31 de diciembre de 2011

[Chain of love] Capítulo 13 - Celos

Tengo nonitooooo~
El sonido del ventilador xD
En casa :3


Mi regalo de Navidad y Año Nuevo es este xD así que espero que les guste~
Pocas palabras porque tengo sueño, así que bueh xDDD
Enjoy~ ♥
Título: Chain of love
Pairing: Nishikido Ryo x Kato Kazuki; Ikuta Toma x Tegoshi Yuya
Capítulo: 13/ ¿?
Resumen: Un par de copas demás terminan de la peor forma posible. Nota: El avatar... Es por algo... *tose*


Capítulo 13: Celos


Aquel mensaje había dejado por demás preocupado a Yuya, quien caminaba de un lado a otro de su departamento. El celular que descansaba en su mano derecha se abría y cerraba para verificar si, en un estado cercano a la crisis, había dejado pasar algún otro mensaje, sin terminar por encontrar ninguno. Cuando el timbre sonó, se acercó corriendo a la puerta, tirando el celular antes sobre el sillón y abrió la misma sin preguntar antes quien era.
- Hola.
- Ya… Yamapi…
La sorpresa de Yuya, impidió que dejara pasar al morocho, por lo que le sonrió.
- ¿Puedo… pasar… o estás ocupado?
- Ah… No… Pasa… - El rubio, dejó pasar a Tomohisa, a quien se dirigió segundos más tarde él entraba al departamento -. Eh… Perdón…
- ¿Eh? ¿Por qué? – Preguntó el aludido entre risas, quitándose las zapatillas y poniéndose unas pantuflas en lugar de ellas.
- Por lo que pasó, perdón.
Tomohisa se dio vuelta y se quedó mirando algo.
- Ryo – Musitó.
Yuya se dio vuelta. No se había percatado que no había cerrado la puerta. Detrás suyo, Ryo la había abierto. Se hallaba de pie, a sus espaldas, con la cabeza gacha, mientras sostenía la puerta con un brazo.
- Ryo-chan… - El cuerpo de Ryo abrazó con fuerza el de Yuya, ocasionando que la puerta se cerrara. Tomohisa podía ver cómo las manos de su ahora ex pareja temblaba, aferrado al cuerpo del dueño del departamento -.  ¿Ryo-chan? ¿Qué sucede?  - La dulce voz del rubio, sumado a las caricias que subían y bajaba de sus cabellos, buscaban calmar en algo las lágrimas que mojaban su hombro sin detenerse, sin hacer sonido alguno.
- Kazuki y yo… Nos peleamos – Susurró, apenas, ocasionando que fuera solo Yuya quien oyera sus palabras.
- Creo que… Yo mejor me voy – Dijo Tomohisa. Se calzó las zapatillas que se había quitado y abrió la puerta del departamento. Ni Ryo había soltado a Yuya, ni Yuya lo había soltado a él, en ese tiempo. El morocho le sonrió -. La próxima, te llamo.
El aludido asintió, con una media sonrisa.
Tomohisa salió, hizo unos pasos y se detuvo a ver la brillante luna que iluminaba el cielo japonés.
- Si tú no te metes con Ryo, yo no volveré a meterme contigo.
Las últimas palabras que Kazuki le había dicho estaban llenas de determinación. Tomohisa volvió su vista al suelo, apretando su mano en un puño, debatiéndose en si debía o no meterse en lo sucedido, pero, también sabía que si lo hacía, eso sería perjudicial para Ryo.
- Yo no quiero… Verte sufrir.
Aquel susurro se perdió en medio de las bocinas y del murmullo de la gente que caminaba fuera del complejo de departamentos.

- Aquí tienes – Le dijo Yuya a Ryo, entregándole un vaso de agua, el cual el morocho bebió de un solo sorbo, antes de inhalar aire bruscamente -. ¿Qué… sucedió…?
La esquiva mirada de Ryo intentaba ser encontrada por la del rubio, fallando en el intento hasta que fue el muchacho de Osaka quien lo miró.
- Hoy fui a almorzar… con Pi… Y Kazuki… Nos vio – Las dos últimas palabras de Ryo fueron casi un susurro, ocasionando que Yuya se sentara a su lado, suspirando.
- Entiendo el por qué entonces – Ryo lo miró -. Está celoso – Ladeó su cabeza para mirarlo -. Está celoso de Yamapi.
- ¡Pero…!
- A mí no me tienes que dar explicaciones – Rió Yuya, levantándose y dirigiéndose a la cocina para volver con una botella y dos copas de vino -. ¿Tomamos?
- ¿Para? – Preguntó sin ganas el morocho.
- Creo que de alguna manera, tienes que olvidarte de las malas cosas – Se sentó en el suelo y, con la botella entre sus piernas, la descorchó y vertió su contenido en una de las copas, la cual le extendió a Ryo, con una sonrisa -. Ya vas a ver cómo mañana todo se soluciona.

