17 de enero de 2012

[Darling] Capítulo 03 - Amenaza

Tengo sueño D:
El sonido de la calle (?)
En casa... Por ahora xD


Título: Darling
Pairing: Ikuta Toma x Tegoshi Yuya
Capítulo: 03/ ¿?
Resumen: Cuando creen que las cosas estaban yendo de maravillas, hace su aparición el medio hermano de Yuya, chantajeando a este. Toma le dice que no va a dejarlo solo, terminando aquellas palabras en su primer acto de amor. Nota: Hay lemon.



Capítulo 03: Amenaza

Hizo el mismo camino hacia la salida. Su día laboral había finalizado y era una necesidad regresar a aquellas cuatro paredes que a las cuales él llamaba su hogar.
Desde el primer piso vio una figura familiar. En medio de reverencias, pedía por algo. Aunque más que un pedido, era una forma para suplicar por ello. Cuando llegó a su lado, sus superiores se habían retirado.
- Buenas noches – Le dijo.
- Toma – Mencionó su nombre, girándose para mirarlo -. ¿Cómo estás?
- Algo cansado, ¿y tú?
Desde aquel día en que empezaron a salir como una pareja, no habían tenido ninguna posibilidad de pasar tiempo a solas, ni siquiera dentro de la empresa. Por algún motivo, Toma sentía que Yuya lo evitaba.
- Yo… B… Bien – Respondió en forma indecisa, sonriendo luego.
- ¿Tienes planes para esta noche?
Su pregunta lo tomó por sorpresa, sus ojos lo expresaban, al mismo tiempo que sintió como sus mejillas comenzaban a arder, por lo que agachó la cabeza rápidamente.
- Ehm… No… ¿Quieres… venir a cenar?
Toma tenía ganas de abrazarlo, demasiadas ganas quizás. De alguna forma, en ese momento se sintió como el personaje que interpretó en “Hanazakari no kimitachi e” lo invadía para ver a Yuya del mismo modo en que Shuichi veía a Mizuki.
- Ah… S… Sí… Está bien…
Toma siguió a Yuya a su departamento en su auto, mientras él manejaba su propio vehículo.
Estacionaron sus vehículos y bajaron de los mismos sin intercambiar palabras, hasta subir al ascensor.
- ¿Qué quieres cenar? – Preguntó el anfitrión, oprimiendo uno de los botones del tablero del ascensor para ponerlo en marcha
- Mhh… Cualquier cosa está bien.
- Ya veo.
El silencio era incómodo. No sabía si Yuya estaba igual de nervioso que él, después de todo, sería la primera vez que se encontrarían solos, en todo el sentido de la palabra.
Podía ver, como sus dedos se movían con insistencia sobre su cuerpo, mientras que su mirada no se despegaba del visor que marcaba los pisos que faltaban para el número 10, en el cual, según el ascensor, se hallaba el departamento del rubio.
Su mano oprimiendo el botón de detención lo quitó de sus pensamientos, ocasionando que lo mirara, con los ojos abiertos. Notó que su respiración se detuvo por unos momentos, pudo verse reflejado en los ojos marrones que lo miraban, sin saber qué estaba sucediendo exactamente. Dando unos cuantos pasos, lo acorraló contra una de las paredes del ascensor, evitando que su cuerpo se escapara posando ambas manos alrededor del mismo, sin siquiera tocarlo.
- Te necesito – Le susurró al oído.
Yuya cerró sus ojos con fuerza ante la declaración, sintiendo cómo su temperatura corporal se elevaba sólo al sentir el aliento de Toma sobre su cuello, como si buscara algo en él. En cambio, al morocho parecía divertirle la situación, parecía divertirle ver cómo todos los sentidos del rubio estaban siendo controlados por él. Suavemente, besó su cuello, oyendo como un gemido se escapaba de aquella boca que anhelaba ser besada por sus labios.
Bajó con un camino de besos hasta sus clavículas, subiendo una de sus manos para desabrochar el primer botón prendido de su camisa. El cuerpo debajo suyo estaba inmóvil, sus pensamientos se centraban sólo en él. Besándolo, acarició uno de sus brazos con el dorso de la mano, haciéndolo estremecer.
