1 de enero de 2012

[Darling] Capítulo 02 - Festejo

Me duele la panzaaaaa~ o(;△;)o
El ventilador... Hasta que ponga el Winamp xD
En casa~



Happy NEWS year everybody (?


Como regalito por el comienzo de este nuevo año, les dejo el segundo capítulo de Darling *-*
Les aviso que se van a morir del amor xD así que, a abstenerse jajaja.
Enjoy~

Título: Darling
Pairing: Ikuta Toma x Tegoshi Yuya
Capítulo: 02/ ¿?
Resumen: Toma no puede ir en contra de sus sentimientos. Motivado por su amor hacia él, termina besando a Yuya mientras él se encuentra dormido, pero una sombra del pasado jugará un importante papel para que Toma se dé cuenta si Yuya le corresponde o no..


Capítulo 02: Festejo

Sus pasos eran lentos y pero seguros. Todo esto si el sueño no le ganaba y lo hacía zigzaguear. Miró de reojo a través del ventanal, pero gracias a que la hora del almuerzo estaba cerca, todos los Juniors estaban en el comedor, por lo que el patio interno estaba vacío. Detuvo su andar y se masajeó el tabique, bufando.
- ¿Salud?
Abrió sus ojos lentamente, con el ceño fruncido, terminando por pestañear varias veces y mirar a la persona que se hallaba frente a él con los ojos abiertos como platos.
- No estaba por estornudar.
- Perdón por eso entonces – Yuya le sonrió -. ¿Almorzaste?
- No, estoy yendo a eso.
- ¿Quieres compartir mesa conmigo? – Le pidió, acomodando su morral sobre su hombro.
- Ehhh…
- Massu está ensayando. Está molesto porque no le sale una parte de la canción. Y… Está comiendo bolas de arroz, sólo con eso, él es feliz.
- Ah. Si no te molesta…
- Sino no estaría preguntando.
Ambos se dirigieron a las largas mesas ocupadas en su mayoría por los bulliciosos Juniors, ante los cuales recibían nada más que miradas y reverencias. Pidieron para comer y se sentaron frente a uno de los ventanales.
- Perdón por lo del otro día – Dijo Toma.
- ¿Eh? ¿Por qué?
- Ah… No, si ya lo olvidaste…
- Dímelo – Le pidió, con una sonrisa.
- No, realmente…
- Toma - Los dos se sorprendieron. Yuya se llevó una mano a su boca, con los ojos abiertos -. Lo siento, se me escapó.
- Está bien – Dijo el muchacho, bebiendo un vaso de agua, sonriendo. En ese momento, él no se percató de la forma en que Yuya lo miraba. Al volver su vista al rubio, él desvió su mirada hacia el suelo.
- ¡Yu-chan!
El aludido levantó la cabeza quedando literalmente con la boca abierta al ver a la persona que lo llamaba.
- Ma… ¡¿Mamá?! - Como si hubiera sido impulsado por un resorte, Toma se levantó del asiento, quedando al lado de la mujer que le había dado la vida a la persona que él amaba. Le dedicó una reverencia, acto que la mujer imitó -. Eres un muy mal hijo – Recriminó, buscando algo en su cartera -. No fuiste a buscarme…
- No me dijiste que venías hoy… De hecho…, ¡¡nunca me dijiste que vendrías!! – Una invitación fue entregada a Yuya y la otra, a Toma -. ¿Qué es esto…?
- ¿Cómo que qué es esto? La invitación para el casamiento  de Kaoru-chan – Respondió la mujer, ocasionando que su hijo suspirara sonoramente.
- ¿No era mejor que me enviaras la invitación en vez de venir hasta acá?
- No, vine a buscarte.
- ¡¿Ehhh?!
- Nos vamos mañana.
- ¡¿¿Ehhhhhhhh?!! ¡¿Y por qué molestas a Toma dándole una invitación a él?!
- Bueno – Miró al morocho y luego a su hijo -… ¿No es tu amigo? A Kaoru-chan le han fallado varios invitados y sabes que a ella no le molestaría que llevaras amigos. También invité a Taka-chan y a Nishikido-kun.
- ¿Taka-chan? – Preguntó Toma.
- Massu – Respondió Yuya, volviendo a hablarle a la mujer -. No puedes venir a la empresa y molestar a mis compañeros de trabajo. Ni siquiera le has preguntado a Toma si tiene algo que hacer mañana.
La aludida miró al morocho.
- Ah… Eh… Puedo arreglar las cosas… Y tener libre el día de mañana…
La mujer volvió su mirada a Yuya y le sonrió.
- Pueden quedarse los tres días si quieren.
- Deja de decidir por ti misma – Suplicó el rubio.
- Entonces, mañana los paso a buscar por el departamento de Yu-chan, ¿de acuerdo?
Toma asintió, sentándose a la par de Yuya cuando se fue.
- Lamento esto – Dijo el rubio, con una expresión cercana a la tristeza en su rostro -. Realmente no sabe cuándo parar.
- Está bien. No sabía que se llevaba tan bien con Masuda…
- Sí… Mi madre cocina muy bien y a Massu le encanta comer, así que… Son casi el dúo perfecto, por así decirlo.
- Ya veo.
- Si realmente tienes cosas qué hacer mañana, no las pospongas, por favor.
- No, realmente, me gustaría ir – Yuya lo miró -. Hace mucho que no voy a casamientos o cosas por el estilo.
- Realmente lo siento – Suspiró y volvió su vista a Toma -.  ¿Vas a decirme lo que se supone me olvidé?
- ¿Eh?
- ¿No me digas que ahora tú lo olvidaste?
- Ah… Creo que sí – Le sonrió, no deseaba que tuviera un mal concepto suyo al haber olvidado el día que se conocieron, por lo que decidió cambiar el rumbo de la charla -. ¿Te paso mi número de celular? Así me avisas cuando estés en la puerta del edificio mañana.
- De acuerdo - Ambos abrieron sus celulares. Yuya le dictó su número, por lo que Toma debió fingir guardar un número que ya se encontraba agendado. Mientras fingía escribir, una dulce sonrisa se había formado en su rostro. La brisa que entraba por los ventanales jugaban con sus cabellos, bajo la mirada de Yuya, quien desvió su vista cuando él lo miró.
- ¿Sucede algo?
- No, nada – Respondió el aludido, apurado por guardar su celular, terminando por asustarse cuando este vibró y timbró por la llamada entrante hecha por el morocho.
- ¿En serio no sucede nada? – Lo miró, con una sonrisa en el rostro -. Soy yo. Es para que guardes el número.
- Ah, sí… El número… Cierto…
Toma se lo quedó mirando y comieron en silencio. Aunque en realidad quería hablarle, preguntarle hasta el último detalle de su vida, no podía por el simple hecho de que no sabía exactamente por dónde empezar a preguntar.

