6 de enero de 2012

[Hanamuke] Capítulo 03 - Verdad

Quiero seguir durmiendo...
Kanjani - T.W.L.

En casa~

Título: Hanamuke
Pairing: Akanishi Jin x Tegoshi Yuya; Ikuta Toma x Tegoshi Yuya.
Capítulo: 03/ ¿?
Cantidad de palabras: 3372.
Resumen: Jin busca acercarse a Yuya, obteniendo sólo su lejanía. Luego de un accidente, Yuya le explica qué fue lo que ocurrió en su vida, qué lo llevó a cambiar tanto.


Capítulo 03: Verdad

 Toma salió del cuarto de baño luego de asearse, secándose el cabello con un toallón. Miró para todos lados en el comedor. Sólo estaban allí Jin y Taiga, desayunando, mirando las noticias en el televisor.
- ¿Y tu hermano, Tai?
El menor, quien mordía una tostada con mermelada en ese mismo instante, dirigió su dedo índice a la cocina, guiando a Toma hacia la misma para sonreír tiernamente ante aquella escena. Parecían dos niños. Yuya estaba siendo abrazado por Takahisa y éste dormía tan profundo que poco le faltaba para llegar a roncar.
Con el dorso de la mano, rozó apenas una de las mejillas de su pareja, por miedo a despertarlo. Miró a Takahisa, estando él en cuclillas, recordando cuán celoso le ponía su sola presencia. Fue el mismo Takahisa quien le dijo que nunca tendría malas intenciones con Yuya, es más, siempre lo había visto como un hermano menor. Toma se preguntó si llegaría a pensar del mismo modo respecto a Jin, bufando, mirando al suelo.
- Deja de quejarte o vas a volverte viejo – Le dijo el pelirrojo, recién despierto.
- Perdón – Le dijo el aludido, levantándose y siguiendo con su secada de cabello.
- Tegoshi, despierta – Meció al rubio apenas, para poder despertarlo.
Tegoshi…
Había olvidado eso. Por más cercanos que aquellos dos fueran, Takahisa siempre lo había llamado así.
- Tú nunca cambias, ¿eh?
- ¿Respecto a?
- Tegoshi. Aunque pasen cincuenta años, seguirás llamándolo Tegoshi – Se sentó en torno a la mesa, con la toalla sobre sus hombros y sacó una tostada de la bandeja que estaba en el medio, siendo observado por Jin.
- ¿Celoso? – Dijo el muchacho, asomando apenas su cabeza, recibiendo Yuya sobre su cuerpo la toalla que iba dirigida a él.
- Bien hecho – Dijo Toma, extendiendo su mano para que Yuya dejara la toalla sobre la misma.
- ¿No es muy temprano para que peleen? – Se quejó el rubio, con voz de recién despierto, siendo atrapado por los brazos de Toma, quien lo sentó encima suyo.
- Buen día.
Al recibir los besos y la respiración del morocho sobre su cuello, su cuerpo enteró se estremeció, levantándose de golpe, sorprendiéndose ambos por su reacción.
- V… Voy a asearme – Dijo, huyendo hacia el baño.
- Lo agarraste en sus días sensibles – Dijo Takahisa.
- Ni que fuera una mujer.
- Tegoshi es peor que una mujer – Hizo señas de hacer cosquillas.
- En eso tienes razón.
Taiga miró a Jin y le sonrió.
- Jin, ¿hasta cuándo te quedas?
- No lo sé – Respondió el morocho.
- Genial – Dijo Takahisa, con tono entusiasmado, apoyando ambas manos sobre la mesa, mirándolo -. Tienes que venir a comer mis pasteles.
- ¿Al final pusiste una cafetería?
- Claro que sí. ¿Con quién crees que estás hablando?
Jin se rió.
- Por eso mismo lo digo.
- Tai, ¿estás listo? - Le preguntó Toma al muchacho.
- Sí, señor – Respondió el aludido saludándolo como si fuera un militar.
- Jin-niisan, nos vamos.
- ¿A… Adónde?
- Oh, yo también tengo que irme – Dijo Takahisa, mordiendo una tostada y llevándose dos más en la mano.
- Ayudo a mi madre a cuidar a los enfermos del hospital. Y Toma se va a su casa a asearse. ¿Sabes? Él n---
- Tai – Lo llamó el aludido, ocasionando que callara.
- Lo siento – Musitó el aludido -. Y Massu tiene que irse a trabajar. Dile a mi niisan que te lleve a dar unas vueltas por el pueblo – Se acercó a él y le dio un sonoro beso en la mejilla, sorprendiéndolo -. Buena suerte.
- Ah… Gracias.
Una vez que lo dejaron solos, se quedó en silencio. Apagó el televisor, puesto que no le estaba prestando atención y se detuvo a oír el agua de la ducha que podía oírse desde el baño. Suspiró, y levantó y lavó las cosas que se habían usado en el desayuno.
Al salir del baño, Yuya lo vio mientras se dirigía a su cuarto. No le dijo nada, sólo sonrió.
- ¿Adónde vamos? – Le preguntó, al otro lado de la mesada, una vez ya vestido, generando un salto en la persona que estaba en la cocina.
- Me asustaste…
- Lo siento – Dijo el rubio, aguantando la risa -. Sigues siendo el mismo asustadizo…
- Vamos al parque.
- ¿Al parque?
- Sí, Massu lo nombró y me dieron ganas de ir.
- Está bien, vamos allá.