- Toma – Susurró.
Buscando el control sobre su cuerpo, Yuya tomó el rostro del morocho y lo obligó a mirarlo. Sus mejillas se encontraban sonrojadas. Acarició sus facciones, admirando todas y cada una de ellas para ser él quien lo acercara a sus labios y tomara posesión de ellos. Lo que al principio fueron besos casi inocentes, no tardaron mucho en volverse sumamente intensos, generando un acaloramiento en ambas personas. Yuya se aferró a aquel beso como si fuera la última vez que lo hiciera, deseando llegar en él hasta lo más profundo de su ser, entrelazando su lengua a la suya, ahogando varios gemidos dentro. Sus brazos rodeaban el cuello de Toma, mientras él, seguía sin posar sus manos sobre su cuerpo.
- Te amo – Le susurró el morocho, sobre su oído. Yuya no respondió. No supo por qué, pero en ese momento no lo hizo. Quizás el reflejo de su propio ser siendo excitado por otro hombre lo había inhibido un poco, o quizás, sintió que no había necesidad de decir aquellas dos palabras tan importantes, menos allí. Toma lo soltó de su agarre y puso el ascensor en marcha de nuevo, quedándose frente a él, sin dirigirle la mirada.
Llegaron en silencio al departamento. Al entrar, Toma buscaba grabar en su mente cada objeto perteneciente a Yuya, a su Yuya.
Suyo… Se quedó pensando en sí realmente era suyo. Yuya nunca le había dicho siquiera si sentía algo por él. Su mirada perdida, sus pensamientos, fueron interrumpidos por el timbre.
- ¿Te molestaría ir? – Le preguntó el dueño de la casa, desde la cocina, mientras Toma acariciaba al recién despierto Skull, que buscaba algo de afecto.
- Ah, no, está bien.
Con el pequeño perro entre sus manos, se acercó a abrir la puerta, la cual, apenas fue abierta, fue empujada por la persona que entró, haciendo que Toma frunciera el ceño, antes de cerrar la puerta con la pierna y agarrar a la persona que entró del brazo, sin soltar a Skull, quien le ladró al recién llegado.
- ¿Qué sucede, Sku…?
Yuya se quedó perplejo al ver a la persona que entró.
- ¿Puedes decirle a tu novio que me suelte, niisan?
Al oír aquella palabra, Toma soltó inmediatamente el agarre sobre el brazo del muchacho, pasando al lado suyo, aún cargando a Skull.
- Ahh… Yuuta – Le dijo el rubio al recién llegado, acercándose para cargar la bolsa que llevaba entre sus brazos -. Viniste…
- Vine a cenar contigo, niisan – Le dijo el muchacho, con una amplia sonrisa.
- Ah… Ya veo – Yuya se dirigió a la cocina, siendo seguido por su medio hermano -. Pero, no hacía falta que compraras cosas… Me hubieras avisado que venías.
Guardó las cosas en la heladera y dejó aquellas que no debían guardarse allí sobre la mesada. Toma estaba jugando con Skull en el living, sin dejar de prestar atención a sus palabras.
- ¿Qué? ¿Acaso no puedo visitar a mi hermano mayor? – Le susurró, al oído, ocasionando que, del susto, a Yuya se le cayera un cucharón al suelo, alertando a Toma, quien entró disparando a la cocina.
- ¿Sucede algo?
- No, nada – Le dijo Yuuta, sonriendo -. Cosas de hermanos.
- Ah.
Volvió al living. Se sentó en el sillón y miró el techo. No confiaba en ese tipo, en lo más mínimo. Menos después de lo que Yuya le había contado. Era demasiado bueno o demasiado estúpido. Se preguntó con qué lo había chantajeando como para que él se pusiera así.
Se sentó derecho, dándose cuenta al instante cuál había sido su forma de chantajearlo. Él mismo. Se llevó una mano a la cabeza, sin saber qué hacer. Él era el culpable de que Yuya tuviera que lidiar con ese chico. Él.
