25 de enero de 2012

[Life's blood] Capítulo 01 - Persecución

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テゴマす - 夕焼けと恋と自転車
En casa~


Título: Life's blood
Pairing: Ikuta Toma x Tegoshi Yuya
Capítulo: 01/ ¿?
Resumen: La misión empieza a tomar forma pero la sombra de una misión finalizada puede traer problemas. Toma persigue a la mujer que aparece entre sueños, aunque Asami le dice que no todo es lo que parece...

Capítulo 01: Persecución

El bosque era tan interminable como oscuro. No podía ver, pero aún así corría. El único destello de luz provenía de la luna reflejándose en la inalcanzable silueta que se alejaba de él, buscando que la persiguiera. Su risa inundaba sus oídos como si de una melodía del Diablo se tratara. Necesitaba alcanzarla aunque estuviera corriendo por el resto de sus días.
Pero aquella persona, una mujer vestida de blanco, de dorados cabellos parecía alejarse cada vez más de él. Estaba agitado, no sabía desde hacía cuanto tiempo la había estado persiguiendo. De repente, oyó su sonrisa cerca suyo, pero por más que intentara encontrarla no lo hacía, sus ojos no la veían. De repente pudo sentir su aliento golpeando contra su cuello, oyendo sobre su oído el sonido de su boca abriéndose en forma exagerada. Una gota de sudor surcó su rostro. Debía correr, escapar, ahora la situación se había dado vuelta, el perseguido era él.
El sonido proveniente de su celular lo despertó, haciéndolo sentar de un salto. Atendió el llamado, recuperando apenas el aliento.
- “De nuevo con la puerta cerrada.
Su voz lo hizo sonreír.
- Pi…
- “Está todo listo, pero vas a llegar tarde si no te apresuras.
- Enseguida voy – Dijo, levantándose de la enorme cama, la cual miró tras cortar la llamada y dejar el teléfono sobre la mesa de luz. Abrió las cortinas que le impedían ver la luz del sol. La necesitaba para darse cuenta que era humano. Aseándose tan rápido cómo pudo terminó saliendo de la habitación, calzándose el sistema de manos libres de su celular y encendiéndolo.
- “Buen día, Jefe.
- Deja de llamarme así – Llegó al estacionamiento con autos de todos los modelos y marcas existentes. Sacó la llave que descansaba dentro de su bolsillo para apagar la alarma y subirse al vehículo negro con apariencia de Ferrari -. ¿Cómo marcha todo?
- “Todo normal.
- ¿Dejarás que entre a una empresa vestido así? – Arregló el espejo retrovisor antes de poner en marcha el vehículo, guiñándose el ojo a sí mismo.
- “No me guiñes el ojo.
- ¿Prefieres un beso? – Bromeó, encendiendo el vehículo, haciendo que el motor rugiera antes de salir disparando del lugar. Los autos parecían moverse en cámara lenta, pero no, era él el que se movía a gran velocidad.
- “No, gracias”, Tomohisa oyó la risa de Toma al otro lado. “Tienes un traje en el baúl.
- ¿Dónde paro?
- “En medio minuto vas a pasar por una gasolinera abandonada. Actualmente la están usando para reparar autos, pero los baños siguen en funcionamiento.
- Lo tengo.
La frenada no tuvo sonido alguno. Toma bajó del auto, abrió el baúl del mismo y sacó un traje recién sacado de la tintorería. Sin responder a las miradas de los curiosos dueños del lugar, entró al baño y se cambió, dejando la ropa con la que había ido allí tirada. Al pasar frente a ellos, ahora vestido con traje, les dedicó una reverencia, antes de entrar al vehículo y desaparecer para volver a la autopista.
Tomohisa silbó.
- “Cada vez me sorprende más la rapidez con la que haces las cosas.
- ¿Debo tomar eso como un halago?
- “Supongo que sí. Gira a la izquierda y entra al estacionamiento. Sal de allí como si nada y en diagonal está el edificio de la editorial.
- Entendido.
- “Maki te dará el resto de las cosas.
- Gracias por tu trabajo.
- “Es un placer.
Toma cortó la comunicación al entrar al estacionamiento. Suspiró antes de salir del vehículo. Con pasos presurosos, salió del mismo y se dirigió a la empresa. Era imposible equivocarse al ver el enorme cartel que se elevaba al lado de la edificación. Entró, dedicándole una reverencia al guardia, quien lo imitó.
Una familiar figura femenina lo observó desde el costado de la recepción.
- Llevaré estos documentos arriba  – Le dijo la muchacha a una de las recepcionistas.
- ¡Oh! Gracias, Maki-chan. ¿Sabes? Creo que no puedo hacer tantas cosas a la vez.
La aludida le sonrió y siguió los pasos de Toma, encontrándoselo frente al ascensor. Cuando el muchacho la miró, le dedicó una reverencia, imitando su acto la muchacha, luego.
Las puertas del ascensor se abrieron y sólo ambos entraron. El silencio estaba siendo invadido por una molesta melodía proveniente de los parlantes del mismo.
- “Listo”, oyó Maki, la voz de Tomohisa provenir de uno de sus aretes.
- Muy bien – Dijo la muchacha, antes de entregarle a Toma un maletín que descansaba entre los papeles que se supone debía entregar, sumado a unos documentos y sus correspondientes identificaciones -. Ha estado hablando con Yokoyama Yuu-san para ingresar a la empresa.
- ¿En qué me destaco?
- En el área gráfica. Manejo de diseño editorial. Ha trabajo para una importante revista de los Estados Unidos.
- Ahjá – No quitó la vista del visor que le marcaba la llegada a su piso.
- Trátelo lo más normal posible.
- Odio cuando Yamapi hace eso – Aquel comentario había quebrado con su nerviosismo, pero el mismo regresó al pronunciar la siguiente pregunta -. ¿Y Erika?
- Eri pertenece al sector de Recursos humanos y, al mismo tiempo, recibe llamadas por parte de los telemarketers.
Toma posó una expresión de sorpresa sobre Maki, que ni se inmutó.
- Erika… ¿Puede hacer eso…?
- Es buena actriz, además, es la única forma en que Yamashita-san puede hablar con ella sin levantar sospechas.
- “Dile a Toma que deje de halagarme, están por llegar.
- Ok. La sala de reuniones está yendo derecho por el pasillo que verá al salir – Dijo la morocha, acomodando los documentos encima suyo -. Ya llegamos - El ascensor se abrió, saliendo ambos rápidamente del mismo – Suerte – Le susurró, pasando al lado suyo.
Como si no hubiera oído nada, Toma se encaminó a la sala, golpeando dos  veces la puerta de entrada para abrirla luego.
- Lamento haber llegado tarde – Se excusó.
- ¿Tú eres…? – Preguntó una de las casi veinte personas en torno a la mesa rectangular, pero fue un hombre que pisaba los treinta el que se levantó, mientras la mirada de Erika, quien estaba haciendo una exposición, se posaba sobre él sin expresión aparente.
- ¿Ikuta-kun?
- Sí, Usted es… Yokoyama-san, ¿no?
Una sonrisa se dibujó en el rostro del aludido, quien asintió con la cabeza.
- Sí, siéntate por favor. Toda-san nos estaba hablando acerca de la incorporación de nuevo personal en estos momentos. Tegoshi-kun, ¿puedes darle una carpeta?
- Sí, Señor.
Sus ojos se posaron sobre el aludido. Tegoshi Yuya… Su cabello estaba teñido de un deslumbrante color dorado… De un dorado muy parecido al que había visto en su sueño, el mismo dorado que aparecía en forma recurrente en su sueño, junto a un brillante rojo carmesí. La voz del muchacho llamándolo lo sacó de sus pensamientos. Sus ojos lo miraban directamente. Toma sentía que en esa mirada estaba leyéndole el alma.
- Perdón – Susurró, desviando su vista mientras agarraba los documentos y hundía, o intentaba hundir sus pensamientos en él.

