9 de octubre de 2018

[Kinktober 2018] Día 08: Sangre/Gore

Ciaossu~!!
¿Se acuerdan cuando mencioné que iban a volver viejos clásicos?
Bueno, este es uno de esos clásicos :)
Si andan por acá hace años, imagino que habrán leído Life's blood, un serial de varios integrantes de la JE en un universo alternativo donde los vampiros y los Van Helsing siguen peleando. Después de ese serial me quedé con muchísimas ganas de escribir oneshots sobre el pasado de varios personajes, y gracias a la temática de hoy, me atreví a usarlo para ese fin :)
Aunque no sé si cumplí con el tema al pie de la letra, hice mi mejor intento.
Espero que les guste

Enjoy~

Temática elegida: Sangre/ Gore | Prostitución | Fisting | Hate-fucking/Angry Sex .
Fandom: Johnny's.  
Pairing: Ninguna (aunque usted no lo crea).
Formato: Oneshot. 
Género: AU, tragedia.
Rating: NC-17.
Número de palabras: 2781 (con trampa :P).
Sinopsis: El descendiente de los Van Helsing deja sola a la persona que debe proteger. Su error, así como la persecución para dar con sus enemigos, será algo que lo marcará de por vida. En el camino, encontrará a un par de personas que seguirán a su lado incondicionalmente.
Nota: Para no spoilearse con el contenido de este oneshot es necesario leer una historia mía, viejita, del año 2012 llamada "Life's blood" (chaaaaaaau, ¿del 2012? Mi juventud, idiota (?).

Acordate que también podés seguir esta historia en las siguientes plataformas: Amor::Yaoi, AO3, Asian Fanfics, Livejournal & Wattpad :)



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Día 08: Sangre/Gore.

Lo despertó su melodiosa voz. Sonrió. Cuando abrió sus ojos la encontró peinando su largo cabello dorado frente al espejo. Se levantó sigilosamente para abrazarla por detrás. Ella le sonrió cuando sintió sus labios posándose dulcemente sobre una de sus mejillas.
—¿Estarás bien? —le preguntó él.
—Son sólo un par de días, ¿o no? Estaré bien, cariño mío. No tienes de qué preocuparte —lo calmó ella mientras acariciaba con ternura la mano apoyada sobre uno de sus hombros.
A través del espejo, aunque no se lo hubiera dicho, esa mujer ya sabía de sus constantes pesadillas donde su vida estaba en peligro. Ella se mostraba en alerta pero no de una forma en que pudiera preocupar a su pareja. Sabía que por sus venas corría un tipo de sangre poco usual y de la clase que sus enemigos necesitaban para su subsistencia. Por esa razón estaban en aquel lugar: una enorme mansión en medio de la nada donde sólo estaban él y ocasionales invitados misteriosos que llegaban hasta allí sin siquiera anunciarse, pero que ella conocía aunque estuvieran a kilómetros de distancia.
Si el tipo de sangre que tenía había despertado habilidades peculiares en ella, no lo sabía; pero eso era algo con lo que había vivido desde que tuvo uso de razón. Desde ese momento aprendió a convivir con esas habilidades y a utilizarlas sólo cuando era debido.
Ambos bajaron las escaleras, pero ella lo detuvo en medio de la recepción, mirando algo más allá de la ventana.
—¿Sucede algo?
—Espera a que se vaya. Es demasiado tímido para hacerse ver, pero tiene un extraño fetiche con mi cabello.
—Podría matarlo si me dejaras ir por él.
—Sabes que no tienes ni una pizca de chance de ganarle, mi amor —le dijo la rubia, recargándose en uno de sus brazos. Su amado suspiró con una amplia sonrisa—. Ahora sí. Puedes irte.
Ella lo soltó y abrió la puerta. Él la miró y emprendió el largo camino lejos de su hogar luego de darle un dulce beso en los labios.

