Título: Darling
Pairing: Ikuta Toma x Tegoshi Yuya
Capítulo: 03/ ¿?
Resumen: Cuando creen que las cosas estaban yendo de maravillas, hace su aparición el medio hermano de Yuya, chantajeando a este. Toma le dice que no va a dejarlo solo, terminando aquellas palabras en su primer acto de amor. Nota: Hay lemon.
Capítulo 03: Amenaza
Hizo el mismo camino hacia la salida. Su día laboral
había finalizado y era una necesidad regresar a aquellas cuatro paredes que a las
cuales él llamaba su hogar.
Desde el primer piso vio una figura familiar. En medio de
reverencias, pedía por algo. Aunque más que un pedido, era una forma para
suplicar por ello. Cuando llegó a su lado, sus superiores se habían retirado.
- Buenas noches – Le dijo.
- Toma – Mencionó su nombre, girándose para mirarlo -.
¿Cómo estás?
- Algo cansado, ¿y tú?
Desde aquel día en que empezaron a salir como una pareja,
no habían tenido ninguna posibilidad de pasar tiempo a solas, ni siquiera
dentro de la empresa. Por algún motivo, Toma sentía que Yuya lo evitaba.
- Yo… B… Bien – Respondió en forma indecisa, sonriendo
luego.
- ¿Tienes planes para esta noche?
Su pregunta lo tomó por sorpresa, sus ojos lo expresaban,
al mismo tiempo que sintió como sus mejillas comenzaban a arder, por lo que
agachó la cabeza rápidamente.
- Ehm… No… ¿Quieres… venir a cenar?
Toma tenía ganas de abrazarlo, demasiadas ganas quizás.
De alguna forma, en ese momento se sintió como el personaje que interpretó en “Hanazakari
no kimitachi e” lo invadía para ver a Yuya del mismo modo en que Shuichi veía a
Mizuki.
- Ah… S… Sí… Está bien…
Toma siguió a Yuya a su departamento en su auto, mientras
él manejaba su propio vehículo.
Estacionaron sus vehículos y bajaron de los mismos sin
intercambiar palabras, hasta subir al ascensor.
- ¿Qué quieres cenar? – Preguntó el anfitrión, oprimiendo
uno de los botones del tablero del ascensor para ponerlo en marcha
- Mhh… Cualquier cosa está bien.
- Ya veo.
El silencio era incómodo. No sabía si Yuya estaba igual
de nervioso que él, después de todo, sería la primera vez que se encontrarían
solos, en todo el sentido de la palabra.
Podía ver, como sus dedos se movían con insistencia sobre
su cuerpo, mientras que su mirada no se despegaba del visor que marcaba los
pisos que faltaban para el número 10, en el cual, según el ascensor, se hallaba
el departamento del rubio.
Su mano oprimiendo el botón de detención lo quitó de sus
pensamientos, ocasionando que lo mirara, con los ojos abiertos. Notó que su
respiración se detuvo por unos momentos, pudo verse reflejado en los ojos
marrones que lo miraban, sin saber qué estaba sucediendo exactamente. Dando
unos cuantos pasos, lo acorraló contra una de las paredes del ascensor,
evitando que su cuerpo se escapara posando ambas manos alrededor del mismo, sin
siquiera tocarlo.
- Te necesito – Le susurró al oído.
Yuya cerró sus ojos con fuerza ante la declaración,
sintiendo cómo su temperatura corporal se elevaba sólo al sentir el aliento de
Toma sobre su cuello, como si buscara algo en él. En cambio, al morocho parecía
divertirle la situación, parecía divertirle ver cómo todos los sentidos del
rubio estaban siendo controlados por él. Suavemente, besó su cuello, oyendo
como un gemido se escapaba de aquella boca que anhelaba ser besada por sus
labios.
Bajó con un camino de besos hasta sus clavículas,
subiendo una de sus manos para desabrochar el primer botón prendido de su
camisa. El cuerpo debajo suyo estaba inmóvil, sus pensamientos se centraban
sólo en él. Besándolo, acarició uno de sus brazos con el dorso de la mano,
haciéndolo estremecer.
- Toma – Susurró.