Bajó del taxi con una valija a su lado. Frente al edificio, sacó su teléfono celular e hizo una llamada.
- Buenos días, estoy abajo.
- “¿Quieres subir?
- ¿Eh?
- “Ah… Es que… No, olvídalo, enseguida voy.
La llamada se cortó, dejando a Toma pensativo.
- ¿Por qué demonios no subí…? – Se preguntó.

Al poco tiempo, un pequeño vehículo los esperaba para llevarlos a la posada alquilada por la novia en la prefectura de Kanagawa, o al menos, eso creían.
- Si quieren pueden descansar, sino en casa pueden hacerlo – Dijo la madre de Yuya, mirando hacia los asientos de atrás, ocupados estos por Ryo, Takahisa, Yuya y Toma.
- ¿Eh? ¿Vamos a casa? – Se escandalizó el rubio.
- Le dije a Kaoru-chan que me los llevaría conmigo, por lo que ella no se quejó y les agradece de antemano a ustedes por aceptar la invitación – Ignorando las palabras de su hijo, se dirigió a sus amigos.
- Exactamente… ¿Adónde vamos? – Murmuró Toma.
- A Kanagawa – Le respondió Takahisa -. La familia de Tegoshi vive en Kanagawa.
- Ahh.
Yuya estiró sus brazos hacia arriba.
- La idea de la siesta, no está mal – Dijo.
Toma le sonrió. Se dio cuenta de la mirada de Ryo sobre él y cada una de sus acciones, por lo que desvió la misma al paisaje de la ciudad. De un momento a otro, no se oyó más que el murmullo proveniente de la radio en aquel vehículo. Sintió una leve presión sobre su hombro, un tiempo más tarde; pero al girar su cabeza halló a Yuya profundamente dormido. Acarició con suavidad sus cabellos, con miedo a despertarlo, pero en vez de eso, él le sonrió, entre sueños, aferrándose a su brazo. Apoyando su cabeza sobre la suya, Toma optó por seguir sus acciones, cayendo profundamente dormido.