Su vista estaba clavada en el cielo, mientras por su cabeza pasaban mil y un pensamientos diferentes.
- Te gusta ese chico, te gusta ese chico – Dijo Erika mientras buscaba su cintura con las yemas de sus dedos para hacerle cosquillas, logrando sólo que Toma se quejara, corriendo a un lado para que lo dejara.
- Basta – Pidió, sonriendo -. No sé a qué te refieres.
- A ese tal Tegoshi – Dijo, sentándose en el barandal de la terraza como si fuera lo más normal del mundo.
- Realmente no sé a qué te refieres.
- Toma – El aludido la miró -. ¿Cuántos años nos llevamos?
- ¡Uff! He perdido la cuenta.
- Por eso mismo, a mí no me engañas.
- Bájate de ahí, Eri – Pidió Maki, saliendo al lugar. La aludida la miró con una alegre sonrisa e hizo caso a sus palabras.
- ¿Qué conseguiste, Maki? – Preguntó el muchacho, girándose para mirarla.
- Se crió en Kanagawa y vino a Tokio a la edad de dos años. Su madre murió en un accidente y lo crió una familia amiga.
- ¿Pareja? – Preguntó Erika con una sonrisa.
- No actualmente.
- Tienes el campo libre, Toma – Dijo la mujer, codeándolo.
- Ya basta – Dijo el aludido, alejándose unos pasos de ella -. ¿Algo más?
- Nada relevante. Es un muchacho normal. Ah…
- ¿Ah? – Toma la miró.
- Se rumorea que va a publicar un libro con otra editorial.
- ¿Por qué no aquí? – Preguntó Erika.
- No les gusta la temática.
- ¿De qué se trata?
- Vampiros.
Los ojos de los presentes se clavaron en Maki.
- ¿Cuál es la editorial?
- Hachi.
- ¿Qué? – Preguntó el muchacho, segundos más tarde, tragando en seco.
- ¿Eso es relevante?
- Hachi significa ocho en japonés, Maki – Respondió Erika.
- Lo sé, soy japonesa – Dijo la muchacha.
- Hachi es el nombre del grupo de los ocho vampiros más poderosos que existieron desde épocas inmemoriales.
- Ah, yo… No lo sabía, perdón…
- No tienes que pedir disculpas – Le dijo Toma, pasando a su lado y sumergiendo su mano entre sus cabellos para acariciar su cabeza -. Gracias por la información, Maki.
- De nada, señor.
Toma entró al edificio. Maki se acercó a Erika y observó el cielo a su lado.
- Es raro que te prestes a estas cosas – Destacó la pelilarga, con una sonrisa.
- Es porque tú estás aquí – Dijo la aludida, mirando para otro lado.
Erika sonrió y bajó del barandal para agarrar su cintura y buscar su rostro.
- Mírame…
- No.
- ¿Por qué?
- Porque me vas a ver sonrojada.
Finalmente Erika pudo ver el rostro de Maki siendo el rojo de sus mejillas interrumpido por el juego que el viento tenía con sus cabellos.
- Estás hermosa sonrojada – Le dijo la mujer antes de besar suavemente sus labios.