Buscando el control sobre su cuerpo, Yuya tomó el rostro
del morocho y lo obligó a mirarlo. Sus mejillas se encontraban sonrojadas.
Acarició sus facciones, admirando todas y cada una de ellas para ser él quien
lo acercara a sus labios y tomara posesión de ellos. Lo que al principio fueron
besos casi inocentes, no tardaron mucho en volverse sumamente intensos,
generando un acaloramiento en ambas personas. Yuya se aferró a aquel beso como
si fuera la última vez que lo hiciera, deseando llegar en él hasta lo más
profundo de su ser, entrelazando su lengua a la suya, ahogando varios gemidos
dentro. Sus brazos rodeaban el cuello de Toma, mientras él, seguía sin posar
sus manos sobre su cuerpo.
- Te amo – Le susurró el morocho, sobre su oído. Yuya no
respondió. No supo por qué, pero en ese momento no lo hizo. Quizás el reflejo
de su propio ser siendo excitado por otro hombre lo había inhibido un poco, o
quizás, sintió que no había necesidad de decir aquellas dos palabras tan
importantes, menos allí. Toma lo soltó de su agarre y puso el ascensor en
marcha de nuevo, quedándose frente a él, sin dirigirle la mirada.
Llegaron en silencio al departamento. Al entrar, Toma
buscaba grabar en su mente cada objeto perteneciente a Yuya, a su Yuya.
Suyo… Se quedó pensando en sí realmente era suyo. Yuya
nunca le había dicho siquiera si sentía algo por él. Su mirada perdida, sus
pensamientos, fueron interrumpidos por el timbre.
- ¿Te molestaría ir? – Le preguntó el dueño de la casa,
desde la cocina, mientras Toma acariciaba al recién despierto Skull, que
buscaba algo de afecto.
- Ah, no, está bien.
Con el pequeño perro entre sus manos, se acercó a abrir
la puerta, la cual, apenas fue abierta, fue empujada por la persona que entró,
haciendo que Toma frunciera el ceño, antes de cerrar la puerta con la pierna y
agarrar a la persona que entró del brazo, sin soltar a Skull, quien le ladró al
recién llegado.
- ¿Qué sucede, Sku…?
Yuya se quedó perplejo al ver a la persona que entró.
- ¿Puedes decirle a tu novio que me suelte, niisan?
Al oír aquella palabra, Toma soltó inmediatamente el
agarre sobre el brazo del muchacho, pasando al lado suyo, aún cargando a Skull.
- Ahh… Yuuta – Le dijo el rubio al recién llegado,
acercándose para cargar la bolsa que llevaba entre sus brazos -. Viniste…
- Vine a cenar contigo, niisan – Le dijo el muchacho, con una amplia sonrisa.
- Ah… Ya veo – Yuya se dirigió a la cocina, siendo
seguido por su medio hermano -. Pero, no hacía falta que compraras cosas… Me
hubieras avisado que venías.
Guardó las cosas en la heladera y dejó aquellas que no
debían guardarse allí sobre la mesada. Toma estaba jugando con Skull en el
living, sin dejar de prestar atención a sus palabras.
- ¿Qué? ¿Acaso no puedo visitar a mi hermano mayor? – Le
susurró, al oído, ocasionando que, del susto, a Yuya se le cayera un cucharón
al suelo, alertando a Toma, quien entró disparando a la cocina.
- ¿Sucede algo?
- No, nada – Le dijo Yuuta, sonriendo -. Cosas de
hermanos.
- Ah.
Volvió al living. Se sentó en el sillón y miró el techo.
No confiaba en ese tipo, en lo más mínimo. Menos después de lo que Yuya le
había contado. Era demasiado bueno o demasiado estúpido. Se preguntó con qué lo
había chantajeando como para que él se pusiera así.
Se sentó derecho, dándose cuenta al instante cuál había
sido su forma de chantajearlo. Él mismo. Se llevó una mano a la cabeza, sin
saber qué hacer. Él era el culpable de que Yuya tuviera que lidiar con ese
chico. Él.
- ¿Toma? – Lo llamó el rubio, sacándolo de su
ensimismamiento.
