15 de octubre de 2018

[Kinktober 2018] Dia 14: Asfixia (¿? x Peter Parker)

Ciaossu~!!
Este es uno de los días que empecé y ahí dejé xD jajajajaja pero ya hace rato tenía la idea de hacer esto para este día.
Espero que les guste

Enjoy~

Temática elegida: Asfixia | Cunnilingus | Distención | Tentáculos.
Fandom: Universo cinematográfico de Marvel.  
Pairing: ¿? x Peter Parker.
Formato: Oneshot.  
Género: AU, smut.
Rating: NC-17.
Número de palabras: 1221.
Sinopsis: Peter es poseído por un ser que se dedica a darle placer cada noche. ¿Será capaz de encontrarlo alguna vez? ¿O será su destino quedarse completamente dormido cada vez que él termina con sus labores nocturnas?
Nota: Traté de basarme en esta canción de Dead Posey :)

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Sólo los capítulos centrados en idols van a estar disponibles en Asian Fanfics.


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Día 14: Asfixia.

No podía decir desde hacía cuanto que sucedía, pero sí desde hacía ya bastante tiempo.
Desde aquel momento su cama siempre fue ocupada por alguien más. No es que a Peter le molestara, sino todo lo contrario, era como si lo llamara, y quizás lo hacía antes de cerrar los ojos y dejar caerse entre los brazos de Morfeo. ¿Cómo evitarlo con tal placentera sensación que se incrementaba en su cuerpo con cada pulso, con cada roce que su piel recibía?
Su espalda se arqueaba sintiendo cada movimiento encima suyo, cada opresión recibida sobre su pecho, como si algo estuviera encima de él, como si algo tratara de hacerse con él.
Peter esbozó una sonrisa. Siniestra, pero al mismo tiempo llena de placer.
Sus muslos se abrieron como si sintiera que tenía que hacerlo, su interior siendo recorrido por algo ajeno, pero placentero al fin. Trató de gemir, pero no pudo. Sintió su respiración entrecortarse. Ahí estaba. Lo sentía. Un enorme obstáculo alrededor de su cuello impidiéndole respirar. Lanzó un sonido gutural, sin poder evitar sonreír una vez más. Levantó sus manos para darle la bienvenida a aquel ser sobrenatural. Las posó alrededor de su propio cuello, tratando de acariciar las que ya estaban ahí, las que sentía que estaban ahí pero no podía tocar. Musitó un débil, “Bienvenido”, como pudo, con el poco aire que había en sus pulmones hasta sentir que no había otro obstáculo, y aquella excitante sensación volvía a apresarlo una vez más.
La puerta siempre estaba abierta para que aquel invitado sin cuerpo ni rostro entrara y saliera sin pedir permiso. Cada noche lo hacía, sin llamar su atención, tomando a Peter hasta dejarlo hecho un despojo humano y sediento de más. ¡Si tan sólo pudiera verse! Siempre se le olvidaba practicar frente al espejo antes de irse a dormir, pero estaba seguro que su rostro de súplica cada noche le salía mejor. Desde hacía un mes que sentía sus piernas entumecidas cada vez que se despertaba por las mañanas. Pero no le importaba, la sensación que experimentaba era demasiado excitante como para darle importancia a algo como eso.
Él era cuidadoso. Se cuidaba que su compañero no oyera absolutamente nada aunque durmieran en cuartos separador. Y lo cuidaba porque sentía sus finos y largos dedos posándose sobre su piel, y Peter sin poder despertar y demostrarle su agradecimiento. Por eso lo único que podía hacer era abrir más sus piernas y recibir con gusto todo de él.
Meses atrás había tratado de ponerle un rostro, pero nada daba con la descripción de sus anchas manos sobre su cuello. No es que Peter tratara de hacerse ahorcar por sus conocidos, pero tenía su forma de medir sus manos. No dio con ninguno. Se había entristecido un poco. Había tratado de comunicárselo esa noche, pero lo único que recibió fue el mejor beso francés que había recibido en su vida hasta el punto de sentir que se ahogaba, esta vez, a causa de su lengua.
¡Cómo lo amaba! Sin conocer siquiera su nombre, su forma, su rostro, ¡cómo lo amaba! Quería seguir en esa pensión de estudiantes toda su vida si eso significaba seguir al lado de su amante sin rostro. Le daba lo que quería y Peter sentía que también. Nunca pudo preguntárselo porque inmediatamente llegaba al clímax, colapsaba sobre el colchón y al día siguiente lo despertaba la alarma. Había tratado de preguntarle a la casera, pero, ¿y si algún exorcista llegaba y los separaba? No, ni en broma. Ya no podría vivir sin él a su lado, o encima suyo, como sea. Él lo conocía por completo. Conocía su vida. En días de semana, la presión sobre su cuello era ligera, pero los fines de semana, su cuerpo era poseído por un vaivén mortal y sus manos se turnaban para quitarle la respiración una y otra vez hasta hacerlo tener el mejor de sus orgasmos.