La jornada laboral llegó a su fin y en la mente de Toma aparecía el nombre de Yuya sin descanso. Cuando pudo dar con él, la puerta del ascensor se estaba cerrando por lo que hizo una rápida carrera por las escaleras, llegando al último piso tragando aire a bocanadas.
Lo persiguió hasta la salida, hallándolo en la acera saludando a sus compañeros de trabajo.
- ¡Tegoshi!
- ¿Toma? ¿Eres tú?
Aquella voz hizo que la piel de Toma se erizara. Yuya lo miro, siendo él alertado por su voz, pero el morocho se giró para ver a la persona que lo había reconocido.

- Carajo – Dijo Tomohisa, tecleando en forma rápida desde su habitual sector de trabajo, mientras Keiichiro le entregaba una taza de café, con Shigeaki a sus espaldas.
- ¿Sucede algo malo? – Preguntó el muchacho nuevo.
- Ese chico fue un antiguo compañero de trabajo de Toma – Dijo Keiichiro, abrazando la bandeja donde antes descansaba la taza que ahora temblaba lentamente debido a los golpes que Tomohisa le daba al teclado -. Yamapi tiene un duro trabajo borrando y renovando información en cada una de las misiones.
- ¿Y por qué no cambia los nombres?
- Tampoco quieras complicarme la existencia – Dijo Tomohisa, quien hacía escasos segundos parecía ausente -. Erika, ¿dónde estás?
- “¿Qué sucede?
- Tenemos un problema…