Ambos salieron por la puerta trasera. Jin intentaba reconocer hasta el último detalle visto por sus ojos. No mucho tiempo más tarde, llegaron al parque que se hallaba cubierto de nieve.
- Nadie viene aquí – Dijo Yuya -. Es muy tranquilo para juntarse y charlar con alguien.
- ¿Para eso vienes? – Le preguntó Jin, mirando un edificio al otro lado de la calle.
- Cada tanto, sí. Sino… para poner en claro mis ideas.
- Vamos – Le dijo, tomándolo de la mano para arrastrarlo al otro lado del parque y llegar a la reja cerrada de la escuela -. Qué nostalgia.
- ¿Puedes soltarme? - El aludido hizo caso a sus palabras para treparse a la reja y saltar al otro lado -. ¿Qué haces?
- Ven.
- ¡¿Ehhhh?!
- Ven, sé que saltar esto no te costará nada, vamos.
- Pero…
- Es Navidad, nadie va a venir.
La expresión de lástima al otro lado de la reja pudo con Yuya, motivado sólo por las ganas de golpearlo. Con algo de esfuerzo, trepó la reja y llegó a su lado, con su ayuda. De nuevo, estaba siendo arrastrado por Jin, como siempre había sido. En medio de aquel crudo invierno, aquel agarre era lo único cálido que tenía sobre su cuerpo.
Llegaron a la sala de actos. Caminaron por el largo pasillo que los separaba del escenario, al cual Jin subió, seguido de Yuya, para mirar a todos lados.
- ¿Lo recuerdas? – Le preguntó.
- ¿Mhh?
- Estás distraído, Yuya – Le dijo, golpeándole apenas la frente.
- Un poco…
- Aquí cantabas…
- Ahh… Hace mucho que no lo hago…
- Tenías una voz---
- El timbre de salida sonó y caminamos por el camino largo. Deseamos la felicidad eterna, un día libre especial, con sentimientos sinceros. Quiero enviarte esta canción de despedida a ti – Cantó, cerrando los ojos. Jin sólo atinó a mirarlo. Lo amaba, sabía que en lo más profundo de su alma, lo seguía amando. Guiado por aquel sentimiento, lo estrechó entre sus brazos y apresó sus labios.
- Perdón – Le susurró, apenas, sin soltar el agarre sobre su cuerpo.
Yuya suspiró, sin abrir sus ojos, intentando recordar aquel sabor que Jin había dejado sobre sus labios. Su cuerpo estaba a punto de ser soltado, pero fue el mismo Yuya quien ahora lo besó, en forma pasional, casi salvaje. Sorprendido, Jin soltó el agarre sobre su cuerpo, sonriendo, siendo ahora él el apresado, sintiendo las manos de Yuya agarrándolo del cuello para apoyarlo contra la pared. Las manos del morocho se posicionaron sobre su cintura y su cabeza, perdiéndose entre sus rubios cabellos, mientras lo obligaba a abrir su boca para enredar su lengua a la suya. Aunque no entendía qué era lo que estaba sucediendo, el tenerlo así, tan perdido por su culpa, le gustaba, lo anhelaba, deseaba aquello más que a nada en el mundo, lo amaba.
Sus cuerpos se deslizaron sobre la pared hasta dar con el suelo, separándose de a ratos para poder tomar aire y volver a perderlo entre los labios del otro.
- Yuya… Yuya – Gemía Jin, sonriendo ante las mejillas del rubio las cuales poco a poco iban tomando un tinte rojo. Bajó sus manos hacia su cintura, tras abrir su abrigo y buscar su piel bajo el mismo, estremeciéndose Yuya al sentir el contacto de sus frías manos sobre su cuerpo.
- Jin – Susurró, con los ojos cerrados, mientras el aliento del morocho junto con sus labios recorrían su cuello casi por completo.
En ese momento, Yuya sintió que el celular que descansaba dentro del bolsillo de su abrigo, fuera del contacto con su cuerpo, vibraba, por lo que se separó de Jin, se sentó a orillas del escenario, con sus piernas colgando y tras recuperar el aliento, respondió la llamada.
- Diga… Sí, perdón. Estábamos… recorriendo la escuela con Jin. Sí, la escuela… No, no había nadie y tampoco nos vieron, no te preocupes. Sí. Por eso no te atendí antes. ¿Cómo está todo? Me alegro. Nos vemos más tarde. Cuídate - Cortó la llamada y suspiró, mirando el techo. Jin se sentó derecho y atinó a mirarlo. Sabía que no iba a haber marcha atrás, sabía que Yuya no iba a reaccionar así de nuevo con él. El rubio se bajó del escenario e hizo unos pocos pasos para terminar girando para mirarlo -. Sabes cómo volver, ¿no?
- ¿Quién era?
- Toma – Le dijo.
- Yuya…
- Nos vemos en casa, Jin.
Se quedó mirándolo hasta perderlo de vista. No sabía lo que sentía y preguntárselo no haría más que aumentar su confusión y el poco buen trato que recibía de su parte… Si es que no lo atormentaba más de lo que ya hacía.
Se enredó los cabellos, enfadado consigo mismo. Sus acciones, en vez de acercarlo más a Yuya, lo iban alejando cada vez más.