- ¡Ah! ¿Sí? ¿Sucede algo?
- Ya está la cena – Le dijo. Se le notaba que no le
gustaba para nada la presencia del muchacho en su departamento. Al estar los
dos solos, Toma lo agarró de la cintura suavemente y se acercó a su oído -. No
voy a dejarte solo.
El rubio abrió los ojos como platos. Toma había dado en
el clavo, necesitaba con suma urgencia oír palabras como esas.
- Gracias – Susurró.
Estaban en medio de la cena, cuando Yuuta recordó algo.
- ¡Ah! ¿Pudiste conseguirme lo que te pedí, niisan?
Toma levantó la vista inmediatamente, clavándola sobre el
muchacho, para volver hacia Yuya, quien con manos temblorosas, dejaba el vaso
cuyo contenido había bebido segundos antes, sobre la mesa.
- Ahh… La semana que viene estarán haciendo audiencias,
me dijeron qu…
- ¿Quieres entrar a la empresa? – Preguntó Toma, sin
dejar de comer arroz.
- Así es – Le dijo Yuuta, con una sonrisa sobradora –. Y
estoy seguro…, no…, sé que niisan
podrá conseguir que entre sin hacer todas esas molestas audiciones.
- Deberías hacerlas – Yuuta clavó la mirada sobre Toma,
que ni se inmutó de la forma en que estaba siendo observado -. Todos los que
estamos en esa empresa tuvimos que pasar por esas audiciones.
- No tengo tiempo para hacerlas, es por eso que pedí su
ayuda.
Su boca se abrió “Chantajeando
a la gente consigues cualquier cosa”, pensaba decirle, pero no pudo. Porque
Yuya estaba a su lado.
- Ya veo.
- Mañana volveré hablar con mis superiores, tú sólo… espera
un poco más, ¿de acuerdo?
El muchacho no dijo nada. Su nerviosismo estaba a flor de
piel, se le notaba.
La cena llegó a su fin y Yuuta se fue.
Yuya llegó al living, hallando a Toma sentado en el
sillón de tres cuerpos. El morocho lo miró.
- ¿Sucede algo malo?
Negó con la cabeza. No tenía ánimos para hablar. Se sentó
a su lado y se agarró la cabeza con ambas manos.
- ¿Puedes… quedarte conmigo esta noche…?
Fue un susurro, un susurro tan silencioso pero que sus
oídos escucharon muy bien.
- Claro que sí.
Quería abrazarlo, lo quería. Deseaba hacerlo.
Su frágil cuerpo cayó sobre su brazo y hombro, con los
ojos cerrados.
- ¿Puedes abrazarme? - A los pocos segundos, sin siquiera
darle una respuesta, su cuerpo estaba siendo rodeado por los brazos de Toma,
siendo acariciado en toda su extensión -. Tengo miedo…
- ¿Miedo de qué?
- De lo que pueda llegar a hacer Yuuta…
- ¿No te lo dije? – Asomando, soltándose apenas de aquel
cálido abrazo, lo miró -. Te dije que no iba a dejarte solo.
Acarició su mejilla, su rostro, su mirada, todo de él lo
enloquecía. Los ojos del rubio se cerraron, mientras las yemas de Toma
acariciaban su rostro para recorrer sus labios. Yuya abrió los ojos, clavándole
la mirada. Sentándolo en el sillón, Toma apresó sus labios, siendo aceptado
aquel acto por el rubio, quien pasando sus piernas alrededor de su cuerpo,
rodeó su cuello, buscando algo de su piel para poder acariciar.
Mientras una mano buscaba profundizar aún más aquellos
besos, la otra desprendía uno a uno los botones de su camisa, terminando por
acostarlo sobre el sillón. El afloje sobre su cuello fue soltado. De ese modo,
Toma pudo ver las mejillas rojas de Yuya, y sus cabellos pegados debido al
aumento de sudor en su piel.
- No me digas que pare… Porque no voy a hacerlo – Le
dijo, empezando a besar su cuello.