Las horas pasaron. Los días pasaron.
Un leve sonido sobre la puerta la sobresaltó. Ella estaba sentada en el comedor leyendo un libro. Se incorporó y llegó a la puerta la cual abrió lentamente.
—¿Sí?
—Buenas noches. He tenido un accidente con mi carro no muy lejos de aquí. De hecho, creo que estoy perdido. Quisiera saber si podría facilitarme un lugar para descansar —el estrepitoso sonido de un trueno cayendo no muy lejos de allí ocasionó que ambos saltaran en sus lugares—. Y el clima no está del todo agradable como para deambular entre la arboleda.
Ella no estaba segura. Algo en ese sujeto le daba mala espina. Su atuendo era el mismo que había visto en el pueblo, similar a las prendas que su amado vestía pero, aún así, había algo en él que no le gustaba.
—Puede pasar.
Después de todo era un ser humano como ella. No había señales de peligro cuando estuvo frente a él. Su amigo misterioso había estado por los alrededores hasta que la tormenta se hizo presente. Esperaba que regresara.
—Muchas gracias. Pero, realmente no hacía falta —le dijo el invitado, regresando la dueña de casa con la cena entre sus manos—. Espero que no se moleste que me haya tomado el atrevimiento de haber servido algo para beber antes de que regresara.
—Por supuesto que no —respondió ella, sentándose en su lugar de la mesa justo frente a él—. Muchas gracias.
—¿Podría proponer un brindis?
—Por supuesto.
—Por esta maravillosa tormenta. De no haber sido por ella, mis ojos no se estarían deleitando con una mujer tan hermosa como usted.
Ella se sonrió. Sus palabras por algún motivo alejaron todas esas malas sensaciones respecto al invitado. Chocaron sus copas y el sonido resonó en toda la casa.
Ella trató varias veces de agarrar algo de lo que estaba en su plato, pero sus sentidos no se lo permitían.
—¿Qué sucede?
—¿Se siente bien? —le preguntó el hombre levantándose de inmediato para ayudarla. Cuando ella sintió el roce de su piel sobre su cuerpo se dio cuenta que había cometido un grave error al haberlo dejado entrar a su casa.

No podía mentir. Desde que salió de su hogar que había tenido ese mal presentimiento atormentándolo además de la usual pesadilla que se repetía noche tras noche. Cuando llegó al lugar de reunión encontró a todo el mundo enfrentado y peleándose. Supo que no iba a haber paz entre los participantes por lo que decidió volverse antes de lo pactado. La oscuridad de la noche lo escondía de miradas ajenas y la copiosa lluvia borraba sus pasos. Como debía ser.
Levantó la vista cuando estuvo a escasos metros de su hogar. Todavía titilaban un par de velas encendidas en el comedor, pero no había ninguna en el sector superior de la casa. ¿Su amada las habría dejado encendidas o se había quedado dormida mientras lo esperaba? Se sonrió siguiendo con su camino con pasos calmos. Ella siempre intuía todo. Estaba seguro que también había intuido que él volvería esa noche y que lo estaba esperando.
Abrió la puerta de entrada  la cual se movió con un sonido chirriante. Al hacerlo, como si hubiera estado esperando a ese preciso instante, un trueno cayó no muy lejos de allí, obligándolo a ver el cuerpo agonizante de su amada en el suelo que con sus últimos alientos levantó uno de sus largos brazos de porcelana para llamarlo. Él no podía salir de su asombro. Su delicado vestido de un brillante color marfil estaba teñido casi por completo de un brillante carmesí el cual había formado un pequeño charco alrededor suyo.
—Toma —jadeó ella en un débil susurro—. Viene por ti… Viene…
Entre lágrimas trataba que sus párpados no se cerraran por última vez. Necesitaba sentir el calor de su amado cerca suyo, pero él jamás se acercó a ella. Su cuerpo se retorció varias veces como si su alma se negara a escaparse de él.
Toma se acercó cuando ya estuvo inmóvil. Había dejado de llover y la luna se colaba por las ventanas del lugar. En ese momento reparó en una sombra ajena de pie sobre las escaleras. Con reflejos poco usuales y sin detenerse a pensar en quién era esa persona, agarró el arma que siempre estaba cargada sobre su cintura y disparó.
—Balas de plata —estaba caliente pero aún así el desconocido tenía el objeto entre sus dedos pulgar e índice mientras la examinaba con la mirada para luego lanzarla escaleras abajo—. Típico —pese a la distancia el desconocido podía ver a la perfección la forma en que Toma lo miraba, la rabia que emanaba por cada poro de su cuerpo—. Ella estaba segura de que regresarías. Tu nombre siempre estuvo entre sus palabras. Es un lástima que la hayas mantenido tanto tiempo alejada de mí, Van Helsing. Sabes que tarde o temprano los encontraré. Los encontraré a todos —reconoció el hombre mientras bajaba las escaleras hasta el cuerpo ya sin vida de la mujer cuyo rostro él lo volvió hacia Toma con la punta del pie—… y los mataré.