Se despertó cuando su cuerpo creyó que ya había dormido lo suficiente, hallándose entre un cómodo colchón que no aparentaba ser de plumas ni mucho menos.
- Toma – Susurró para sí, mirándolo sin incorporarse para no despertarlo. Se lo veía tan angelical mientras dormía, tan normal. Sonrió, corriendo un par de mechones que caían sin permiso sobre su rostro -. Eres tan…
El roce de las yemas de los dedos de Yuya contra su piel hizo que se despertara, obligando al rubio a incorporarse rápidamente.
- Tegoshi-kun…
- Buen día – Le dijo, con una sonrisa -. Se ve que tú también estabas cansado.
- Supongo – Dijo el morocho, restregándose los ojos. Al ver hacia afuera pudo ver la amplia sonrisa de Ryo mirándolos -. Es un idiota…
El muchacho de Osaka, desde afuera, levantó una mano para saludarlos, antes de que ambos salieran del vehículo.
- La madre de Tegoshi pensó que sería mejor no despertarlos, así que me quedé aquí haciendo guardia – Su pícara mirada se encontró con la de Yuya, quien no comprendió el mensaje que estaba intentando darle.
Siendo guiados por el rubio, entraron a la casa, hallando a Takahisa en la cocina, junto a la dueña de la casa.
- ¡Ah! ¿Se despertaron? Yu-chan, ¿puedes llevar la maleta de Ikuta-kun a su cuarto? Es el que está al final del pasillo.
- Sí, sí – Dijo el aludido, agarrando la maleta. Dejando a Ryo atrás, miró a Toma -. Sígueme.
- Ah… Sí…
El morocho siguió Yuya por las pequeñas escaleras que conducían a la segunda planta. Aunque aparentaba tener serios problemas para subir su maleta, en ningún momento le pidió ayuda.
Llegaron al no tan largo pasillo que los separaba del cuarto asignado para él.
- Tu casa es… bastante japonesa.
- No sé cómo deba tomar eso, pero gracias – Le dijo, antes de detenerse frente a una habitación que tenía sus puertas abiertas, un poco lejos de la que sería la de Toma. Dejó la maleta al lado de la misma y entró, seguido por el morocho.
- Esta es…
- Mi habitación – Susurró el rubio, contemplando cada mínimo detalle del cuarto.
La mirada de Toma, se posó en Yuya, en todo momento, no dejó de observarlo, intentando que cada mínima expresión quedara grabada en su mente. Al darse cuenta que se estaba dejando llevar y en las probabilidades de que alguien subiera, ladeó la cabeza varias veces.
- ¿Me indicas dónde está mi habitación? – Le dijo.
- ¡Ah, sí! Lo siento – Respondió el aludido, reaccionando ante su pedido -. Vamos.
- No, está bien. Dime dónde está y llevo yo la maleta.
- Ah, está bien – Ambos se acercaron al pasillo. Toma salió con la valija en la mano -. Es la habitación que está justo al final del pasillo – Con su dedo, Yuya señaló la puerta de la habitación.
- Gracias – Dijo, antes de dirigirse a la misma. Apenas Toma entró a la habitación, cerró la puerta corrediza a su paso y se arrodilló en el suelo, suspirando sonoramente, mientras sus manos agarraban su cabeza gacha -. ¿Qué puedo hacer?
En un intento desesperado por despejar su mente, se dispuso a guardar la poca ropa que había llevado, en el armario. Al finalizar, sin darse cuenta de la noción del tiempo que había tardado en hacer aquello, salió del cuarto y volvió sus pasos por el pasillo. Al observar el interior de la única habitación que tenía sus puertas abiertas de par en par, encontró a Yuya profundamente dormido. Sigilosamente se arrodilló a su lado y se quedó un rato observándolo, embelesado. Recorrió con suavidad su mejilla con las yemas de sus dedos, sin quitarle la vista de encima. Se incorporó tan solo un poco para acercarse con miedo a sus labios, antes de comprobar que no iría a despertarse en ningún momento. A escasos milímetros de sus labios lo miró, seguía profundamente dormido. Con los labios temblorosos, selló su amor con un dulce beso, cerrando los ojos. Al abrirlos, halló  los ojos de Yuya, que lo miraban sin expresión alguna.
De un salto, Toma se incorporó, bajo la mirada del rubio. No podía decir si seguía dormido o no, después de todo, habían personas que eran capaces de dormir con los ojos abiertos, pero antes de esperar una respuesta o un golpe, prefirió alejarse de él dando unos largos pasos hacia atrás, impidiendo que aquel contacto con sus labios se perdiera, posando su mano sobre ellos.
- Perdón – Susurró, apenas, antes de salir de la habitación, bajando las escaleras con pasos rápidos. Al levantar la cabeza, se halló con Takahisa cerrando la puerta de la casa, entrando a la misma.
- ¿Sucede algo? – Le preguntó.
- No, nada, ¿por qué?
- Se te ve como… asustado… No lo sé…
- Ah. No, no sucede nada – Siguió los pasos del pelirrojo hasta el living, donde la madre de Yuya, sacaba una yukata de una caja y lo examinaba con la vista antes de mirarlo a él.
- Ven, Ikuta-kun, ven.
- ¿Eh? ¿Yo?
Ryo, quien estaba sentado en el sillón de tres cuerpos, lo siguió con la mirada. Toma entró al living mismo junto con Takahisa.
- Date vuelta – Le pidió la madre de Yuya, indicándole que le diera la espalda. Lo que necesitaba la mujer era medir la yukata sobre él -. Ahhh… Va a quedarte perfecto.
Toma, sin entender nada, miró a Ryo.
- Nos compró yukatas. Sabe las medidas de Tegoshi, pero no las tuyas. Sí que tiene buen ojo para la ropa – Le dijo a la mujer.
- ¿Ves? – La aludida rompió en risitas -. ¿Te gusta el color azul, Ikuta-kun? Mira, tiene unos detalles en blanco, preciosos.
El muchacho agarró la yukata y examinó los dibujos que la mujer mencionaba.
- Son hermosos, pero… no debía haberse molestado.
- Pero no es molestia, es en agradecimiento de que estén aquí el día de hoy. Ah, ¿dónde está Yuya?
- Está durmiendo en su habitación.
- Ah, ya veo – Dijo la mujer, frunciendo los labios.
- ¿Quiere que vaya a despertarlo? – Preguntó Ryo, levantándose del sillón.
- Por favor, Nishikido-kun.
Ryo fue a despertar a Yuya, bajo la mirada de Toma. Estaba celoso, no había dudas de eso, celoso de Ryo, de Takahisa y de todo aquel que tuviera contacto cercano con Yuya.