Habían pasado horas o quizás tan solo media, pero no solo fue Ryo quien había tomado, Yuya, no podía dejarlo solo y, dejando en claro que se quedaría en su casa hasta el día siguiente, lo acompañó, vaciando dos botellas de vino tinto, entre primero palabras lastimosas y de ánimo, terminando por relatar anécdotas a medias, ya que cualquier cosa era producto seguro de risa en ambos.
Yuya intentó vaciar el contenido de una de las botellas en su copa, riendo, volviéndose serio al no hallar nada. Con el pico hacia abajo, examinando con su vista si había algo en su interior, se percató de que no había nada. Ryo lo miraba, riendo para sí.
- ¿No quieres comprobar con tu lengua si queda algo adentro? – Le sugirió. Yuya lo miró, haciendo puchero y siguió sus indicaciones al pie de la letra, bajo la, ahora, seria mirada de Ryo. La lengua de Yuya recorrió el pico de la botella para terminar dentro del cuello de la botella, suspirando afligido al no encontrarse con ningún indicio de aquel delicioso líquido.
- No hay más – Dijo, dejando la botella a un lado.
- ¿No me quieres besar? – Le susurró, ronco, posando su mano sobre la suya, acariciando sus dedos.
- Mhhhhhhhh – Dijo el aludido, con la cabeza ladeada, mirando a los ojos -. Nop.
- Mentiroso – Dijo el morocho levantándose, siendo observado sus movimientos por Yuya. Ryo se sentó entre sus piernas, abriéndolas antes de hacerlo. Hizo su cabeza hacia atrás, jalando de los cabellos de su nuca con salvajemente, haciéndolo reír antes de acaparar sus labios sin permiso, llevando su mano libre a su entrepierna, para presionarla y obligarlo de ese modo a abrir su boca, para entrelazar su lengua a la suya, mientras ambas manos de Yuya abrazaban su cuerpo para terminar tirándolo suavemente contra la mesa y sentarse ahora él encima suyo -. ¿Qué? ¿Te enojaste? – Le preguntó, con la voz ronca, acariciando la extensión de su espalda.
- Sabes que no puedes contra mí – Le dijo, desabrochando su camisa y abriéndola para acariciar su torso -…, Ryo-chan – Gimió sobre su oído.
- Y tú sabes que tampoco puedes ir contra mí – Le dijo, clavando su mirada afiebrada sobre la suya antes de tomar sus labios, mientras sus manos lo despojaban rápidamente de sus ropas para acariciar su espalda desnuda. Sus dientes, se clavaron con fuerza sobre el labio inferior de Yuya haciéndolo gemir -…, Tegonyan.

Examinó su reloj por última vez. Había llegado casi con dos horas de antelación por lo que fumó varios de sus cigarrillos preferidos. Suspiró y volvió sus pasos hacia la puerta del edificio, la cual abrió para dirigirse a su departamento.