Se sentía en el límite entre la vida y la muerte. ¿Era ese el castigo por dejar a su amada sola y conducirla a su muerte? Sentía su cuerpo hirviendo, su sangre quemándole mientras seguía corriendo dentro de sus venas. Era un sufrimiento inexplicable, una sensación que parecía que lo atormentaría para siempre.

El sonido de los pájaros lo despertó. Movió la cabeza pero el sonido de la fricción de sus cabellos sobre la almohada pareció ensordecerlo. Se llevó ambas palmas a sus oídos, y un par de manos ajenas se posaron sobre ellas.
—Pronto te acostumbrarás —le dijeron. El hombre que le hablaba estaba vestido con un sobretodo blanco. Sus ojos cafés eran igual de oscuros que el cabello que, ondulado, le llegaba casi a la altura de los hombros. Toma bajó la vista para descubrir un distintivo logo sobre el bolsillo a su izquierda.
—Eres un escritor —al hablar, Toma cerró los ojos con fuerza.
—Así es. Mi nombre es Kazuya. Hasta que te acostumbres, hazte el favor de hablar susurrando.
—¿Tú… estás susurrando?
—Así es —respondió el aludido.
—¿Dónde está Yue?
Kazuya bajó la vista y negó con la cabeza.
—Lo sentimos mucho. Nos descuidamos un momento y-
—No. No fue su culpa. En efecto, yo la tuve—su vista permaneció un tiempo en sentido contrario al que estaba Kazuya. Sacó sus manos de sus oídos y se dispuso a oír los sonidos a su alrededor y a clasificarlos lo mejor que podía—. ¿Qué me está sucediendo?
—Te enfrentaste a uno de los ocho. Lo sabes, ¿cierto?
—Sí —respondió Toma luego de un tiempo.
—Toma. Él te convirtió en vampiro —el aludido volvió su cabeza hacia él y una expresión de terror decoró su rostro—. Tu cuerpo se está acostumbrando a los cambios propios del proceso.
—¿Tienes un arma?
—No puedo permitir que te suicides.
Cuando Kazuya levantó la vista encontró al Van Helsing llorando sin remedio.
—Por favor —le suplicó.
—Lo siento, Toma. Pero tu vida no termina aquí. Como Van Helsing debes resguardar la vida de todos los portadores Bombay. Yue no fue la única. Hay más. Mi presencia aquí es excepcional, lo sabes —sin mostrar un ápice de empatía con el recién convertido vampiro, el líder de los Escritores se levantó y se dirigió a la salida—. Cuando estés listo, cruza esa puerta. Te enseñaré todo lo que tengas que aprender para seguir actuando como un humano normal aunque ya hayas dejado de serlo —agregó antes de salir de la habitación. Frente a la misma, un hombre vestido igual que él, de cabello azabache atado en una cola de caballo, lo miró.
—¿Y?
—Será difícil pero lo superará tarde o temprano.
 —¿Serás tú realmente el más indicado para guiarlo por el buen camino, Kame?
—Como si tú fueras un buen ejemplo, Akanishi —resopló el aludido al haber sido llamado por su apodo.
—Pero mi ejemplo te encanta —susurró el aludido sobre su oído antes de seguir su camino por el pasillo del lugar dejando a un Kazuya rojo de la vergüenza.