Ryo miró el cuerpo de Yuya tendido sobre la cama, mirando el techo.
- ¿Hace cuánto estás así?
- No lo sé… Desde hace un rato.
- ¿Sucedió algo?
El silencio inundó el aire, obtuvo una sonrisa de respuesta.
- Nada que te importe – Le dijo, sacándole la lengua luego.
Ryo sonrió, posando una pierna sobre la cama.
- Dime.
- Que no – Le dijo el rubio, dándole la espalda.
Ahogando su risa, Ryo acarició la extensión de su espalda.
- Si no me lo dices…
El morocho atacó directo al punto débil de Yuya: las cosquillas. Con ambas manos hizo cosquillas sobre la cintura del rubio, ocasionando que, retorciéndose, estallara en risas.
- ¡Ja, ja, ja, ja, ja! ¡Déjame, Ryo-chan!
Las risas no cesaban, y mucho menos las cosquillas. Su juego fue tal que llegaron hasta el suelo, quedando Ryo sobre Yuya, sosteniendo sus muñecas al costado de su cuerpo para poder hacerle todas las coquillas que quisiera.
- Eh…
Cuando Ryo levantó la vista, vio a Toma de pie en la puerta, por lo que soltó el agarre que mantenía sobre las muñecas de Yuya.
- ¿Sí?
- La madre de Tegoshi-kun nos llama para prepararnos e ir a la ceremonia.
- Dile que ya vamos.
En ese ínterin, el rubio se zafó de Ryo y se puso de pie, con la respiración agitada.
- Me duele la panza – Le dijo.
- ¿Sucedió algo? – Preguntó Toma, curioso por un lado y celoso por otro.
- Cosquillas – Le respondió Ryo, poniéndose de pie. Palmeó la espalda de Yuya, antes de salir de la habitación -. La próxima vez, habla.
- Sí, sí – Dijo el aludido, entre risas.
Toma siguió a Ryo, pero éste lo sorprendió al estar esperándolo en las escaleras. Subió los escalones que los separaban y le susurró al oído.
- No te pongas celoso – Le dijo -. No tengo interés en Tegoshi.
Le guiñó el ojo antes de seguir su camino, escaleras abajo.