- ¡Toma! Sabía que eras tú - Era Jin, encargado del reparto de comidas rápidas de un local bastante lejos de allí. Toma lo agarró de un brazo y lo alejó, al menos de Yuya -. Oye, ¿qué te pasa?
- N… Nada, ¿cómo estás? Tanto tiempo – Se notaba el nerviosismo, pero esperó que aquel sujeto fuera lo suficientemente estúpido como para no darse cuenta de ello.
- Bien, ¿y tú? ¿Qué haces con estas ropas? Estás desaparecido de la faz de la Tierra, vamos a casa a tomar unas cervezas.
Una garrapata, eso sería Jin si no se lo sacaba de encima. Dejando de lado todo lo planeado para Yuya, Toma suspiró y decidió seguir a Jin hasta su casa.
En el lugar hablaron de cosas triviales. Si hubiera sido actor, Toma hubiera ganado sin lugar a dudas el premio Oscar, la espontaneidad con la que mencionaba situaciones ficticias dejó sin palabras a Shigeaki, que lo escuchaba al otro lado, junto a Keiichiro y Tomohisa.
Era entrada la madrugada cuando Jin cayó dormido en el sofá. Toma estaba sentado en el suelo hasta que se levantó y llamó la atención de su amigo.
- Jin – Lo meció -. Jin, ¿me oyes?
No recibió respuesta, por lo que agarró sus cosas y se fue.
En cambio, fue el timbre, tiempo más tarde, lo que lo despertó. Sin saber el paradero de Toma, es más, sin saber siquiera porque habían dos platos de comida sobre la mesa, se levantó y atendió la puerta. Sus ojos casi salen de sus órbitas, al ver a una mujer de cabello azabache un poco más debajo de los hombros, vestida con un sobretodo.
- Buenas noches, ¿habitación 303?
- Sí… ¿Tú eres…?
- Vine por un llamado – Dijo la aludida, entrando sin permiso alguno. Jin cerró la puerta y la miró, hallando aquel sobretodo oscuro en el suelo y a una majestuosa silueta vestida con ropa interior negra de encaje y unas medias sostenidas con portaligas que lo dejó sin habla -. Erika, encantada – Dijo la mujer, dedicándole una reverencia con una macabra sonrisa dibujada en el rostro. Se relamió sus labios carmesí antes de besarlo y llevarlo hasta el sofá, tirando varias cosas en el proceso. Lo acostó boca abajo sobre el mismo y se colocó a horcajadas de él para empezar a hacerle masajes -. Umm… Parece que estás contracturado, lindo – Susurró la mujer, mientras con una mano sacaba varias finas y casi invisibles agujas de un pequeño estuche detrás de su pierna para clavarlas sobre la espalda desnuda de Jin, dejándolo inconsciente -. Listo.
- “No lo mataste, ¿verdad?”, preguntó del otro lado, Toma.
- Claro que no – Dijo Erika, sacando las agujas de su espalda y guardándolas en su lugar -. Me estoy encargando de tus problemas, que es diferente. Ay, estos Van Helsing… Son todos iguales, no importa la época – Se acercó a la puerta, previa puesta de sobretodo antes de salir del lugar.