El bosque era tan interminable como oscuro. No podía ver, pero aún así corría. El único destello de luz provenía de la luna reflejándose en la inalcanzable silueta que se alejaba de él, buscando que la persiguiera. Su risa inundaba sus oídos como si de una melodía del Diablo se tratara. Necesitaba alcanzarla aunque estuviera corriendo por el resto de sus días.
Pero aquella persona, una mujer vestida con harapos que alguna vez habían sido de color blanco, de cabellos tan oscuros como la noche parecía alejarse cada vez más de él. Estaba agitado, no sabía desde hacía cuanto tiempo la había estado persiguiendo. De repente, oyó su sonrisa cerca suyo, pero por más que intentara encontrarla no lo hacía, sus ojos no la veían. Sintió su aliento golpeando contra su cuello, oyó sobre su oído el sonido de su boca abriéndose en forma exagerada. Una gota de sudor surcó su rostro. Debía correr, escapar, ahora la situación se había dado vuelta, el perseguido era él. Ágilmente giró sobre sus talones y saltó hacia un árbol. La mujer hizo lo mismo y volviendo a encontrarse en medio del lugar, enfrentándose, él logró tumbarla e impedirle el movimiento con dos espadas embebidas en agua bendita encima de su cuerpo. Sus ojos rojizos buscaban su sangre, pero él no iba a entregarse.
—Sé que puedes calmarte —le dijo—. Si no lo haces, tendré que matarte, y no quiero hacerlo.
—¿Un Van Helsing que no va a asesinarme? —dijo la mujer, incrédula, frunciendo el ceño.
—Sí… Yo estoy lejos de estar chapado a la antigua —para que la mujer confiara en sus palabras, Toma guardó sus espadas mientras se levantaba del suelo y le extendía la mano—. Ikuta Toma.
La mujer lo miró todavía con desconfianza. Desvió su vista hacia su palma.
—Toda Erika —mencionó ella su nombre mientras tomaba su mano para incorporarse.
—Es un placer conocerte, Erika —dijo Toma con una sonrisa.
No estaba solo. Aunque tuviera que romper con sus principios respecto a los vampiros, algo le decía que esa vampira había hecho las cosas por un motivo de peso.
—¡Eri! —la voz de una muchacha de cabellos azabache los interrumpió. Corriendo, del mismo modo en que llegó al lugar, se acercó a Erika y la abrazó. La mujer la estrechó entre sus brazos con ternura, con fuerza para luego separarse un poco, tomar su rostro entre sus manos y ver sus facciones.
—¿Estás bien? ¿Esos malditos te hicieron daño?
—No, no. Estoy bien —la muchacha trataba de mirar al Van Helsing detrás suyo. Debió zafarse del agarre de Erika para poder dirigirse a él—. Muchas gracias. Gracias por salvar a Eri.
—¿Gracias… por salvarme? —preguntó la vampiresa.
—Yo le pedí a Ikuta-san que te persiguiera. Sabía que no había nadie mejor que él para detenerte.
—Supongo que te debo una, Van Helsing.
—¿Tienen algo qué hacer? —preguntó Toma.
—No mucho —respondió Erika.
—¿Qué les parece si me acompañan?
—¿Adónde?
—Por todos lados. Estoy persiguiendo a unos sujetos que me arrebataron lo que más amaba hace muchos años.
—Venganza… Me gusta —dijo Erika.
—Les adelanto que tendremos que ser sigilosos y camuflarnos muy bien entre las personas para que no nos descubran.
Erika y Maki se miraron.
—No habrá problema —dijo Maki—. Yo aprendo rápido, pero Eri tiene algunas dificultades —la aludida la miró con el ceño fruncido.
—Perfecto. Bienvenidas al equipo, chicas.
 Erika no estaba segura de por qué había accedido a ir con él. Ya había dejado de sentir esa sensación de soledad cuando Maki llegó a su vida, pero ese tipo, ese tal Toma, era igual a su antiguo yo: un ser vacío con un dolor imposible de aplacar.
Quizás por ellos lo siguió, y por eso seguía a su lado aún mucho tiempo después.