Una persona se movió al lado suyo, ocasionando que las sábanas que lo cubrían, desaparecieran de su cuerpo. Lanzando una queja, tanteó hasta dar con la misma, la cual estiró hacia su lado.
- Dame algo de sábana…
- Cállate, me duele la cabeza – Murmuró apenas, escondiéndose  bajo las sábanas para impedir que el rayo de sol que se proyectaba justo sobre su rostro, lo golpeara.
- ¿Qué hora es?
- No lo sé… - Volvió a murmurar.
- Estás cerca de los celulares, alcánzame el mío.
- Alcánzatelo tú mismo – Casi gritó, hundiéndose aún más bajo las sábanas -. ¡Te dije que me duele la cabeza, Ryo-chan!
Ryo pegó su cuerpo al de Yuya para poder agarrar su celular por debajo de las sábanas, fallando en el intento.
- ¿Ves? No puedo – Dijo, sonriéndole.
- ¡Ahhh! – Se sentó en la cama y le extendió el celular -. ¡Aquí tienes tu condena…!
Los ojos de Yuya se abrieron como dos platos al haber visto hacia la puerta del cuarto. Cuánto tiempo llevaba de pie allí, no lo sabía, cuánto había oído de lo conversado con Ryo, no lo sabía, lo que sabía era que Toma estaba allí y su mirada no era precisamente la de una persona feliz.
La mano de Ryo se asomó por sobre la sábana, la cual seguía cubriendo su rostro, para que Yuya le entregara su celular, lo cual el rubio nunca hizo.
- Oye, dame el celular – No obtuvo repuesta, por lo que se destapó -. ¿Te comieron la len…? Toma…
El aludido sólo rió, negando con la cabeza y volvió sus pasos para irse de allí. Yuya se levantó, cubriéndose con la sábana y lo siguió hasta la puerta.
- Toma… Espera, esto no es…
- No digas nada, no quiero oírte – Le dijo, calzándose sus zapatillas, sin siquiera darse vuelta.
- Pero, es que…
- ¡Tegoshi! – El aludido lo miró, sin decir nada, hasta que él se fue.
- ¿Qué esperas? – Le dijo Ryo, asustándolo, haciendo que se diera media vuelta -. ¡Vístete y síguelo, Tegoshi!
Yuya se vistió rápidamente y bajó las escaleras, pero al llegar a la calle la encontró vacía o, al menos, sin Toma a la vista.
Llegaron con el automóvil de Ryo a la empresa.
- ¿Estás bien? – Le preguntó el morocho, acariciando su cabeza.
- Sí – Susurró el aludido, dedicándole una media sonrisa.
- Perdón por lo de anoche.
- No. También… Fue mi culpa – Dijo, antes de bajar del automóvil. Sin esperarlo, subió con el ascensor y fue directo a la fuente que estaba en el pequeño patio de la empresa. Se sentó allí y abrió su celular en espera de un mensaje o una llamada que nunca llegarían.
- ¿Desde temprano anda mandando mensajes Ikuta?
Alzó su vista y sonrió a la persona que segundos más tarde, se sentó a su lado.
- Algo así – Suspiró el rubio, cerrando su celular.
- ¿Estás bien, Tegoshi?
El aludido lo miró. No pasó mucho tiempo para que sus ojos se llenaran de amargas lágrimas y su cuerpo cayera sobre el suyo.
- Toma… Me dejó…
- Eh… ¿Ehhh? – Preguntó en un susurro Takahisa, antes de que Yuya hiciera caer su celular al agarrar con fuerza sus hombros y se dispusiera a llorar desconsoladamente.
- ¿Por qué será que siempre termino oyendo conversaciones que no me incumben? – Susurró Tomohisa para sí, rascándose la cabeza, volviendo sus pasos hacia el estudio que lo esperaba para una sesión fotográfica. Casualmente o no, halló a Toma yendo por el camino contrario.
- Pi – Lo saludó, posando su mano sobre el hombro del morocho -. ¿Cómo estás?
- Bien. ¿Tú?
- Bien, pero… ¿Sucede algo? – Le preguntó, sonriendo. Lo conocía desde que había entrado a la empresa, por lo que sabía que escondía algo detrás de aquella mirada inquisidora.
- Te peleaste con Tegoshi, ¿no?
El aludido bufó, revoleando los ojos.
- ¿Fue a llorarte a ti ahora? – Su mirada cargaba con una furia incontrolable, con una furia que Tomohisa nunca había visto en él.
- No, lo oí charlando con Massu, se lo dijo a él.
- Los encontré en la cama con Ryo.
- ¿Qué?
- Así es – Dijo, abriéndose de brazos -. Tal parece que Ryo quiere deshacerse de sus parejas o no sé.
- Espera, Toma. Anoche fui a casa de Tego y… Ryo y Kato-san se separaron.
- Y se ve que muy mal no está, como para tener sexo con Tegoshi.
Las cosas estaban muy mal. Si Toma llamaba a Yuya por su apellido, realmente estaba furioso.
- Toma…
- No me hables de él, por favor – Le dio la espalda y se alejó con pasos presurosos -. No quiero saber nada.
Tomohisa se lo quedó mirando, sin intención alguna de detenerlo.