- Tiene razón – Dijo Tomohisa, girando su asiento para mirar a Toma.
- Cállate – Dijo Toma, sonriendo y dirigiéndose a su habitación -. Hasta mañana.
Su habitación era bastante común. A unos cuantos pasos de la puerta de entrada, estaba el baño. En medio de la enorme ventana, estaba su cama de dos plazas; al lado de esta, un enorme armario que si bien no aparentaba ser demasiado grande, eso era porque estaba cerrado. Al lado del mismo, frente a la puerta del baño, se erguía un estante con libros y fotografías varias. Toma se acercó al mismo y agarró uno de los portarretratos.
- Toma – Keiichiro llamó su atención, obligándolo a dejar aquella fotografía en su lugar. El muchacho entró con una taza de té la cual Toma agarró.
- ¿Qué es?
- Para que te calmes – Dijo el aludido, provocando su sonrisa.
- Gracias – Bebió un sorbo y junto al recién llegado, miró la fotografía -. Pareces un sirviente.
- No digas eso, sin mí no podrías vivir.
- Yo no, Erika en todo caso.
- ¡Ah! Es verdad, su vacuna – Dijo el aludido, volviendo sobre sus pasos, pero se detuvo al llegar al umbral -. ¿Toma?
- ¿Sí?
- Ya la vas a encontrar – Le dijo, con una sonrisa antes de regresar a su laboratorio, donde halló a Erika, Maki y Shigeaki -. Perdón.
- Está bien, fuiste a hacer letra con el jefe – Dijo Erika, sentada sobre una de las largas mesas del blanco lugar.
- Lo siento – Se sonrojó Keiichiro, acercándose al enorme estante con miles de medicamentos, remedios y derivados de los cuales él solo entendía el nombre y sus componentes para sacar uno y colocar un poco dentro de una jeringa -. ¿Cómo te sentiste el día de hoy?
- Más como un humano – Le dijo, mientras le entregaba su brazo derecho.
- ¿Qué hace eso? – Preguntó Shigeaki, dejando de lado los libros en los que estaba sumergido y acercándose a ellos.
- Hacerla más humana – Dijo Keiichiro.
- Podría decirse que altera su cerebro para que la luz del sol no la afecte – Respondió Maki.
- Eso parece sangre – Dijo el morocho, mientras el contenido de la jeringa entraba al organismo de Erika.
- Es sangre – Dijo la muchacha. Shigeaki la miró, hallando una mirada carmesí que lo hizo chocar contra la mesada que estaba frente a aquella, generando la risa en Erika -. ¡Vamos…! ¿Es que nadie te lo había dicho? Soy una vampiresa, y de las mejores.
- Vam… ¿Vampiresa? P… Pero…
- Se unió a este grupo hace muchas décadas – Respondió Keiichiro, retirando la jeringa.
- Hace siglos, diría yo – Dijo la aludida, bajándose de la mesada, siendo ayudada por Maki al trastabillar con su pie.
- ¿Está bien? – Preguntó Shigeaki, no del todo convencido.
- Tranquilo, no voy a comerte – Dijo Erika -. No eres de mi tipo.
- Que descanses – Dijo Keiichiro, antes de que ambas se retiraran. Se acercó a Shigeaki, a quien le extendió la mano para que se pusiera de pie -. Esa sangre es lo que impide que Erika tenga deseos de sangre humana, Shige, no tienes por qué preocuparte. ¿Terminaste tus deberes?
- Eh… No – Dijo el aludido, de pie, con la cabeza gacha.
- ¿Qué tema es?
- Historia.
- Oh… Erika es buena en eso, debiste haberle preguntado a ella.
- Gracioso.
El muchacho rió.
- Está bien, te ayudaré yo, aunque te advierto que no sé mucho.

El Lamborghini murciélago se detuvo frente a aquella casa. Era temprano en la mañana, pero sabía que la hallaría despierta. Entró a la casa, como siempre hacía, hallándola en el pequeño jardín que se elevaba frente a la puerta.
- Bienvenido, Toma – Le dijo.
- Buenos días, neesan.
- ¿Qué te trae por aquí?
- Desde hace unos días que tengo el mismo sueño.
- ¿De qué se trata?
- En el bosque yo persigo a alguien y esa persona me termina matando.
- ¿Cómo es esa persona? – Sus manos, buscaban darle agua a una planta, con una regadera.
- Es rubia, de cabello largo…
- Ya veo – La mujer dejó la regadera y se levantó -. Tú tienes sueños recurrentes cuando algo está por suceder.
- Lo sé, pero no entiendo el significado de eso.
Asami entró a la casa, seguida por Toma.
- No intentes buscarle el sentido a los sueños. No los tienen, al menos, no del modo en que tú los buscas. También existe la posibilidad de que sea el producto de tus deseos - Bufando, molesto, su oyente se sentó sobre la silla, agarrándose la cabeza con ambas manos. Asami sonrió y se le acercó -. Se te hace tarde para ir al trabajo.
- ¿Q…? ¿Có…? – Toma la miró, con los ojos desorbitados.
- Maki-chan la que me lo dijo.
- Ahhh… Maki…
- Estuvo aquí ayer, me contó de su misión.
- Sí, así es.
- Me gustaría conocer a ese muchacho que mencionó.
- No – Dijo Toma, terminante, mirándola seriamente -. No pienso ponerte en peligro.
Asami sonrió.
- Cualquiera sea mi destino, mi deber es aceptarlo, al igual que el tuyo.
- Te equivocas. Yo soy el que no tengo elección. Yo soy el que debe cargar con la cruz de mis antepasados.
- No digas eso. Tu deber es salvar vidas.
- Yo no tengo derecho a enamorarme – Volvió a caer en la depresión, agarrándose la cabeza, generando una melodiosa sonrisa en la mujer.
- Toma, cuando te enamores, no le busques la vuelta, sólo enamórate – Los ojos del muchacho se clavaron en Asami, era demasiado temprano para resolver acertijos.
- ¡Ah! - Su oyente rió sonoramente, antes de adentrarse más en la casa con pasos lentos -. ¡Sabes algo! ¡Sabes algo, lo sé! ¡Asami!
- No te diré nada. Sabes que todo lo que veo no son cosas precisas. Dependiendo del curso de las cosas pueden suceder o no.
- ¡Pero…! – Suspiró -. Al menos, dime, ¿voy a verla?
- Está más cerca de lo que te imaginas.