Tanto la ceremonia como la fiesta fueron bastante normales, nada fuera de lo común. El lugar elegido para ambos fue una posada con vista a un hermoso lago artificial. En la noche, Yuya estaba bebiendo en uno de los balcones del segundo piso, con ambos brazos apoyados sobre el barandal de madera, dejando que el viento hiciera lo que quisiera con sus cabellos, ya harto de intentar mantener su peinado, perdiendo su lucha con la madre naturaleza.
- Tegoshi-kun - La voz de Toma lo interrumpió, haciéndolo girar apenas la cabeza, ya que apoyó su cuerpo al lado suyo, sobre el barandal -. ¿Sucede algo?
Antes de responder, el aludido terminó el contenido de la copa que se hallaba entre sus manos de un sorbo.
- No.
- Sí que tienes sed – Dijo el morocho, sorprendido, con una sonrisa.
- Hace calor – Aclaró Yuya.
- Bastante – Mojó apenas sus labios con la bebida que descansaba dentro de la copa de cristal que llevaba entre sus manos -. Acerca de lo de hoy… - Su diálogo fue interrumpido por la cabeza de Yuya cayendo sobre su hombro. No sabía qué hacer. No podía ver sus reacciones al estar de espaldas a él, por lo que decidió callar -. Tegoshi-kun… - Un suave beso impregnado con aroma a alcohol le quitó el habla. Agarrándose al barandal por miedo a caerse, Yuya lo estaba besando suavemente. Toma podía vislumbrar gracias a la luz que emanaba de las ventanas de la posada un tinte rojizo teñir las mejillas del rubio, haciéndolo sonreír cuando, al darle fin a aquel beso, su cabeza giró hacia el lado contrario. Sonrió, estaba nervioso, pero al mismo tiempo, podía sentir ese mismo nerviosismo en Yuya. Su mano se  afianzó sobre su cintura, atrayéndolo hacia él y girándolo suavemente para quedar frente a frente. Aún así, la mirada de Yuya seguía clavada en el suelo, sumado a que su vista estaba siendo tapada por su cabello. La mano de Toma, levantó los cabellos del rubio, sin soltarlo, para luego, con la misma mano levantar su rostro para poder mirarlo a los ojos. Sus labios besaron su frente, sus mejillas, deteniéndose sobre sus labios para clavar su mirada sobre la suya -. ¿Puedo besarte?
- No tienes que preguntarme esas cosas – Murmuró el aludido, entre pucheros, generando una melodiosa risa en su oyente -. ¿Acaso hoy no me besaste?
- Está bien… Entonces…
Sus labios se encontraron una, dos, infinitas veces. El contacto que generaban en el otro no tenía nombre. Sentían como si una corriente eléctrica estuviera invadiendo sus cuerpos por completo, pero al mismo tiempo, era imposible no desear aquella corriente con más intensidad. Los brazos de Yuya se despegaron de su cuerpo para poder abrazar a Toma, sin querer en lo absoluto, que aquel beso se terminara.