Tanto la mañana como la tarde habían pasado normalmente, sin ningún tipo de contratiempo. Caminando por el estacionamiento, dirigiéndose a su automóvil, Toma abrió su teléfono celular para hallar con la cantidad de cero llamadas entrantes y cero mensajes de texto. Suspiró y le quitó la alarma a su automóvil, viendo cómo el cuerpo de Yuya se levantaba del suelo, frente a él. Bufó y se subió al vehículo, haciendo lo mismo el rubio.
- Bájate.
- No, tenemos que hablar.
- Te dije que te bajes. No pienso poner el coche en marcha contigo arriba, así que vete, Tegoshi – Le dijo, sin siquiera mirarlo.
El rubio se mordió el labio inferior y se colocó el cinturón de seguridad, cruzándose brazos.
- Tengo que hablar contigo, no voy a bajarme hasta hacerlo.
- Muy bien - Toma se giró y quitó la hebilla, la cual Yuya agarró. Toma fue quien ganó la partida, haciendo que el rubio zafara su agarre y el cinturón se retrajera -. Vete.
Agarrándose del brazo, Yuya salió del automóvil. Se quedó de espaldas al mismo, sin soltarse a sí mismo. La contracción del cinturón hizo que la hebilla le rozara el brazo y dejara marcada su trayectoria, ardiéndole la misma.
- Qué estúpido soy…
No podía volver a la empresa. Sabía que Takahisa estaría cenando allí y verlo lo haría preocuparse. Decidió ir con la primera persona que se le cruzó por la mente en ese momento.

Abrió la puerta del departamento. Se quedó un tanto sorprendido por la visita, pero se hizo a un lado, con una sonrisa, al ver su cara un tanto afligida.
- Lo siento – Susurró Yuya, descalzándose para ponerse un par de pantuflas.
- No tienen nada por lo cual disculparte, Tegoshi-kun – Dijo Kazuki, regresando a la cocina -. Viniste justo. Estaba preparando la cena. ¿Comiste algo?
- No – Musitó, sentándose en torno a la mesa.
- ¿Sucede algo?
- ¿Podría no… preguntarme eso ahora? – Lo miró, forzando una sonrisa, sin soltar su brazo.
- Está bien, pero, ¿le sucede algo a tu brazo? – Le preguntó, volviendo con dos vasos.
- Ah – Dijo, apenas, para levantarse la manga de la camisa y hallarse con una quemadura.
- ¿Qué sucedió? – Como si fuera llevado por el demonio, Kazuki fue al cuarto de baño y regresó con un botiquín de primeros auxilios para tratar la herida.
- Me peleé con… Toma – El morocho lo miró, sin comprender -. Anoche… Ryo vino a casa y… Bebimos de más… Dormimos juntos – Miró a Kazuki inmediatamente había pronunciado las dos últimas palabras -. No hicimos nada, pero… Toma no lo vio de esa… manera – Suspiró, bajándose la manga una vez Kazuki terminó de hacer las curaciones pertinentes.
- Es normal – Yuya lo miró, estaba con la mirada algo perdida, con su mano sobre el botiquín ahora cerrado -. Yo hubiera pensando lo mismo – Le dijo, mirándolo con una sonrisa, antes de levantarse y dejar el botiquín sobre la cama -. Ahora, vamos a cenar, ¿sí?
- Gracias, y… lo siento mucho.
- Te dije que no tienes nada por lo qué disculparte – Acarició su cabeza -. Siento que eres como un pequeño hermano para mí, deja que te consienta cuando pueda, ¿está bien?
- Está bien – Dijo Yuya, entre risas.
Cenaron y al ser un poco tarde, Yuya se despidió de él rápidamente.
Abrió la puerta, pero detuvo sus pasos para volverse a él.
- Kazuki-san – El aludido lo miró -… No sé si deba ser yo el que le diga esto, pero… Ryo-chan lo ama. Hacía bastante tiempo ya que no lo veía tan feliz. Por favor, no haga que pierda esa sonrisa. Escúchelo.
Kazuki sonrió, bajó la mirada y volvió a subirla.
- Buenas noches, Tegoshi-kun.
- Buenas noches -Yuya suspiró y se fue. La puerta se cerró a sus espaldas y él se quedó mirando a la persona que se hallaba apoyada contra la pared -. Ryo-chan… ¿Qué haces…?
El aludido se acercó a él y le palmeó el hombro para abrazarlo y obligarlo a caminar en dirección al ascensor.
- Ya dijiste todo lo que le vine a decir yo – El rubio sonrió -. Te llevo a casa…
- Antes… ¿Me dejas en un lugar?
- Claro.