Y ese día era domingo. Ese día se había desquitado.

El maldito sol golpeó su rostro, obligándolo a hacerse un ovillo en el colchón y cubrirse la cabeza con la almohada. Oyó música y el usual sonido dominical que provenía de la cocina. Se sentó de un salto y miró el colchón. Su cuerpo estaba desnudo de la cintura para abajo y sobre su regazo sólo había rastros de su propio semen. Se levantó y se aseó antes de bajar las escaleras y dirigirse a la cocina. Una vez allí, un par de ojos color azul cielo lo saludaron.
—Te levantaste justo —dijo Steve, su compañero de cuarto mientras le extendía un plato con hotcakes.
—¿Te quité los tuyos? Puedo esperar —reconoció Peter agarrando el primero para devorarlo con la mano.
—¿Con el hambre que tienes? Quédatelos. No quiero que termines comiéndome el brazo.
Peter se sonrió y se sentó en una de las banquetas en torno a la isla en medio de la cocina. Mientras seguía comiendo, y luego de servirse una taza de café, se quedó mirando a Steve. Él era dos años mayor, estaba por graduarse en una carrera completamente diferente a la que Peter se había anotado, pero era un tipo encantador y un buen amigo. Desde que lo conoció, no hace más de cuatro meses, no supo que novia alguna y sabía por sus propios compañeros que tenía una lista bastante larga. Su cuerpo musculoso era marcado por una remera sin mangas prácticamente transparente y un par de pantalones de jean y zapatillas a la moda terminaban de vestirlo. Esa fue la primera vez que reparó en sus manos. Sus dedos eran finos y largos.
—Oye, Steve —el aludido se giró—. ¿Tienes novia?
—¿A qué viene eso?
—Curiosidad matutina.
—No, no tengo novia, Pete —respondió el rubio, divertido, finalizando sus hotcakes para sentarse frente a Peter y beber una taza de café—. ¿Aclaré tus dudas de domingo por la mañana?
—Algo —estaba por llevarse un pedazo de hotcake a la boca, pero otra pregunta se le atravesó en el camino—. ¿Puedo preguntar otra cosa? No es nada personal.
—Dime.
—¿Tienes idea de si aquí hay alguna especie de espíritu?
Steve se mostró hasta preocupado por su pregunta.
—No que yo sepa. ¿Por qué preguntas eso?
—Es que… quizás sea mi imaginación, pero —desistió. En realidad, ¿cómo se lo diría? ¿Y cómo lo tomaría Steve sin pensar que estaba loco de remate? Peter podría adjudicarle sus sensaciones a la cercanía de los exámenes, pero eso no evitaría que Steve hablara con la casera y ambos decidieran tomar cartas en el asunto—… Nada. Olvídalo —Steve pareció calmarse y bebió un poco de su café—. ¿Steve? —el aludido lo miró—. ¿Puedo pedirte un favor?
El aludido asintió. Peter se levantó y se acercó a él. Agarró su mano derecha y la examinó con cuidado. La posó alrededor de su cuello y mirándolo a los ojos hizo que pusiera algo de presión. Nada. No sintió absolutamente nada. Suspiró y volvió sobre sus pasos hacia su habitación.
—¿Adónde vas? —le preguntó Steve.
—Tengo que hacer tarea.
—Suerte con eso.
Peter se encerró en el cuarto y se acostó en su cama. Todavía faltaban más de diez horas para que él llegara y lo tomara una vez más. Y no aguantaba más. Y deseaba que llegara y marcara su cuello… como siempre lo hacía.

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