Los días de descanso llegaron a su fin. Toma recibió un mensaje a la media tarde, en la que Yuya lo citaba no muy lejos de allí, a orillas de un río. Al llegar, lo halló sentado frente al mismo. El rubio se giró para sonreírle tras haber oído unas pisadas que se le acercaban. Toma se sentó a su lado.
- Este lugar siempre me trae paz – Le dijo, abrazando sus piernas, mirando el agua -. Cuando era pequeño y sentía que algo iba mal, venía aquí y dejaba que el río se llevara mis pesares. Me da mucha nostalgia cuando vengo aquí – Toma imitó su acto de mirar el agua, sin decir nada. Pasados unos segundos y  un lastimoso suspiro, siguió con su monólogo -. Mi padre se separó de mi madre hace unos años. Ella descubrió que tenía una familia en paralelo a la nuestra – El morocho oyó todas y cada una de sus palabras, sin intención de interrumpir -. Él tuvo un hijo con esa mujer. Ese chico… Mi medio hermano… Me está chantajeando.
- ¿Chantajeando? ¿Con qué? Es decir… ¿Por qué?
 - Lo único que quiere es dinero. Creo que… Para una persona que se entera que tiene un medio hermano en el medio artístico… Es más fácil sacarle dinero que intentar acercarse a él con buenas intenciones – Se acostó sobre el pasto, mientras la luna los iluminaba -. Creo que yo en su lugar hubiera hecho lo mismo… Para él, no creo que haya sido fácil todo cuando se enteró de que su… nuestro padre… le estaba siendo infiel a su madre… No lo sé – Suspiró, llevándose una mano a su rostro. Suavemente Toma agarró aquella misma mano para poder ver su rostro. Sus labios se posaron sobre su frente con dulzura, pero fue Yuya quien buscó sus labios, tomándolo de su nuca y obligándolo a que lo besara. Sin querer que lo soltara en lo más mínimo, se sentó, pasando ambos brazos sobre el cuello de Toma, separando apenas sus labios para tomar aire, mientras él lo agarraba de la cintura. Su cuerpo fue recostado sobre el suelo para quedar Yuya a horcajadas suyo, aumentando la pasión con la que lo besaba. Sus lenguas se encontraron, haciendo el beso más profundo, y el agarre entre sus cuerpos cada vez más cercano, más fuerte. El cuerpo de Yuya era acariciado en toda su longitud por Toma. Mientras una mano acariciaba sus cabellos, la otra descansaba ya sin moverse sobre uno de sus muslos.
Fue Yuya quien cortó aquella muestra de afecto para terminar abrazándolo, tomando aire a bocanadas, abrazado a él.
- Creo que este… No es un buen lugar para seguir – Dijo, agitado.
- Es verdad – Reconoció el morocho, acariciando la cabeza de Yuya, dejando un suave beso sobre su frente -. ¿Volvemos?
- Síp – Dijo el rubio, levantándose, ventilándose con la remera.
Ambos regresaron en silencio hasta la casa de Yuya. Al no haber gente y al haber tomado el camino más largo, llegaron tomados de la mano. En ningún momento Toma miró a Yuya, pero sabía que él estaba sumamente avergonzado por aquello, aunque intentara negarlo.
Al llegar al porche de la casa, se soltaron, pero fue la mano del mayor la que le impidió abrir la puerta, haciendo que girara su cabeza para verlo y él dejara un suave beso sobre sus labios, para sonreírle luego, con ternura.
- No voy a poder besarte hasta que estemos solos de nuevo – Le susurró al oído, soltando el agarre que mantenía sobre el picaporte.
- Tonto – Murmuró apenas, Yuya, con la cabeza gacha.

La vuelta a Tokio fue del mismo modo que la ida, pero, esta vez, Toma abrazó a Yuya por la cintura, mientras dormía plácidamente sin importarle la opinión de Ryo y Takahisa, quienes también dormían, al lado suyo.

El primero en ser dejado en su hogar fue Yuya, agradeciendo al nativo de Kanagawa por el trabajo realizado. Con su valija, el rubio llegó hasta su apartamento, hallando en la puerta del mismo a un muchacho no mucho más grande que él, sentado en el suelo, mirándolo.
- No está bien que hagas esperar a tu hermano menor, niisan.
Su mirada estaba cargada de una codicia que aparentaba llegar hasta las últimas consecuencias con tal de cumplir con lo cometido.
El celular de Yuya vibró, avisándole de un nuevo mensaje recibido. Al estar su hermano levantándose del suelo, abrió el aparato y sonrió al leer el mensaje. Era de parte de Toma, deseándole unas buenas noches que no llegarían tan rápido.
- ¿Tu novio?
- ¿Eh?
El muchacho le extendió un sobre color madera que había estado descansando a su lado.
- No está bien que tengas sexo en público…, niisan.
Dejando a Yuya, sin palabras, el morocho de fue, sonriendo maliciosamente.






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