- ¿Toma? – Lo llamó el rubio, sacándolo de su ensimismamiento.
- ¡Ah! ¿Sí? ¿Sucede algo?
- Ya está la cena – Le dijo. Se le notaba que no le gustaba para nada la presencia del muchacho en su departamento. Al estar los dos solos, Toma lo agarró de la cintura suavemente y se acercó a su oído -. No voy a dejarte solo.
El rubio abrió los ojos como platos. Toma había dado en el clavo, necesitaba con suma urgencia oír palabras como esas.
- Gracias – Susurró.

Estaban en medio de la cena, cuando Yuuta recordó algo.
- ¡Ah! ¿Pudiste conseguirme lo que te pedí, niisan?
Toma levantó la vista inmediatamente, clavándola sobre el muchacho, para volver hacia Yuya, quien con manos temblorosas, dejaba el vaso cuyo contenido había bebido segundos antes, sobre la mesa.
- Ahh… La semana que viene estarán haciendo audiencias, me dijeron qu…
- ¿Quieres entrar a la empresa? – Preguntó Toma, sin dejar de comer arroz.
- Así es – Le dijo Yuuta, con una sonrisa sobradora –. Y estoy seguro…, no…, sé que niisan podrá conseguir que entre sin hacer todas esas molestas audiciones.
- Deberías hacerlas – Yuuta clavó la mirada sobre Toma, que ni se inmutó de la forma en que estaba siendo observado -. Todos los que estamos en esa empresa tuvimos que pasar por esas audiciones.
- No tengo tiempo para hacerlas, es por eso que pedí su ayuda.
Su boca se abrió “Chantajeando a la gente consigues cualquier cosa”, pensaba decirle, pero no pudo. Porque Yuya estaba a su lado.
- Ya veo.
- Mañana volveré hablar con mis superiores, tú sólo… espera un poco más, ¿de acuerdo?
El muchacho no dijo nada. Su nerviosismo estaba a flor de piel, se le notaba.
La cena llegó a su fin y Yuuta se fue.
Yuya llegó al living, hallando a Toma sentado en el sillón de tres cuerpos. El morocho lo miró.
- ¿Sucede algo malo?
Negó con la cabeza. No tenía ánimos para hablar. Se sentó a su lado y se agarró la cabeza con ambas manos.
- ¿Puedes… quedarte conmigo esta noche…?
Fue un susurro, un susurro tan silencioso pero que sus oídos escucharon muy bien.
- Claro que sí.
Quería abrazarlo, lo quería. Deseaba hacerlo.
Su frágil cuerpo cayó sobre su brazo y hombro, con los ojos cerrados.
- ¿Puedes abrazarme? - A los pocos segundos, sin siquiera darle una respuesta, su cuerpo estaba siendo rodeado por los brazos de Toma, siendo acariciado en toda su extensión -. Tengo miedo…
- ¿Miedo de qué?
- De lo que pueda llegar a hacer Yuuta…
- ¿No te lo dije? – Asomando, soltándose apenas de aquel cálido abrazo, lo miró -. Te dije que no iba a dejarte solo.
Acarició su mejilla, su rostro, su mirada, todo de él lo enloquecía. Los ojos del rubio se cerraron, mientras las yemas de Toma acariciaban su rostro para recorrer sus labios. Yuya abrió los ojos, clavándole la mirada. Sentándolo en el sillón, Toma apresó sus labios, siendo aceptado aquel acto por el rubio, quien pasando sus piernas alrededor de su cuerpo, rodeó su cuello, buscando algo de su piel para poder acariciar.
Mientras una mano buscaba profundizar aún más aquellos besos, la otra desprendía uno a uno los botones de su camisa, terminando por acostarlo sobre el sillón. El afloje sobre su cuello fue soltado. De ese modo, Toma pudo ver las mejillas rojas de Yuya, y sus cabellos pegados debido al aumento de sudor en su piel.
- No me digas que pare… Porque no voy a hacerlo – Le dijo, empezando a besar su cuello.
