Título: Hanamuke
Pairing: Akanishi Jin x Tegoshi Yuya; Ikuta Toma x Tegoshi Yuya.
Capítulo: 04/ 05
Cantidad de palabras: 4235
Resumen: A sólo dos días de Navidad, pasa de todo: Yuya tiene una recaída y debe encontrar una solución a sus sentimientos por Jin. Todo eso... Si su propio cuerpo se lo permite...
Capítulo 04: Regalo de Navidad
Faltaban sólo dos días para Navidad. Apoyó su cabeza
contra su propia mano mientras admiraba la blanca nieve cayendo fuera. Suspiró.
Las palabras de Yuya seguían rondando en su mente. Al girar su cabeza al lado
contrario a la ventana, lo vio regresar con una bandeja con dos tazas de cappuccino encima con una pequeña bolsa
de la cual salía un poco de humo.
Se sentó en frente suyo y lo miró. El rubio y cualquier
otro que lo mirara podía notar a la legua su expresión de preocupación.
- ¿Quieres que vayamos al parque?
- ¿Mhh? ¿Por qué? ¿Te sientes mal?
- No, pero tu cara de preocupación asusta un poco. Vamos.
Llegaron en silencio al parque, el cual, se hallaba
vacío. Yuya se sentó en una de las hamacas, después de dejar las dos tazas
térmicas al lado suyo, junto con la pequeña bolsa con el acompañamiento, ahora
cerrada. Se hamacó un poco y volvió su vista a Jin, que estaba a sus espaldas.
- ¿Vas a sentarte?
- ¿Estás bien? – Le preguntó, dirigiéndose frente a él.
- Sí, lo estoy – Respondió. Apoyó su cabeza contra su
mano, la cual agarraba las cadenas de la hamaca -. Jin… Cálmate… Estoy bien. El
hecho de que te haya contado lo que me sucede, no quiere decir que me esté por
morir… hoy - El morocho suspiró y se sentó en la hamaca al lado de los cafés,
molesto. Yuya sonrió -. Lo siento. Si sabía que ibas a ponerte así, no te
hubiera dicho nada.
- No fue tu culpa – Le dijo el aludido -. Pero…, hay algo
que no me cierra… Si tu madre y Toma son médicos, ¿cómo ellos…?
- Llegamos a un acuerdo los tres… Bueno… Los cuatro –
Dijo, sonriendo, hamacándose suavemente -. Tú sabes que mi madre al ser
doctora, estaba todo el tiempo metiendo las narices en las cosas que nos
sucedían si íbamos al hospital.
- Lo sé.
- Cuando ocurrió ese accidente que te mencioné ayer, le
dije que ella sería mi madre tanto en mi casa como en su lugar de trabajo, que no
se metiera en mi vida clínica como doctora. Ella lo aceptó, pero ya sabes, si
te accidentas en casa, ella será la primera en ayudarte – Dijo, con una sonrisa
-. Y lo mismo sucedió con Toma. Le hablé al respeto y estuvo de acuerdo en eso.
Jin – El aludido lo miró, chocando directamente con sus ojos café -…, ¿puedes
prometerme que… no vas a irte otra vez? - Su mirada expresaba tanta soledad.
Algo contradictorio teniendo en cuenta que, por el contrario, estaba rodeado de
gente que lo amaba. Sabía que si se levantaba y lo abrazaba, iba a molestarlo,
así que atinó a asentir con la cabeza, muy a su pesar -. Sé que será duro para
ti, pero… gracias.
Sus palabras le dolían, toda esa dulzura que Yuya
desprendía, le dolía demasiado, pero al mismo tiempo le gustaba que lo tratara
de esa forma. Era cierto que al haberle dicho acerca de su enfermedad, muchas
cosas habían quedado claras en su mente, y del mismo modo sabía que él sería su
respaldo al respecto.
Desayunaron allí sentados, sin nadie que los molestara,
ni siquiera el viento y mucho menos la nieve.
- ¿Cómo está tu madre? – Le preguntó Yuya, comiendo un
poco de pan saborizado.