- No… No lo haré…
Sus manos, despojaron a Yuya de sus prendas superiores,
generándole un estremecimiento al estar siendo acariciado por sus manos. Sus
labios bajaron hacia su pecho, besando sus tetillas erectas. Yuya negó con la
cabeza, mordiéndose el labio inferior. Quería que se detuviera, aquella
sensación lo estaba volviendo loco, pero al mismo tiempo no quería que lo
hiciera. Deseaba sus labios, deseaba besarlos. Levantó su cabeza ante la
sorpresa del morocho, para acercarlo a su rostro y besarlo hasta perder la
respiración.
- Te amo…, Yuya – Susurró Toma, desabrochando el cinturón
del rubio y la cremallera de su pantalón para deslizar su mano dentro de su
ropa interior y así acariciar su miembro ya erecto.
- Ahhh… No… Yo…
- Te dije que no iba a parar – Recalcó, sobre sus labios.
Su mirada estaba llena de lujuria, lujuria que deseaba ser satisfecha por la
persona que sus ojos miraran, lujuria que esa persona despertaba en él.
Incontables gemidos de placer se escapaban de los labios
del rubio. Se sentía perdido. Sus ojos observaban a la persona que se hallaba
frente a él, cada vez que podía, cada vez que los abría, lo estaba mirando, sin
querer que detenga sus acciones sobre su miembro.
Sintiéndose un completo pasivo, Yuya levantó ambas manos
para acariciar el pecho de Toma, para entregarle el mismo placer que él le daba
a su cuerpo al terminar haciendo lo mismo que él.
- Mhh… No… lo hagas… si no quieres – Acarició su frente,
para encorvarse un poco y poder besarla tiernamente -... Te aviso que… no seré
el pasivo…
- L… Lo sé – Susurró, avergonzado.
Toma sonrió. Estaba siendo sumamente tierno, tanto, que
esa misma ternura lo excitaba. Lo sentó para poder besarlo en los labios con la
misma pasión con la que acariciaba su virilidad.
- ¿Dónde está… tu cuarto…? – Yuya lo miró, pestañando
varias veces -. Creo que será algo incómodo… Para ti… Si lo hacemos aquí.
- Ah… Es la… primera puerta desde… la ventana…
- Bien.
Sintió que su cuerpo era liviano, sintió que flotaba. No
era eso, era que Toma lo estaba sosteniendo, mientras levantaba su cuerpo y
caminaba hacia su cuarto. Al principio, sonrió, pero terminó aferrándose a su
cuerpo, apoyando su cabeza sobre su hombro, hasta ser sentado sobre la cama.
Sin dejarlo pronunciar una sola palabra, de nuevo el
morocho tomaba posesión de sus labios, haciendo que recostara su cuerpo sobre
la cama, mientras bajaba una de sus manos, acariciando la extensión de su
cuerpo para volver a masturbarlo.
- Ahh… Ahhh… Toma – Jadeaba Yuya.
- Te amo…, mi amor – Le susurró al oído, antes de
separarse de su rostro para iniciar un corto camino de besos por su torso, que
culminó en la punta de la virilidad de Yuya.
- Ah, n... No---
Cualquier gesto de negación fue interrumpido abruptamente
cuando Toma succionó su miembro. Yuya intentaba no gemir, pero aquella
sensación de placer se había vuelto hasta necesaria. Sentía que, en medio de
sus gemidos, su garganta se desgarraba. Su cuerpo poco a poco se estaba
volviendo esclavo de Toma.
- Te dije… que no iba a parar – Susurró el morocho,
arrodillándose en el suelo, acariciando la virilidad del rubio, viendo como su
cuerpo se retorcía de placer -. Tu
expresión cuando gimes es tan… hermosa, Yuya… Eres tan hermoso.
Elevó apenas su pecho para volver a bajarlo bruscamente
contra el colchón. Lo era, de alguna manera se había vuelto su esclavo. Yuya
sintió cómo su virilidad se hinchaba dentro de la mano de Toma.
- T… Toma…
- Lo sé.
Volvió a susurrar. Su voz lo excitaba. O sentía algo por
él o necesitaba urgentemente tener sexo. No, no era eso. Lo amaba, lo sabía
desde antes, pero no quería admitirlo.
- To… ma…
Su propio cuerpo, parte del brazo y la totalidad de la
mano del morocho fueron manchados por la descarga de Yuya.
