida. Oyó a Sam murmurando la canción por lo que lo miró. En algún momento
había terminado su bebida y pasó a juguetear con el sorbete. Con la mirada
perdida, el menor de los Winchester la rodeaba con la lengua de una forma casi
pecaminosa, empezando a incomodar a Dean que sentía que había algo que le
impedía desviar la vista—. ¿Qué rayos estás haciendo? —le preguntó, finalmente,
en un susurró. Sam lo miró, sin soltar el sorbete y le hizo una seña con las
cejas—. Te pregunté que qué haces. Estás jugando con eso.
—Ah, ¿esto? —Dean se quedó estático. Mirándolo a los ojos, sin
importarle la gente a su alrededor, Sam volvió a rodear el sorbete con la lengua,
llevándosela a sus labios para besarla casi castamente antes de metérsela en la
boca. Dean se revolvió en su lugar y se alejó unos centímetros del menor—.
Quiero aprender a besar.
Dean sintió cómo sus mejillas levantaban temperatura. Lo que
estaba haciendo el menor de los Winchester distaba muchísimo de querer
aprender, por lo menos, a besar. Claro que, aparentemente, él no se había dado
cuenta todavía de la diferencia.
—Bueno… Eso es algo que aprendes sobre la marcha, Sammy —le
respondió, dándole un largo sorbo a su bebida.
—¿Puedes enseñarme, Dean? —el aludido dejó el vaso sobre la mesa
con brusquedad, tosiendo exageradamente. Volvió su vista a Sam, atónito—. ¿Qué?
Ya nos besamos cuando éramos niños, ¿o lo olvidaste?
—Tú me besaste cuando éramos niños —lo corrigió el mayor,
recuperando un poco la compostura.
—Y fue el mejor beso que te hayan dado, no lo niegues.
—¿Me robaste mi primer beso y lo tomas tan a la ligera?
—Vamos. Sólo una lección.
—No.
—Dean, por favor.
—¡No me vengas con esa mirada de cachorrito porque no funciona
conmigo!
—¿Dean?
—¡No!
—¿Acaso quieres que vaya por la vida besando mal? Voy a decirles
que es tu culpa que yo no haya aprendido a-
Lo había sacado de quicio. Su hermano a veces era exasperante, y
Dean no había tenido noción de eso hasta ese preciso momento. Le habían dicho
que tenían que pasar desapercibido, y tener a un Sam así de demandante no era
la mejor forma. Por eso lo había hecho. Por eso había accedido a su pedido. Pero
ya no eran niños, y Dean estaba sintiendo algo más en ese beso.
—Tuerce un poco tu cabeza —le pidió. Cuando Dean se posó sobre la
mirada de Sam, sonrió en medio del beso. El menor estaba sorprendido. ¿Por qué?
Si él le había pedido eso. Cerrando lentamente sus ojos, Sam ladeó su cabeza
hacia un costado, recibiendo un nuevo beso de parte de Dean, sintiendo cómo el
penetrante sabor a café entre sus labios se mezclaba con el de la bebida que él
había pedido. Abrió uno de sus ojos para mirar a Dean. Desde esa corta
distancia era posible contar las pecas desparramadas sobre sus mejillas. Suspiró.
Sam suspiró desde lo más profundo de su alma, sintiendo cómo los sentimientos
que tenía por Dean afloraban y se desbordaban. Sus manos se aferraron a la camisa
abierta del mayor hasta arrugar la remera que tenía, pero no le importó. Sam
quería que ese momento fuera eterno. Dean probó primero su labio inferior,
luego el superior, haciendo unos sonidos tan extraños para los oídos de Sam que
sentía la piel de gallina cada vez que sus labios chocaban—. Abre la boca —gimió
Dean en un tono de voz tan bajo pero que Sam oyó a la perfección. Sin cambiar
siquiera un poco su posición, entreabrió sus labios y dejó que Dean lo atacara
de nuevo. Luego de sentir Sam cómo su cuerpo se estremecía cuando Dean mordió
apenas su labio inferior se sintió en el Paraíso. Trató de imitar aquellos
sensuales movimientos que Dean hacía con su lengua dentro de su boca, pero sólo
lograba chocar torpemente con la suya, sintiendo como si estuviera siendo electrocutado,
sintiéndose a punto de morir de amor.
El sonido del teléfono móvil de Dean los obligó a separarse. Él lo
soltó y estaba por atender la llamada, pero el ronroneo de Baby resonando por sobre esas canciones melosas, lo evitó. Sabía
que era su padre, ¿para qué demonios atendería? Palmeó el hombro de Sam para
llamar su atención. Él asintió con la cabeza, tratando de recuperar el aliento.
El corto trayecto hasta llegar al asiento trasero del Impala fue dolorosamente
interminable. El menor trataba de prestar atención a las conversaciones que su
padre y Dean mantenían en los asientos de adelante, pero no podía. Su cuerpo
estaba hecho un ovillo sobre una de las puertas del vehículo, y se movía con
incomodidad.
—¿Sucede algo, Sammy?
La mirada de su padre a través del espejo retrovisor lo obligó a
quedarse inmóvil. Él negó efusivamente con la cabeza.
—Habrá sido esa cosa que tomó en esa cafetería. ¿Qué demonios es
un frapuccino? —lo salvó Dean,
girándose unos instantes para mirarlo.
El sonido de las púas rasgando las cuerdas de las guitarras
eléctricas provenientes de la radio hacía vibrar el vehículo, pero Sam no podía
oírlo. El palpitar de su corazón era demasiado fuerte como para lograr oír algo
más. ¿Dean se había dado cuenta? Mientras lo besaba sin reparos en aquella
cafetería, ¿se había dado cuenta de lo que había despertado en él?
El menor suspiró, agotado, recordando lo primero que vio cuando
abrió los ojos y se dio cuenta de lo que había hecho: frente a él, juzgándolo
con una sonrisa traviesa se encontraba el logo del lugar, una sirena con una
estrella encima de su cabeza.
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Notas finales
- La canción de la que Dean se queja es Kiss me de Sixpence None The Richer.
- El primer beso de Dean: Esta serie tiene como puntos en común la curiosidad que se le va despertando a Sam ante cualquier cosa que pase en su vida. Es decir, sentimientos como el amor, el hecho de no tener madre o lidiar con sus sentimientos hacia Dean.
Si bien son cosas que se mencionen al pasar, en algún momento voy a escribirlas. También por ese motivo es que los capítulos no están numerados, porque van a irse intercalando otras situaciones.
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