- Estable, aunque tiene sus recaídas.
- Ya veo.
- Yuya…
- ¿Sí? – Lo miró.
- ¿No tienes pérdida de cabello?
- No… Creo que… Ya debería perderlo, ¿no? – Preguntó, con
una media sonrisa -. Es que… Estamos usando un cóctel de drogas con el Dr.
Takizawa. Tiene un cincuenta por ciento de efectividad, por lo que lo único que
podemos hacer es usarlo y ver los resultados.
- ¿Cincuenta por ciento de qué?
- Puede que retrase un poco el avance de la enfermedad o,
todo lo contrario, que la haga evolucionar con rapidez.
- P… Pero…
- No quiero que mi familia se preocupe, te lo dije.
Además, por suerte nunca he chocado con drogas con las que haya tenido efectos
secundarios de importancia. Pero, aunque con Toma y mi madre hayamos llegado a
ese acuerdo… Sigo siendo su pareja e hijo, respectivamente. En el plano laboral
pueden no preocuparse por mí, pero, afectivamente sí lo hacen. Tú lo oíste del
propio Toma.
- Sí, lo sé…
- Tai me dijo hoy lo que sucedió entre ustedes. Lo
siento.
- ¿Por qué?
- Toma nos oyó hablando a Massu… y a mí…
- Está bien que te cele, es tu pareja después de todo.
El rubio asintió, tomando un sorbo de café. Recibió una
llamada al celular.
- Es Tai – Le dijo a Jin, antes de atender la llamada -.
¿Sucede algo?
- “Niisan, ¿quieres
venir a desayunar con nosotros?”
- ¿Con nosotros? ¿Dónde estás? Ahora estoy desayunando
con Jin…
- “Lo sé, Massu me
lo dijo. Toma pasó por el mercado y vinimos hasta aquí. Vengan.”
- Massu va a hacerme trabajar, lo sé.
- “Dice que no lo
hará, que vengas.”
- Está bien, está bien – Respondió Yuya, con una sonrisa,
antes de cortar la llamada -. Perdón por eso, cuando a Massu o a Tai se les
mete algo en la cabeza…
- No, está bien – Dijo Jin, levantándose y juntando las
cosas.
- ¡Ah! De paso, me gustaría pasar por un lugar.
Ambos regresaron por el mismo camino por el que llegaron
al parque. Yuya detuvo sus pasos y acercó su rostro a la vidriera de una
joyería.
- ¿Sucede algo? – Preguntó el morocho.
- No, nada – Respondió el rubio, suspirando, volviendo a
caminar.
Estaban a una cuadra de la cafetería, por lo que a
alrededor de los últimos pasos que daban hacia el lugar, el entorno se estaban
volviendo más vívido. Esperaron a que el semáforo marcara verde para seguir
andando.
- Ikuta está viniendo, le surgió algo en el trabajo –
Avisó Takahisa desde la otra acerca, generando la sonrisa en su oyente. Jin
llegó primero a la acera y se giró para ver a Yuya que seguía caminando a paso
lento -. ¡Ah! ¡Ahí está! – Exclamó, señalando a la acerca que estaba en
diagonal a esa.
Yuya detuvo su andar en mitad de camino. No venía ningún
auto, pero al mismo tiempo no había motivo aparente para que se detuviera.
Levantó la vista buscando algo, sintiendo cómo un par de lágrimas agolpaban sus
ojos sin llegar a derramarse.
- ¿Yuya? – Lo llamó Jin.
- No… puedo ver – Susurró para sí, extendiendo apenas su
mano, buscando a quien se supone estaría al lado suyo. Toma miraba sus acciones
desde la otra esquina sin entender nada. Sólo Jin lo sabía o, al menos, eso
creía.
Aquella mano que buscaba alguien, tras largar un quejido,
fue posada sobre un nuca, apretándola, como si algo de doliera. Se oyó un grito
de dolor, al mismo tiempo que, ya sin poder aguantar el mismo, lloró
desesperadamente, arrodillado en el suelo.