El morocho se incorporó y se acercó a Yuya para poder
besarlo. Estaba feliz, inmensamente feliz por poder ser parte de él, por poder
escuchar sus gemidos. Aquella misma mano que lo había masturbado, buscaba que
abriera sus piernas para rozar apenas su entrada. Yuya tiritó, ocasionando que
Toma lo mirara.
- Cálmate – Dijo, antes de darle un suave beso en los
labios -. No voy a hacerte daño. Aunque estemos toda la noche, voy a cuidarte,
te lo prometo - No del todo convencido, el rubio asintió, haciéndole caso y
dejándose hacer -. Lo único que voy a darte, quiero que sea el mayor de los
placeres, mi amor – Besó sus labios con pasión. Los necesitaba, necesitaba
besarlo de esa manera. Todo acto meramente inocente había quedado atrás. Lo
amaba, y necesitaba que Yuya lo sintiera hasta su último milímetro de piel.
Suavemente, lentamente, Toma adentró apenas el falange distal de su dedo medio,
esperando a que se acostumbrara apenas a aquello para ingresar del mismo modo
el falange medio, oyendo cómo Yuya se quejaba -. ¿Te duele?
- C… Creo que debería acostumbrarme – Le dedicó una media
sonrisa -. Esto… Esto no es nada…, ¿verdad?
- Créeme que no – Respondió el morocho, sonriéndole.
- Eso fue muy directo.
- No me dijiste que te mintiera – Aprovechando la distracción,
ingresó la totalidad de su dedo, besando su cuello, ya que Yuya había hecho su
cabeza hacia atrás a causa del dolor -. Cálmate, amor…
- No me… susurres…
- ¿Eh? ¿Por qué? – Preguntó, sonriendo, quizás, hasta
sabiendo de antemano la respuesta.
- Porque… Tu voz…
- ¿Mi voz? – El aludido no podía hablar, sentía demasiada
vergüenza -. ¿Te excita? – Susurró.
- S… Sí…
Se rió, besando su cuello de nuevo, esta vez, con ganas.
- Eres tan lindo.
Sus oídos había olvidado el sonido de sus gemidos.
Mordiendo su cuello, movió su dedo en forma circular en su interior, cumpliendo
de ese modo su objetivo, haciéndolo gemir. Entre aquellos movimientos, sin que
Yuya se percatara del hecho, ingresó un segundo dedo. Gritó, y su cuerpo entero
se erizó al oírlo.
Yuya sentía una molestia en su cuerpo, internamente sabía
que aquello no sería nada, que realmente no sería nada, por lo que lentamente,
hasta forzándose a pensar que lo siguiente no sería tan distinto a ello, se
acostumbró, aunque lanzara gritos y de sus ojos se hubieran desbordado un par
de lágrimas, se acostumbró. Quería hacerlo, quería que Toma lo amara de una
forma en la que nadie lo había amado nunca. Sentía cómo dos de sus largos dedos
entraban y se retorcían en su interior. Se había acostumbrado a ellos, se dio
cuenta cuando sus gemidos se habían normalizado, de alguna manera.
Al darse cuenta de eso, Toma los sacó, robándole un
suspiro, ocasionando una sonrisa de su parte.
Yuya lo miró. Dos lágrimas amenazaban con salir de sus
ojos, pero fue Toma con su mano quien secó ambas.
- Podemos no hacerlo…
- No, quiero… hacerlo…
- Estás rojo, Yuya – Besó una de sus mejillas.
- No – Dijo el rubio, volviéndose más rojo todavía.
- Lo estás – El muchacho tomó su rostro con la mano y lo
obligó a mirarlo a los ojos -. Y así, estás mucho más hermoso.
El aludido se relamió los labios. Deseaba besarlo, lo
necesitaba. Levantó ambas manos para abrazarlo, rodeando su cintura con sus
piernas, mientras finalmente sus labios volvían a besarlo en una interminable
muestra de amor.