- No… No lo haré…
Sus manos, despojaron a Yuya de sus prendas superiores, generándole un estremecimiento al estar siendo acariciado por sus manos. Sus labios bajaron hacia su pecho, besando sus tetillas erectas. Yuya negó con la cabeza, mordiéndose el labio inferior. Quería que se detuviera, aquella sensación lo estaba volviendo loco, pero al mismo tiempo no quería que lo hiciera. Deseaba sus labios, deseaba besarlos. Levantó su cabeza ante la sorpresa del morocho, para acercarlo a su rostro y besarlo hasta perder la respiración.
- Te amo…, Yuya – Susurró Toma, desabrochando el cinturón del rubio y la cremallera de su pantalón para deslizar su mano dentro de su ropa interior y así acariciar su miembro ya erecto.
- Ahhh… No… Yo…
- Te dije que no iba a parar – Recalcó, sobre sus labios. Su mirada estaba llena de lujuria, lujuria que deseaba ser satisfecha por la persona que sus ojos miraran, lujuria que esa persona despertaba en él.
Incontables gemidos de placer se escapaban de los labios del rubio. Se sentía perdido. Sus ojos observaban a la persona que se hallaba frente a él, cada vez que podía, cada vez que los abría, lo estaba mirando, sin querer que detenga sus acciones sobre su miembro.
Sintiéndose un completo pasivo, Yuya levantó ambas manos para acariciar el pecho de Toma, para entregarle el mismo placer que él le daba a su cuerpo al terminar haciendo lo mismo que él.
- Mhh… No… lo hagas… si no quieres – Acarició su frente, para encorvarse un poco y poder besarla tiernamente -... Te aviso que… no seré el pasivo…
- L… Lo sé – Susurró, avergonzado.
Toma sonrió. Estaba siendo sumamente tierno, tanto, que esa misma ternura lo excitaba. Lo sentó para poder besarlo en los labios con la misma pasión con la que acariciaba su virilidad.
- ¿Dónde está… tu cuarto…? – Yuya lo miró, pestañando varias veces -. Creo que será algo incómodo… Para ti… Si lo hacemos aquí.
- Ah… Es la… primera puerta desde… la ventana…
- Bien.
Sintió que su cuerpo era liviano, sintió que flotaba. No era eso, era que Toma lo estaba sosteniendo, mientras levantaba su cuerpo y caminaba hacia su cuarto. Al principio, sonrió, pero terminó aferrándose a su cuerpo, apoyando su cabeza sobre su hombro, hasta ser sentado sobre la cama.
Sin dejarlo pronunciar una sola palabra, de nuevo el morocho tomaba posesión de sus labios, haciendo que recostara su cuerpo sobre la cama, mientras bajaba una de sus manos, acariciando la extensión de su cuerpo para volver a masturbarlo.
- Ahh… Ahhh… Toma – Jadeaba Yuya.
- Te amo…, mi amor – Le susurró al oído, antes de separarse de su rostro para iniciar un corto camino de besos por su torso, que culminó en la punta de la virilidad de Yuya.
- Ah, n... No---
Cualquier gesto de negación fue interrumpido abruptamente cuando Toma succionó su miembro. Yuya intentaba no gemir, pero aquella sensación de placer se había vuelto hasta necesaria. Sentía que, en medio de sus gemidos, su garganta se desgarraba. Su cuerpo poco a poco se estaba volviendo esclavo de Toma.
- Te dije… que no iba a parar – Susurró el morocho, arrodillándose en el suelo, acariciando la virilidad del rubio, viendo como su cuerpo se retorcía de placer -.  Tu expresión cuando gimes es tan… hermosa, Yuya… Eres tan hermoso.
Elevó apenas su pecho para volver a bajarlo bruscamente contra el colchón. Lo era, de alguna manera se había vuelto su esclavo. Yuya sintió cómo su virilidad se hinchaba dentro de la mano de Toma.
- T… Toma…
- Lo sé.
Volvió a susurrar. Su voz lo excitaba. O sentía algo por él o necesitaba urgentemente tener sexo. No, no era eso. Lo amaba, lo sabía desde antes, pero no quería admitirlo.