Tanto Jin como Toma, se acercaron a él. Desesperado,
llamando a su pareja, Yuya se aferró a la persona que sintió que estaba frente
a él, sin despegar la vista del suelo cuando, en realidad era Jin quien estaba
frente a él.
Se despertó bruscamente, hallándose en la misma
habitación de hospital que el día anterior.
- ¿Cómo te sientes?
- B… Bien… - Dijo el muchacho, mientras Hideaki se le
acercaba para poder examinar sus pupilas.
- Tuviste una recaída.
- Lo siento…
- ¿No va siendo hora de que hables con ellos,
Tegoshi-kun? - Sin responder, desvió su vista al suero que descansaba a su
lado, con la aguja clavada en él -. Más que un calmante, no puedo darte y lo
sabes…
- Un poco más – Susurró, sin mirarlo -… Sólo un poco más.
El mayor negó con la cabeza y suspiró, acariciando apenas
sus cabellos.
- Están desesperados allí afuera – Dijo -. Voy a hacerlos
pasar, ¿de acuerdo?
Dirigió sus pasos hacia la puerta, pero fue llamado por
su paciente.
- Doctor…
- Lo sé, lo sé. Tienes anemia – Susurró, antes de abrir
la puerta y salir de la habitación, ocasionando que los presentes que se
hallaban sentados frente a la misma, se levantaran -. De a dos, pueden pasar.
- ¿Está consciente? – Preguntó Toma.
- Sí, despertó no hace mucho.
Nana suspiró.
- Entonces - Dijo Taiga, mirando a las personas que lo
rodeaban y tomando la mano de Jin -…, vamos Jin-niisan.
- Eh… Ah – Gesticuló Jin, pero poco pudo negarse ya que
estaba siendo arrastrado por el menor.
Al entrar, Hideaki cerró la puerta a su paso, dejándolos
solos. Taiga se abalanzó a su hermano, quien acarició su cabeza con su mano,
dedicándole una media sonrisa.
- ¿Cómo estás? – Preguntó Jin.
- Bien – Susurró apenas Yuya -. Algo dormido todavía.
- Sí, se te nota.
- Niisan, ¿qué
te dijo el médico? – Preguntó su hermano menor.
- Anemia, lo mismo de la otra vez – Jin se lo quedó
mirando, sabía que era mentira.
- Niisan, debes
comer bien. Le diré a mamá que me deje preparado todo para hacerte yo mismo la
comida cuando ella no está – Se quejó el morocho, ocasionando una sonrisa
tierna en el rubio.
- Gracias, Tai – Susurró.
- Viendo que estás bien, dejo que entre tu mamá o Toma –
Le dijo.
- Ah… Espera, Jin- niisan.
Voy contigo – Dijo Taiga, pero antes de irse, le dio un suave beso a Yuya en la
frente -. Cuídate.
El rubio asintió con la cabeza, con la poca fuerza que
tenía. Intentó girar apenas la cabeza, pero el mínimo acto, le dolía.
Jin y Taiga salieron y miraron a las personas frente a
ellos.
- Taka-chan, Toma, vayan – Dijo Nana. Al ver los rostros
de las personas que salieron sumado a su instinto maternal, sabía que Yuya
estaba bien.
Ambos muchachos asintieron y entraron.
- ¡Ah! Jin, ¿me esperas antes de regresar? – Le preguntó
el pelirrojo.
- Claro – Le respondió el muchacho.
Takahisa dejó entrar primero a Toma, encargándose él de
cerrar la puerta. Al volver su vista, halló al morocho ya al lado de su pareja,
besándolo suavemente en los labios. Yuya le respondió con una sonrisa.
- ¿Cómo estás? – Le susurró a modo de secreto, mientras
acariciaba una de sus mejillas.
- Bien – Respondió, agarrando aquella mano para poder
besarla.
- Oigan, me siento pintado aquí – Dijo Takahisa,
acercándose a Yuya.