El automóvil color añil estacionó frente al edificio. Ryo se quedó mirando a Yuya.
- ¿Estarás seguro yendo solo?
- Contigo las cosas irían peor – Agregó el aludido, mirándolo con una sonrisa -. Ah… No… No era lo que…
- Lo sé, lo sé. Entonces, ve – Le dijo el morocho, apoyando ambos brazos sobre el volante -. Suerte – Palmeó su cabeza, guiñándole el ojo -. Si no me llamas en medio de la noche… Voy a saber la razón. Ja, ja.
Yuya sonrió y abrió la puerta del vehículo.
- Gracias por traerme, Ryo-chan – Le dio un suave beso sobre la mejilla antes de bajarse.
Con paso rápido, el rubio llegó al departamento de Toma. Tocó el timbre y esperó a que él abriera, tragando saliva en seco. El dueño del departamento bufó al verlo.
- ¿Qué quieres?
- ¿Podemos hablar?
- ¿Es acerca de trabajo?
- Sabes que no es por trabajo… Toma, por favor.
- Olvídalo, Tegoshi, déjame en paz.
Sin que Toma quisiera, por la fuerza, Yuya entró al departamento, cerrando la puerta a su paso y posándose encima suyo.
- Por favor – Le dijo, seriamente.
El morocho, lo miró sin decir nada y volvió a la cocina en busca del celular que había dejado allí, seguido por Yuya.
- ¿Puedes dejar de seguirme?
- Lo siento. ¿Puedo  tomar agua?
- Haz lo que quieras.
Toma apoyó su cuerpo sobre la mesada, tocando su celular sin mirar nada en particular, observando cada una de las acciones de su ahora ex pareja de reojo.
Sacó la jarra con agua de la heladera y vertió su contenido en el vaso de vidrio que segundos más tardes se hallaba vacío. Yuya se apoyó del mismo modo sobre el mármol a su lado, intentó acercar lentamente su mano a la suya, pero Toma reaccionó antes e hizo un movimiento que hizo que el vaso cayera estrepitosamente sobre el suelo.
- ¡Ah! Lo siento.
Toma lo miró, solo atinó a mirarlo mientras sus frágiles manos juntaban los grandes trozos de vidrio que había sido un vaso escasos segundos antes. Sin saber la razón, Toma se arrodilló a su lado. Yuya lo miró, extrañado por su acción, sorpresa que era visible en su rostro. Al verlo en sus ojos, notó que algo andaba mal, aquella mirada… Nunca antes la había visto.
Sus ojos se abrieron como platos al sentir como aquellos trozos que estaba juntando, estaban siendo clavados duramente sobre su piel. Al bajar su vista, tras lanzar un inaudible quejido de dolor, sintió cómo la mano de Toma presionaba la suya contra los vidrios, haciéndola sangrar.
Su rostro fue levantado por la mano libre del morocho, quien lo miraba con una expresión vacía.
El dolor que Yuya estaba experimentando en ese momento era visible en las lágrimas que rodaban sin cesar por sobre sus mejillas, mirando a Toma, sin comprender absolutamente nada.
- Esa expresión de dolor, quiero que sólo me la muestres a mí.
No podía oírse nada más dentro de aquellas cuatro paredes, siendo preso por un salvaje beso, sin nada de amor en él, Yuya estaba siendo víctima de los celos de Toma, de unos celos que él nunca imaginó que podía llegar a despertar en él. Pero no era solo eso, lo que Toma le estaba demostrando era que lo único que quería era tener algo suyo, por más ínfimo que sea, por más doloroso que eso fuera. Los ojos de Yuya se cerraron, aún cuando sus lágrimas no dejaban de caer de los mismos. Su cuerpo fue acostado sobre el suelo. De sus labios no podían salir palabras. No sabía qué palabras decir exactamente para poder calmar aquello que aquejaba a la persona que estaba encima suyo, besándolo, desnudándolo, probando cada parte de su cuerpo de una forma tan sádica, haciéndolo gemir, culpa de una mezcla de dolor y placer. La razón por la que su cuerpo respondía era porque era él el que le estaba haciendo todo aquello, porque era Toma el que agarraba su corazón y lo destrozaba en la misma cantidad de vidrios en las que había estallado aquel vaso.









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