La puerta trasera de la cafetería se abrió. Takahisa se asomó y suspiró, con una sonrisa.
- Tenemos que dejar de encontrarnos así – Bromeó, ocasionando la sonrisa en su amigo -. ¿Sucede algo? - Aquella sonrisa que dibujó en su rostro, duró escasos segundos para terminar rompiendo en lágrimas. Sabía su causa, pero a la vez, necesitaba oír su explicación -. Tegoshi…
- Fue Jin – Dijo el rubio, rápidamente -. Yo…
- Tegoshi…
- No fue su culpa, pero no sé qué hacer, Massu.
- Eh… Tegoshi…
- No, espera – Dijo, ahogando el llanto -. Espera – El aludido, casi con cara de pánico, pestañeó varias veces, pero su oyente no iba a callarse tan rápido -. Fuimos a la escuela hoy y… Me besó…
- Tego---
Sus palabras fueron interrumpidas por la figura de Toma saliendo detrás suyo. Yuya se quedó con los ojos abiertos como platos, sin llegar a pronunciar palabra alguna, mientras que Takahisa cerró los ojos con fuerza, intentando de ese modo, quizás, que no le doliera tanto a los oídos el grito que suponía iría a pegar el morocho.
- Voy a matarlo – Dijo, casi en un susurro, antes de irse corriendo del lugar.
Yuya miró a su amigo, buscando una respuesta.
- Si intentaba frenarte… Era porque Ikuta había venido a buscar un pedido hecho por tu madre - El muchacho suspiró sonoramente, girando sobre sus pies, agarrándose la cabeza -. Espérame – Le dijo, sacándose el delantal.
- ¿Qué vas a hacer?
- Ayudarte a parar a Ikuta.
Sin saber por dónde buscar, el dúo se separó, recorriendo todo el pueblo.
Yuya llegó hasta el lago donde se había encontrado con Jin el día anterior, sin hallar allí a nadie. Se detuvo, buscando algo de aire hasta caer al suelo, quejándose de dolor. Con la mano temblorosa, agarró su teléfono celular. Su vista estaba nublada, por lo que se restregó los ojos con fuerza, si es que con eso podía al menos llegar a ver una tecla. Al hacerlo, marcó un número, esperando a que respondieran del otro lado.
- “¿Diga?
- A… Ayuda – Sollozó -… T… Tai…
- “¿Niisan? ¿Dónde estás? ¡¡Niisan!!”, al otro lado, yaciendo en la fría nieve, Yuya había perdido el conocimiento.