La pareja sonrió. Yuya sintió una puntada al girar la
cabeza, como había sucedido antes, pero pudo soportarlo lo suficiente como para
no demostrar dolor. Le sonrió débilmente a su amigo, sintiendo cómo el sueño le
estaba ganando de a poco.
- Massu…
- ¿Por qué no descansas? – Le pidió el pelirrojo -. Se te
ve cansado.
- Puede ser – Dijo el aludido.
- ¿Quieres ir yendo? – Le preguntó Toma -. Yo me quedo
con él un rato más.
- Sutilmente me estás diciendo que me vaya, ¿verdad? -
Yuya rió -. Está bien, está bien. Los dejo solos. Tegoshi, que te mejores.
- Gracias.
Al salir Takahisa, Jin y Taiga lo acompañaron a su lugar
de trabajo.
- Tengo hambre – Se quejó el menor, no muy lejos de la
cafetería.
- ¿Por qué no vas corriendo y le dices a Mai-chan que te
prepare algo? – Lo incitó Takahisa.
- ¿Puedo?
- Claro que sí – Le dijo el aludido, por lo que el menor
se largó a correr en el camino que restaba hacia el negocio.
- Nadie puede negarse a esa expresión en sus ojos, ¿no? –
Bromeó el pelirrojo, mirando a su acompañante -. Oye, Jin…
- ¿Sí?
- Sabes que Tegoshi ama a Ikuta, ¿no?
- Sabía que por algo querías que volviéramos juntos.
- Lo siento, pero realmente, no tenía otra manera de
hablar tranquilo contigo.
- Lo sé, él me lo dijo.
- Tegoshi… Ha cambiado mucho… Desde que Ikuta llegó a su
vida. Tú tienes una familia que te espera, tienes un lugar al cual regresar.
Ikuta decidió entre su vida y estar junto a Tegoshi. Y ya sabes la decisión.
Así que por favor, aunque suene egoísta, aunque vaya en contra de tus planes…
¿Qué haces?
Al girar su cabeza, vio a Jin husmeando en la vidriera de
una joyería, tal y como Yuya lo había hecho.
- Yuya… Estaba mirando algo aquí…
- ¿Te lo dijo? – La mirada del morocho le dio la
respuesta -. Tegoshi quiere comprometerse con Ikuta – Jin parpadeó varias veces
-. Está juntando el dinero para los anillos que quiere, el dueño de la joyería
le dijo que se lo guardaría, pero que si alguien llegaba a ofertar más por el
par, se los llevaría. Cada vez que pasamos por aquí, se fija si está su par de
anillos – Dijo, con una sonrisa -. ¿Ves? Hasta ese nivel llega su amor por él.
Toma salió de la habitación de Yuya, para darle paso a su
madre, finalmente.
En el pasillo, quedaron sólo Hideaki y él.
- ¿Cuánto tiempo más va a estar aquí?
- Tranquilo, pienso devolvértelo para Navidad – Le dijo,
metiendo sus manos dentro de los bolsillos de su delantal y dándole la cara al
cielo visible a través de las ventanas.
- ¿Qué tiene? – Se acercó a él, inspeccionándolo con la
mirada.
- Anemia.
- ¿Seguro?
- Por supuesto que sí – Lo miró, con una sonrisa -.
¿Juzgas mis diagnósticos? Eso no está bien.
- Lo siento mucho.
- Me retiro.
La reputación de Hideaki como médico era intachable. Si
bien había querido ser médico clínico, aún teniendo varios posgrados de
Medicina, también era el hijo del director del hospital y como tal, se le debía
respeto. Agradeció serlo, al menos en ese momento. De no haber sido así, la
farsa de Yuya había sido descubierta hacía ya mucho tiempo. Suspiró, pensando en
cuánto tiempo más podría el cuerpo del rubio aguantar otra recaída.
Apenas regresaron a la casa, fue dejado por Taiga entre
las góndolas del mercado. Sin ningún superior en el lugar, se había vuelto un
caos.
El mayor quiso prestarle su ayuda, pero el morocho se
negó, enviándolo directo a su casa, orden que Jin siguió al pie de la letra.