- Yuya – Le susurró al oído, soltándolo, mientras su
manos buscaba que su miembro se tornara erecto nuevamente. Los delicados besos recibidos
sobre su cuello le hacían cosquillas, su mente estaba perdida, siendo Toma el
único culpable de ello. Dejando numerosas marcas sobre su cuello, siendo la
totalidad de su cuerpo acariciado por las manos de Yuya, lentamente el morocho
adentró la punta de su miembro en su interior. El rubio lanzó un grito ahogado,
seguido de incontables gemidos. Toma podía ver cómo los pulmones del cuerpo que
se encontraba debajo suyo buscaban el aire con desesperación, sintiendo cómo
las uñas de Yuya se clavaban en su carne buscando alejarse del dolor -. Cálmate
– Volvió a susurrarle, apresando sus labios -. Inténtalo aunque… ¡Ngh! Sea
doloroso…
No obtuvo respuesta de su parte. Yuya se centraba en
sentir aquel dolor lo menos posible, en engañar a su cerebro de la forma más
miserable. Su respiración pareció detenerse, seguida por las lágrimas que
cayeron raudas desde sus ojos, al sentir la totalidad de la virilidad del
morocho adentrándose en su ser.
- T… Toma – Le susurró, apenas, antes de que nuevamente,
acariciando sus sudorosos cabellos, Toma lo besara. El morocho se incorporó
apenas para abrazar las piernas que lo rodeaban, soltándose de aquellos
adictivos labios, mientras los ojos sedientos de amor de Yuya no dejaban de
mirarlo. Sus manos, curiosas y a la vez temblorosas, buscó recordar cada
textura de su cuerpo, acariciándolo.
- Te amo – Le dijo, antes de darle una primera estocada.
Yuya sintió que su interior se partía en dos. Se mordió con tal fuerza el labio
inferior, que se hizo sangrar, pero por algún motivo, gemía. Necesitaba
hacerlo, demostrarle de ese modo a Toma, lo mucho que lo quería… Que lo
necesitaba.
Toma podía ver su reflejo en los llorosos ojos del rubio.
Sus labios temblaban, sin saber muy bien si gemir o gritar, pidiendo auxilio.
Sus manos, ahora sobre su espalda, le lastimabas la piel, al rozar las heridas
que sus propias uñas habían abierto. El morocho soltó sus muslos y agarró su
rostro para besar sus labios tiernamente, sin dejar de moverse en su interior.
Se separó y le habló a escasos milímetros de sus labios -. Perdóname… Si te
duele – Entre palabra y palabra, sus labios tocaban los del rubio por el simple
hecho de hacerlo, porque no podía vivir sin ellos.
A medida que las embestidas de Toma iban en aumento, el
interior de Yuya se acostumbraba a todas y cada una de ellas, disminuyendo no
demasiado el sonido de sus gemidos. El morocho se dio cuenta de eso, pero no
quería soltar aquel agarre que mantenía momentáneamente sobre sus labios. Era
su nuca la que se hallaba ahora siendo víctima de las caricias de Yuya,
mientras su lengua era atrapada por la del rubio, jugando con ella,
saboreándola suavemente.
Soltó sus labios muy a su pesar para lamer su cuello,
sintiendo el cuerpo debajo suyo estremeciéndose ante aquel contacto, mientras
una angelical sonrisa escapaba de sus labios.
- Tengo… cosquillas – Le susurró Yuya, entre gemidos.
- Ya no… te duele – Buscó afirmar Toma, sosteniendo su
propio cuerpo con ambas manos alrededor del cuerpo del rubio.
- Sigue… ¡Ah! Doliendo, pero… No… Tanto – Toma rió ante
sus esfuerzos por pronunciar tan sólo un par de palabras. Volvió a acomodar los
mechones de cabellos dorados que quedaban pegadas sobre su frente, con una
sonrisa. Sabía que la descarga de hacía unos momentos lo había agotado al menos
físicamente. Toma estaba perdido oyendo aquellos suaves gemidos proviniendo de
la boca de Yuya. Su miembro estaba siendo apresado por su interior. Agotado,
desfalleció encima suyo, abrazándolo, gimiendo sobre su oído en medio de
palabras de amor. Los brazos de Yuya lo rodearon, todavía algo temblorosos. Su
cuerpo era un vaivén dentro de su cuerpo. Los gemidos de ambos se habían
convertido en uno -. T… Toma… T… Te amo – Susurró, abrazándolo con todas sus
fuerzas, generando que un destello carmesí
tiñera sus mejillas. Sintió una corriente eléctrica recorriéndole la
espina dorsal. Tras dejarle un suave beso en la mejilla y otro sobre sus
labios, volvió a colocarse encima suyo, sosteniendo su cuerpo con sus brazos.