- To… ma…
Su propio cuerpo, parte del brazo y la totalidad de la mano del morocho fueron manchados por la descarga de Yuya.
El morocho se incorporó y se acercó a Yuya para poder besarlo. Estaba feliz, inmensamente feliz por poder ser parte de él, por poder escuchar sus gemidos. Aquella misma mano que lo había masturbado, buscaba que abriera sus piernas para rozar apenas su entrada. Yuya tiritó, ocasionando que Toma lo mirara.
- Cálmate – Dijo, antes de darle un suave beso en los labios -. No voy a hacerte daño. Aunque estemos toda la noche, voy a cuidarte, te lo prometo - No del todo convencido, el rubio asintió, haciéndole caso y dejándose hacer -. Lo único que voy a darte, quiero que sea el mayor de los placeres, mi amor – Besó sus labios con pasión. Los necesitaba, necesitaba besarlo de esa manera. Todo acto meramente inocente había quedado atrás. Lo amaba, y necesitaba que Yuya lo sintiera hasta su último milímetro de piel. Suavemente, lentamente, Toma adentró apenas el falange distal de su dedo medio, esperando a que se acostumbrara apenas a aquello para ingresar del mismo modo el falange medio, oyendo cómo Yuya se quejaba -.  ¿Te duele?
- C… Creo que debería acostumbrarme – Le dedicó una media sonrisa -. Esto… Esto no es nada…, ¿verdad?
- Créeme que no – Respondió el morocho, sonriéndole.
- Eso fue muy directo.
- No me dijiste que te mintiera – Aprovechando la distracción, ingresó la totalidad de su dedo, besando su cuello, ya que Yuya había hecho su cabeza hacia atrás a causa del dolor -. Cálmate, amor…
- No me… susurres…
- ¿Eh? ¿Por qué? – Preguntó, sonriendo, quizás, hasta sabiendo de antemano la respuesta.
- Porque… Tu voz…
- ¿Mi voz? – El aludido no podía hablar, sentía demasiada vergüenza -. ¿Te excita? – Susurró.
- S… Sí…
Se rió, besando su cuello de nuevo, esta vez, con ganas.
- Eres tan lindo.
Sus oídos había olvidado el sonido de sus gemidos. Mordiendo su cuello, movió su dedo en forma circular en su interior, cumpliendo de ese modo su objetivo, haciéndolo gemir. Entre aquellos movimientos, sin que Yuya se percatara del hecho, ingresó un segundo dedo. Gritó, y su cuerpo entero se erizó al oírlo.
Yuya sentía una molestia en su cuerpo, internamente sabía que aquello no sería nada, que realmente no sería nada, por lo que lentamente, hasta forzándose a pensar que lo siguiente no sería tan distinto a ello, se acostumbró, aunque lanzara gritos y de sus ojos se hubieran desbordado un par de lágrimas, se acostumbró. Quería hacerlo, quería que Toma lo amara de una forma en la que nadie lo había amado nunca. Sentía cómo dos de sus largos dedos entraban y se retorcían en su interior. Se había acostumbrado a ellos, se dio cuenta cuando sus gemidos se habían normalizado, de alguna manera.
Al darse cuenta de eso, Toma los sacó, robándole un suspiro, ocasionando una sonrisa de su parte.
Yuya lo miró. Dos lágrimas amenazaban con salir de sus ojos, pero fue Toma con su mano quien secó ambas.
- Podemos no hacerlo…
- No, quiero… hacerlo…
- Estás rojo, Yuya – Besó una de sus mejillas.
- No – Dijo el rubio, volviéndose más rojo todavía.
- Lo estás – El muchacho tomó su rostro con la mano y lo obligó a mirarlo a los ojos -. Y así, estás mucho más hermoso.
El aludido se relamió los labios. Deseaba besarlo, lo necesitaba. Levantó ambas manos para abrazarlo, rodeando su cintura con sus piernas, mientras finalmente sus labios volvían a besarlo en una interminable muestra de amor.