Al subir, se tiró en su cama y miró el techo. En medio de
su paisaje, apareció aquel anillo con el que hacía doce años habían hecho una
promesa con Yuya. No la rompió, él lo sabía. Sabía que el motivo de su no
cumplimiento había sido su enfermedad. Se preguntaba qué hubiera sucedido si no
se hubiera ido, si Yuya hubiera conocido a Toma en algún momento y si lo habría
abandonado.
- ¿Cómo era nuestro amor…, Yuya…? – Susurró, quedándose
dormido.
Era mediodía, por lo que decidió subir para hacer el
almuerzo. Eran dos personas, pero a él le agradaba la cocina, había aprendido
de su madre a preparar exquisitos platos, llegando a superarla en varios
aspectos, según propias palabras de Takahisa, y si él lo decía, era casi
palabra santa.
Al llegar, no oyó sonido alguno, por lo que se preocupó.
Sigilosamente llegó a su cuarto y lo encontró dormido. Sonrió, entrando sin
hacer ruido. Se arrodilló al lado de la cama y lo miró un largo rato. No
recordaba que era tan atractivo. Miró sus labios, rozándolos apenas con las
yemas de sus dedos. Su boca se abrió, intentando decir algo en sueños.
- Yuya…
Frunció sus labios. No esperaba que dijera su nombre,
pero al menos no ese. Se levantó y volvió
a la cocina para preparar el almuerzo. En ese momento recordó que el momento en
que mejor le salía la comida era cuando estaba enojado por algo.
Toma regresó a su casa con Yuya. Si bien era un solo
ambiente, era bastante acogedor.
El morocho sentó a su pareja en el sillón y se acercó a
la heladera para sacar algo de agua, la cual se la acercó a Yuya, tras haber
vertido su contenido en un vaso.
- Gracias – Le dijo el muchacho, con renovadas energías,
generando una sonrisa en su pareja.
- De nada, lindo. ¿Qué quieres comer?
- Sabes que me va a gustar cualquier cosa que tú cocines.
- No sé cómo deba tomar eso – Dijo el muchacho,
examinando el contenido de sus alacenas, siendo observado por Yuya.
- Voy al baño.
El rubio se levantó y se dirigió al cuarto de baño. Se
miró al espejo y abrió la canilla para dejar correr el agua y poder mojarse el
rostro con ella. Volvió a sentir una fuerte punzada en la nuca. Atinó a
mojársela con agua fría, como si eso pudiera llegar a calmar de alguna manera
el dolor o, al menos, que le diera a su mente la fortaleza suficiente como para
creer que lo hacía.
Pasó la cena, la limpieza de las cosas utilizadas y no
tardaron mucho en irse a dormir. Yuya jugaba con el cabello de Toma, ambos
acostados en el sofá cama del mayor.
- Yuya…
- ¿Sí?
- ¿Está bien?
- ¿Qué cosa?
Suspiró, aunque no estaba seguro de decirlo, el reciente
acercamiento de Jin a su pareja, hizo que los celos empezaran a crecer en él.
- Lo… nuestro – Los ojos de Yuya se abrieron como platos,
aunque albergaba miles de preguntas, Toma interrumpió a todas ellas -… No estoy
diciendo que nos separemos ni nada de eso – Volvió a suspirar, sin saber cómo
expresarse correctamente. Lo abrazó con todas sus fuerzas, antes de seguir
hablando -.¿Quieres venir a vivir conmigo?
Se generó un incómodo silencio que duró apenas unos pocos
segundos.
- ¡¿Ehhhhhhhh?! – Exclamó Yuya.
- Es que… Hoy me di cuenta de que no paso suficiente
tiempo contigo. Si hubiéramos estado viviendo juntos, hubiera notado que tienes
anemia, por ejemplo. ¡Es decir…! Ni siquiera hubieras sufrido todos esos
desmayos – Sintió que el cuerpo que sus cuerpos rodeaban, tiritó -. ¿Tienes
frío?
- Tonto – Susurró apenas.