- ¿Sucede algo, Tai-kun? – Le preguntó una de las repositoras, viendo cómo dos lágrimas surcaban rápidamente sus mejillas.
Sin responderle, el muchacho salió corriendo del mercado, lugar al que había regresado después de ayudar a su madre con su trabajo en el hospital. Su teléfono celular,  con la llamada cortada, seguía abierto en su mano. Secando en forma brusca las lágrimas que caían sin reparo de sus ojos, su andar iba presuroso sobre la acera, encontrando al mismo tiempo que Takahisa, a Jin y Toma, quienes, en medio de gritos, estaban peleando. Takahisa sostenía el cuerpo de Toma con sus brazos, buscando calmarlo un poco, pero fueron los sollozos de Taiga los que alertaron a los tres, haciendo que sus miradas se dirigieran a él.
- ¿Tai? – Preguntó Takahisa.
- ¿Han… han visto a mi hermano?
- ¿A Yuya? – Preguntó Toma, extrañado.
- Me llamó hace un rato… Pedía ayuda…
Sin esperar más explicaciones, Jin salió disparado cual rayo en su búsqueda aunque, no sabía muy bien por dónde empezar a buscar. Toma se quedó inmóvil, sin saber qué hacer, mientras Taiga era abrazado tiernamente por Takahisa, sobre quien derramó varias lágrimas más.
- Vamos a encontrarlo, verás que sí – El pelirrojo miró al mayor, a quien le llamó la atención -. Ve a buscarlo, ¿qué esperas?
Alguien debía quedarse con Taiga, y prefería ser él, ya que podía llevarlo a la cafetería y calmarlo con un poco de helado, en cambio, si Yuya era encontrado por Toma, después de todo, él era médico y sabría mejor que él las cosas que hacer si es que lo encontraban de mal modo.
Toma fue por el camino contrario que Jin, recibiendo una llamada del celular de su pareja al poco tiempo.
- ¡¿Yuya?! ¿Dónde estás? – Preguntó, sin dejar de correr, mirando hacia todos lados.
- “Soy Jin. Encontré a Yuya desmayado, voy camino al hospital.”

Sus ojos se abrieron muy lentamente, como si una fuerza superior le impidiera abrirlos. Al intentar acercar su brazo, lo halló casi entumecido, pero no por el frío, sino por la mala posición en la que lo estaba teniendo. Al oír el sonido de cosas de metal que chocaban, terminó por abrir sus ojos, para hallarse con un suero cuya aguja estaba clavada a su cuerpo.
- Al fin despiertas.
Su cabeza giró apenas noventa grados para verlo. Podía ser su hermano mayor. El rubio destellante de la tintura era parecida, sino igual a la suya. De alguna manera hacía juego con el largo delantal blanco que cubría su cuerpo.
- Tanto tiempo – Musitó Yuya.
- Así es – Le dijo el médico, mirándolo de reojo -. Te desmayaste.
- Lo sé – Buscó sentarse, pero el agarre del suero se lo impedía, por lo que miró al mayor, buscando ayuda.
- No voy a ayudarte. ¿Por qué no aprovechas y descansas? – Sabiendo de antemano que Yuya iría a reprocharle algo, se apresuró en seguir hablando -. Al menos hasta que el suero se termine.
- ¿Para eso sí va a ayudarme?
Sonriendo, el mayor se acercó a él y rescató su brazo del cable del suero, el cual le impedía su movimiento.
- Descansa – Le dijo, palmeando su cabeza varias veces suavemente.
De nuevo, sentía que los párpados le pesaban. Se restregó los ojos, para terminar cerrándolos y caer así en un profundo sueño.

Al despertar, lo primero que hizo fue mirar al suero que se hallaba ausente, encontrándose en cambio con un algodón siendo sostenido por una gasa. Con dificultad, se sentó en la camilla, al mismo tiempo que el mismo doctor con el que había conversado antes, regresaba.
- ¿Despertaste?
- Sí…
- ¿Dormiste bien?
- Sí… Ehm… Doctor…
- No te preocupes, no le dije nada a nadie – Lo miró, con una media sonrisa, mirando cómo Yuya se calzaba sus zapatillas -. Ni que fuera a comerte, Tegoshi-kun.
- ¿Eh? Ah… Lo siento. No es eso – Reconoció el muchacho, apenado -. A propósito, ¿quién me trajo?
- Ikuta-kun y… un muchacho que no conozco.
- ¿Jin?
- Mhh… No escuché su nombre – Buscando irse de ese lugar rápidamente, Yuya fue alertado por la voz del hombre -. Tegoshi-kun…
- Estaré bien – Le dijo el aludido, girándose apenas para dedicarle una sonrisa -. Gracias por todo, Takizawa sensei.
No del todo calmado, el mayor dejó que el rubio se fuera, sin decirle nada.