- Yuya – Le susurró al oído, soltándolo, mientras su manos buscaba que su miembro se tornara erecto nuevamente. Los delicados besos recibidos sobre su cuello le hacían cosquillas, su mente estaba perdida, siendo Toma el único culpable de ello. Dejando numerosas marcas sobre su cuello, siendo la totalidad de su cuerpo acariciado por las manos de Yuya, lentamente el morocho adentró la punta de su miembro en su interior. El rubio lanzó un grito ahogado, seguido de incontables gemidos. Toma podía ver cómo los pulmones del cuerpo que se encontraba debajo suyo buscaban el aire con desesperación, sintiendo cómo las uñas de Yuya se clavaban en su carne buscando alejarse del dolor -. Cálmate – Volvió a susurrarle, apresando sus labios -. Inténtalo aunque… ¡Ngh! Sea doloroso…
No obtuvo respuesta de su parte. Yuya se centraba en sentir aquel dolor lo menos posible, en engañar a su cerebro de la forma más miserable. Su respiración pareció detenerse, seguida por las lágrimas que cayeron raudas desde sus ojos, al sentir la totalidad de la virilidad del morocho adentrándose en su ser.
- T… Toma – Le susurró, apenas, antes de que nuevamente, acariciando sus sudorosos cabellos, Toma lo besara. El morocho se incorporó apenas para abrazar las piernas que lo rodeaban, soltándose de aquellos adictivos labios, mientras los ojos sedientos de amor de Yuya no dejaban de mirarlo. Sus manos, curiosas y a la vez temblorosas, buscó recordar cada textura de su cuerpo, acariciándolo.
- Te amo – Le dijo, antes de darle una primera estocada. Yuya sintió que su interior se partía en dos. Se mordió con tal fuerza el labio inferior, que se hizo sangrar, pero por algún motivo, gemía. Necesitaba hacerlo, demostrarle de ese modo a Toma, lo mucho que lo quería… Que lo necesitaba.
Toma podía ver su reflejo en los llorosos ojos del rubio. Sus labios temblaban, sin saber muy bien si gemir o gritar, pidiendo auxilio. Sus manos, ahora sobre su espalda, le lastimabas la piel, al rozar las heridas que sus propias uñas habían abierto. El morocho soltó sus muslos y agarró su rostro para besar sus labios tiernamente, sin dejar de moverse en su interior. Se separó y le habló a escasos milímetros de sus labios -. Perdóname… Si te duele – Entre palabra y palabra, sus labios tocaban los del rubio por el simple hecho de hacerlo, porque no podía vivir sin ellos.
A medida que las embestidas de Toma iban en aumento, el interior de Yuya se acostumbraba a todas y cada una de ellas, disminuyendo no demasiado el sonido de sus gemidos. El morocho se dio cuenta de eso, pero no quería soltar aquel agarre que mantenía momentáneamente sobre sus labios. Era su nuca la que se hallaba ahora siendo víctima de las caricias de Yuya, mientras su lengua era atrapada por la del rubio, jugando con ella, saboreándola suavemente.
Soltó sus labios muy a su pesar para lamer su cuello, sintiendo el cuerpo debajo suyo estremeciéndose ante aquel contacto, mientras una angelical sonrisa escapaba de sus labios.
- Tengo… cosquillas – Le susurró Yuya, entre gemidos.
- Ya no… te duele – Buscó afirmar Toma, sosteniendo su propio cuerpo con ambas manos alrededor del cuerpo del rubio.
- Sigue… ¡Ah! Doliendo, pero… No… Tanto – Toma rió ante sus esfuerzos por pronunciar tan sólo un par de palabras. Volvió a acomodar los mechones de cabellos dorados que quedaban pegadas sobre su frente, con una sonrisa. Sabía que la descarga de hacía unos momentos lo había agotado al menos físicamente. Toma estaba perdido oyendo aquellos suaves gemidos proviniendo de la boca de Yuya. Su miembro estaba siendo apresado por su interior. Agotado, desfalleció encima suyo, abrazándolo, gimiendo sobre su oído en medio de palabras de amor. Los brazos de Yuya lo rodearon, todavía algo temblorosos. Su cuerpo era un vaivén dentro de su cuerpo. Los gemidos de ambos se habían convertido en uno -. T… Toma… T… Te amo – Susurró, abrazándolo con todas sus fuerzas, generando que un destello carmesí  tiñera sus mejillas. Sintió una corriente eléctrica recorriéndole la espina dorsal. Tras dejarle un suave beso en la mejilla y otro sobre sus labios, volvió a colocarse encima suyo, sosteniendo su cuerpo con sus brazos.