- ¿Yuya? – Al levantar su rostro, vio como dos gruesas
lágrimas bajaban de sus ojos, haciéndolo sonreír -. ¿Qué? ¿Está mal que te diga
lo que siento por ti? – Secó sus lágrimas con sus manos y acercó aquel rostro
sollozante al suyo para poder besarlo -. Te amo, Yuya.
- Yo también – Le dijo el rubio, buscando más de él, sin
dejar de besarlo mientras sus manos buscaban su pecho desnudo. Sus besos se
volvieron cada vez más apasionados, más incontrolables. Sus cuerpos se
necesitaban con suma urgencia, y ninguno de los dos iba a estar satisfecho
hasta conseguirlo. En medio de aquella demostración de amor, Yuya se preguntaba
cuántas veces podrían hacerlo, cuántas veces iba a poder susurrar su nombre
entre gemidos, cuántas veces su corazón estaría al borde del infarto tan solo
por un roce.
- Deja de… llorar – Le pidió Toma, sin dejar de acariciar
el cuerpo que danzaba encima suyo -… Siento que te estoy lastimando más que…
- Lo… siento – Susurró apenas, Yuya, acariciando su
rostro -. Me haces… la persona… más feliz del mundo…
- Tú también…
Finalmente el sueño había llegado a él. ¿Cuánto había
estado despierto? No lo sabía. ¿Cuántos pensamientos habían cruzado por su
mente? Tampoco lo sabía. Sí sabía que eligió un mal momento para poder dormir.
El despertador le dio la pauta de ello. La persona a su lado lo apagó y buscó
el contacto de su cuerpo en un cálido abrazo.
- Buen día, amor.
- Buen día, Toma – Le respondió, recibiendo un suave beso
en su mejilla.
El morocho se levantó y se vistió rápidamente con la ropa
que se hallaba entre las sábanas o muy lejos de ellas, oyendo las risas de
Yuya, el único culpable de eso.
Tras desayunar, el rubio fue a su casa, hallando a Jin en
la cocina.
- Buenos días – Le dijo.
- Buen día, Yuya – Lo recibió el morocho con una media
sonrisa. Al verlo irse a su habitación, lo siguió inmediatamente -. ¿Cómo
estás?
- Bien – Respondió el aludido, buscando algo en su
armario, hallándolo escondido entre sus ropas. Era una alcancía, la cual tomó
entre sus brazos -. ¿Me acompañas a un lugar? – Le preguntó, con un dejo de
vergüenza.
- Por supuesto.
Jin acompañó a Yuya a la joyería. Allí, el dueño le dijo
que estaba recibiendo algo así como pequeñas donaciones de dinero para
guardarle ese par de anillos. Sin saber a quién le correspondía ese dinero, el
muchacho estuvo completamente agradecido, ya que si no hubiera sido por él, no
hubiera alcanzado a poder comprarlos. El dueño, también herrero, grabó los
nombres de Toma y Yuya, y la fecha en que se conocieron, en una habitación
aparte, regresando al poco tiempo con los mismos para envolver uno para regalo.
Al salir, se dirigieron al parque. Yuya se sentó en una
hamaca, con Jin a su lado.
- ¿Alguna vez te has puesto a pensar… que hubiera
sucedido si yo no me hubiera ido?
- Sí. Todos los días me pregunto muchas cosas, supongo
que alguna vez me habré preguntado eso – Le respondió, sin mirarlo.
- Eres cruel.
- Tú también lo eres regresando aquí y pidiendo por mi
amor.
- Lamento eso.
- Yo también.
Jin frunció el ceño.
Yuya se levantó y lo miró. Sólo escasos centímetros los
separaban. La mano del rubio acarició su rostro.
- ¿Vas a volver a besarme, a dejarme y pretender que nada
pasó?
- No, pero este no es el momento para hacerlo.
Determinación. Aquella palabra estaba siendo albergada
por todas las que pronunció. Jin sintió un frío recorriéndole los huesos, un
frío muy distinto al del clima invernal, algo mucho más cruel.