Su vista estaba clavada en el cielo, mientras por su cabeza pasaban mil y un pensamientos diferentes.
—Te gusta ese chico, te gusta ese chico —dijo Erika tratando de hacerle cosquillas en la cintura, pero sólo logró que Toma se quejara y se hiciera a un lado para que lo dejara tranquilo.
—Basta —le pidió, sonriendo—. No sé a qué te refieres.
—A ese tal Tegoshi —dijo la vampiresa, sentándose en el barandal de la terraza como si fuera lo más normal del mundo.
—Realmente no sé a qué te refieres.
—Toma —el aludido la miró—. ¿Cuántos años nos llevamos?
—¡Uff! He perdido la cuenta.
—Por eso mismo, a mí no me engañas.
—Bájate de ahí, Eri —le pidió Maki, saliendo a la azotea. La aludida la miró con una alegre sonrisa e hizo caso a sus palabras.
—¿Qué conseguiste, Maki? —preguntó el muchacho, girándose para mirarla.
—Se crió en Kanagawa y vino a Tokio a la edad de dos años. Su madre murió en un accidente y lo crió una familia amiga.
—¿Pareja? —preguntó Erika, sonriendo.
—No tiene, actualmente.
—Tienes el camino libre, Toma —dijo la mujer, codeándolo.
—Ya basta —dijo el aludido, alejándose unos pasos de ella—. ¿Algo más?
—Nada relevante. Es un muchacho normal. Ah…
—¿Ah? —Toma la miró.
—Se rumorea que va a publicar un libro con otra editorial.
—¿Por qué no aquí? —preguntó Erika.
—No les gusta la temática.
—¿De qué se trata?
—Vampiros.
Los ojos de los presentes se clavaron en Maki.
—¿Cuál es la editorial?
—Hachi.
—¿Qué? —preguntó Toma, segundos más tarde, tragando en seco.
—¿Eso es relevante?
—Hachi significa ocho en japonés, Maki —respondió Erika.
—Lo sé, soy japonesa —dijo la muchacha.
—Hachi es el nombre del grupo de los ocho vampiros más poderosos que existieron desde épocas inmemoriales.
—Ah, yo… No lo sabía, perdón…
—No tienes que pedir disculpas —le dijo Toma, pasando a su lado y sumergiendo su mano entre sus cabellos para acariciar su cabeza—. Gracias por la información, Maki.
—De nada, señor.
Toma entró al edificio. Maki se acercó a Erika y observó el cielo a su lado.
—Es raro que te prestes a estas cosas —destacó la más alta, con una sonrisa.
—Es porque tú estás aquí —dijo la aludida, mirando para otro lado.
Erika sonrió y bajó del barandal para agarrar su cintura y buscar su rostro.
—Mírame…
—No.
—¿Por qué?
—Porque me vas a ver sonrojada.
Finalmente Erika pudo ver el rostro de Maki siendo el rojo de sus mejillas interrumpido por el juego que el viento tenía con sus cabellos.
—Estás hermosa sonrojada —le dijo la mujer antes de besar suavemente sus labios.

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Notas: El nombre de Yue está compuesto por los mismos kanji que el nombre de Tegoshi :) porque ya saben... no puedo con mi alma y el IkuTego rlz!


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