- G… Gracias…, mi amor…
Sus manos apretaron las sábanas a su alrededor. Mordiéndose el labio inferior, su vaivén se volvió más violento, generando que sólo gritos de placer salieran de entre los labios de Yuya. Se detuvo, lanzando un último gemido ronco antes de descargarse en su interior. Respirando entrecortadamente, se quedó unos pocos minutos en esa posición, mirando embelesado a la persona que se encontraba en la misma situación que él. Se acercó a él y besó sus labios, saliendo de su interior, generando que sus mejillas ardieran.
- Te amo – Volvió a susurrarle Yuya, abrazándolo.
- Yo también…, amor mío – Besó su frente con dulzura.

Fue Toma quien le dijo a Yuya que fuera a ducharse para hacer él lo mismo y poder descansar ambos como correspondía.
Al salir del baño, vestido con una bata prestada por el dueño del lugar y secándose el cabello con una toalla, se acercó a la cama y se sentó a su lado. Imaginó que no iba a esperarlo para conciliar el sueño juntos, pero le hubiera gustado la idea. Acarició sus cabellos con delicadeza para no despertarlo mientras lo miraba, sonriente. Sabía que iban a haber muchas otras posibilidades para dormir al mismo tiempo. Volvió su vista a su ropa, la cual descansaba en el suelo de la habitación. Acomodó las prendas sobre la silla al lado de la puerta y sacó su celular del bolsillo de su pantalón. Suspiró, agradecido de que en el arrebato de placer no tuviera ningún daño qué lamentar.
Levantó la tapa del mismo y marcó un número.
- Disculpa la hora, pero… ¿puedes hacerme un favor? Sí. Te lo paso por mensaje. Gracias.
Vio que el cuerpo que creía dormido entre las sábanas, se desperezaba. Le sonrió, observando cómo usaba una de sus manos para restregarse los ojos.
- ¿Qué hora es? – Murmuró, recién despierto.
- Hasta dormido, eres hermoso – Le dijo el morocho, dejando su celular en el mismo lugar de donde lo sacó para sentarse al lado del rubio y besar sus labios con ternura -. Es hora de dormir.
- ¿Todavía?
- Sí, todavía – Sonrió, besando su frente. Estiró su mano para apagar la luz del velador del lado de Yuya y, abrazándolo bajó ambos cuerpos para que entraran en contacto con el colchón -. Te amo – Susurró.
- Yo también – Murmuró, resguardándose entre sus brazos.

Varios golpes sobre la puerta lo despertaron. De mala gana, a ciegas por no tener ganas de encender las luces, se acercó a la puerta.
- ¿Quién es?
No recibió respuesta. Los golpes seguían inundando sus oídos, retumbando aquel sonido que no parecía ser el golpe de un puño contra la misma, en todo el departamento. Chistó y abrió la puerta. Al hacerlo recibió un duro golpe con algo que parecía ser un palo, en medio de la cabeza. La acción hizo que su cuerpo entrara despedido dentro del departamento. Llevándose una mano a la cabeza para sentir que, efectivamente, estaba herido, alzó la vista para llegar a ver a siete figuras que entraban y cerraban la puerta a su paso. No pudo ver su rostro ya que debido a la sangre que emanaba de su herida, sumado a la poca visibilidad, no fue capaz de ver sus rostros.
- Creo que te excediste…
- Fue la emoción…
- ¿Qué tal si…? – Oyó el sonido del seguro de un revolver siendo quitado. Lanzó un chillido, inmóvil, temblando de miedo -. ¿Si nos deshacemos rápido de él?
- Hace mucho que no hacemos nuestro verdadero trabajo.

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