A la noche, hasta Takahisa estaba en casa de Yuya,
cenando. Se hicieron las doce, cuando las copas chocaron, brindando, y los
regalos eran abiertos.
Taiga acercó un regalo a Yuya, el que él había le hecho a
Toma.
- Deberías agradecerme – Le susurró.
- ¿Eh?
- Yo fui quien pagó parte de ese anillo.
- ¡¿Fuiste tú?! – Exclamó en voz baja el rubio,
ocasionando una suave risa por parte de su hermano.
- Es mi regalo de Navidad para ti.
- Gracias, Tai – Un tierno abrazo fue entregado al menor,
respondiendo a él Taiga, al rodear su
cuerpo con sus brazos. Se soltaron y Yuya, escondiendo el pequeño paquete
detrás suyo, se acercó a su pareja -. Toma, ¿puedes cerrar los ojos? - Sorprendido,
sonriendo, el aludido dejó la copa sobre la mesa e hizo caso a su pedido. Al
verlo arrodillarse en el suelo, Takahisa lanzó un grito. Yuya abrió el paquete
para dejar a la vista un estuche de color añil, el cual abrió -. Puedes
abrirlos – Al abrirse, los ojos del morocho parecían salírseles de las órbitas,
sentía que lo que estaba viendo no era real, que su corazón se le escaparía en
cualquier momento -. ¿Quieres pasar el resto de tu vida conmigo?
Cruel. Aquellas palabras sonaron crueles para Jin. No se
las estaba diciendo a él, pero aún así, sonaban de esa manera. Si se lo hubiera
dicho a él, hasta hubiera estallado en risas, pero en el caso de Toma no fue
así. Aceptó que aquel anillo fuera depositado en su dedo anular, dejando Yuya
que lo imitara, entregándole el anillo que era para él. Entre risas nerviosas,
sellaron aquel momento con un beso.
- ¡Oh! – Dijo Takahisa, siendo el centro de atención -.
Olvidé el pedido que me hizo Mai-chan.
- ¿Quieres que vaya a hacerlo por ti? – Preguntó su
amigo, recibiendo un exagerado movimiento de cabeza en forma afirmativa por
parte de Takahisa -. ¿Me acompañas Jin?
- Ah, ¿yo? Está bien.
- Tengan cuidado – Pidió Nana.
Ambos muchachos llegaron a la cafetería, la cual, estaba
cerrada.
- Lo siento – Dijo Yuya -. Le dije a Massu que dijera eso
para que Toma no nos persiguiera.
- ¿Eh?
- Sígueme.
Llegaron al lago congelado, cerca del cual había una casa
deshabitada. Como los niños solían jugar allí, los adultos la mantenían en
condiciones para ellos.
- ¿Recuerdas esta casa?
- Claro que sí – Dijo Jin, abrazándose a sí mismo por el
frío.
- Jin, feliz Navidad – Le dijo Yuya, mirándolo,
sonriendo.
- Deja de ser cruel. ¿Cómo puedes decirle esas cosas a
Toma si ni siquiera sabes si vas a sobrevivir a la semana que viene? ¿Cómo
puedes seguir actuando como si nada te estuviera sucediendo? – Lo agarró de ambos
brazos, obligándolo a que lo mirara -. Yuya, por favor, basta.
- Gracias – Le susurró, sollozando -. Gracias por amarme
todo este tiempo, Jin.
- No digas eso – Suspiró, molesto.
- ¿Puedo pedirte un favor? ¿Antes de que… me convierta en
una persona comprometida? – Le pidió, siendo soltado.
- Pensé que lo ya lo eras.
- ¿Puedes hacerme el amor? - Jin lo miró, sorprendido,
ocasionando su risa -. Como dijiste, no sé si sobreviva a la semana que viene.
Aunque suene egoísta, quiero que eso sea tu regalo de Navidad.
NAAAAAAAAAAAAAAAH!! pero Tego..
ResponderEliminarMe hace sufrir este pibeeeeeeeeeeeee T_T