16 de octubre de 2018

[Kinktober 2018] Dia 15: Frotamiento (Thor x Peter Parker)

Ciaossu~!!
Sólo un momento de actualización :)
Espero que les guste

Enjoy~


Temática elegida: Nipple Play | Frotamiento | Body Worship | 69.
Fandom: Universo cinematográfico de Marvel.  
Pairing: Thor x Peter Parker (aunque bien puede ser un Chris Hemsworth x Tom Holland porque jamás mencionan sus nombres xD).
Formato: Oneshot.  
Género: AU, lemon.
Rating: NC-17.
Número de palabras: 1036.
Sinopsis: Después de un día donde todo podía estar saliendo mal, Peter se sube al tren que va a llevarlo de regreso a su hogar. Pero, ¿cómo reaccionará al lidiar por varias estaciones con un tipo que no se despega de encima suyo?

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Día 15: Frotamiento.

Ese día no podía estar siendo peor: el despertador no sonó, se había cortado el suministro eléctrico a causa de la lluvia, un idiota pensó que estaba en una carrera de fórmula uno y empapó su traje mientras él esperaba para cruzar la calle, y empapado y todo cuando llegó al trabajo su superior le dio sus buenos regaños, como salió tarde no llevó consigo su almuerzo, ni su billetera, y seamos realistas, él no era bueno haciendo amistades, por lo que llevaba un aproximado de veinte horas sin ingerir ni agua ni alimento.
Y para colmo de males, el tren estaba retrasado, y venía repleto. Trató de abrirse paso como pudo entre la gente. Todavía faltaban un par de estaciones para llegar a casa, y faltaba más gente por subir porque, por supuesto que iban a subir, así tuvieran que hacerlo al techo.
—Lo siento —le dijo a un hombre detrás suyo, a quien había pisado, pero este sólo negó con la cabeza mientras le sonreía. ¿Qué más iba a hacer? Apenas podía moverse. Se sacó la mochila y la sostuvo frente suyo sobre las rodillas. Cerró los ojos y se dejó llevar por la melodía que sonaba a través de sus auriculares. Al menos eso lo calmaría un poco. Al menos esa fue la idea hasta sentir un bulto extraño sobre su espalda que con el movimiento del tren comenzó a tornarse un poco molesto. Sin abrir los ojos, frunció el ceño. ¿Era su imaginación? ¿No lo era? Volvió su vista detrás suyo lo más que pudo. El hombre al cual había pisado seguía allí, su cristalina mirada celeste tratando de ver por sobre todas esas cabezas que ocupaban el vagón y posarse sobre el paisaje que poco a poco le daba la bienvenida a los carteles luminosos y luces de neón.
Era su imaginación. Seguro que lo era. Volvió a centrar sus pensamientos en la música con los ojos cerrados, una vez más. El tren se detuvo. Todavía faltaban unas largas cinco estaciones más. La gente se agolpó cada vez más y más entre sí. Golpes. Discusiones. Gritos. Y luego, nada.
El transporte reanudó su marcha y él volvió a su mundo imaginario. Pero ahí estaba de nuevo. El movimiento del tren, aquella sensación sobre su cuerpo, aquellas caricias extrañas que eran sólo para él. No lo pensó dos veces. Pidió permiso. Unas pocas personas le permitieron alejarse un poco, las otras lo insultaron de pies a cabeza. Cuando volvió la vista hacia atrás, ahí estaba el mismo sujeto que llevándole dos cabezas, mantenía la mirada sobre lo que se encontraba más allá de las ventanas del tren.
Tenía que ser una broma. Resopló, pero no dijo nada. Y faltaban cuatro estaciones más. El tren volvió a moverse, cada vez con más velocidad, y algunas otras con bastante intensidad. Y ahí estaba de nuevo. Esa sensación encima suyo que lejos de apaciguarse se tornaba más salvaje con cada movimiento, tratando de imitar el vaivén del tren. Frunció los labios y bajó la vista. ¿Eso le gustaba? Sintió sus mejillas ardiendo con fuerza. No, no podía ser. Su celular se apagó. Ya no había música que lo hiciera viajar a un mundo imaginario. Sólo el bullicio de las personas, risotadas provenientes de otros vagones que hacían despertar a quienes dormían, y llantos de niños. Y eso le gustaba. La sensación de un hombre frotándose sobre él, le gustaba. Después de todo, al día siguiente, ¿quién se acordaría de eso? Ninguno se volvería a ver de nuevo, y ese día estaba siendo demasiado de mierda como para no pasarla bien aunque sea un rato. Se movió ligeramente hacia un costado, luego hacia el otro. Perfecto. Cerró los ojos, satisfecho, sintiendo cómo un bulto ajeno se frotaba contra sus glúteos. Se sonrió. No podía creer lo que estaba haciendo, pero se sentía demasiado bien como no disfrutarlo. Giró su mochila con dificultad para que su erección rozara el dorso de sus manos. Se mordió el labio inferior. La estaba pasando de maravilla. Y lo único que necesitaba era el suave balanceo del tren.
Las puertas se abrieron una vez más. La gente volvió a agolparse, gritos entre los que entraban, los que salían, los que no podían entrar y los que no podían salir.
—Ve hasta la otra puerta —oyó susurrar sobre su oído. Un aliento tan cálido que pareció calentar todo su cuerpo. Él no asintió. Tampoco se negó. Se abrió paso entre la gente y se apoyó sobre la puerta contraria donde, al otro lado, la lluvia seguía cayendo sin un aparente final. Entreabrió los labios, pero los cerró con fuerza a los pocos segundos. Sí, sería capaz de gemir porque un maldito extraño estaba frotando su hombría encima suyo. ¿Cuándo la suya fue atrapada por una mano gigante? Nunca lo supo, pero estaba en el maldito Paraíso. Ya no podía evitar que la sangre se agolpara en sus mejillas y su rostro se deformara hasta adoptar una expresión que haría horrorizar hasta a la anciana que estaba sentada a escasos centímetros suyo si es que estuviera despierta. Una estación, dos estaciones. ¿Cuántas faltaban? ¿Se había pasado? No le importaba. Ahogó un gemido de placer cuando aquel desconocido se atrevió a apretar sus testículos y pegar todavía más su cuerpo sobre el suyo. ¿Cuándo terminaría aquella tortura? ¿Lo quería? Aún en medio de aquel bullicio podía oír perfectamente el sonido de aquella mano ajena masturbándolo. Sus glúteos seguían siendo acariciados por su longitud, su cuerpo pegado aún más contra las puertas del tren. La respiración de aquel sujeto golpeando contra su cuello le hacía ver las estrellas. ¿Por qué iba a negarlo? Quería que lo mordiera. Quería sentir sus dientes clavándose en su cuello, que le dejara marcas imposibles de ocultar sobre su piel. De repente, todo movimiento, salvo el del tren, cesó. Su erección fue cubierta nuevamente. Agitado, se volvió hacia aquel sujeto. Su mirada cristalina, tan clara como el cielo cuando no estaba capotado de nubes, ahora, estaba posada sobre él—. Bajo en la siguiente. ¿Y tú?
Sus labios se abrieron, curvándose hacia arriba. La mirada perdida pero al mismo tiempo fija en lo que sabía, sucedería.
—Yo también —le dijo.

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