- G… Gracias…, mi amor…
Sus manos apretaron las sábanas a su alrededor.
Mordiéndose el labio inferior, su vaivén se volvió más violento, generando que
sólo gritos de placer salieran de entre los labios de Yuya. Se detuvo, lanzando
un último gemido ronco antes de descargarse en su interior. Respirando
entrecortadamente, se quedó unos pocos minutos en esa posición, mirando
embelesado a la persona que se encontraba en la misma situación que él. Se acercó
a él y besó sus labios, saliendo de su interior, generando que sus mejillas
ardieran.
- Te amo – Volvió a susurrarle Yuya, abrazándolo.
- Yo también…, amor mío – Besó su frente con dulzura.
Fue Toma quien le dijo a Yuya que fuera a ducharse para
hacer él lo mismo y poder descansar ambos como correspondía.
Al salir del baño, vestido con una bata prestada por el dueño
del lugar y secándose el cabello con una toalla, se acercó a la cama y se sentó
a su lado. Imaginó que no iba a esperarlo para conciliar el sueño juntos, pero
le hubiera gustado la idea. Acarició sus cabellos con delicadeza para no
despertarlo mientras lo miraba, sonriente. Sabía que iban a haber muchas otras
posibilidades para dormir al mismo tiempo. Volvió su vista a su ropa, la cual
descansaba en el suelo de la habitación. Acomodó las prendas sobre la silla al
lado de la puerta y sacó su celular del bolsillo de su pantalón. Suspiró,
agradecido de que en el arrebato de placer no tuviera ningún daño qué lamentar.
Levantó la tapa del mismo y marcó un número.
- Disculpa la hora, pero… ¿puedes hacerme un favor? Sí. Te
lo paso por mensaje. Gracias.
Vio que el cuerpo que creía dormido entre las sábanas, se
desperezaba. Le sonrió, observando cómo usaba una de sus manos para restregarse
los ojos.
- ¿Qué hora es? – Murmuró, recién despierto.
- Hasta dormido, eres hermoso – Le dijo el morocho,
dejando su celular en el mismo lugar de donde lo sacó para sentarse al lado del
rubio y besar sus labios con ternura -. Es hora de dormir.
- ¿Todavía?
- Sí, todavía – Sonrió, besando su frente. Estiró su mano
para apagar la luz del velador del lado de Yuya y, abrazándolo bajó ambos
cuerpos para que entraran en contacto con el colchón -. Te amo – Susurró.
- Yo también – Murmuró, resguardándose entre sus brazos.
Varios golpes sobre la puerta lo despertaron. De mala
gana, a ciegas por no tener ganas de encender las luces, se acercó a la puerta.
- ¿Quién es?
No recibió respuesta. Los golpes seguían inundando sus
oídos, retumbando aquel sonido que no parecía ser el golpe de un puño contra la
misma, en todo el departamento. Chistó y abrió la puerta. Al hacerlo recibió un
duro golpe con algo que parecía ser un palo, en medio de la cabeza. La acción
hizo que su cuerpo entrara despedido dentro del departamento. Llevándose una
mano a la cabeza para sentir que, efectivamente, estaba herido, alzó la vista
para llegar a ver a siete figuras que entraban y cerraban la puerta a su paso. No
pudo ver su rostro ya que debido a la sangre que emanaba de su herida, sumado a
la poca visibilidad, no fue capaz de ver sus rostros.
- Creo que te excediste…
- Fue la emoción…
- ¿Qué tal si…? – Oyó el sonido del seguro de un revolver
siendo quitado. Lanzó un chillido, inmóvil, temblando de miedo -. ¿Si nos
deshacemos rápido de él?
- Hace mucho que no hacemos nuestro verdadero trabajo.
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