Camino a la puerta del hospital, Yuya se encontró con un médico sumamente familiar, quien charlaba con una niña que en compañía de su madre había ido a curar un raspón en la rodilla. Esperó a que se fueran para entrar a su campo visual.
- Hola – Le dijo, con su usual sonrisa.
En respuesta, Toma lo estrechó entre sus brazos.
- ¿Cómo estás? ¿Qué te dijo el médico?
- Me dijo que sólo es anemia – Respondió, escondiendo ambas manos en sus bolsillos en su lucha contra el frío.
- ¿Qué harás ahora?
- Vuelvo a casa.
- Cuídate – Le dijo, besando con suavidad su frente.
- Lo haré. Tú también cuídate.
Apenas salió, decidió ir caminando, pero un repentino tambaleo, hizo que se acercara a la fila de escasos taxis a la izquierda de la entrada y pidiera por uno.

Llegó a su casa, a la cual entró, por la puerta de atrás. Suspiró al no hallar a nadie y se quitó el abrigo para tirarlo sobre la cama. Fue a la cocina por un poco de agua.
- ¿Cómo estás? – Le preguntó Jin.
- Ah… ¿Estabas en tu cuarto?
- Sí. ¿Qué te dijeron? - Yuya lo miró, sin darle respuesta. Siendo observado por su amigo, acercó una silla a la ventana y se sentó, mirando el cielo a través de ella -. Yuya…
Dirigió su mirada al morocho. Estaba de pie, sosteniendo su cuerpo con la mesa. El rubio le sonrió, para que al menos eso fuera el contraste de sus palabras.
- Yo te dije… Que muchas cosas habían cambiado cuando te fuiste, ¿no?
- Sí.
- Cuando te fuiste, no al mucho tiempo, tuve un accidente en la escuela. Yendo al pizarrón, a resolver un problema, me desmayé. Sólo segundos antes de eso, sentí que la vista se me nublaba. Sin entender el por qué, me refregué los ojos, pero… Seguía sin ver… Atiné a estirar un poco el brazo para sostenerme del pupitre de uno de mis compañeros. Sentí que mi corazón palpitaba a mil por hora. Quizás haya sido por eso el desmayo. Quizás haya sido mi propio nerviosismo lo que me llevó al desmayo – Suspiró. Entrelazó sus manos sobre sus rodillas y volvió su mirada al morocho -. Jin… Tengo cáncer – Susurró, generando en su oyente una mirada de sorpresa -. Cuando el médico me lo dijo, estaba sólo con él. Supongo que hoy lo habrás conocido. Le dije que no le dijera nada a mi familia, que yo buscaría el momento apropiado para hacerlo, pero… ¿Sabes Jin? Desde hace doce años que busco la manera – Sus lágrimas finalmente aparecieron, desbordándose de sus ojos, recorriendo su mejilla -. A la semana siguiente, fui a verlo, le dije que me diera todo lo necesario para no tener que ausentarme para la quimioterapia. Es por eso que me encerraba en mi cuarto, fingiendo que estudiaba. Tenía el baño enfrente, por lo que nadie iba a preguntarme nada. De alguna forma, lo tenía todo calculado – Tomó aire -. No tuve ninguna recaída. Sólo… Mis miembros llegaron a moverse involuntariamente, pero nada grave para los ojos del resto de la gente.
- ¿Alguien lo sabe?
- No – Respondió, secándose las lágrimas -. Tú eres el primero que lo sabe. Yo… Yo no quería preocuparlos. A ninguno.
- ¿Por qué me lo dices a mí?
Yuya se levantó y se acercó a él para agarrar su mano.
- Porque sé que puedo confiar en ti. Porque esta era la única forma de que entendieras que estos años, no fueron nada fáciles para mí – Acarició su mejilla con el dorso de su mano, húmeda ésta a causa de sus lágrimas -. Te extrañé…, Jin.
Su cuerpo fue estrechado con fuerza. Sus lágrimas no paraban de escapar de sus ojos. Como si no existiera un mañana, el morocho lo abrazó con toda la fuerza que brotó de su cuerpo, siendo aceptado por Yuya.

4 comentarios:

  1. Anónimo9/8/12, 2:44

    A la mierda!!! T__________T

    Y el título no me da buena espina!! Te mato Mikiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

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    Respuestas
    1. ÑYAJAJAJAJAJAJAJAJA~ >:3

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    2. YEGUAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!

      Y LO RE DISFRUTASSSSSSSSSSSSSS!!!!!!!! T_________T
      Cómo te me vas a reir así??? :(

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    3. Yo lo escribí, lo releí y lloré xD Ahora que lloren mis lectoras~ x3

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