¿Cuántas mujeres hay exactamente en esa empresa?
Esa pregunta rondaba la cabeza de Toma mientras se dirigía al ascensor. Bostezó, esperando a que el maldito aparato bajara de una vez.
- ¿Dormiste mal? – Una voz familiar lo sacó de sus pensamientos, haciéndolo girar la cabeza -. Buenos días.
Era Yuya, quien le dedicó una radiante sonrisa.
- Buenos días. Sí… Algo así…
El ascensor abrió sus puertas, dejándole el paso sólo a aquellas dos personas.
- Si hay algo que quieras saber del manejo de la parte gráfica o de lo que sea, puedes decirme - Dijo el rubio, siendo interrumpido por la detención del ascensor -. ¿Qué sucedió?
- No lo sé – Dijo Toma, oprimiendo los botones de los pisos, hallándose con que era lo mismo no apretarlos.
Yuya tragó en seco. Cuando Toma volvió su vista a él, lo vio desanudándose la corbata y desprendiéndose varios botones de su camisa, ventilándose desesperadamente con su portafolio.
- “A los ocupantes de los ascensores: la luz ha sido cortada por la empresa por problemas con el sistema de seguridad, este problema se solucionará en breve. Disculpen la molestia. Reiteramos…
- Esto no es bueno – Dijo Yuya, con la respiración agitada.
- ¿Estás bien?
- Tengo miedo… al encierro…
- ¿Tienes… claustrofobia? – Preguntó el morocho, arrodillándose a su lado, usando su propio portafolio para darle más aire.
- S… Sí – Respondió el aludido como pudo.
Yuya sentía que el tiempo pasaba demasiado lento, aunque la realidad sea que pasaba del mismo modo en que venía haciéndolo. El sudor salía de cada poro de su cuerpo. Toma estaba desesperado, sin saber qué hacer. El sonido por los altos parlantes se distorsionaba cada tanto.
- “Dale respiración boca a boca”, dijo Maki, por el audífono, ocasionando una carcajada nerviosa por parte de Toma.
- ¿Qué… su… cede…?
No faltaba demasiado para que perdiera la conciencia, Toma lo notaba. Negó, forzando una sonrisa.  Suspiró y se levantó repentinamente. Golpeó las puertas del ascensor, pero no obtuvo respuesta. Apoyó su espalda contra las mismas, mirando a Yuya, sin saber qué hacer, empezando a sentir él también el poder del encierro. A diferencia de Yuya, él estaba desesperado.
Lo vio indefenso, mientras oía cómo la voz de Tomohisa preguntándole por su estado se alejaba poco a poco.
Bufó y se arrodilló entre las piernas abiertas de Yuya, levantándole el mentón. Lejos estaba el rubio de tener la fuerza suficiente para alejarlo, por lo que la mano que había levantado para ello, quedó en la unión de su brazo con el antebrazo. Toma sentía la leve respiración del rubio golpeando contra su rostro, mientras que en sus ojos veía la desesperación por tomar el aire que él estaba por entregarle. Sus labios se unieron y Toma le entregó a Yuya todo el aire que tenía.

3 comentarios:

  1. Sigoooooooooooo... quiero saber máaaaaas!!!

    me mató la escena en el ascensorrrrrr ♥

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    Respuestas
    1. JOJOJOJOJO, las veces que te habrás leído este episodio :v
      Igual, creo que a una persona que no tiene claustrofobia, le agarraría una con Toma al lado en una ascensor xD

      Gracias por leer, neechan ^u^

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    2. jajajajajaj ¬¬ que graciosa.
      SÍ, ese PÁRRAFO en particular me lo leí 45454154158878451 veces :P

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